Con el fin de que resulte claro el nexo histórico pese a la inversión de la cronología, se repiten los versículos de la línea divisoria. Los tres primeros versículos de Esdras repiten prácticamente todas las palabras finales del último capítulo del 2 Crónicas.
En las diversas versiones de la Biblia utilizadas por los cristianos, 1 y 2 Crónicas no se sitúan al final del Antiguo Testamento, sino inmediatamente después del 1 y 2 Reyes. Entonces, como otra prueba de ordenamiento lógico, el libro de Esdras no aparece antes, sino después de 1 y 2 Crónicas, de manera que la historia del cronista puede leerse como una unidad, con la salvedad de que los versículos finales del 2 Crónicas se repiten al comienzo de Esdras. (Se mantiene la repetición.)
Finalmente, se convirtió en habitual dividir en dos secciones la segunda parte de la historia del cronista, el libro de Esdras y el libro de Nehemías. En vista de la creencia de que Esdras era el cronista y había escrito ambos libros, apareciendo en los dos, también puede llamarse a los libros 1 Esdras y 2 Esdras. Esto se sigue en las versiones católicas
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de la Biblia, que sin embargo utilizan la forma griega del nombre, de manera que los libros se denominan 1 Esdras y 2 Esdras.
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El libro de Esdras empieza con el acontecimiento que inició la reconstrucción del Templo, fechándolo al estilo de los tiempos antiguos:
Esdras 1. 1.
El año primero de Ciro, rey de Persia...
De ese modo, el cronista omite tranquilamente un cambio enorme que se produjo en la configuración política del Asia occidental.
Al derrotar a los asirios y tomar Nínive, los caldeos estaban aliados con los medos, pueblo que vivía al norte de Asiria y al sur del mar Caspio, en una región que se conoce como Media. Tras la caída de Nínive, los caldeos, cuyo centro administrativo radicaba en Babilonia, dominaban todo el Semicírculo Fértil, v los medos extendían su poder sobre una vasta franja de tierra a norte y al oriente.
El imperio medo era el más grande de la zona, pero se extendía sobre regiones bárbaras y tribus nómadas. Por otro lado, los caldeos dominaban la cuna misma de la civilización, un país de mucho regadío con una agricultura próspera. Con Nabucodonosor, que llegó al trono de Caldea en el 605 aC, Babilonia fue la ciudad más grande, más rica y más poderosa del mundo, siendo la capital del imperio.
Nabucodonosor murió en el 561 aC tras un reinado triunfal de cuarenta y cuatro años, sobreviviendo un cuarto de siglo a la toma de Jerusalén. Pero los monarcas que le sucedieron fueron más débiles. Su hijo Amel Marduc (el Evil Merodac de la Biblia; v. capítulo 12) le sucedió, pero fue destronado en el 560 aC por una conspiración. Tras varios años de inestabilidad, Nabonido, que no era del linaje de Nabucodonosor, subió al trono en el 556 aC. Era un erudito más que un soldado, y dejó a otros el gobierno de Babilonia mientras él se dedicaba a estudios de cosas antiguas.
Media, la otra gran potencia que se aprovechó de la debilidad de los reyes babilónicos, tampoco era especialmente guerrera. En el 593 aC, cuando Nabucodonosor aún era relativamente novicio en el trono, Astiages se convirtió en rey de los medos. Seguía siéndolo a la muerte de Nabucodonosor, y su largo reinado fue pacífico. Sin embargo, al cabo de una década de la muerte de Nabucodonosor, el imperio medo se vio sacudido por la guerra y una tribu nueva alcanzó la supremacía.
Tal tribu había vivido bajo el dominio medo en un distrito que ahora se llama Fars, situado en la costa norte del golfo Pérsico. Los antiguos moradores de la tierra lo llamaban Parsa, y los griegos, Persis. De esta última palabra se derivan Persia y persa.
Los persas tenían un parentesco estrecho con los medos, con lengua y tradiciones parecidas, de modo que entre los extranjeros había mucha confusión respecto a ambos pueblos. A veces se les denominaba «los medos y los persas». Los judíos y los griegos decían «medos» cuando querían hablar de los «persas».
Hacia el 600 aC, en una de las familias persas más importantes nació un niño al que llamaron Kurush. En hebreo, tal nombre se convirtió en Koresh; y en griego, Kuros. Por su último nombre, Cirus, en latín, es por el que le conocemos nosotros. Más tarde surgieron leyendas que describían a Ciro como nieto de Astiages, afirmando que el rey medo condenó a la criatura a una muerte segura porque un oráculo había vaticinado que le mataría y le sustituiría en el trono una vez que hubiera alcanzado su mayoría de edad. Lo amamantó una perra y luego lo crió un pastor hasta que creció.
Tal leyenda puede desecharse. Historias semejantes se cuentan de los fundadores de otras naciones; de Rómulo, por ejemplo, el legendario fundador de Roma. La leyenda tiene el propósito adicional de dar un tono de legitimidad al usurpador y convertirlo en justo sucesor del rey que sustituyó por la violencia.
Mucho más probable es que Ciro fuese lo que parecía: un dirigente persa que no pertenecía en absoluto a la dinastía real. Se rebeló contra Astiages y, hacia el 550 aC, logró acceder al trono. Lo que había sido el imperio medo, era ahora el imperio persa.
Ciro inició entonces una carrera de conquistas. Se apoderó de toda el Asia Menor y extendió las fronteras de su reino hasta las costas del mar Egeo. En el 538 aC arrebató Babilonia de las manos de sus desorganizados gobernantes, apoderándose de todo el Semicírculo Fértil. Para los judíos de Babilonia, ése fue «el año primero de Ciro, rey de Persia».
Tal como lo organizó Ciro, el imperio persa fue el mayor reino que el Asia occidental conociera jamás. Abarcaba toda la región asiática de Asiria, más el Asia Menor y amplios territorios al Oriente.
Ciro era completamente distinto de los conquistadores que habían prosperado antes de él. No se dedicó a ordenar deportaciones ni asesinatos en masa. En cambio, decidió tratar con suavidad a los pueblos conquistados, permitiéndoles vivir con dignidad y dándoles una autonomía considerable. El resultado fue que el imperio persa tuvo tanto éxito en su administración como en la conquista de territorios. Se enfrentó con rebeliones, claro está, pero también disfrutó períodos de paz en regiones extensas. Cuanto más suavemente se ejercía el dominio, mayor era el poder.
Los judíos fueron uno de los grupos que se favorecieron de la política de Ciro. El rey persa descubrió que un conjunto de ellos habían establecido una colonia próspera en Babilonia, y les dijo que podían volver:
Esdras 1.3.
¿Quién hay entre vosotros de todo su
(de Dios)
pueblo? ...suba a Jerusalén ...y edifique la casa a Yahvé...
algo que aquí se menciona brevemente, pero que al final del 2 Crónicas se expone con mayor extensión:
2 Crónicas 36.20
.... estuvieron
(los judíos exiliados)
sujetos a él
(Nabucodonosor)
y a sus hijos hasta la dominación del reino de Persia,
2 Crónicas 36.21.
para que se cumpliese la palabra de Yahvé ... por ... Jeremías, hasta que la tierra ... estuvo devastada... setenta años.
Sin embargo, el período del exilio no duró setenta años. Desde la destrucción del Templo en el 586 aC hasta la proclamación de Ciro en el 538 aC, sólo hay un espacio de cuarenta y ocho años.
Por supuesto, Jeremías y el cronista no pensaron en que la cifra de setenta años representara un espacio definido de tiempo. (Los historiadores antiguos no sentían tanta preocupación por las fechas como nosotros.) Para ellos, setenta años podía significar simplemente «la vida de un hombre».
Por otro lado, los setenta años que se cumplieron en Babilonia podían referirse a la duración del imperio caldeo, que desde la subida al trono de Nabucodonosor a la de Ciro duró sesenta y siete años.
El cronista señala que así se cumplió la profecía de Jeremías.
Y tal vez se haga referencia al Templo en sí en vez de al pueblo, como más adelante explicaré en este capítulo.
El edicto de Ciro recibió una respuesta rápida:
Esdras 1.5.
Levantáronse entonces los jefes de las familias de Judá y de Benjamín ... y levitas ... para subir a edificar la casa de Yahvé ...
Esdras 1.6.
Todos los que habitaban en derredor suyo les dieron ... plata y oro, utensilios, ganados...
La mención específica de las tribus de Judá, de Benjamín y de Leví muestra claramente que sólo estaban comprometidos los exiliados del reino de Judá. Los descendientes de los primeros exiliados del reino de Israel, deportados por Sargón de Asiria, debían de encontrarse en alguna parte de los dominios de Ciro, y es lógico que se les hubiera incluido en el edicto. Pero ya habían pasado casi doscientos años desde la deportación de los israelitas. Al parecer ya se habían integrado, perdiendo la conciencia de ser israelitas.
Incluso los judíos de Babilonia se habían integrado hasta cierto punto. No todos se apresuraron a volver a Jerusalén. Algunos se quedaron. El hecho de que dieran objetos de valor para ayudar a los que pensaban hacer el viaje, indica que eran relativamente ricos y que tal vez no encontraran sentido en abandonar un lugar donde habían prosperado, donde estaban a salvo y donde ya se sentían como en casa. (Ésta es precisamente la situación en que se encuentran los actuales judíos norteamericanos. Muchos son ricos y están tranquilos, y no ven razón en dejar sus hogares y marcharse a Israel, aunque se hallan dispuestos a hacer contribuciones financieras).
Se afirma que Ciro también contribuyó a la vuelta de los exiliados, ordenando que se devolvieran los diversos objetos del Templo que se había llevado Nabucodonosor:
Esdras 1.7.
... Ciro devolvió los utensilios de la casa de Yahvé...
Esdras 1.8.
Ciro ... hizo que los sacara Mitrídates.... que se los entregó a Sesbasar, príncipe de Judá.
Mitrídates es un nombre interesante. Significa «dado por Mitra», uno de los dioses persas más importantes del bando de Ormuz y de las fuerzas del bien (v. cap. 13). A una versión posterior de la religión persa, construida en torno a Mitra como dios solar, se la denomina «mitraísmo»; en tiempos del imperio romano, este culto luchó por la supremacía con el cristianismo. Soberanos con el nombre de Mitrídates (versión griega de Mithredath) se encuentran en los reinos de Partia y de Ponto en época romana. En particular, Mitrídates VI de Ponto, conocido a veces como Mitrídates el Grande, luchó contra Roma hasta casi quedar en tablas en el siglo uno aC.
El nombre de Sesbasar es un enigma. Su sentido no está claro, pero se trata, evidentemente, de un nombre babilonio, no de un nombre hebreo. Sin embargo lo lleva alguien que es «príncipe de Judá». Es posible que los judíos exiliados en Babilonia adoptaran nombres babilonios, igual que los judíos norteamericanos adoptan nombres norteamericanos.
Como Sesbasar es el «príncipe de Judá», es lógico buscarlo entre el linaje davídico que antes enumeró el cronista. Da los nombres de los hijos de Jeconías, el rey exiliado de Judá:
1 Crónicas 3.17.
... cuyo hijo
(de Jeconías)
fue Salatiel;
1 Crónicas 3.18.
Malquiram, Pedaya, Senasar...
Resulta muy tentador identificar a Senasar (otro nombre babilonio, al parecer) con Sesbasar. Si es así, Sesbasar sería el cuarto hijo de Jeconías. Si los tres hijos mayores estaban muertos o incapacitados, Sesbasar sería literalmente el príncipe de Judá, el rey legítimo del país. Es también posible que la diferencia entre Senasar y Sesbasar surgiera al adoptar el último hijo de Jeconías un nombre para el trono una vez que se reconociera oficialmente su jefatura sobre Judá.
Desde luego, Ciro no tenía intención de restablecer Judá como reino político, ya fuese en régimen independiente o tributario, sino que simplemente deseaba restaurar Jerusalén como centro de lo que a él le parecía un culto importante.
Sesbasar condujo a un grupo hacia Jerusalén y, al parecer, los trabajos empezaron bajo su mando:
Esdras 5.16. ...
Sesbasar ... puso los cimientos de la casa de Yahvé...
Pero si fue así, únicamente tenía el título de jefe, cumpliendo su papel como (quizás) último descendiente de la casa de David y dando, en consecuencia, un tono de santidad y de legitimidad al proyecto. Como hijo de Jeconías debía ser un anciano en la época del retorno, y un hombre más joven debió de sustituirle después de la ceremonia de poner la primera piedra, por decirlo así. Más adelante, sólo se menciona a ese hombre más joven:
Esdras 2.1.
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Éstos son los hijos ... que subieron de la cautividad...
Esdras 2.2.
[131]
Los cuales vinieron con Zorobabel...
Algunos sugieren que Zorobabel (otro nombre babilonio, que significa «hijo de Babilonia») es sencillamente otro nombre de Sesbasar, pero nada obliga a creerlo. Zorobabel es un individuo diferente que también se menciona entre los descendientes de Jeconías:
1 Crónicas 3.19.
Hijos de Pedaya: Zorobabel y Siemi.
Desde luego, en otro sitio se le menciona como hijo de otro:
Esdras 5.2.
Y entonces, Zorobabel, hijo de Saaltiel...
Sin embargo, se suele identificar a Saaltiel con Salatiel que en el 1 Crónicas se incluye como primogénito de Jeconías. En cualquier caso, Zorobabel es sobrino de Sesbasar, nieto de Jeconías y, por tanto, tataranieto de Josías y descendiente, de vigésima generación, de David.
Finalmente, se construyó un altar sobre el que pudieran celebrarse sacrificios:
Esdras 3.2.
Josué, hijo de Josadac ... y Zorobabel ... se levantaron para edificar el altar...
El nombre hebreo de este Josué, Jeshua, es una forma del anterior Joshua que, a su vez, era una forma abreviada de Jehoshua. Ésta es la forma que suele aparecer en la historia del cronista, y tiene un interés especial porque, en su forma griega, este nombre se convierte en Jesús.
Josué es hijo de Josadac (Jeosadec), a quien el sexto capítulo del 1 Crónicas describe como sumo sacerdote en la época de la caída del reino y que fue a la cautividad en Babilonia (v. cap. 13).
Ahora volvió su hijo a oficiar en el altar. De ese modo, no sólo no se interrumpe el poder secular en la línea de Jeconías a Sesbasar y Zorobabel, sino que el poder sacerdotal tampoco se rompe de Jeosadec a Josué.