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Authors: Elisabeth Smart

Tags: #Romántico

En Grand Central Station me senté y lloré (9 page)

BOOK: En Grand Central Station me senté y lloré
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Pero mi niño de fuego ancla el amor dentro de mí, y allá donde voy me devoran las llamas, como una rueda de tortura de Santa Catalina, perpetua como la rotación del planeta, y con muchas menos probabilidades de salirse de su órbita.

Dentro de uno o dos días amainará la tormenta, cariño, Catalina querida. Pórtate bien, quédate tranquila.

En una hora, mi ángel de dolor, un cometa ha estrellado su eternidad contra la catástrofe infinita.

La catástrofe es el camarero que limpia las migas de la mesa de cuero rojo, sonriendo burlón con sus dientes de oro, para luego pavonearse delante de los amigos.

No hay día de mañana, ni el de la razón ni ningún otro. Y el día de hoy, mi único hoy, lo derramo inútilmente en mi cuaderno de diez centavos, con los ojos arrasados por las lágrimas. Esta es la hora en que hace mucho tiempo yo me levantaba, y bellamente engalanada de desdén, daba orden al sol de que saliera. Hoy esta hora no es ninguna hora y no lleva a ninguna parte. Se columpia en el aire, absurda.

A mi lado alguien camina laboriosamente, agarrándose a las sillas para no caer. ¿Quién puede ser?... Soy yo, yo misma. Cruzo la cafetería haciendo eses, y el sueño me hace proposiciones, como una prostituta. Todas las lágrimas han sido lloradas, una por una: cada una de ellas yace sobre el suelo, manchando el lugar donde cayó. No me quedan palabras. No me quedan pensamientos. Pero
quia amore langeo.
Me estoy muriendo de amor. Este es el lenguaje del amor.

Mañana a las diez voy a tomar un tren. Todos los trenes me llevan hacia ríos que me hacen señas, guiños. Cruzando el día o cruzando el crepúsculo, me abro paso como un rayo dejando atrás los ríos hacia el río. Un río me espera. Uno, el único, y sabe ya con qué ruido mate caeré dentro del agua.

Y estoy empapada antes siquiera de tocar la superficie. Estoy ahogada antes de alcanzar las algas del fondo. Rehuyo la mirada que el río me echa. Pero él sigue bailando. Me desea. Lo noto: tiene hambre de mí. Y yo estoy a punto de caer en sus redes.

En mis terroríficos sueños, el agua se convierte en hielo, la cascada que promete liberación permanece inmóvil y desobediente. Estoy pues prisionera, como un hombre encerrado vivo en un ataúd, o un fantasma encadenado que jamás se librará de las cadenas.

El me tiende su mano, su comprensión, suave como una paloma, con mejillas semejantes a las primeras manzanas. Llora consuelo sobre mi boca. Besa los círculos que dibuja el agua al cerrarse sobre mi cuerpo ahogado. Suave como un pez, el beso se zambulle hasta alcanzarme y me atraviesa nadando, y el amor deja tras de sí una estela de burbujas. Todas las toneladas de presión de todos los océanos no pueden resistir a ese roce que me azuza con lamentos.

Perforando las capas de impenetrabilidad, el Mañana, como un ardiente efebo de Sócrates, mira hacia abajo, al cadáver ahogado, y la resurrección brilla en sus ojos. Veo el cuerpo de mi amante entrelazado con el suyo. Mi amante me hace señas. Sonríe. Señala con el dedo. Baja la mano hasta el agua y agitándola destruye mi imagen. El cieno me recubre. El cieno me tapa los ojos. Mis sollozos ascienden a la superficie hechos burbujas, mis aullidos son como alfilerazos en el aire, como mensajes de libélula.

En ese momento la confusión se aclara. Veo que allá arriba se despliega un anochecer de verano. Mi amante yace bajo el tilo besando al Mañana con su boca que en tiempos era mía. Oh el tumulto, el inútil clamor de los condenados. Oh el lenguaje del amor. El ininterpretable. El inarticulado.
Amore. Amore. Amore.

¿Será posible que no me oiga, estando como está tan cerca de mí, y durmiendo con un sueño tan ligero? Estas horas son las únicas horas. ¿Qué puede darle el sueño, comparado con lo que yo habría podido darle? Tiene que despertarse sobresaltado. Tiene que venir aquí y encontrarme.

Él grita en sueños. Ve el inmenso pájaro de la catástrofe sobrevolándole. Sus alas están forradas con el periódico del día. Otros cinco millones de voces también están chillando. ¿Cómo puedo hacerme oír?

«Sigue durmiendo, amor mío», le dice su ángel de la guarda.

«¿Todo va bien?»

«No, pero da igual, sigue durmiendo.»

El alba repta sobre su ventana como un animal culpable. Esta es la mismísima habitación que él prefirió al amor. Esperemos que sea silenciosa y cicatrizante. A mí me bloquea toda visión, toda perspectiva. Es la maldita comodidad que prefirió a mi pecho.

La que comparte la comodidad con él llora por los rincones en silencio, derrama una ternura que pasa inadvertida, y prepara el té que él necesita.

«¿Has visto mi cuaderno, cariño?»

«Está debajo del escritorio, cielo.»

Dale su cuaderno, oh mi amable usurpadora, cuyo lugar yo a mi vez usurpé, mi enemiga, a quien maté y que me mató. Déjale escribir palabras que le absuelvan de ambos asesinatos.

La página es tan blanca como mi cara después de llorar toda la noche. Es tan estéril como mi mente devastada. Todos los martirios son en vano. También él se está ahogando en la sangre de un sacrificio desproporcionado.

Es hora, amor, de deponer las armas, pues todas las batallas están perdidas.

¿Y qué le dirán la rosa y el espino a los hijos de mi hermana cuando jueguen junto a la tumba? Me pincha la mano, la bonita flor. Toda mi canción habla sólo de una rosa.

¿Pero para qué se mataron el uno al otro? ¿Cómo quieres que lo sepa, mi pequeña Wilhelmine? Es el lenguaje del amor, que nadie entiende. Es el primer grito de mi hijo que no verá la luz. Ve al jardín: tus manzanas están maduras.

Como los espíritus que montan guardia a las puertas del infierno, aparecen los porteros negros y reciben al día con escobas y enormes recogedores. Con un trapo empapado de desinfectante borran el amor, frotan las lágrimas. Con estrépito y fervor madrugan los trabajadores, salen a invadir el mundo que heredaron, pisoteando las huellas del pasado que aún gime y sangra.

«Buenos días, jefe. Un café y un par de huevos fritos.»

Mira el niño idiota que engendraste esa noche. Él es todo lo que queda del mundo. Él es América, y vale más que el amor. Él es el heredero de la civilización, oh vosotros, plebe: su nacimiento es obra vuestra.

Él es más feliz que tú, cariño. ¿Pero bastará para llenar los próximos mil años? Bueno, ahora es demasiado tarde para quejarse, cielo. Sí, todo ha terminado. Nada de arrepentirse. Nada de autopsias. Tienes que amoldarte a las circunstancias tal como son, eso es todo. Tienes que aprender a ser adaptable.

Yo personalmente prefiero la presa de Boulder a la catedral de Chartres. Prefiero los perros a los niños. Prefiero las mazorcas de maíz a los genitales masculinos. Todo va sobre ruedas, todo es fantástico, y tú qué tal, yo muy bien con okal. Está en el bote. No puede fallar.

Amor mío, cariño, ¿me oyes, desde ahí donde duermes?

NOTA SOBRE LA TRADUCCIÓN

Las alusiones literarias son constantes en el libro de Elizabeth Smart, ya desde el título, que remite al Salmo 137:
By the rivers of Babylon we sat down and wept, remembering Zion
(«junto a los ríos de Babilonia nos sentamos y lloramos, recordando Sión»). Si bien su traducción literal sería «junto a la estación Grand Central me senté y lloré», hemos preferido traducir
by
por «en» y mantener
Station
en inglés en aras de la eufonía. El mismo criterio ha presidido muchas de las elecciones que hemos debido hacer en el curso de nuestro trabajo. Nos ha parecido que con ello respetábamos la voluntad de la autora, pues visiblemente ella misma, cuando debe escoger entre varios términos sinónimos, opta por aquel que redundará en aliteración u otro efecto musical.

No hemos creído necesario aclarar cada una de las citas o ecos, que remiten a las más variadas fuentes, desde la mitología clásica a Rilke («y si gritase ¿quién me oiría entre los coros de ángeles?»), pasando por Tácito («rumores de guerra») o Dante
(In la sua voluntade e riostra pace)
, por creer que debería tratarse, si acaso, de una decisión de la autora o de una edición crítica. De hecho, Smart llegó a preparar una lista de notas para una de las ediciones de la obra; finalmente, las notas no se publicaron, pero se conservan manuscritas (si bien resultan, además de incompletas, casi ilegibles); agradecemos a su biógrafa, Rosemary Sullivan, que nos haya hecho llegar una copia del documento. Sí nos ha parecido conveniente, en cambio, señalar las alusiones a la literatura inglesa, simplemente porque el lector español se encuentra menos familiarizado con ella que el lector anglosajón culto, capaz de reconocer a primera vista una cita de Shakespeare, por ejemplo. Por el mismo motivo hemos aclarado algunas referencias a personas o lugares conocidos en los años cuarenta o en Canadá, pero desconocidos para el lector/a de aquí y ahora.

A fin de no entorpecer la lectura del texto, hemos prescindido de las notas al pie, agrupándolas todas en las páginas que siguen.

PRIMERA PARTE

«Desnuda espero...» es una cita de «The Hound of Heaven», el más famoso poema de Francis Thompson (1859—1907), que relata cómo el poeta huye de Dios, es perseguido y vencido. En el original:
Naked I wait... / Naked I wait thy love's uplifted stroke
(«Desnuda espero... / Desnuda espero la delicada caricia de tu amor»).

«Conté los pasos del sol» remite al poema de William Blake (1757—1827) «Ah, Sunflower»:
Ah, Sunflower! weary of time, / Who countest the steps of the Sun, / Seeking after that sweet golden clime / Where the traveller's journey is done...
(«Ah, girasol, cansado del tiempo, / que cuentas los pasos del sol, / persiguiendo esa dulce dorada región / en la que el viajero habrá terminado el viaje.»)

Vale la pena subrayar el reiterado uso, a lo largo de todo este capítulo, del término
mourning
(lamentación, duelo, luto): sin duda no es casual. No lo hemos podido traducir como tal por hallarse en palabras compuestas:
mourning doves
, «palomas torcaces», y
mourning weeds
(un término, por cierto, insólito, por lo arcaico), «tocas de viuda».

La frase «... que el paraíso no tenga, después de todo, una orilla en California»
(Heaven has, after all, no Californian shore)
es cita de «Holy Poems», de la colección
Lament and Triumph
(1940) de George Barker.

SEGUNDA PARTE

«Había cortado todos los cables del entendimiento» remite al poema de W.H. Auden (1907—1973) «It's no use raising a shout»: I'
ve severed all the wires / And I can't tell what the general desires.
(«He cortado todos los cables / Y no puedo decir qué es lo que desea el general.»)

«¿Quién fue el hombre que os sirvió de polea, que acudió a izaros en el momento crítico, hasta que de vuestra boca brotaron carcajadas vegetales?»
(What pulley from headlong man pulled you up in the nick of time, till you gushed vegetable laughter?)
combina alusiones a «The Pulley», del poeta religioso George Herbert (1593—1633), y a «To his Coy Mistress», de Andrew Marvell (1621—1678):
My vegetable love should grow / Vaster than empires and more slow.
(«Mi amor vegetal debería crecer / hasta ser mayor que los imperios y más lento.»)

CUARTA PARTE

Hemos utilizado aquí, naturalmente, la traducción de fray Luis de León del
Cantar de los Cantares
, aunque combinando sus distintas versiones.

Los «garabatos en la pared» a que se alude más adelante («La pared está cubierta de garabatos, arañados en el yeso con un alfiler.») tienen un doble sentido: además del significado literal, la frase
writing on the wall
tiene el sentido figurado de «profecía de un desastre».

«Al hombre de los labios finos, el aura de nuestro deseo satisfecho le ponía lívido de rabia» alude a dos poemas de Blake (los números XXVI y XXXV del manuscrito de Dante Gabriel Rossetti):
In a wife I would desire / What in whores is always found. / The lineaments of gratified desire.
(«De una esposa desearía / lo que en las putas siempre se encuentra: / el aura del deseo satisfecho.»)

y:

What is it men in women do require? / The lineaments of gratified desire. / What is it women do in men require? / The lineaments of gratified desire.
(«¿Qué requieren los hombres de las mujeres? / El aura del deseo satisfecho. / ¿Qué requieren las mujeres de los hombres? El aura del deseo satisfecho.»)

QUINTA PARTE

La frase que hemos traducido por «la idea de volver al redil me hace desfallecer» (... /
look homeward now and melt...)
, así como, más adelante, «déjate ablandar por la piedad»
(melt, melt with ruth)
, aluden a un célebre verso, el 15
6 (Look homeward, Angel, now, and melt with ruth)
, del
Lycidas
de John Milton (1608—1674). Milton es el autor del famoso poema épico de tema bíblico «Paradise Lost». «Lycidas» es una elegía a un amigo del autor muerto en un naufragio.

Sparks («no es imposible que la comprensión ilumine a los oficinistas que bajan por la calle Sparks») es el nombre de una calle elegante de Ottawa. James Wolfe (1727—1759) («deshaciendo entuertos que se remontan a la época de Wolfe») capitaneó las tropas británicas en la guerra contra los franceses, arrebatándoles la provincia de Quebec y asegurando así la soberanía británica en Canadá.

Honey Dew es la marca de un zumo de naranja, y según nos explica por carta Rosemary Sullivan, la cadena de restaurantes del mismo nombre «probablemente fue fundada en los años treinta. Vendían bocadillos, cafés, bebidas no alcohólicas, etc. Bastante baratos».

SEXTA PARTE

«No tenía otra defensa que dos sílabas, que no me atrevía a pronunciar, de tanto como las habían manchado los cantantes de jazz y los predicadores hipócritas y Dorothy Dix»: Dorothy Dix (1802—1887) fue una reformadora social norteamericana, que consagró su vida al cuidado de los enfermos mentales.

«Algo de razón tenía el diablo, y quizá algo olía a podrido en el Cielo por entonces.»
(something was rotten in the state of Heaven)
parafrasea la célebre frase de Hamlet (I, IV):
Something is rotten in the state of Denmark
, «algo está podrido en el Estado de Dinamarca».

«La causa, mi alma»
(the Cause, my soul)
es el primer verso del monólogo en que Othello, a punto de asesinar a Desdémona, justifica su crimen (V, I).

SÉPTIMA PARTE
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