Read El tiempo mientras tanto Online

Authors: Carmen Amoraga

Tags: #Drama

El tiempo mientras tanto (29 page)

BOOK: El tiempo mientras tanto
5.83Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Al salir de la ducha,
Jim
le lame las piernas mojadas y ella lo aparta para ponerse la crema hidratante. Se pesa. Ha adelgazado kilo y medio en una semana. Como es de buena mañana y aún no le ha dado tiempo a entrar en el desánimo, lo interpreta como una buena señal, como una señal de que todo va a mejorar. Mira a su perro y
Jim
mueve el rabo y María José le dice ya estoy cansada de estar triste, coño, y
Jim
da un ladrido que ella interpreta como otra señal (estoy de acuerdo contigo) pero que en realidad quiere decir otra cosa (menos rollo y sácame a mear de una vez, que me va a explotar la vejiga).

Con el albornoz va a la cocina, se calienta en el microondas el café que sobró de ayer, piensa que lo peor de vivir sola es la cantidad de cosas que se desperdician, se lo bebe de un trago y deja la taza en el fregadero, junto a los cubiertos, el plato y el vaso de la cena de la noche anterior. Se acuerda de su madre, de su irritante manía de recogerlo todo inmediatamente, y sonríe porque piensa que si viera el estado de su pila le daría un patatús.

Echa de menos tener a alguien en casa por las mañanas, porque ella, una vez pasado el primer instante de desconcierto, se despierta muy habladora. Cuando vivía con sus padres hablaba con ellos. Bueno, hablaba con su padre y discutía con su madre. Con Joaquín, no, porque él se levantaba más tarde que ella, pero al menos sabía que había alguien más en la casa. Ahora está ella sola. Y
Jim
. Habla con el perro y, a veces, con el presentador del telediario matinal mientras se viste. La soledad le da miedo, pero no se arrepiente. Qué va. Lo contrario, seguir con Joaquín, sin quererle, habría significado ser igual que su madre. Igual. Y eso sí que no lo quiere por nada del mundo.

Separarse de Joaquín fue la mejor decisión, aunque en el último momento le entraron dudas porque tuvo la sensación de que él la amaba y le cruzó un pensamiento por la cabeza que la estuvo mortificando semanas enteras. ¿Y si aún estuvieran a tiempo de reconducirlo? ¿Y si ella pudiese volver a quererle? ¿Y si no sabía realmente lo que era el amor? ¿Y si había estado equivocada?

Se hacía muchas preguntas, sin saber que Joaquín no tardaría en hacerse justamente las mismas. ¿Cuál era la diferencia entre amor y cariño? ¿Se puede amar a todo el mundo? ¿Podría existir una escala de medir el amor? Si existiera, la escala, ella habría estado, sin duda, en el punto más alto. Le había querido mucho, es cierto, pero ¿le había querido bien?

Las siete y media. Se viste. Se maquilla. Sale a pasear a
Jim
, por fin, con una bolsa de plástico para recoger los excrementos. El perro la mira mientras levanta la pata en un árbol y ella interpreta su mirada (te quiero, María José) de mala manera, porque en realidad el perro piensa ya era hora, casi reviento. Espera un cuarto de hora y vuelve a subir en el ascensor. Deja a
Jim
en la galería, coge el bolso. El salón está desordenado. Encima del sofá queda una manta verde arrugada, las zapatillas están aún en la alfombra porque fue descalza a la cama y en el suelo hay una patata frita que se le cayó del plato y que
Jim
tampoco ha visto porque, si no, se la hubiera comido. Se acuerda otra vez de su madre. Menos mal que no lo va a ver. No soportaría tener (otra) bronca con ella. En el rellano, a punto de coger el ascensor, se lo piensa mejor y vuelve a entrar en casa porque a ella tampoco le gusta dejar la casa como una pocilga, y se entretiene metiendo las cosas en el lavavajillas, ordenando el salón, retocándose en el espejo del recibidor. Sonríe. Se da cuenta de que se parece (un poco) a su madre, aunque le moleste.

Sube al coche. Lo pone en marcha. Enciende la radio y sintoniza el programa de Pablo Motos porque le gusta ir riendo al trabajo. Gira a la derecha, luego a la izquierda. Aprovecha los semáforos en rojo para terminar de maquillarse porque se ha dado cuenta de que le falta el rímel. Hace sol. Se pone las gafas.

No sabe que en breve va a cruzarse con Agustí Bayarri, soltero, abogado, cuarenta y dos años, y circula tranquila por la autovía. Piensa que es posible que llame a Carmina Palau. Piensa que si ese domingo la ruta no es demasiado larga irá con los de la asociación de senderismo. Piensa que tiene que ir al gimnasio. Piensa que se ha dejado encendida la calefacción. Piensa que al salir del trabajo irá corriendo a pasear al perro y luego se acercará a escuchar a Molina Foix. Piensa que se ha quedado sin papel higiénico, y que tampoco le queda leche ni pasta de dientes. Piensa que tiene que repasarse el tinte, cortarse las puntas y todavía.

La primera vez

no te conocí.

La segunda, sí.

Dime

si el aire te lo dice.

Mañanita fría

yo me puse triste,

y luego me entraron

ganas de reírme.

No te conocía.

Sí me conociste.

No me conociste.

Ahora entre los dos

se alarga impasible,

un mes, como un

biombo de días grises.

La primera vez

no te conocí.

La segunda, sí.

F
EDERICO
G
ARCÍA
L
ORCA
,
Amor (con alas y flechas)

A
GRADECIMIENTOS

No podría haber escrito esta novela sin el apoyo físico, moral y sentimental de muchas personas. Por eso quiero darles las gracias. Por haberme prestado sus nombres, sus historias, sus profesiones, sus palabras de aliento, su hombro para llorar, descansar y/o dejarme caer como un fardo. Por haber estado ahí cuando los he necesitado, y cuando no. Gracias.

A Yuli y Amat, por seguir ahí, en lo bueno y en lo malo.

A Alicia Piquer, Isabel Costa, Mari Carmen Monzó, Luis Andrés y Carmina Palau, por ser mis amigos y por ser los primeros críticos de esta novela.

A Fernando González, por sus correos inspiradores.

A Ana Portaceli, por recogerme y recordarme de lo que era capaz.

A Amparo Monzó y a Carlos Ibáñez, por abrirme las puertas del Doctor Moliner.

A Isabel Jumillas, por cuidar de mi hija. Y de mí.

A Daniel y Javier Sánchez Díaz-Canel, por prestarme su apellido para mi hospital.

A Johann Sebastian Bach y a Arvo Pärt, por haber compuesto el
Concerto in F minor for harpsichord y Spiegel im Spiegel
.

Y a Mohamed y a Goumba. Por existir.

CARMEN AMORAGA
, (Picanya, Valencia, 1969) es licenciada en Ciencias de la Información y ha trabajado para radio y televisión. Columnista del diario Levante y colaboradora en tertulias en Punto Radio, Ràdio 9 y Canal 9, en la actualidad es asesora en relaciones con los medios de comunicación del rectorado de la Universitat de València. Colabora en la Cadena Ser y publica artículos en
Cartelera Turia
. Con su primera novela,
Para que nada se pierda
, obtuvo el II Premio de Novela Ateneo Joven de Sevilla. La siguieron
La larga noche
, Premio de la Crítica Valenciana, y
Todas las caricias
.
Algo tan parecido al amor
, su siguiente novela, fue finalista del Premio Nadal de Novela 2007 y El tiempo mientras tanto, finalista del Premio Planeta 2010. Ha publicado también
Palabras más, palabras menos
(2006), una recopilación de sus artículos en prensa, y Todo lo que no te contarán sobre la maternidad (2009).

BOOK: El tiempo mientras tanto
5.83Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

El jardín secreto by Frances Hodgson Burnett
Night Over Water by Ken Follett
Lord Dragon's Conquest by Sharon Ashwood
Peony in Love by Lisa See
Cries from the Earth by Terry C. Johnston
Deceptive by Sara Rosett
The Island Walkers by John Bemrose
A Tangled Web by Ann Purser
The Stranger Next Door by Barnes, Miranda
Love Found Me 2 by Sharon Kleve