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Authors: Mónica G. Álvarez

Tags: #Histórico, #Drama

Guardianas nazis (7 page)

BOOK: Guardianas nazis
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Su discurso de inocencia sonó a extrañeza en toda la sala del tribunal de Dachau. ¿Tantos testimonios y pruebas podrían estar verdaderamente equivocados y formar parte de una conspiración contra la denominada
Perra de Buchenwald
? Ahora tocaba el turno de preguntas de la Fiscalía.

William Denson cortó de golpe el halo de victimismo que irradiaba la acusada para mostrarle una de las pruebas claves del juicio. Se trataba de la P-14, la cabeza reducida de un prisionero. Ilse se espantó al verla justificando indignada que no lo había visto antes y menos en el despacho de su esposo en el campo de concentración. Mantuvo su testimonio en todo momento, negando rotundamente haber golpeado, maltratado, abusado o incluso asesinado a alguno de los prisioneros. Desmintió que hubiese tenido constancia de la existencia de un búnker donde se practicaran todo tipo de perversiones en unas pequeñas celdas. Inclusive, avaló que su única ocupación se limitaba a su hogar, subrayó «ser una buena esposa y madre», y que desconocía completamente el funcionamiento del campamento y por consiguiente, las actividades que se efectuaban en su interior.

Ante las continuas e inquisidoras preguntas de Denson, el abogado de Koch protestó por el «linchamiento» que se estaba ejerciendo contra ella, a lo que el fiscal miró a los jueces y dirigiéndose a ellos, replicó:

«Con la venia del tribunal. Este acusado ha tratado de dar la impresión al tribunal de ser adorable, una madre amorosa cuyo interés estaba en su casa. Tomo la posición de que esta mujer no está siendo acusada por esta corte por no haber sido una madre encantadora y adorable. Ella está acusada de haber conspirado en un diseño común para matar y maltratar a los prisioneros. Sus costumbres no son la preocupación del tribunal ni de nadie más bajo el sol que ella misma».

Las asiduas «salidas por la tangente» de la imputada exaltaron aún más el ritmo de las preguntas que Denson profería durante su turno. Buscaba «pillarla» a contrapié, señalar como mentira una de sus múltiples negativas para demostrar que, en realidad, aquella inofensiva mujer era una despiadada asesina.

Si hacemos un resumen de lo que durante aquella larga jornada se pudo escuchar en la sala, tendríamos que destacar por ejemplo, que Ilse no supo responder a una pregunta sencilla: cuánta distancia había de su casa al campo de concentración donde se encontraban los internos. Titubeó porque no se encontraba tan cerca como para estimarlo. En seis años de convivencia en Buchenwald, ¿cómo podía ser esto posible? ¿Estaba negando la evidencia de algo tan simple? Ni siquiera recordaba haber dicho sobre su marido que era un asesino y un sádico, cuando el Dr. Morgen les detuvo la primera vez acusados de maltratar y liquidar a reclusos del campo. Todo aquello ya estaba registrado —y ya lo pudimos leer aquí mismo con anterioridad—. Por tanto, Ilse Koch mentía.

Ante el acorralamiento al que estaba siendo sometida, la inculpada insistió en su inocencia y sobre todo en su desconocimiento. Seguía afirmando que jamás había visto vejar a los internos y por supuesto, ella no había realizado tal macabra acción u ordenado a alguno de los guardianes de las SS que lo hiciera.

Después de algunas cuestiones más William Denson terminó su turno de palabra e Ilse Koch regresó a su sitio ante la mirada atónita de los allí presentes.

Un nuevo escándalo mediático

El 28 de julio de 1947 la revista Newsweek publicó un polémico reportaje sobre el juicio de los acusados de Buchenwald en Dachau, que levantó ampollas entre la opinión pública, máxime por la información que aparecía sobre Ilse Koch.

El artículo de dos páginas con siete fotografías, hablaba específicamente del pasado del matrimonio Koch, Karl e Ilse, y establecía un juicio paralelo con una serie de acusaciones directas. Entre los datos que aportaba el semanario, apuntar que acusaban a la pareja de llevar una vida amorosa y sexual fuera de lo común, libertina y lujuriosa, donde ambos cónyuges realizaban toda clase de prácticas sexuales. Incluso aseveraron que Ilse había tenido sexo con al menos cinco de los acusados mientras permanecían retenidos en Dachau. De hecho, se especulaba también con la posibilidad de que un guardia polaco se hubiese colado en la celda de Koch en Dachau en la Nochebuena de 1946, dejándola embarazada.

Este reportaje fue un jarro de agua fría para la defensa de Ilse, hasta el punto de que el propio autor, James O'Donnell, declaraba aunque sin fundamentos: «hay buenas razones para creer que él (Karl Koch) no era el padre de los tres hijos». Y concluyó diciendo al estilo más sensacionalista: «El pensamiento verdaderamente aterrador que se apodera de uno en uno en todos estos juicios por crímenes de guerra es que los acusados siempre se ven sorprendentemente normales».

Entre las siete improntas publicadas en la revista se encontraba un desaparecido álbum de fotos que, a juicio de Ilse Koch, habría resuelto las dudas acerca de los artefactos realizados con piel humana tatuada.

La acusada tuvo la coyuntura de explicar la situación durante la vista del 12 de agosto de 1947, señalando en primer lugar que todos los documentos de su propiedad se encontraban en aquel momento en el Gobierno Militar de Estados Unidos, de ahí que se hubiese filtrado a la prensa y en concreto a la publicación del
Newsweek
de finales de julio. Y en segundo lugar apuntó y cito textualmente:

«En estos álbumes a los que me estoy refiriendo, las fotografías de mi casa fueron pegadas en diferentes fechas. Estas eran fotografías grandes, 18 × 24 centímetros. Me parece que sería muy fácil de determinar de qué están hechas estas pantallas de lámpara, y dado que estas son fotografías privadas —las mismas que fueron publicadas en Newsweek— también sé que tienen todos los álbumes. Por tanto, sería muy fácil de determinar si el testigo [Herbert] Fröboss dijo la verdad sobre la encuadernación. No fueron cubiertos con piel humana sino con cuero oscuro. Los testigos de mi defensa siempre han verificado este hecho.

Ahora debería hacer una declaración sobre las partes del artículo [del Newsweek] referentes a mi vida privada, porque lo que importa no es solamente yo sino mis hijos también. [sic]

Con respecto a los otros cargos, me parece que olvidé lo siguiente cuando estaba en el estrado, y me gustaría declarar esto, dado que no va a haber ningún argumento: fui encarcelada por 16 meses, durante este tiempo hubo un juicio contra mi marido [es decir, el juicio de las SS trial en 1943]. Fui absuelta. En aquel momento todos los prisioneros tuvieron la oportunidad de lanzar acusaciones contra mí.

Ellos pudieron haberlo hecho si hubiese golpeado a alguien o, por cualquier motivo, hubiese ordenado a alguno que le castigara. Eso no ocurrió. Y no es verdad, como lo intentó demostrar el Sr. Denson durante el interrogatorio que me hizo, que los prisioneros hubiesen sido castigados por dar tal testimonio. Fue, de hecho, demostrado por un testigo que los presos fueron puestos en libertad porque testificaron contra mí y mi marido.

Yo era madre y ama de casa. Yo no tenía nada que ver con los campos de concentración, y mi marido nunca me habló de ello, y yo nunca vi ni oí nada de todas las cosas que se están hablando aquí».

Tras su defensa Ilse Koch esperó a escuchar el veredicto del Tribunal de Dachau. Mientras tanto su abogado el capitán Lewis, se mostraba indignado por la nada disposición de la Audiencia a aportarle la prueba clave de los álbumes de fotos a los que se refería su defendida, y que fueron publicados en la revista
Newsweek
. Jamás se lo facilitaron, así que tuvo constancia de su existencia una vez finalizada la vista. Se estaba cometiendo un delito de retención de pruebas, una buena táctica, aunque absolutamente ilegal. Pero a esas alturas poco podía hacerse ya para cambiar las circunstancias. La fase de sentencia del juicio estaba a punto de dar comienzo.

Petición de clemencia

Cuando llegó el turno de Ilse Koch, el general Emil Kiel, presidente del Tribunal de Dachau, la condenó a cadena perpetua con trabajos forzados en la cárcel de Landsberg (Bavaria), lugar donde precisamente fue encarcelado en 1923 Adolf Hitler.

«Mientras que actuaba en conjunto con las partes cómplices, con premeditación, [ella] maltrató físicamente o perjudicó la salud de por lo menos treinta prisioneros, la mayoría de los cuales eran presos políticos alemanes, y mató o intentó matar a al menos 200 prisioneros, en su mayoría alemanes»
[6]
.

El abogado defensor de Koch, el capitán Emmanuel Lewis, estando totalmente en desacuerdo con la postura de la Corte, decidió interponer ante la autoridad revisora, la denominada «Petición de Clemencia». El letrado estaba completamente seguro de la inocencia de su defendida y de que el Tribunal se había equivocado con ella. La habían sentenciado injustamente. Y más aún, habían permitido multitud de irregularidades, que según Lewis, eran inadmisibles.

En dicha moción el abogado, junto con el mayor Carl Whitney, explicaron la falta de argumentos de los testigos, los prejuicios y las opiniones que previamente tenía la Audiencia sobre el asunto, y las exageradas distorsiones de la realidad de algunos exreclusos de Buchenwald.

Lewis tenía dos motivos fundamentales para pedir clemencia al tribunal: uno, porque Ilse estaba embarazada; y dos, porque la Fiscalía había ocultado los dos álbumes de fotos que mencionaba la acusada y que la mostraban como una mujer cercana, cariñosa y hogareña con los suyos.

Mientras que el letrado luchaba por conseguir que admitieran a trámite esa «petición de clemencia» para su cliente, el 29 de octubre de 1947 Ilse daba a luz a su cuarto hijo en la prisión de Landsberg. Lo llamó Uwe y le puso su apellido de soltera, Köhler. Tan solo unos días después del alumbramiento las autoridades le quitaron al niño y lo llevaron a la agencia alemana de bienestar infantil,
Evangelische Fürsorge
. Uwe pasó su infancia en un orfanato y la criminal jamás desveló el nombre del padre.

Si bien al principio la moción de la defensa fue relegada en segundo plano debido a las circunstancias políticas que se estaban viviendo —la Guerra Fría ya daba sus primeros coletazos—, Lewis no desistió hasta que el teniente general Lucius Dubignon Clay comenzó a supervisar las conclusiones, pruebas y sentencias acerca de la condena impuesta a Ilse Koch. Una de sus primeras deducciones fue que, a pesar del veredicto de culpabilidad, en realidad no existían los suficientes fundamentos incriminatorios para acusarla de perpetrar selecciones, maltratos y crímenes en Buchenwald, o de ordenar la fabricación de enseres con piel humana tatuada. El general Clay reiteró que la pena interpuesta a la acusada era excesiva.

Más adelante veremos cómo su condena fue rebajada de cadena perpetua a tan solo cuatro años, incluyendo el tiempo cumplido hasta el momento.

Tras los trámites pertinentes el 9 de marzo de 1948 se presentó ante la División de Auditoria, EUCOM (Comando Europeo de los Estados Unidos), un análisis acompañado del expediente completo del juicio y de todos los documentos anexos. Pocos meses después, y coincidiendo con el primer aniversario del Juicio de Dachau, Ilse Koch solicita al juez defensor de la División de la Subdirección de Crímenes de Guerra del Comando Europeo del Ejército de los EE.UU., su inmediata liberación de la prisión de Landsberg:

«En el juicio principal de Buchenwald me condenaron a cadena perpetua el 14 de agosto de 1947, porque presuntamente tenía en mi posesión pantallas de lámparas y álbumes de fotos forrados con piel humana de los internos. Además, porque supuestamente había ordenado que los prisioneros fueran flagelados. Durante la revisión del juicio, la condena fue reducida a cuatro años. Tan solo con esta reducción queda demostrado que la acusación no podía sostenerse cuando las Autoridades de Revisión reconsideraron el caso. En aquel momento, pedí que me dejaran en libertad por el bienestar de mis hijos. [sic].

Nunca poseí objetos en mi casa que estuvieran hechos de piel humana. La prueba material para eso fue que durante el juicio de las SS en 1943 contra mi marido y yo, donde hicieron acusaciones similares, no encontraron ni un objeto hecho de piel humana en mi casa».

Las pruebas presentadas hicieron mella en el general Clay y en la tarde del 16 de septiembre de 1948, tan solo un año y un mes después de la primera e «injusta» sentencia, se conmuta la condena de
Frau Shade
que queda rebajada a cuatro años. Clay se limitó a decir a los medios de comunicación allí congregados que «no hubo ninguna evidencia convincente de que ella seleccionara a los presos para exterminarlos con el fin de asegurar la piel tatuada o de que ella tuviese algunos objetos hechos de piel humana».

Tras el revuelo que se formó por estas declaraciones, un sector de la prensa comenzó a insinuar que Clay tenía una especial simpatía por la criminal. Una semana después el General tuvo que desmentirlo y añadir que «el examen del expediente, en base a los informes que he recibido de los abogados, indican que las acusaciones más graves se basaban en rumores y no en pruebas, por eso la sentencia fue conmutada».

El senado de los Estados Unidos fue más allá y pidió que se hiciera una audiencia sobre este asunto. La denominaron
Comisión Ferguson
, porque estaba presidida por el senador de Michigan, Homer S. Ferguson. La investigación se inició a finales de ese mismo año en Washington. Volvieron a declarar muchos de los testigos que, siendo internos en Buchenwald, habían sufrido las vejaciones de Koch. Los presos en cuestión fueron los doctores Petr Zenkl, Paul Heller y Kurt Sitte. También testificaron el secretario del Ejército Kenneth Royall; el mayor Thomas H. Green, juez abogado general; el general de Brigada Emil Kiel, presidente del Tribunal en el juicio por crímenes de guerra; William D. Denson, el fiscal de Ilse; el mayor Carl Whitney, abogado jefe de la defensa de la acusada; y algunos expertos más en ley militar.

Tras un primer «informe provisional», la comisión Ferguson lo tiene claro y escribe en el dossie
R:
«La reducción de la pena de Ilse Koch a cuatro años de prisión no se justifica». Y continúa diciendo:

«el subcomité es profundamente consciente de los propósitos y objetivos de los juicios militares de los criminales de guerra nazis. Crucial para estos fines es la reivindicación de los principios democráticos por los que se libró la guerra y por la que nuestros hombres y mujeres lucharon y murieron. Nuestra preocupación en el caso se basa en nuestro interés primordial en estos principios democráticos de justicia. El error en el caso de Koch es una mancha aislada de la vigilancia y la seguridad de esta justicia democrática. Su repetición se debe evitar».

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