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Authors: Mónica G. Álvarez

Tags: #Histórico, #Drama

Guardianas nazis (10 page)

BOOK: Guardianas nazis
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Pero una vez que la guardiana entra en la sala, su proceder cambia por completo. Esta oscila entre la indiferencia y el desprecio. Se muestra ausente y distraída a lo largo de todo el proceso, como si supiera exactamente a donde iba a conducir todo aquello. Garabatea dibujos en una libreta, se desentiende de los testimonios en su contra y sus declaraciones —que veremos con más amplitud un poco más adelante— son de una sobriedad extrema plagadas de «No», «No sé» y «Nunca vi nada de eso». Su carácter se seguía mostrando impasible. Aquella «Bestia Bella» se había convertido en una criminal despiadada, cuyos finos rasgos de sus inicios se habían desvirtuado debido al salvajismo de sus acciones. Es curioso comparar algunas de sus más famosas improntas.

Asimismo, el Tribunal hace especial atención a los cargos que se le imputan:

«La acusada n° 9, Irma Ilse Ida Grese fue Aufseherin en diferentes comandos de trabajo y, temporalmente, Aufseherin de un comando femenino de castigo en Auschwitz. Ha sido descrita como la peor mujer de todo el campo. No había crueldad que no tuviese relación con ella. Participaba regularmente en las selecciones para la cámara de gas, torturando a discreción. En Belsen continuó con el mismo comportamiento, igualmente público. Su especialidad era lanzar perros contra seres humanos indefensos».

Extracto del juicio de Belsen.

The Belsen Trial
, Volumen II.

Si bien la mayoría de los supervivientes de Belsen testificaron contra ella, la rea siempre se declaró inocente de los cargos específicos presentados. Si recopilamos los testimonios más impactantes, nos encontramos con testigos que hablaron de los golpes y los disparos arbitrarios hacia los presos, del ataque feroz de sus perros bien entrenados y hambrientos contra los detenidos, también de la selección de reclusos para las cámaras de gas y del placer sexual que sentía durante estos actos de inhumanidad. Su sadismo era exagerado. Los testigos además la acusaron de haber utilizado métodos físicos y emocionales para torturar a internos del campo y de disfrutar matando a sangre fría con un tiro en la cabeza.

En este sentido hay que mencionar también que tras la detención de la supervisora nazi se procedió al registro de su vivienda. Allí se topó con el horror a modo de trofeos. Las pantallas de varias lámparas estaban hechas de piel humana. Ella misma se había encargado de despellejar y eliminar con sus propias manos a tres presos judíos.

Algunos de los mantras nacionalsocialistas escritos por sus superiores calaron hondo en un personal ávido de sangre y honor. Uno de ellos lo resumió en su diario el ministro de propaganda del Reich, Joseph Goebbels, cuando escuchó un discurso del
Führer
sobre la cuestión judía:

«No sentimos compasión por los judíos, la única compasión es hacia el pueblo alemán. Si el pueblo alemán ha vuelto a sacrificar dieciséis mil muertos en la campaña del este, los instigadores de este sangriento conflicto tendrán que pagar con su vida»
[10]
.

Entretanto los medios de comunicación habían hallado en Irma Grese una mina de oro. La palabra
sexo
vendía y cada uno de sus movimientos eran revisados diariamente con lupa. Revistas como
Life
o
Time
publicaban el juicio y fotografiaban cada uno de los movimientos de la acusada número 9. Parecía que Grese finalmente sería una especie de icono, pero no del cine precisamente.

La hermana de «el ángel de Auschwitz» declara durante el juicio

Entre la multitud de testigos que pasaron por el Tribunal Militar británico para certificar que los acusados practicaban tareas delictivas y criminales, se personó una de las hermanas de Irma Grese, Helena, quien aseguró:

«desde el momento en que entró en el campo de concentración la vi dos veces. En 1943 llegó a casa de permiso, y lo único que nos dijo acerca de su trabajo fue que su tarea consistía en supervisar los presos para que no se escaparan».

Y añadió:

«La vi cuando salió de Auschwitz en 1945, y ella me dijo que había estado trabajando durante un tiempo considerable en una especie de oficina de correos, recepción y distribución de correo, y que algunas veces había ejercido funciones de guardiana. Le preguntamos: ¿Qué hacen los prisioneros para conseguir comida y por qué han sido enviados a un campo de concentración? Y ella respondió que no le permitían hablar con los prisioneros y que no sabía qué clase de comida ellos obtenían».

IRMA GRESE Y SU RÉPLICA

A pesar de la insensibilidad y el desdén mostrado, la
SS Oberaufseherin
rompía su desgana con chispazos ocasionales de afilada soberbia diciendo cosas como: «Yo soy incapaz de hacer planes. Nunca hice ningún plan para matar prisioneros»; «Yo debería saber mejor que usted si tenía o no tenía un perro. ¿No le parece?»; «Jamás disparé a ningún prisionero» o «Me gustaría que dejara usted de repetir la palabra "regularmente"».

Su palpable sequedad era doliente a oídos ajenos que escuchaban cómo la acusada n° 9 se defendía de sus cargos afirmando: «Himmler es responsable de todo lo que ha ocurrido, pero supongo que tengo la culpa tanto como los demás por encima de mí».

Era imposible que durante la vista nadie se llevara las manos a la cabeza con tales aseveraciones, sobre todo cuando intentaba tergiversar una realidad palpable y testimoniada detalladamente: «Las revistas extraordinarias y el ejercicio físico son formas de castigo habituales en el ejército alemán», respondía Grese al ser preguntada por el trato que recibían los presos en los campos de concentración donde ella era la segunda de abordo.

Tampoco tuvo desperdicio alguno el interrogatorio que su abogado defensor, el Mayor Cranfield, hizo a la guardiana de Auschwitz durante el juicio de Bergen-Belsen:

P:
¿Llevó usted un bastón en Auschwitz?

R:
Sí, un bastón normal y corriente.

P:
¿Llevó usted un látigo en Auschwitz?

R:
Sí, hecho de celofán en la fábrica de tejas del campo. Era muy ligero, pero si golpeé a alguien con él, le dolería. Después de ocho días el Comandante Kramer prohibió los látigos, sin embargo seguimos usándolos. Yo nunca llevé una porra de goma.

P:
¿De dónde vino la orden de lo que llamamos «las marchas de selección»?

R:
Eso vino por teléfono de la Rapport-Führerin o de la Oberaufseherin Dreschel.

P:
Cuando llegó la orden, ¿le explicaron para qué eran las «marchas de selección»?

R:
No.

P:
¿Qué tenían que hacer los prisioneros cuando sonaba el silbato?

R:
Formar grupos de cinco, y mi tarea era verificar que lo hacían. Después llegaba el doctor Mengele para hacer la selección. Como era responsable del campo, mis responsabilidades eran saber cuánta gente iban a marcharse y tenía que contarlas, y apuntarlo en un libro de «fortaleza».

Después de la selección eran enviados al campo «B». Dreschel me llamó y me contó que había ido a otro campo en Alemania por motivos de trabajo o para un tratamiento especial, lo que yo pensaba que era la cámara de gas.

Después anoté en mi libro de «fortaleza» tantos para enviar a otros campos en alemania, o tantos para S.B. (Sonderbehandlung). Era muy conocido en todo el campo que S.B. significaba la cámara de gas.

P:
¿Sus oficiales superiores le contaron algo sobre la cámara de gas?

R:
No, me lo contaron los presos.

P:
La han acusado de escoger presos en estas marchas de selección y enviarlos a la cámara de gas. ¿Usted ha hecho tal cosa?

R:
No, yo sabía que los prisioneros eran gaseados.

P:
¿No era muy simple saber que esta selección era para la cámara de gas, porque solo los judíos fueron seleccionados?

R:
Personalmente yo solo tenía Judíos en el Campo C.

P:
¿Entonces todos tendrían que presentarse a la selección para la cámara de gas, no?

R:
Sí.

P:
Como se le dijo que tenía que esperar a los médicos, entonces, ¿usted sabía perfectamente lo que era?

R:
No.

P:
Cuando esta gente estaba desfilando frente a usted, ¿no es el caso que muchas veces estaban desnudos y les inspeccionaban como ganado para adivinar si servían para trabajar o para morir? ¿Es eso cierto?

R:
No como ganado.

P:
Usted estaba ahí para mantener el orden, ¿no? Entonces si alguien intentaba escapar, ¿usted le traía de vuelta y le daba una paliza?

R:
Sí.

Las respuestas del
Ángel Rubio
cargadas de total ambigüedad exasperaron a la sala y más aún al Tribunal. Fue entonces cuando tocó el turno de preguntas del Coronel Backhouse, representante de la Fiscalía. Sus cuestiones trataron de dilucidar ante todo los acontecimientos acaecidos tras los muros de los campos de concentración supervisados por Grese. Sin embargo, sus contestaciones eran monosilábicas y petulantes. Negó que le gustase llevar siempre consigo una pistola y un látigo, pero dio detalles acerca de este último: «era transparente como vidrio blanco». «¿El tipo de látigo que se usaría para un caballo?», preguntó Backhouse. «Sí», respondió tajante la guardiana nazi.

Siguiendo con el cuestionario, habría que resaltar que Irma Grese no titubeó ni un ápice cuando afirmó que a pesar de no tener órdenes directas de sus superiores para golpear a los prisioneros, ella lo hizo contraviniendo los reglamentos.

CONCLUSIONES DE SU ABOGADO EL MAYOR CRANFIELD

En su último alegato el letrado Cranfield quiso dar la vuelta a la tortilla basándose en determinadas incoherencias que cometían los supervivientes ante el Tribunal y su torturadora al recordar las más terribles de sus vivencias. Apoyándose en el miedo de las víctimas dijo lo siguiente:

«La evidencia de Diament contra Grese en relación con las responsabilidades de esta última para seleccionar víctimas para la cámara de gas, fue imprecisa. Con respecto a la alegación de Lobowitz contra Grese, el Tribunal preguntó si, a pesar de que la acusada era consciente, ¿no fue un absoluto sin sentido sugerir que las revistas duraban de seis a ocho horas cada día? Él también puso en duda la credibilidad del testimonio de Neiger.

Aparte de la cuestión de la validez de las pruebas de Trieger, la Corte mostró que la víctima del supuesto disparo de Grese era de nacionalidad húngara y no de los Países Aliados.

En contra de la alegación de Triszinska sobre el perro de Grese, el Tribunal escuchó a la acusada negar que ella hubiera tenido un perro, y que eso podía verificarse por los demás acusados y por otros testigos de Auschwitz.

En referencia a la historia de Kopper sobre el Kommando de castigo, el letrado se refiere a la evidencia de que Grese solo estuvo a cargo del Kommando de castigo durante dos días, y en el cargo de Strassenbaukommando, que fue un tipo de Kommando de castigo, durante dos semanas. La alegación de Kopper en su declaración jurada fue que ella estuvo a cargo del Kommando de castigo en Auschwitz desde 1942 a 1944, pero en el estrado dijo que la acusada estuvo a cargo de la compañía de castigo trabajando fuera del campo unos siete meses. En el estrado ella no pudo conciliar estas dos declaraciones. ¿Era probable que Grese estuviese a cargo, la única supervisora, de un Kommando de 800 personas, con un hombre de las SS, Herschel, para ayudarla? Si treinta prisioneros fueron asesinados cada día, ¿no tendría que haber alguna corroboración de esta historia?

Once testigos habían reconocido a Grese en la Corte. De estos once, cinco no hicieron ninguna alegación de ninguna clase contra ella. Ese hecho puso en duda la evidencia de estos testigos que dijeron que era una infame y feroz salvaje, la peor mujer de las SS».

A pesar de que el Mayor Cranfield hizo un «buen trabajo» a la hora de defender a Grese poniendo en tela de juicio todos los testimonios, hechos y testigos, y captando multitud de contradicciones durante el mismo, eso no libró a la
Aufseherin
de ser condenada a la horca.

No obstante, hay que añadir que durante el proceso el abogado quiso recordar a la Corte que la madre de Grese había muerto cuando ella tenía 14 años, que con 16 se marchó de casa y que a la edad de 18, fue reclutada para servir en un campo de concentración. Según Cranfield, Irma era tan solo «una niña maleducada con diecinueve años cuando llegó a la terrible atmósfera de Auschwitz».

SENTENCIA Y MUERTE

En el 54° día del juicio Irma Grese fue declarada culpable de los siguientes cargos: haber cometido por un lado, crimen de guerra en el campo de concentración de Bergen-Belsen, Alemania, entre el 1 de octubre de 1942 y 30 de abril de 1945; y por otro, el mismo delito en el de Auschwitz, Polonia, entre el 1 de octubre de 1942 y el 30 de abril de 1945. Según el Tribunal, aun siendo responsable del bienestar de los prisioneros allí, en ambos lugares violó las leyes y costumbres en tiempos de guerra y formó parte de maltratos de algunas personas causándoles incluso la muerte.

Tras el juicio, ocho hombres y tres mujeres fueron condenados a muerte y 19 a diversas penas de prisión. El presidente de la Corte pronunció su dictamen sobre la acusada de la siguiente manera:

«N° 6 Bormann, 7 Volkenrath, 9 Grese… La sentencia de este tribunal es que sufran la muerte por la horca».

Si la guardiana no había mostrado ningún tipo de emoción o interés durante el juicio salvo para exhibir su prepotencia ante los presentes, tampoco lo iba a hacer tras escuchar el veredicto. Y así fue. Cuando le comunicaron su condena y se lo tradujeron al alemán, «
Tode durch den Strang
», literalmente, «la muerte por la cuerda», ella mostró una total indiferencia. El
Ángel de Auschwitz
había destapado a la temida bella «bestia» convirtiéndose a su vez en la alemana más popular de los Estados Unidos.

Tras el proceso los prisioneros fueron llevados a la prisión de Lüneburg donde pasarían sus últimos días antes de su ajusticiamiento. En cambio, Grese y ocho de los otros condenados hicieron un llamamiento al mariscal de campo Montgomery para pedir clemencia. Justo lo que jamás tuvieron con sus víctimas: indulgencia alguna. Mas no tuvieron éxito alguno, ya que todas las súplicas se habían rechazado con anterioridad. El tribunal se había curado en salud para evitar la polémica entre la opinión pública. Lícitamente lo anunció el sábado 8 de diciembre, cuando ordenó que trasladasen a los once condenados de la prisión de Lüneburg a la de Hamelín (Westfalia) para su posterior condena a muerte.

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