Aprendiz de Jedi 6 Sendero Desconocido (10 page)

BOOK: Aprendiz de Jedi 6 Sendero Desconocido
12.28Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Tahl llevó de vuelta a una enmudecida DosJota a su habitación. La joven se dedicaría a coordinar las acciones desde allí. Qui-Gon fue directamente a la habitación de Bruck.

El chico no estaba allí, por supuesto. Los miembros de seguridad le estaban buscando, pero estaba claro que Bruck no les iba a dar facilidades.

Qui-Gon echó una ojeada al cuarto de Bruck. Si había alguna pista que indicase por qué un chico con un futuro prometedor podía haber hecho una cosa semejante, él no la veía. Sus ropas estaban perfectamente dobladas y su pupitre ordenado. ¿Qué había en el corazón de ese chico? Qui-Gon tocó el sable que llevaba en su cinturón. ¿Qué había en el corazón de cualquier chico? ¿Y por qué Yoda pensaba que Qui-Gon era capaz de comprenderlo?

Había defraudado al Templo. La ira de Bruck había estado siempre allí y él no la había visto. Le había ocurrido lo mismo que con Xánatos, su primer padawan, cuya ira también le había pasado desapercibida. Igual que la inquietud de Obi-Wan.

Qui-Gon miró a través de la ventana desganado. El sol ya estaba saliendo. Era el momento de avisar a Yoda. Un miembro del Templo les había traicionado.

Su comunicador empezó a emitir una señal roja. Yoda le estaba llamando. Parecía ansioso por saber las noticias.

Qui-Gon cogió el turboascensor y se dirigió a la sala de conferencias, donde sabía que Yoda le estaría esperando. Cuando entró en la estancia, el Maestro Jedi estaba solo.

—Así que ya lo sabes —dijo Qui-Gon.

—Bruck nuestro culpable es —dijo Yoda—. Problemático y triste, sí. Por algo más te he llamado, Un mensaje para ti hay.

Qui-Gon miró a Yoda asombrado, pero el Maestro no hizo ningún gesto revelador. Se limitó a activar un holograma.

La imagen de Obi-Wan apareció de repente en la habitación.

Enfadado, Qui-Gon se volvió y comenzó a andar hacia la salida de la habitación.

—No tengo tiempo...

La voz de Obi-Wan sonaba débil.

—Cerasi ha muerto.

Las palabras golpearon a Qui-Gon, que se detuvo y se volvió. Entonces pudo ver el dolor en el rostro de su padawan.

—Se vio atrapada en medio de un fuego cruzado entre los Jóvenes y los Mayores.

Qui-Gon sintió que le invadía la pena. Durante el poco tiempo que había estado en Melida/Daan le había cogido cariño a la chica y había entendido por qué Obi-Wan se sentía tan unido a ella. Su muerte era una tragedia.

—Y ahora cada bando culpa al otro de su muerte —continuó Obi-Wan—. Incluso Nield se está preparando para entrar en combate. Los hombres de Wehutti han recuperado las armas. Mi facción se ha disuelto. He perdido el mando y no tengo manera de convencer a los demás de que hay que dejar las armas.

La cara de Obi-Wan reflejaba dolor, pero también algo más. Algo que Qui-Gon había visto otras veces, en rostros marcados por un horrible destino: la incomprensión.

El diminuto holograma de su antiguo padawan estaba de pie, con los brazos caídos a lo largo del cuerpo y con una postura que denotaba desesperación.

—No sé qué hacer —confesó—. Ya no soy un Jedi y, sin embargo, sé lo que un Jedi puede hacer. Y sé que sólo un Jedi puede ayudarme. Qui-Gon, sé que he obrado mal, pero, ¿podrías ayudarme en este momento?

Qui-Gon agarró con fuerza el sable láser de Obi-Wan, que todavía llevaba colgado del cinto, y apretó los dedos alrededor de la empuñadura. Incluso apagado, parecía desprender algún tipo de energía. ¿O era la Fuerza lo que sentía a su alrededor?

La cara pálida de Obi-Wan parpadeó e inmediatamente desapareció. Qui-Gon comprendió en ese momento lo que Yoda y Tahl habían intentado decirle. Él no había sido traicionado por un Jedi, sino por un niño. Un niño abrumado por la pasión y las circunstancias. El chico merecía su comprensión. No, no había una fórmula secreta para lograr entrar en el corazón de un chico.

Quizá todo lo que había que hacer era escuchar.

—Mándale un mensaje a Obi-Wan —le dijo Qui-Gon a Yoda—. Dile que voy en camino.

Capítulo 16

Cuando Yoda se comunicó con Obi-Wan en forma de holograma y le dijo que Qui-Gon estaba en camino, el muchacho se sintió exultante. Recuperó la confianza y sintió el primer momento de felicidad desde la muerte de Cerasi.

Pero, inmediatamente, la felicidad se transformó en preocupación. Qui-Gon venía obligado. ¿Trabajar con un Qui-Gon silencioso y desaprobador iba a ser peor que trabajar solo?

Melida/Daan es lo que importa
, se dijo a sí mismo con firmeza,
tengo que hacer todo lo que esté en mis manos para salvar el planeta que Cerasi tanto quería
.

Qui-Gon tardaría varios días en llegar. Mientras tanto, Obi-Wan tenía mucho tiempo de sobra y nada que hacer. Gracias a la amargura de Nield, había sido expulsado de los Jóvenes. Tal vez quedaba alguien que no estaba de acuerdo con las tácticas de Nield, pero eso no significaba que fuera a unirse a Obi-Wan. Nadie se atrevía a contradecir a Nield.

Obi-Wan se sentía como si fuese un fantasma. No se le permitía dormir en los túneles, así que lo hacía donde podía o donde se le hacía de noche. Edificios abandonados, plazas públicas, un parque alumbrado con los focos de varios deslizadores abandonados. La vida giraba a su alrededor, pero él no participaba en ella. Lo único que le retenía en el planeta era su apego a la causa de Cerasi.

Su única amiga era Roenni. La chica le buscaba a menudo y le entregaba comida. Le había llevado un equipo de supervivencia con una cuerda brillante, un botiquín y una cálida y ligera manta para las noches frías. Obi-Wan se sentía agradecido por su lealtad, pero también estaba preocupado por si alguien les veía juntos y se lo contaba a Nield.

—Se enfadará mucho —le dijo a Roenni.

Estaban sentados en un pequeño parque que había sido un campo de batalla durante la última guerra, y donde la hierba luchaba por crecer en medio de las zonas de terreno que habían quedado abrasadas. Sólo quedaba un árbol de pie; los demás eran sólo muñones con las ramas y los troncos reducidos a astillas.

Los cálidos ojos marrones de Roenni se volvieron fieros de repente.

—No me importa. Lo que está haciendo está mal. Nield es una buena persona y algún día se dará cuenta. Hasta entonces te protegeré. Igual que tú me protegiste a mí.

—No sé si Nield cambiará de opinión algún día —contestó Obi-Wan, recordando el odio que había visto en su mirada.

—No sabe lo que hace porque está dolido —dijo Roenni tranquilamente—. Sólo tú puedes lograr la paz, Obi-Wan.

—No puedo hacer nada —dijo Obi-Wan derrotado—. No tengo influencia sobre Nield. Ni siquiera me habla.

—¿Por eso has llamado a tu Jedi? —preguntó Roenni—. ¿Puede él ayudar a Melida/Daan?

Obi-Wan asintió y tocó su piedra de río.

—Si hay alguien que puede ayudaros es Qui-Gon Jinn.

Obi-Wan seguía confiando plenamente en su Maestro, aunque Qui-Gon hubiese perdido la confianza en él.

***

Por fin amaneció el día de la llegada de Qui-Gon. Obi-Wan había recibido instrucciones para encontrarse con él fuera de las puertas de la ciudad.

Cuando Obi-Wan vio la figura alta y fuerte del Maestro Jedi dirigiéndose hacia él, sintió un escalofrío de alegría. Una sonrisa de alivio se dibujó en su cara.

Pero, a medida que iba reconociendo el rostro inexpresivo de Qui-Gon, la sonrisa se fue desvaneciendo lentamente. Por supuesto, su Maestro, o más bien su antiguo Maestro, no sonreía. Obviamente, ver a un antiguo padawan tenía que llenar de angustia a un Caballero Jedi.

La expresión del rostro de Qui-Gon se relajó y se volvió más neutral. El Jedi asintió a Obi-Wan.

No hubo un saludo. Ni preguntas acerca de su estado de ánimo. Bien. Obi-Wan podía sobrellevarlo. Había pedido ayuda, no amabilidad. Los dos empezaron a andar juntos hacia la ciudad.

Obi-Wan esperaba que Qui-Gon hablase. ¿Por qué no lo hacía? Si pudieran hablar de lo que había sucedido... Si Qui-Gon le diera una oportunidad de explicarse...

En el instante en el que había visto a Qui-Gon se había dado cuenta de algo. Ahora estaba seguro. Quería volver a ser un Jedi. Y no solamente un Jedi, sino el padawan de Qui-Gon Jinn. Quería todo aquello a lo que había renunciado y volver a su vida anterior.

No pertenecía a Melida/Daan. Se había sentido fascinado por una causa. Una causa justa y buena, eso era verdad; pero había otras causas justas en la galaxia por las que también quería luchar. Se dio cuenta de que Cerasi tenía razón. Obi-Wan quería tener otra vida, diferente a la que podía vivir en el planeta Melida/Daan.

Había vuelto a encontrar el camino correcto y eso estaba bien. Y, sin embargo, todavía sentía desesperación. Sólo tenía que mirar a Qui-Gon para entender que el Jedi no le llevaría otra vez con él.

Capítulo 17

Qui-Gon había imaginado que el reencuentro iba a ser desagradable, pero no había tenido en cuenta el dolor. Ver la esperanza dibujada en el rostro del joven Obi-Wan le hizo sentirse enfadado. Qui-Gon luchó por librarse de ese sentimiento. Sabía que estaba siendo demasiado severo.

No podía hablar. No quería que Obi-Wan notase el enfado en su voz. Quería que sus primeras palabras fueran tranquilas.

Así que no habló y se limitó a asentir ligeramente con la cabeza a modo de saludo. Qui-Gon se dio cuenta de que la frialdad del gesto había dolido al chico. Obi-Wan llevaba tiempo sufriendo mucho. Lentamente, mientras caminaban, la ira de Qui-Gon se fue esfumando y la compasión ocupó su lugar.

—Me sentí muy afligido al oír lo que había pasado con Cerasi —dijo tranquilamente—. Sinceramente, siento mucho la pérdida, Obi-Wan.

—Gracias —contestó Obi-Wan con un hilo de voz.

—Hay muchas cosas de las que tenemos que hablar —continuó Qui-Gon—, pero creo que ahora sólo servirían para distraernos. Cualquier problema entre nosotros es nimio comparado con la posibilidad de que puede volver a estallar una guerra en este planeta. Así que vamos a concentrarnos en los problemas de Melida/Daan.

Obi-Wan aclaró la garganta.

—Estoy de acuerdo.

—¿Qué es lo último que se sabe de Nield y de Wehutti?

—Nield está agrupando a sus hombres. Ahora cuenta con el apoyo de Mawat y de los Jóvenes de los Basureros. Está intentando que la Generación de Mediana Edad se vuelva a unir a él. Circula el rumor de que la guerra estallará muy pronto, justo en el lugar donde Cerasi fue asesinada. También sé que los partidarios de Wehutti están recuperando las armas. Wehutti se ha ido a vivir aislado de todo.

Qui-Gon asintió pensativo.

—¿Wehutti dirige a sus seguidores o éstos se están preparando por su cuenta?

—Creo que ni siquiera Wehutti está en contacto con ellos —dijo Obi-Wan—. No ve a nadie.

—Pues tendrá que vernos a nosotros —replicó con firmeza Qui-Gon.

***

La puerta de Wehutti estaba cerrada con llave y con varios cerrojos. Qui-Gon llamó con fuerza. No hubo respuesta.

—Sabemos que no quiere visitas —dijo Qui-Gon, sacando el sable láser de su cinturón—. Pero no necesitamos invitación.

Qui-Gon activó el arma y la usó para cortar los cerrojos. Empujó la puerta y ésta se abrió sin dificultad.

El pasillo y las dos habitaciones que había en la planta baja estaban vacíos. Con cuidado, Qui-Gon y Obi-Wan empezaron a subir por las escaleras. Recorrieron habitación por habitación, hasta que encontraron a Wehutti en un pequeño dormitorio en la parte trasera de la casa.

Había bandejas de comida cubriendo el suelo, y unas gruesas cortinas impedían que entrara la luz. Wehutti estaba sentado en una silla encarada hacia una ventana, aunque no podía ver nada al otro lado. Ni siquiera se dio la vuelta cuando entraron en la habitación.

Qui-Gon se interpuso en el campo de visión de Wehutti y se agachó a su lado.

—Wehutti, necesitamos hablar contigo —le dijo.

Lentamente, Wehutti se volvió hacia Qui-Gon.

—Había mucha confusión. Por supuesto, yo estaba preparado para disparar, pero creo que no lo hice.

Qui-Gon miró a Obi-Wan. Wehutti estaba reviviendo el día de la muerte de Cerasi.

—Había más Jóvenes de los que habíamos calculado —continuó Wehutti—. Pensamos que no tendríamos que utilizar las armas. Creíamos que no iban a ir armados. Y no pensé que mi hija, mi Cerasi, iba a estar allí. Ella no llevaba ningún arma, ¿lo sabías?

—Sí —dijo Qui-Gon.

—La había visto hacía poco porque había venido a verme. ¿Lo sabías?

—No, no lo sabía —contestó Qui-Gon educadamente.

—Estuvimos hablando. Ella quería que dejara de luchar contra los Jóvenes. Yo no estaba de acuerdo. No fue una visita agradable. Pero, entonces, ella sugirió que no hablásemos de las cosas tal y como eran, sino tal y como habían sido. De su infancia. Ella había vivido unos años felices antes de que comenzara la guerra, y yo lo recordé todo de repente. No había pensado en ello desde hacía mucho tiempo.

Las lágrimas comenzaron a deslizarse por las mejillas de Wehutti.

—Me acordé de su madre y recordé a mi hijo. Cerasi era nuestra hija más pequeña. Le daba miedo la oscuridad, así que yo solía quedarme en su cuarto hasta que se dormía. Me sentaba al lado de su saco de dormir y le ponía una mano encima para que supiera que estaba allí. Ella tocaba mi mano de vez en cuando, hasta que se quedaba dormida. Yo la cuidaba —suspiró Wehutti—. Era tan guapa.

De repente, el hombre se dobló sobre la silla y colocó los hombros pegados a las rodillas. Su cuerpo se convulsionaba debido a sus fuertes sollozos.

—Había mucha confusión —dijo con voz entrecortada—. Al principio no la vi. Estaba mirando a Nield. Mi mujer está enterrada en esa Sala. Sus cenizas están allí. No podía permitir que la destruyeran.

—Wehutti, eso está bien —dijo Qui-Gon—. Hiciste lo que tenías que hacer. Igual que Cerasi.

Wehutti levantó la cabeza.

—Eso es lo que dices tú. Lo que dice todo el mundo —repitió con un tono de voz neutro.

—Y ahora tus partidarios se están movilizando para comenzar otra guerra —le explicó Qui-Gon—. Sólo tú puedes detenerlos. ¿Podrías hacerlo, por la memoria de Cerasi?

Wehutti se volvió hacia Qui-Gon. No había expresión en sus ojos y su cara había perdido el color. Sólo estaba marcada por los surcos de las lágrimas.

—¿Y cómo va a ayudar eso ahora a Cerasi? No me importa la guerra ni las batallas. Está claro que no puedo evitar que las cosas sucedan. Ya no siento odio. Ya no siento nada.

BOOK: Aprendiz de Jedi 6 Sendero Desconocido
12.28Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

Almost Perfect by Denise Domning
Elite Metal-ARE-epub by Jennifer Kacey
Endure My Heart by Joan Smith
Morgue Mama by Corwin, C.R.
Season to Taste by Natalie Young
An Original Sin by Nina Bangs
Eternal Pleasure by Nina Bangs
Firestorm by Kathleen Morgan
First Surrender by Katie Reus