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Authors: Jack Campbell

Tags: #Ciencia-Ficción

Impávido (6 page)

BOOK: Impávido
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—Cuando nos acercáramos a esas lunas, o, mejor dicho, al lugar en el que solían estar, ellos habrían detonado esos grandes explosivos nucleares que contenían en su interior y los habrían hecho estallar provocando unos densos campos interconectados de enormes fragmentos. Podríamos haber perdido una gran cantidad de naves como consecuencia, incluso los grandes buques de guerra que se encontraran cerca.

Los ojos de Rione brillaban de rabia.

—No me extraña que los civiles con los que hablé estuvieran asustados.

—Dudo que los líderes planetarios sepan exactamente qué iba a suceder —sugirió Geary—, pero estoy seguro de que sabían que los líderes síndicos del sistema iban a hacer algo.

—Algo que los habría sometido al mismo riesgo de bombardeo por parte de los fragmentos de las lunas y a una cortina de fuego de represalia por parte de la flota. —Rione adoptó un gesto serio—. Capitán Geary, sé que según el derecho de la guerra está justificado que lleve a término un bombardeo orbital de las instalaciones y las ciudades de Sutrah Cinco, pero le pido que muestre un mínimo de piedad respecto a los peones civiles que habitan ese mundo.

Geary casi pudo ver el desdén en el semblante de Desjani ante tal sugerencia, pero asintió.

—Tomaremos represalias, señora copresidenta, pero no llevaré a cabo una matanza de civiles indefensos. Por favor, vuelva a contactar con las autoridades civiles de Sutrah Cinco y ordéneles que evacuen de inmediato todos los centros industriales, mineros y de transporte. También deberán evacuar cualquier servicio o esfera espacial. Dígales que no decidiré qué hay que destruir, incluyendo más de lo que está listado, hasta que vea con qué clase de bienvenida se encuentran los marines en el campo de trabajo. —Entonces dejó entrever la ira que sentía al pensar en lo que podía haber pasado—. Asegúrese de que entienden que si surge algún otro problema, se van a causar estragos y que serán ellos quienes paguen el pato.

Rione asintió sonriendo débilmente.

—Muy bien, capitán Geary. Me aseguraré de que comprendan sus órdenes y de que sepan que sus vidas penden del hilo de su cooperación con nosotros.

Desjani se revolvió incómoda.

—La base militar también, ¿no, capitán Geary?

Geary consultó al ver que parte del planeta que daba cobijo a la base estaba a la vista de la flota en ese instante.

—¿Doy por sentado que ya ha sido evacuada?

Desjani frunció el ceño y lo comprobó; luego frunció el ceño un poco más.

—No. Parece ser que están en fase de evacuación parcial.

—¿Parcial?

—Sí. Hay algunas columnas de vehículos de tierra, pero la mayor parte de los ocupantes parecen ser familias. No se ven muchos uniformes. —Desjani miró a Geary arqueando una ceja—. Parece como si las tropas síndicas estuvieran planeando mantener sus posiciones hasta el final.

No pareció que la idea la molestara demasiado.

A Geary sí. Se frotó la barbilla, pensativo.

—Vehículos de tierra. ¿No se ha avistado nada más saliendo?

—Déjeme ver. —Esta vez, Desjani alzó ambas cejas—. Ah, sí. Varios vehículos aéreos salieron hace una media hora en dirección a la cordillera montañosa más cercana. El sistema ha seguido su rastro.

—Los comandantes de más alto rango se han retirado a un búnker de mando para capear nuestra represalia a salvo y cómodamente —sentenció Geary. Desjani asintió—. Quiero encontrar ese búnker.

Ella sonrió.

—Supongo que tenemos cargas cinéticas para bombardeo orbital con capacidad para penetrar un buen trecho en la roca maciza, ¿no?

—Sí, señor, las tenemos —respondió Desjani con auténtico júbilo. Geary le había telegrafiado su deseo de volar a los síndicos y para ella eso era una fiesta.

Un enjambre de transbordadores había salido de la flota de la Alianza y había descendido hacia Sutrah Cinco como una nube de insectos cayendo sobre su presa. Por encima de ellos, las naves de la flota de la Alianza estaban concentradas en una formación ceñida que, con todo, cubría un amplio sector del espacio del planeta. Geary sabía que en esos momentos los habitantes de Sutrah Cinco estaban mirando hacia arriba asustados, conscientes de que esa flota podía dejar caer una lluvia de muerte sobre ellos y dejar inhabitable el planeta entero en menos que canta un gallo.

La visualización virtual del aterrizaje de la fuerza flotaba junto al asiento de Geary con las franjas de imagen de los oficiales de la Marina desplegadas como cromos esperando a ser seleccionados. Con el movimiento de un solo dedo podía hablar directamente con cualquiera de los marines y ver a través de sus ojos gracias a los sensores instalados en los cascos. Pero el único oficial al que se llamó fue a la coronel Carabali, para no saltarse la cadena de mando, si bien el sistema de mando y de control lo habría puesto demasiado fácil.

—Los transbordadores de reconocimiento no han detectado indicios de armas nucleares ni de destrucción masiva en la localización del campo de trabajo —informó Carabali—. Haremos otro barrido y luego descargaremos los equipos de reconocimiento.

—¿Han confirmado la presencia de prisioneros de la Alianza en los números previstos?

—Eso parece, señor —sonrió Carabali—. Desde aquí arriba se los ve bastante contentos.

Geary se reclinó en su silla, sonriente. Desde su rescate se había enfrentado a un montón de situaciones que no se había esperado, y la mayoría habían sido desagradables. El deber había sido una pesada carga. Pero ahora había miles de personas que nunca esperaron ser puestas en libertad contemplando los transbordadores de esta flota por encima de sus cabezas, personas que podían llevar décadas presos sin esperanza de liberación. Esta flota, su flota, iba a rescatarlos. Eso sentaba bien.

Ojalá los síndicos no intentaran nada más. Aún cabía la posibilidad de que los millares que se encontraban en la cuerda floja fueran liberados para morir en aquel campo.

—Transbordadores de reconocimiento descendiendo —informó Carabali haciéndose eco de la información que aparecía en el visualizador de Geary, que había encuadrado en el campo—. Desplegando equipos.

Geary cedió a la tentación y seleccionó al oficial de uno de los equipos de reconocimiento. Se abrió una ventana con una panorámica desde el casco del oficial que mostraba un terreno árido y estructuras abolladas. El cielo era de un azul pálido que rozaba el gris, de un aspecto frío y apagado, igual que debía de ser la vida en aquel campo de trabajo. No se advertía la presencia de guardas síndicos, pero los prisioneros de la Alianza estaban en formación, con los oficiales al frente, esperando con rostros ansiosos y aturdidos a medida que los marines pasaban a su lado a toda velocidad en busca de cualquier señal de peligro.

El marine que Geary estaba supervisando se detuvo ante una formación de prisioneros, frente a una mujer que permanecía de pie delante de ellos.

—¿Sabe si hay algún arma oculta? ¿Alguna actividad inusual? —preguntó el marine.

La mujer, de edad madura, delgada, con la piel curtida por la prolongada exposición a la atmósfera de Sutrah Cinco con una protección inadecuada y probablemente prisionera durante la mayor parte de su vida, habló con una cuidadosa precisión.

—No, teniente. Fuimos confinados en barracones y no pudimos observar la actividad exterior la noche pasada, pero oímos como los guardas se marchaban con prisas antes del amanecer. Hemos registrado cada rincón del campo y no hemos encontrado armas. La oficina de datos del campo se encuentra en ese edificio. —Y lo señaló.

El marine se detuvo un momento a saludar.

—Gracias, comandante.

Geary desvió su atención de la imagen, obligándose a cerrar la ventana que mostraba el punto de vista de ese marine en concreto. Tenía el deber de concentrarse en todo lo que estaba sucediendo en la flota.

—Parece tranquilo —apuntó Desjani—. La única actividad que se detecta en el planeta son las columnas de evacuados que se alejan de los objetivos. Hay un fragmento de luna que se aproxima a unos trescientos kilómetros al oeste del campo de trabajo —añadió señalando al visualizador—. Va a dejar hecha un desastre la zona de impacto, pero el campo sólo notará un estallido en la distancia y una brisa.

Geary leyó los datos del impacto.

—Y tal vez sientan un temblor de tierra. Cada vez que pensamos que todo parece tranquilo en este sistema, los síndicos estaban planeando algo más feo todavía. ¿Qué se nos puede estar escapando esta vez?

Desjani frunció los labios pensativa.

—Los marines están explorando a los prisioneros en busca de signos de exposición a agentes biológicos de efectos retardados. Los prisioneros deberían haber visto cualquier cosa que hubiera enterrada en el campo. Las únicas naves síndicas del sistema, aparte de unos pocos cargueros, son las tres dotaciones de naves de caza asesinas que hemos estado rastreando desde que llegamos, ninguna de las cuales se encuentra a menos de una hora luz de nuestra posición. Serían capaces de volar el planeta en mil pedazos con tal de sacar algo más de nosotros, pero no hay arma que pueda hacer eso.

Una ventana surgió de pronto ante Geary y la imagen de la coronel Carabali saludó.

—Estoy enviando a la fuerza principal de desembarco, capitán Geary. No se han detectado amenazas.

En el visualizador, Geary pudo ver el grueso de los transbordadores aproximándose a tierra, muchos de ellos se encontraban justo en los límites del campo para poder encontrar sitio suficiente. Los marines fueron saliendo en masa dando una imagen de confiada eficiencia, mortíferos con su armadura de combate.

Con todo, Geary veía algo preocupante en la imagen. Prácticamente todos los marines de la flota se encontraban allí abajo. Si les sucediera algo, habría perdido una importante fuerza de combate, así como el componente más fiable y obediente de su flota. Pasado un instante se reprochó el haber pensado en las pérdidas en esos términos en lugar de como las muertes de un buen montón de buenos hombres y mujeres.

La copresidenta Rione parecía compartir la inquietud de Geary.

—Parece demasiado fácil, después de todo el daño que los síndicos han infligido en ese sistema.

Geary asintió.

—Pero no hay nada en el campo. Los prisioneros han dicho que lo han registrado y ellos lo sabrían, de haber algo fuera de lo normal.

La coronel Carabali volvió a informar.

—Hemos tomado el edificio de datos y en este momento estamos comprobando los archivos. Todos los prisioneros tienen implantes vinculados a un sistema de rastreo y a un muro virtual que circunda el campo para evitar que vayan a cualquier sitio que tuvieran prohibido. Estamos procediendo a desactivar los implantes y el muro virtual.

—Bien. —Los ojos de Geary volvieron a clavarse en el visualizador.

—Una vez que echemos abajo el muro virtual, los prisioneros podrán salir de los límites del campo para embarcarse en esos transbordadores —comentó Desjani.

—¡Maldición!

Geary se volvió bruscamente en su asiento, alarmado ante tan repentino e infrecuente estallido por parte de Rione. Estaba señalando los visualizadores.

—Fuera del campo, capitán Geary. ¡Están todos buscando amenazas dentro del campo, pero la mayoría de sus transbordadores han aterrizado fuera del campo!

Geary sintió un pesado nudo en el estómago y se dio cuenta de lo que Rione estaba diciendo. Pulsó los comandos para contactar con Carabali.

—¡Fuera del perímetro del campo, coronel! Los prisioneros no han podido salir allí, lo que significa que no han podido registrar ese lugar. Hemos centrado la búsqueda en el interior del campo, pero muchos de los transbordadores están fuera y van a llevar a los prisioneros allí.

Carabali apretó los dientes.

—Entendido.

Geary vio cómo la red de mando y control de la Marina se encendía a medida que la coronel Carabali transmitía las órdenes al resto de los marines. Las unidades que habían salido al exterior para asegurar un perímetro más amplio empezaron a retroceder y a disgregarse en busca de patrones, mientras que algunos de los que se encontraban dentro del campo se dirigieron al exterior para realizar una búsqueda más próxima.

—Aun así, deberíamos haber detectado armas nucleares —afirmó Desjani enojada.

—Sí —convino Geary—. Pero podría haber alguna otra cosa enterrada por ahí.

—Tenemos minas de acción retardada —informó Carabali fríamente—. Una mezcla de fragmentación aérea y sustancias químicas. Son modelos antiguos, pero aun así, habrían sido demasiado difíciles de detectar de no haber llevado a cabo un barrido específico de la zona. Mis expertos en minas dicen que probablemente se programaron para que estallaran al advertir suficiente presencia humana a su alrededor. Estamos empleando pulsaciones de alta energía para freír los mecanismos de detonación y volverlos inocuos.

—¿Qué me dice de las zonas más alejadas? —preguntó Geary.

—Las estamos peinando en este momento. —Un matiz de ira se coló en el tono de calmado profesionalismo de Carabali—. Le facilitaré un informe completo de mi error al no anticiparme a identificar la amenaza para que pueda tomar las medidas disciplinarias que crea oportunas, señor.

Geary no pudo reprimir un suspiro al tiempo que vislumbraba el rostro ahora impasible de la copresidenta Rione.

—Gracias, coronel, pero yo también lo había pasado por alto y comparto la culpa. Puede darle las gracias a la copresidenta Rione por darse cuenta a tiempo.

Esta vez la voz de la coronel mantuvo un matiz de humor burlón.

—Por favor, transmítale mis respetos y agradecimiento a la copresidenta, señor.

Geary se volvió a mirar a Rione.

—¿Lo ha oído?

Rione inclinó la cabeza en señal de reconocimiento.

—Estoy acostumbrada a estudiar el posible significado de las palabras. Hay ocasiones en las que incluso la mente intrincada de un político puede resultar de utilidad, ¿no cree, capitán Geary?

—Sin duda alguna —admitió Geary. Vio que también la capitana Desjani sonreía y se dio cuenta de que la opinión de Desjani respecto a Rione, o al menos su opinión respecto al valor de Rione, había aumentado radicalmente.

—El número de prisioneros concuerda con los datos de los síndicos —anunció Carabali—. Mis tropas están protegiendo a los antiguos prisioneros y empezarán a embarcarlos en cuanto se confirme que las zonas en las que se encuentran los transbordadores están limpias.

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