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Authors: Mónica G. Álvarez

Tags: #Histórico, #Drama

Guardianas nazis (4 page)

BOOK: Guardianas nazis
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Frau Koch tenía varios delatores que aseguraban que ella se involucraba diariamente en las operaciones del campamento, incluyendo la selección de estos presos tatuados para su posterior asesinato, cosa que ella siempre negó. Una vez muertos, su piel se convertía en objeto de decoración en la casa de la pareja. Destacaban las macabras pantallas de las lámparas, zapatillas, guantes, fundas de cuchillos, tapices y portadas de discos. Pero, ¿cuándo comienza Ilse a ganarse la fama de coleccionista de tatuajes?

Al parecer todo se origina cuando un médico del campo de Buchenwald, el doctor Erich Wagner,
SS-Sturmbannführer
(capitán), desarrolló un morboso interés hacia los internos con tatuajes. Esto le llevó a confeccionar una especie de «proyecto de investigación» y en última instancia, una espeluznante conferencia.

Con la complicidad del Coronel Karl Otto Koch, Wagner tenía fotografiados a los prisioneros de Buchenwald. Esta facilidad le sirvió para trasladar a sus favoritos a la enfermería, donde se les inyectaba una dosis letal de fenol o de alguna otra sustancia venenosa. Después, la piel tatuada de los reos era extirpada de sus cuerpos y «bronceada». Así podría preservarse y amoldarse mejor a varios artefactos.

Kurt Glass, preso jardinero de los Koch y testigo en los juicios de Dachau de 1947, determinó durante el proceso:

«[…] Era una mujer muy hermosa de largos y rojos cabellos, pero con la suficiente sangre fría como para disparar a cualquier preso en cualquier momento. Tenía en mente fabricar una pequeña lámpara de piel humana, y un día en el Appellplatz se nos ordenó a todos desnudarnos hasta la cintura. Los que tenían tatuajes interesantes fueron llevados ante ella, para escoger los que le gustaban. Esos presos murieron y con sus pieles se hicieron lámparas para ella. También utilizaron pulgares momificados como interruptores […]».

Lámparas humanas

El tema de las lámparas de piel humana siempre ha constituido uno de los temas más controvertidos del despiadado currículum de Ilse Koch. Aunque durante la confiscación de todos sus bienes, aparecieron fotografiados numerosos objetos relacionados con estos hechos, las pruebas del informe forense no encontraron ninguna evidencia científica al respecto. Reseñar que dicho expediente médico se realizó para verificar y confirmar el supuesto origen humano de las pieles como peritaje judicial en los procesos de Dachau.

Para la vista judicial solo se incluyeron tres trozos de uno de los tatuajes extirpados más famosos, por lo que jamás se pudieron probar estos incidentes. Y pese a las evidencias visuales y de aspecto, las pruebas no fueron concluyentes.

En este sentido cabría mencionar un dato llamativo. Durante la liberación del campo de Buchenwald, el mismísimo director de cine Billy Wilder realizó un documental sobre el estado y los objetos encontrados en este lugar. La imagen de la mesa con los tatuajes, las cabezas disecadas y la «supuesta» lámpara dieron la vuelta al mundo, convirtiéndose en símbolo de la barbarie.

«El Dr. Wagner y yo nos llevábamos bien y, entre otras cosas, yo le escribí la tesis al doctor Wagner. El tema, "Tatuaje" fue impartido en la Universidad de Jena. La pregunta era: "¿Los hombres tatuados muestran alguna inclinación criminal debido a su tatuaje?". El coronel Koch le dio permiso a Wagner para realizar esta tarea.

Gracias a la base de este trabajo Wagner recibió su título de médico. Rudolf Gottschalk me informaba que la mujer del coronel Koch tuvo la idea de utilizar la piel tatuada de los prisioneros para objetos de arte industrial, que también hizo»
[3]
.

Otro de los internos, Gustav Wegerer, recordó el día en que el comandante Koch junto al cirujano de las
Schutzstaffel
, Müller, aparecieron en su equipo de trabajo, la sala de Anatomía Patológica. Cuando se personaron en ese preciso instante, Gustav estaba haciendo la pantalla de piel humana tatuada y bronceada. Koch y Müller pasaron a seleccionar de entre unos curtidos de piel fina, aquellos tatuajes que mejor se adecuarían a la pantalla. De aquella conversación Wegerer afirma lo siguiente:

«Se podría deducir que Ilse Koch no estaba satisfecha con los colores elegidos previamente. Así que en esta visita Koch también ordenó un estuche para una navaja de bolsillo hecha de un suave curtido humano, así como una cajita para los instrumentos de manicura. Ambas tuvieron que ser realizadas con piel humana, también».

Como vemos, los cuerpos con cierto «valor artístico» se entregaban al laboratorio forense, donde eran tratados con alcohol y productos especiales para el cuidado de la dermis. A continuación se secaban, se engrasaban con aceite vegetal y se empaquetaban en bolsas especiales.

Uno de los presos, un judío llamado Albert Grenovsky que se vio obligado a trabajar en el laboratorio de patología de Buchenwald, manifestó después de la guerra que Ilse elegía personalmente los tatuajes de los internos que se llevaban a la clínica. Una vez allí, eran asesinados mediante una inyección letal. Mientras tanto Ilse se superaba en sus habilidades. Cuando el cuero se cerraba, ella empezaba a coser mallas de ropa interior y guantes. «Tatuajes adornan las bragas de Ilse. Yo las vi en la parte trasera de un gitano en mi barracón», instaba Grenovsky.

Al parecer, el monstruoso entretenimiento de Ilse Koch lo empezó a poner de moda entre sus colegas de otros campos de concentración. Para ella, era un placer coincidir con las esposas de los comandantes de los otros recintos y darles instrucciones detalladas sobre cómo trocar la piel humana en exóticas encuadernaciones de libros, pantallas de lámparas, guantes o manteles de mesa.

Mientras la mayoría de las madres alemanas tejían bufandas y calcetines de lana para sus hijos, Ilse había puesto en marcha toda una «industria» de productos artesanos con restos humanos. De hecho, muchas de estas piezas acabaron convirtiéndose en regalos a altos mandos nazis que llegaron incluso a la ciudad de Berlín.

Gracias a esa fama de maquiavélica, salvaje y sin entrañas, Koch se ganó el sobrenombre de «la Zorra de Buchenwald». Así y todo también se la recuerda con el apelativo de «la Perra de Buchenwald», «Frau Shade» (mujer sombra) o «la Bruja de Buchenwald». El desprecio de sus prisioneros era innegable, pero sorprende aún más el que sentían por ella sus camaradas. Sus propios compañeros la temían.

En el libro
Sidelights on the Koch Affair
de Stefan Heymann el autor señala que poseer lámparas hechas con piel humana no era una hazaña propia de los Koch, ya que no los distinguía de otros oficiales nazis. Ellos expusieron las mismas obras de arte confeccionadas especialmente para sus hogares.

«Es más interesante que Frau Koch tenga un bolso de señora hecho del mismo material. Ella estaba tan orgullosa de ello como lo estaría una mujer de la isla del Mar del Sur con sus trofeos caníbales».

Sin embargo, el salvajismo no acabó ahí. A Ilse le encantaba adornar su casa con las cabezas humanas de los presos. Para ello ordenaba encogerlas químicamente. El resultado: un comedor repleto de cabezas humanas colgadas del techo que acompañaban a la familia Koch en cada una de sus celebraciones. Llegaron a tener hasta doce.

Otro de los testimonios que apoya este dato, es el del reo Petr Zenkl que explicó cómo en el denominado departamento patológico había visto una gran exposición de elementos anómalos. Se trataba de la cabeza de un prisionero reducida mediante un elaborado método para alcanzar el tamaño de un puño, además de toda una colección de tatuajes de uno o varios colores. Una gran cantidad de muestras de piel tatuada, en especial aquellas con ilustraciones obscenas, fueron sacadas por miembros de la administración del campo y por los visitantes más destacados.

Una de las mejores evidencias que demuestran las despiadadas actuaciones de los Koch, es un documento interno de las SS dirigido a la enfermería del campo. En él piden que frenen la publicidad de los abusos, atrocidades y excesos que se cometían en los procesos de confesión y extorsión de los internos. El corazón mismo de la barbarie pedía clemencia y prudencia a sus propios soldados de doctrina, suplicando que no exhibieran también los «trofeos» de piel humana.

Según registros de la sala de curas del campamento tan solo en el recinto sanitario se produjeron 33.462 asesinatos de presidiarios, sin contar con los martirizados por los distintos experimentos y truculencias que se efectuaban con sus cuerpos.

Los Koch: investigados y juzgados por las SS

La vida de lujos, excesos, orgías sexuales, depravaciones y asesinatos perpetrados por el matrimonio Koch ya no podía ocultarse por más tiempo. A pesar del alto rango, el comandante no podía evitar las continuas inspecciones de sus superiores al campo de concentración de Bu-chenwald. Una de aquellas visitas fue el principio del fin de los Koch.

El aristócrata Josias Erbprinz Waldeck —el que fuera Comandante de la Policía para la principal división territorial de Fulda-Werra y posterior General de las
Waffen-SS
—, estaba detrás de la pista de quién podría ser el autor o autores de los homicidios cometidos contra Walter Krämer y Karl Peix, dos prisioneros que ejercían como médicos en Buchenwald. La evidencia más probable era que el propio Karl Koch hubiese ordenado su ejecución. Semejante maniobra impediría que los susodichos denunciaran la elaboración de aquellos secretos estudios. Pero quedaba un cabo suelto. Necesitaba ocultar definitivamente dichas pruebas. Para ello el comandante, presuntamente, mandó falsificar los certificados de defunción de los reos alegando que habían sido disparados mientras trataban de escapar.

A finales de 1941 y bajo las órdenes de Waldeck, las SS comienzan a investigar los libros de contabilidad del campo dirigido por Koch. Allí encuentran numerosas irregularidades que apuntan a que el propio Comandante sisaba dinero del campamento, de los prisioneros, de los contratistas y de aparentemente todo el mundo. Si hasta el momento Karl e Ilse habían vivido unos años de gran comodidad y poder absoluto, de importante posicionamiento social y autoenrequecimiento, la bajada que iba a acontecer, era monumental.

Cuando Waldeck fue informado sobre este asunto inmediatamente asignó al abogado y juez de las
Escuadras de Protección
, Georg Honrad Morgen, para averiguar todo lo referente a los asuntos de la familia Koch. Morgen, que se había especializado en derecho internacional antes de intervenir en procesos penales en el tribunal de las SS, se propuso descubrir la verdad. Apuntar que durante su carrera este abogado conocido por el sobrenombre de «Bloodhound Judge» (el juez sabueso), llevó más de 800 casos de asesinato y corrupción ante los tribunales de las
Schutzstaffel
. Para Karl e Ilse Koch, Morgen sería su peor pesadilla.

Durante un registro sorpresa en «Villa Koch» el equipo de Morguen se vuelve a casa con evidencias claras de corrupción, robo y malversación de fondos. Pero Ilse ya había dado el chivatazo sobre las transacciones ilegales de su marido al jefe de la policía de Weimar, el
SS-Gruppen-führer
(teniente general) Paul Hennicke, a quien confiesa que hay dinero tirado por toda la casa. Aquella revelación provoca en ella un estado de enloquecimiento. De repente, «la Bruja» comienza a gritar histérica diciendo que su marido era «un sinvergüenza, un criminal y un asesino», que ella no quería ser cómplice de sus crímenes y que su intención era contarle todo esto a Himmler. Quería librarse de cualquier cargo y/o responsabilidad.

Los dos amantes de Ilse, el doctor Hoven y el comandante adjunto Florstedt, tampoco querían verse implicados en la trama, ya que este último había empezado a conspirar en secreto contra su comandante y marido de Ilse. Florstedt pretendía relevarlo en sus funciones tanto dentro como fuera de la oficina. Temiendo por su vida, los dos galanes urdieron un plan. Decidieron convencer a Hennicke de que la perturbada de Ilse estaba padeciendo mucha tensión debido al traslado inminente de su marido, y que no podía tomar en serio ninguno de esos arrebatos. Fue entonces cuando el teniente general determinó no presionarla más con este asunto y no dio importancia al incidente.

El 6 de diciembre de 1941 y una vez pasada la vorágine, Ilse escribe a Thedore Eicke, el inspector de los campos de concentración, en un esfuerzo por limpiar el nombre de su marido describiendo sus vidas en Buchenwald como «ascéticamente apartada». La señora Koch echa la culpa a Waldeck alegando que era enemigo de Karl y que estaba haciendo todo lo posible por desacreditarle. De todos modos Morgen ya había reunido suficientes pruebas para incriminar a los Koch de incontables asesinatos no autorizados, fraude masivo y la apropiación indebida de fondos que deberían de haber ido destinados al Imperio alemán.

El «juez sabueso» pone rumbo a Berlín para presentar sus conclusiones al Jefe de la Oficina de la Policía Criminal del Reich, Artur Nebc. Tras escuchar de boca de Morgen todas aquellas acusaciones y ojear las pruebas, el alto mando decide lavarse las manos. Los hechos eran irrefutables. Nebc le sugiere que dé a conocer este suceso a Ernst Kaltenbrunner —el que fuera sucesor de Heydrich como jefe de la GESTAPO y de las SD—. Pero Kaltenbrunner también se niega a tocar el asunto. Nadie quiere destapar esta truculenta historia.

La insistencia de Morgen le lleva a plantarse delante de Himmler, pero lo recibe con reticencia. Al final, el
Reichsführer
no tuvo más remedio que dar luz verde al abogado para que siguiera adelante con el caso.

El 17 de diciembre de 1941 Morgen acusó al coronel Koch de corrupción. Fue apresado y llevado a la sede de la GESTAPO en Weimar. Según palabras del juez, Koch «era muy frío, intelectual, un criminal refinado y superior, psíquicamente por debajo de la media. Rara vez se le oye hablar en voz baja».

Un día después de su arresto y según órdenes directas del jefe de las SS, Heinrich Himmler, el envilecido coronel era puesto en libertad. La condición, que sería trasladado a Majdanek en breve. Sin embargo, tanto Karl como Ilse temían que con la marcha del primero hubiesen más investigaciones por parte de las
Waffen-SS
. Una desgracia de este tipo descubriría todo el parapeto que habían montado en el KL Buchenwald en los últimos años.

La marcha de Karl Otto al nuevo centro de exterminio de Majdanek se produjo el 1 de enero de 1942.

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