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Authors: Michael Scott

Tags: #fantasía

El Mago (53 page)

BOOK: El Mago
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—Estamos metidos en un buen lío —refunfuñó Maquiavelo entre dientes. La espada había desaparecido de su muslo, pero aún tenía la pierna completamente adormecida.

—¿Estamos? —repitió Dee—. Esto, todo esto, es única y exclusivamente culpa tuya, Nicolas. O, al menos, eso es lo que yo diré. Y sabes lo que pasará después, ¿verdad?

Maquiavelo se enderezó, se puso en pie y, asomándose por la barandilla sin apoyar la pierna, dijo:

—Yo diré otra cosa.

—Nadie te creerá —anunció Dee con confianza, apartando la mirada—. Todos sabemos que eres un maestro de la mentira.

Maquiavelo se metió la mano en el bolsillo y extrajo una grabadora digital microscópica.

—Qué suerte que lo tenga todo grabado —dijo mientras señalaba la grabadora—. Ha registrado cada una de tus palabras.

Dee se quedó paralizado. Lentamente, se volvió hacia el italiano y contempló la diminuta grabadora. —¿ Cada palabra ?

—Cada palabra —repitió Maquiavelo con una sonrisa—. Creo que los Inmemoriales creerán mi versión.

Dee clavó la mirada en Maquiavelo y, unos segundos más tarde, asintió.

—¿Qué quieres?

Maquiavelo hizo un gesto señalando la devastación que había en la plaza. Su sonrisa era realmente aterradora.

—Mira lo que esos mellizos son capaces de hacer... Acaban de ser Despertados y ni siquiera han recibido una formación y un entrenamiento apropiado todavía.

—¿Qué estás sugiriendo? —preguntó Dee.

—Entre nosotros. Tanto tú como yo tenemos recursos extraordinarios. Si trabajáramos unidos, en vez de uno contra el otro, seríamos capaces de encontrarlos, capturarlos y formarlos.

—¡Formarlos!

Los ojos de Maquiavelo brillaban intensamente. —Son los mellizos de la leyenda. «Los dos que son uno y el uno que lo es todo.» Cuando dominen las magias elementales, serán imparables. Aquel que los controle tendrá el mundo a sus pies.

El Mago desvió la mirada hacia la plaza y entornó los ojos, siguiendo el rastro de Flamel entre el polvo.

—¿Crees que el Alquimista lo sabe?

Maquiavelo soltó una carcajada.

—Por supuesto que lo sabe. Si no, ¿por qué crees que los está formando?

55

las 12:13 exactamente, el tren Eurostar salía de la estación Gare du Nord, emprendiendo así un viaje de dos horas y veinte minutos hacia la estación londinense de Saint Páncreas.

Nicolas Flamel estaba sentado justo delante de Sophie y Josh. El grupo se había acomodado en una mesa de un vagón de primera clase del tren. Saint-Germain había comprado los billetes utilizando una tarjeta de crédito no rastreable y les había proporcionado pasaportes franceses cuyas fotografías no reflejaban un solo rasgo de los mellizos. Sin embargo, en la fotografía del pasaporte del Alquimista aparecía un hombre joven con una larga cabellera color azabache.

—Diles que has envejecido mucho en los últimos años —dijo Saint-Germain en tono burlón.

Juana de Arco se había pasado la mañana de compras y había obsequiado a Sophie y Josh con una mochila repleta de ropa y artículos de aseo. Cuando Josh abrió la suya, descubrió el diminuto ordenador portátil que el conde le había entregado el día anterior. Había ocurrido ayer? Daba la sensación de que habían pasado siglos.

Nicolas abrió el periódico cuando el tren partió de la estación y se puso para leer unas gafas muy baratas que había comprado en la farmacia. Alzó el periódico francés. Le Monde, de forma que los mellizos pudieron distinguir la portada; mostraba una fotografía de la devastación que había provocado Nidhogg.

—Aquí dicen —leyó lentamente Nicolas— que una sección de las catacumbas se derrumbó. —Después giró la página. Una gigantesca imagen que ocupaba la mitad de la página mostraba columnas de piedra destruidas en la plaza ubicada a los pies de la catedral de Notre Dame. Continuó leyendo—: «Los expertos afirman que la pulverización y la desintegración de varias de las gárgolas y grutescos más celebres de París fueron consecuencia de una lluvia acida que debilitó las esculturas. Los dos acontecimientos no tienen relación alguna». —Después, dobló el periódico.

—Entonces, tenías razón —musitó Sophie. Estaba apoyada sobre el cristal de la ventana, agotada y exhausta, aunque había dormido más de diez horas. Y añadió—: Dee y Maquiavelo se las han arreglado para ocultar lo ocurrido.

La joven miró a través de la ventana mientras el tren traqueteaba por un laberinto de raíles interconectados.

—Un monstruo se paseaba ayer por las calles de París, las gárgolas descendieron de los edificios... y aun así, no aparece en la prensa. Es como si nunca hubiera sucedido —agregó Sophie.

—Pero sucedió —dijo Flamel con tono serio—. Tú has aprendido la Magia del Fuego y los poderes de Josh han sido Despertados. Ayer, ambos descubristeis el poder que podéis conseguir juntos.

—Y Scathach murió —interrumpió Josh.

La expresión vacía de Nicolas Flamel confundía a la vez que fastidiaba al joven. Miró a su hermana y, unos segundos más tarde, al Alquimista.

—Scatty —anunció con tono de enfado—, ¿os acordáis de ella? Se ahogó en el Sena.

—¿Ahogarse? —dijo Nicolas con una sonrisa mientras las arrugas del contorno de ojos y de la frente se hacían más profundas—. Es un vampiro, Josh. No necesita respirar aire para sobrevivir. Aunque me apuesto lo que sea a que estaba furiosa; detesta mojarse —añadió—. Pobre Dagon: no tuvo ni una oportunidad.

Nicolas Flamel se acomodó en su asiento de cuero y cerró los ojos.

—Haremos una breve parada a las afueras de Londres. Después, utilizaremos el mapa de las líneas telúricas para volver a San Francisco y buscar a Perenelle.

—¿Por qué vamos a Inglaterra? —preguntó Josh.

—Vamos a visitar al humano inmortal más ancestral del mundo —anunció el Alquimista—. Voy a intentar convencerle para que os forme a los dos en la Magia del Agua.

—¿De quién se trata? —volvió a preguntar Josh mientras alcanzaba su nuevo portátil. Los vagones de primera clase contaban con una red inalámbrica.

—Gilgamés, el Rey.

Nota del Autor

Las catacumbas de París que Sophie y Josh exploran existen en la realidad, al igual que el extraordinario sistema de alcantarillado que, tal y como observa Maquiavelo, contiene señales con indicaciones. Aunque la capital francesa recibe a millones de turistas cada año, la mayoría de ellos ignora la extensa red de túneles que se halla debajo de la ciudad.

Oficialmente, se denominan «les carriéres de París», las minas de París, pero se conocen comúnmente bajo el nombre de catacumbas. Además, representan una de las maravillas de la ciudad parisina. Las vistas que descubren los mellizos en el interior de las catacumbas, como las paredes de huesos o los espectaculares diseños creados con calaveras, están abiertas al público. Datan del siglo XVIII, momento en que los cuerpos y los huesos del Cimetiére des Innocents, que entonces estaba desbordado, se exhumaron y transportaron a los túneles y cavernas de piedra caliza. Siguieron llegando cuerpos de otros cementerios y, hoy en día, se estima que esta extraña necrópolis contiene alrededor de siete millones de cuerpos. Nadie sabe quién fue el autor de las impresionantes composiciones artísticas realizadas con huesos; quizá un obrero que deseaba crear un monumento a aquellos fallecidos que no poseían una lápida que indicara su ubicación. Las paredes, construidas únicamente con huesos humanos, también lucen diseños con calaveras, lo cual resulta realmente espeluznante y, en algunos casos, reciben una iluminación idónea para lograr un efecto dramático.

Probablemente, los romanos fueron los primeros en extraer piedra caliza para construir lo que, más tarde, se convertiría en Lutetia, el primer asentamiento romano sobre la lie de la Cité. En el lugar donde hoy en día se alza la catedral de Notre Dame, antaño se construyó un monumento dedicado al dios romano Júpiter. Desde el siglo X en adelante, la piedra caliza comenzó a extraerse de forma extensa para fabricar las paredes citadinas y para construir Notre Dame y el palacio original del Louvre. Durante mucho tiempo las catacumbas parisinas sirvieron como lugar de almacenamiento para contrabandistas y ofrecieron cobijo a multitud de personas sin hogar. Más recientemente, tanto el ejército alemán como la Resistencia francesa tuvieron bases en los túneles durante la Segunda Guerra Mundial. En el siglo actual, los cataflics, la unidad de policía que patrulla bajo tierra, han encontrado galerías de arte ilegales e incluso una sala de cine ocultas en lo más profundo.

Oficialmente, las catacumbas se denominan L'Ossuaire de Denfert Rochereau, y la entrada se halla justamente al otro lado de la parada de metro Denfert Rochereau. Sólo hay una pequeña sección abierta al público; los túneles son traicioneros y estrechos. Además, tienden a inundarse y están repletos de cuevas subterráneas y pozos.

Son, al fin y al cabo, un escondite perfecto para un Dios Durmiente.

FIN DEL SEGUNDO LIBRO

Agradecimientos

La lista es mucho más larga, pero El Mago no podría haberse escrito sin el apoyo de muchas personas...

Krista Marino, Beverly Horowitz, Jocelyn Lange y Christine Labov de Delacorte Press por su ayuda, paciencia y perseverancia...

Barry Krost de BKM y Frank Weimann de Literary Group, por ofrecerme su apoyo y consejos...

Quisiera hacer una mención especial a:

Libby Lavella, quien le otorgó a Perenelle una voz...

Sarah Baczewski, quien me entrega las mejores notas...

Jeromy Rober, quien creó la imagen...

Michael Carrol, el primero y el último en leer el libro...

Y, finalmente, no quiero olvidar a:

Claudette, Brooks, Robin, Mitch, Chris, Elaine, David, Judith, Trista, Cappy, Andrea, Ron y, por supuesto, Ahmet, ¡por todo lo demás!

Sé que he olvidado a alguien...

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