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Authors: Mónica G. Álvarez

Tags: #Histórico, #Drama

Guardianas nazis (2 page)

BOOK: Guardianas nazis
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Si los hombres de Hitler fueron perversos, ellas, las «guardianas» de los campamentos de concentración, supusieron la mano ejecutora e implacable de la justicia aria. No hubo juez más atroz que María Mandel, Ilse Koch, Irma Grese, Hermine Braunsteiner, Dorothea Binz y así hasta 19 nombres. Todas y cada una de ellas establecieron un patrón de entrenamiento para enseñar a sus secuaces cómo debían golpear, apalear, fustigar, maltratar y vejar a sus reclusas hasta el óbito. Durante esta fase de instrucción, llevada a cabo principalmente en el campo de Ravensbrück, las futuras asesinas aprendieron a practicar sacrificios y a comportarse como animales salvajes. La inhumanidad fue su ilustre pilar.

Los miles de internos de Birkenau, Buchenwald, Majdanek, Ravensbrück, Auschwitz o Stutthof sufrieron en sus carnes el ensañamiento voraz de unas mujeres que, lejos de impartir paz, y "guardar" la integridad personal, les arrancaron de cuajo la poca esperanza que podían tener en la vida.

En
Guardianas nazis
nos encontraremos con una recopilación de la vida de las 19 supervisoras, guardianas, responsables de bloque y auxiliares más sangrientas de los campos de concentración alemanes entre 1939 y 1945. Aparecen divididas en dos significativas partes: «Las 7 Arcángeles del Terror» y «Las 12 Apóstoles del Reich».

Los términos de «arcángel» y «apóstol» que utilizo para este fin, no pretenden ofender a nadie. Si es así, mi más sinceras disculpas. El motivo por el que he decidido usar ambos vocablos es por el significado implícito que llevan consigo. Nada tiene que ver aquí la religión o la fe con el nazismo, pero sí lo que subyace.

Entendemos por «arcángel» como aquel «espíritu bienaventurado, de orden medio entre los ángeles y los principados». Si hacemos acoplo de esta palabra a las siete supervisoras germanas, hay que decir que estas fueron seres «venerados» por su régimen y que se encontraban entre Hitler (la divina providencia) y los distintos rangos de las
Waffen-SS
(los principados). En el caso de «apóstol», que sería aquel que predica, el propagador de cualquier género de doctrina importante, las 12 restantes fueron evangelizadoras de unos ideales. Se dedicaron a difundir entre sus fieles la semilla de la religión aria.

Este libro nace de la necesidad de sacar a la luz las sombras del nacionalsocialismo, unas sombras donde las mujeres también tuvieron gran culpa del exterminio semita.

Como decía su Líde
R:
«Sigo el camino que me marca la Providencia con la previsión y seguridad de un sonámbulo». Ellas lo siguieron, hasta el final, meneando la cola de la maldad a su paso. Sentían satisfacción ante lo que generaban sus actuaciones, no por provocar sufrimiento en el otro, sino por el dominio de llevarlo a cabo. Por el poder de elegir lo que era o no correcto en cada momento. Si para Hitler el judío era de naturaleza satánica, una vez que lean las fatales costumbres de nuestras protagonistas, pensarán que el Innombrable a su lado era solo un mero aprendiz.

Parte I:
Las 7 arcángeles del terror
Ilse Koch. La zorra de Buchenwald

«Yo nunca contemplé la posibilidad de ser llevada

a juicio, porque nunca hice ninguna de las cosas

que se han presentado en mi contra.»

Ilse Koch durante su primer juicio el 10 de julio de 1947

Dicen que detrás de un rostro angelical siempre se esconde un alma diabólica y en el caso de Ilse Koch, no podría ser de otro modo. Mujer de cabellos rojos y largos, de gran belleza y fuerte poder de seducción, supo cautivar a sus camaradas de las
Escuadras de protección
para convertirse en supervisora de uno de los campos de concentración nazi más importantes de la época. Su sadismo no conocía límites y entre sus fechorías destacaba la creación de todo tipo de lámparas con piel humana. De ahí su terrible apodo:
La zorra de Buchenwald
.

Margarete Ilse Köhler, que era así como se llamaba antes de casarse, nació el 22 de septiembre de 1906 en el seno de una familia de clase media en la localidad alemana de Dresde (Sajonia). Hija de Anna y Emil, un labrador que posteriormente llegó a encargado de fábrica, Ilse se comportaba como cualquier otra niña de su edad. De carácter tranquilo, responsable y de buen comportamiento, llegó a hacerse muy popular entre los compañeros de escuela. Nada hacía presagiar que se transformaría en una asesina tiempo después. De hecho, poco se conoce acerca de su educación y de cómo podría haber sido tratada o maltratada por sus progenitores.

Evitó la escuela secundaria para adquirir conocimientos de taquigrafía y secretaría en la academia de oficios, pero a los 15 años aparcó definitivamente los estudios. Pese a que en un primer momento, empezó a trabajar en una factoría, fue en 1922 cuando se convirtió en dependienta de una librería de Dresde. Por ese entonces, Alemania estaba sumida en un increíble estancamiento económico y todavía padecía las consecuencias de la Primera Guerra Mundial.

Inmersa en la soledad de esas cuatro paredes, la joven Köhler inició un interés desmedido por los nuevos y enérgicos personajes que se asomaban a través de los volúmenes que llenaban diariamente los estantes. Eso y las continuas visitas, sobre todo de una rama oficial del Partido Nazi, hicieron que esta joven atractiva y pelirroja, de personalidad arrolladora y embaucadora, no tardase en abrirse paso entre sus filas llegando a tener aventuras con varios miembros de las
Waffen-SS
.

Una década más tarde, en 1932, Ilse se afilió al Partido Nazi Alemán (NSDAP). Era el número 1.130.836 y una de las primeras mujeres en llevarlo a cabo. La cercanía con la alta esfera estaba cerca. Su fascinación por los uniformes llegaba a tal extremo que tenía citas exclusivamente con miembros del Reich: oficiales de las SS y de las
Sturm Abteilung
(SA o Camisas Pardas), de tal forma que lo natural era enamorarse de un militar vanidoso y grandilocuente. Ocurrió de la siguiente forma.

Gracias a su trabajo como mecanógrafa en la empresa de cigarrillos Reetsma en Dresde, la vida de Ilse cambiaría para siempre en mayo de 1934. En su camino se cruzó Karl Otto Koch, un
Obersturmführer
(teniente) de las SS que se encontraba casualmente en la zona por un breve periodo de tiempo. Gracias a su belleza pelirroja de ojos verdes y a su ademán sexy y provocativo, la muchacha conquistó rápidamente el corazón del oficial. Y aunque Karl era un hombre robusto, de cara redonda, calvo, diez años mayor que ella y divorciado, Köhler no pudo evitar mantener un romance con él. Durante ese mes su amor continuó floreciendo. Incluso después de que lo trasladasen de Dresde al campo de concentración de Hohnstein (Sajonia) el 30 de junio de 1934 y en octubre al de Sachsenburg.

No obstante, y antes de proseguir con la historia de nuestra terrible protagonista, Ilse Koch, es imprescindible que conozcamos también la trayectoria y personalidad del que sería su marido. Karl fue para Ilse lo más parecido a un maestro, quien la enseñó a practicar diversos suplicios y vejaciones. La crueldad de ella fue en parte tan descomunal gracias a las directrices de su cónyuge.

Los antecedentes de Karl

Karl Otto Koch nació en Darmstadt (Alemania) en 1897 cuando su madre tenía 34 años y su padre, un funcionario del gobierno de Darmiggadta, 57. Los padres se casaron dos meses después de su nacimiento; sin embargo, cuando él tenía ocho años, su progenitor falleció. Este hecho provocó en él un sentimiento de aislamiento que derivó en una mala conducta en la escuela, que unido a malas calificaciones, hizo que Karl dejase pronto la escuela y se fuese a trabajar a las fábricas de mensajería local.

Cuando tenía diecisiete años, se alistó en el ejército. Por entonces, la Primera Guerra Mundial ya se estaba poniendo en marcha en Europa Occidental. Cuando su madre se enteró, intervino, habló con la oficina de reclutamiento y le mandaron de nuevo a casa.

En marzo de 1916, a la edad de diecinueve años, el muchacho se las arregló de nuevo para formar parte del regimiento, pero la contienda le tenía algo preparado: terminar en un campo de prisioneros. Milagrosamente, salvó la vida y regresó a una Alemania enojada a la par que destrozada. Se cree que esta experiencia marcó tan negativamente su talante, que Karl inició una etapa de rabia desalmada contra sus inferiores. Lo constató siendo ya coronel del campo de concentración de Sachsenhausen.

Tras el fin de la Primera Guerra Mundial, el exsoldado continuó con su vida y obtuvo el puesto de empleado de banca. En 1924 se casó por primera vez, pero dos años más tarde el banco se derrumbó y Karl se quedó sin trabajo. Por aquel entonces mozos desempleados sin recursos ni motivaciones encontraban en las ideas nazis un verdadero chaleco salvavidas.

Se afilia al partido en 1931 con número 475.586 y comienza a trabajar en la oficina de la administración de la sede regional del partido en Dresde. Su matrimonio se estaba yendo a la deriva y el divorcio se materializa ese mismo año.

En el mes de septiembre Karl Koch decide unirse a la elite de las
Waffen-SS
. Para ello tenía que pasar por una previa y ardua investigación para comprobar que no tenía antecedentes judíos. Una vez demostrado que todo estaba correcto, comenzó su periplo nazi.

Durante los años siguientes y previos a enamorarse de Ilse, Karl fue destinado a varios campamentos de concentración. Según afirmaba el comandante de la unidad
Totenkopf
, Theodor Eicke: «su habilidad estaba por encima de la media y hacía todo lo posible por el triunfo de los ideales nacionalsocialista». Dichas cualidades llevaron a Koch a ser bien mirado por sus superiores, quienes buscaban entre sus filas hombres como él. Por eso recibió su primera asignación.

Desde entonces, Karl pasó de dirigir la unidad conocida como
SS-Sonderkommando «Sachsen
» en el campo de concentración de Sach-senburg, a ser el ayudante principal y hombre de confianza de Heinrich Himmler, jefe de las SS y de la Gestapo. Para este último, Karl era un hombre preparado, dispuesto y capaz de llevar a cabo las más escalofriantes órdenes, alguien que podría llegar muy lejos dentro de los círculos nazis y de las
Escuadras de Protección
. Una de sus máximas era: «Meine Ehre heiBt Treue» (Mi honor es la lealtad).

La boda de los Koch

Una vez que la
SS Rasse-und Siedlungshauptamt
(la Oficina Central de las SS para la Raza y el Reasentamiento) investigó la genealogía tanto del coronel Karl Otto Koch como de la joven Ilse Köhler, se procedió a realizar la liturgia. Necesitaban cerciorarse que no tenían sangre «impura», es decir, parentesco judío alguno.

En la noche del 29 de mayo de 1937 la parte de atrás del KL Sach-senhausen, se convirtió en el lugar elegido por Karl e Ilse para contraer matrimonio. Un bosque repleto de robles fue el principal testigo de una ceremonia engalanada con impresionantes antorchas. Fue un enlace con todos los rituales y adornos de las SS.

Por aquel entonces y así lo asegura Andrew Mollo autor del libro
A pictorial History of the SS. 1923-1945
, las bodas cristianas fueron reemplazadas por ritos pseudopaganos:

«Los matrimonios ya no se llevaron a cabo en las iglesias, sino al aire libre bajo un limonero o en un edificio decorado con runas de las SS, girasoles y ramitas de abeto. Una eterna llama ardía en una urna frente a la cual la pareja intercambiaba anillos y recibía el regalo oficial de las SS, el pan y la sal, símbolos de la fecundidad y la pureza de las tierras».

Tras la ceremonia y hasta que su nueva casa en Sachsenhausen estuviera terminada, los Koch vivieron en el apartamento alquilado de Ilse en las costas de Lehnitzsee, un lago cercano a Oranienburg. Karl acababa de ser nombrado coronel del campo de concentración que estaba construido en las proximidades de la capital. Allí permanecieron durante varios meses, hasta que en 1938 fue destinado al centro de trabajo de Buchenwald, uno de los campamentos inaugurales del Imperio nazi durante la II Guerra Mundial. Aquel
Konzentrationslager
acabó siendo uno de los mayores recintos de exterminio alemán junto con el de Auschwitz, debido a los experimentos médicos que se efectuaban con los prisioneros. Fue precisamente allí donde se dieron cita las macabras atrocidades de la pareja Koch.

Buchenwald: el campo de los horrores

Construido en 1937 en la región rural de Weimar, Buchenwald fue uno de los primeros y más grandes campos de concentración nazi. Cada individuo que soprepasaba el portalón de estas instalaciones tenía que lee
R:
«Con justicia o sin ella, ¡mi patria!».

Se dividía en tres secciones principales. En el «gran campo» se albergaban prisioneros de cierta antigüedad; en el «campo pequeño» se alojaban los que estaban en cuarentena; y en el «campo de tiendas de campaña», miles de detenidos polacos, enviados después de la invasión alemana del país en 1939.

Pero Buchenwald incluía otra faceta todavía más sobrecoge
Dora:
la investigación médica. Consistía en la realización de esterilizaciones sin anestesia, inyecciones experimentales de nuevas drogas y disparatadas pruebas de resistencia humana ante el dolor, el calor y el frío. Además, inyectaban enfermedades letales a las víctimas para después someterlas a un estrecho seguimiento.

Los primeros meses en Buchenwald fueron totalmente «corrientes» para los Koch, ya que dedicaron ese tiempo a tener hijos, en este caso tres, Artwin, Gisele y Gudrun. Esta última murió de forma repentina mientras Ilse y Karl estaban de vacaciones esquiando. A pesar de los intentos de su niñera, Erna Raible, para convencer al matrimonio de que regresasen lo antes posible, hicieron caso omiso y la niña falleció sin estar ellos presentes.

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