La búsqueda del Jedi (50 page)

Read La búsqueda del Jedi Online

Authors: Kevin J. Anderson

BOOK: La búsqueda del Jedi
5.49Mb size Format: txt, pdf, ePub

El comandante Kratas, el oficial que tenía a su cargo todos los subsistemas del
Gorgona
, le habló desde una terminal de comunicaciones.

—¡Tengo un mensaje de alta prioridad procedente del nivel de retención, almirante Daala!

—¿Del nivel de retención? ¿Qué dice?

—¡Los prisioneros Han Solo y Kyp Durron han escapado! Un guardia fue encontrado aturdido en la celda de Han Solo, y han encontrado otro guardia muerto en la celda de Durron. Los dos guardias fueron despojados de su armadura. Estamos intentando interrogar al superviviente.

Daala sintió cómo una oleada de ira interfería con el nervioso entusiasmo que había estado recorriendo sus venas hasta aquel momento. Se irguió cuan alta era, enarcó las cejas y clavó la mirada en Kratas.

—Lleven a cabo un barrido completo de todos los sistemas e intenten localizar los números de servicio de los uniformes robados. Quizá hayan sido introducidos en alguna terminal.

Las órdenes brotaron de sus labios sucediéndose unas a otras de una manera tan brusca e implacable como la ráfaga de un rifle láser.

Kratas consultó su terminal y habló por el comunicador. Daala juntó las manos detrás de su espalda y empezó a ir y venir de un lado a otro mientras ladraba órdenes al personal del puente.

—Envíen inmediatamente un grupo de búsqueda. Peinaremos todas las cubiertas del
Gorgona
. No pueden haber salido de la nave, y no hay ningún otro sitio al que puedan haber ido.

—¡Almirante! —exclamó el comandante Kratas—. El guardia superviviente afirma que un miembro del personal científico de la Instalación fue a ver a Solo. Era la doctora Qwi Xux, y el guardia insiste en que la doctora Xux tenía una autorización emitida por usted.

Daala sintió que se le aflojaba la mandíbula, pero se apresuró a juntar los labios apretándolos hasta formar una férrea línea que los hizo palidecer.

—¡El wookie! Averigüen qué ha sido de él...

Kratas introdujo la solicitud en la base de datos.

—El capataz dice que el nuevo prisionero wookie ha sido requisado y trasladado a un puesto de trabajo de prioridad más elevada. —Kratas tragó saliva—. El wookie fue requisado por Qwi Xux, y volvió a utilizar su código de autorización al hacerlo.

Las fosas nasales de Daala se dilataron, pero un instante después una idea se abrió paso por su mente con el impacto devastador de un asteroide que cae sobre un planeta.

—¡Oh, no! —gritó—. ¡Quieren llevarse el Triturador de Soles!

Han entró por la escotilla en el hangar vigilado que contenía el Triturador de Soles.

—¡No recuerdo cuándo fue la última vez que usé una escalerilla para subir a una nave! Un sistema de acceso bastante primitivo para un arma tan sofisticada, ¿no?

—Funciona. —Qwi ya había empezado a trepar por los escalones detrás de él—. La sofisticación está dentro, y todo el resto no es más que un adorno.

Han se sentó en el sillón de pilotaje de la cabina y examinó los controles.

—Todo parece ser más o menos lo que debería ser, aunque la colocación resulta un poco extraña. ¿Para qué sirve esto? No, espera un momento... Ya lo averiguaré.

Kyp llegó al final de la escalerilla, se detuvo y se sacó el casco del uniforme de las tropas de asalto.

—¡Estos filtros apestan! —dijo.

Después arrojó el casco en forma de calavera al suelo de la cámara con un obvio placer. El casco rebotó haciendo mucho ruido y rodó sobre sí mismo como si Kyp hubiera lanzado una cabeza cercenada. La oscura cabellera de Kyp estaba rizada por el sudor y despeinada por la falta de espacio del casco, pero sonreía de oreja a oreja.

Chewbacca entró en el compartimiento agachando la cabeza y deslizándose con cierta dificultad por la angosta escotilla. Alzó la mirada hacia los tragaluces del techo de la cámara, y después lanzó un gruñido dirigido a la silueta de un Destructor Estelar en órbita encima de sus cabezas.

Han dejó caer su casco sobre el suelo de la cabina, y Kyp lo pateó empujándolo debajo de un sillón. Han acarició el ordenador de navegación del Triturador de Soles y lo conectó.

—Este trasto está en mejor estado que la lanzadera imperial que robamos. Bien, doctora, ¿introdujeron todas las coordenadas en la base de datos?

Qwi asintió mientras se sentaba en su sillón con un grácil movimiento y se colocaba el arnés.

—El Triturador de Soles lleva años preparado para despegar. Esperábamos órdenes del Imperio, nada más... Es una suerte que nadie volviera para dárnoslas, ¿verdad?

Han frunció los labios y examinó los controles.

—Todo parece bastante normal —dijo—. No dispondré de mucho tiempo para hacer prácticas.

Chewbacca lanzó un ensordecedor alarido de desafío wookie. Han oyó cómo la gruesa puerta blindada se abría con un chirrido debajo de ellos, y después oyó ruido de pasos cuando un pelotón de soldados de las tropas de asalto entró a la carrera en la cámara.

Kyp, que se había quedado en la entrada, asomó la cabeza por el hueco de la pequeña escotilla.

—¡Ya vienen!

—¡Cierra esa escotilla, chico! —gritó Han—. ¡Bueno, parece que tendremos que seguir aquí dentro! ¿Todavía no has encontrado los controles del armamento, Chewie?

Chewbacca se había instalado en el sillón del copiloto y estaba deslizando sus enormes manos peludas sobre los botones y diales. El wookie acabó logrando encontrar lo que buscaba y dejó escapar un chillido gutural. Los cañones láser defensivos instalados en distintos ángulos de puntería giraron cuando empezó a hacer pruebas con los mecanismos de centrado en el blanco.

Unos golpes ahogados resonaron en el casco del Triturador de Soles cuando los soldados de las tropas de asalto dispararon sus rifles desintegradores sin causar ningún daño. Han miró a Qwi.

—¡Ni tan siquiera hemos activado los escudos! —exclamó.

—Este blindaje resistirá todo lo que puedan lanzarnos —dijo Qwi con una sonrisa de satisfacción—. Fue diseñado para hacerlo.

Han sonrió e hizo crujir sus nudillos.

—Bueno, en ese caso... ¡Vamos a tomarnos unos cuantos segundos extra y haremos las cosas como es debido!

Se inclinó sobre los controles y conectó los motores de repulsión. El interior del Triturador de Soles osciló levemente cuando la nave se alzó por los aires flotando sobre su colchón de haces repulsores, y un instante después pudieron oír el débil ulular de una alarma en el exterior.

—Apunta esos cañones láser hacia arriba, Chewie. Vamos a obsequiarnos con un saludo de veintiún salvas..., ¡justo a través del techo!

El wookie rugió para sí mismo, y después disparó todo el armamento del Triturador de Soles sin esperar a que Han le diera la orden de hacerlo. Kyp corrió hacia su sillón y se apresuró a ponerse el arnés. Qwi estaba contemplando el techo de la cabina con los ojos muy abiertos.

El techo del hangar salió despedido hacia fuera bajo el impacto de la andanada de energía láser. Algunos de los fragmentos de mayor tamaño cayeron hacia el suelo de la cámara y chocaron ruidosamente con el casco del Triturador de Soles, pero los tragaluces fueron lanzados al espacio impulsados por los chorros de atmósfera que se precipitaron hacia las Fauces.

Los soldados de las tropas de asalto fueron absorbidos por la brecha, pequeños restos que agitaban frenéticamente los brazos y las piernas mientras flotaban entre la roca y los pedazos de transpariacero y acababan quedando atrapados en una órbita baja alrededor de la aglomeración de planetoides. Su armadura quizá podría protegerles de la descompresión durante unos minutos, pero todos estaban condenados a terminar pereciendo.

Han hizo subir al Triturador de Soles y aceleró a través del agujero que acababan de crear en el techo de la cámara para poder huir. Un instante después ya se encontraban en el espacio, y Han sintió un júbilo que no había experimentado desde su llegada a Kessel.

—¡Bueno, esto no ha sido nada! —gritó—. Ahora viene la parte realmente divertida...

La almirante Daala estaba contemplando la Instalación de las Fauces desde el puente de mando del
Gorgona
, y sintió cómo se le formaba un nudo en el estómago. Durante años su único deber había sido proteger aquel grupito de planetoides y cuidar de los científicos que albergaban. El Gran Moff Tarkin le había dicho que aquellas personas tenían en sus manos la seguridad futura del Imperio, y Daala le había creído.

Cuando estaba en la Academia Militar de Carida, Daala había sido pisoteada, maltratada y despreciada. Tarkin la había rescatado de todo aquello, y le había dado el poder y la responsabilidad que Daala se había ganado mediante sus capacidades. Se lo debía todo a Tarkin.

Vengaría a Tarkin destruyendo la Nueva República, y destruiría a la Nueva República haciendo que sus sistemas estelares se fueran convirtiendo en supernovas uno detrás de otro. No habría ningún lugar en el que pudieran esconderse. Al mismo tiempo, dejaría su huella en la historia de la galaxia y sería recordada como la líder militar que había triunfado allí donde había fracasado todo un Imperio. Aquellos pensamientos hicieron que los pálidos labios de Daala se curvaran en una sonrisa implacable.

Daala vio la pequeña bola de vapores indicadora de que acababa de producirse una explosión en una de las rocas de la Instalación de las Fauces. Un instante después la diminuta silueta del Triturador de Soles pasó a toda velocidad por su campo visual, un inconfundible puntito anguloso que huía de los confines del planetoide en el que había estado contenido hasta entonces.

—¡Alerta roja! —gritó Daala—. Movilicen a todas las fuerzas. Tienen el Triturador de Soles, y no podemos permitir que se lo lleven. ¡Es nuestra arma más valiosa!

—Pero... Eh... Almirante... —balbuceó el comandante Kratas—. Si los informes técnicos son correctos, no hay nada que pueda dañar al Triturador de Soles.

—Debemos encontrar alguna forma de capturarles. Movilice a los otros Destructores Estelares. Intentaremos impedir su fuga, les cortaremos el paso... ¡Lance al espacio una cantidad de cazas lo bastante grande para que no puedan moverse!

Fulminó a Kratas con la mirada. Su cabellera pareció alzarse como si tuviera vida propia y estuviera amenazando a Kratas con transformarse en una soga para su cuello.

—Asegúrese de que me ha entendido bien, comandante: no me importa cuántas pérdidas lleguemos a sufrir, pero no podemos perder al Triturador de Soles. Esa arma tiene más valor para mí que los seis escuadrones de cazas TIE que hay a bordo de este Destructor Estelar. Recupérenla cueste lo que cueste.

Tres Destructores Estelares se lanzaron en persecución del Triturador de Soles robado.

—Vaya, parece que no han tardado mucho en comprender que estaba ocurriendo algo raro —dijo Han.

Nubes de cazas TIE surgieron de los hangares de lanzamiento del
Mantícora
y el
Gorgona
, avanzando hacia ellos en un enjambre de formaciones tan densas que Han no podía ver a través de ellas. Los destellos cegadores de los rayos láser cayeron sobre el visor como otras tantas gotas de lluvia.

—Siempre he querido averiguar si era capaz de pilotar a ciegas —dijo Han.

—¿Qué están haciendo? ¿Intentan aplastarnos bajo su peso o sólo confundirnos? —preguntó Qwi.

El Triturador de Soles se bamboleaba a un lado y a otro bajo los incesantes impactos de energía láser, pero éstos no le causaban ningún daño.

—Ninguna de las dos cosas, pero pueden destruir nuestro armamento exterior... Y, de hecho, ya lo han conseguido —dijo Han echando un vistazo a las lecturas—. Todos nuestros cañones han dejado de funcionar.

—Bueno, entonces tendremos que dejarles atrás —dijo Kyp.

Otro Destructor Estelar, el
Basilisco
, lanzó sus escuadrones de cazas TIE en una sucesión de oleadas que brotaron de los hangares.

—¡Esas naves van a dejar el espacio tan saturado que no podremos movernos! —Han aferró los controles del Triturador de Soles intentando esquivarlas, aunque con los ojos cerrados la mayor parte del tiempo—. ¿Quién había oído hablar de un atasco de tráfico en pleno centro de un cúmulo de agujeros negros?

Kyp le cogió por el hombro.

—Cuidado, Han...

El cuarto y último Destructor Estelar se interpuso de repente entre el Triturador de Soles y el universo exterior, obstruyéndoles el paso. El
Hidra
disparó sus enormes cañones turboláser, dirigiendo toda su potencia de fuego contra la pequeña nave y concentrándola sobre ella. Los tres Destructores Estelares restantes estaban detrás de ellos para impedirles escapar a través del laberinto de agujeros negros.

—¿Y ahora qué? —preguntó Kyp.

La enorme punta de flecha que era el
Hidra
llenaba todo el espacio delante de ellos.

—Qwi, antes dijiste que este blindaje podía aguantar cualquier cosa, ¿no? —preguntó Han.

—Ha aguantado todo aquello con lo que pude someterlo a pruebas.

—Muy bien, pues entonces agarraos... Ha llegado el momento de acelerar todo lo que nos permita hacerlo este juguetito tan sofisticado.

Han tiró de las palancas de control haciéndolas retroceder hasta los topes. El repentino incremento de energía que surgió de los motores incrustó a los cuatro fugitivos en sus asientos, y el Triturador de Soles salió disparado hacia adelante, avanzando en un vector directo con rumbo al
Hidra
.

El enorme navío de combate se fue haciendo más y más grande a cada momento que pasaba hasta que ocupó todo su campo de visión..., y después siguió creciendo. Los gigantescos haces verdosos que surgían de las baterías turboláser venían a toda velocidad hacia ellos, pero los cañones no podían alterar las coordenadas de sus miras lo bastante deprisa para compensar la rapidez con que el Triturador de Soles avanzaba hacia ellos.

—¿Qué estás haciendo, Han? —gritó Kyp.

—Confía en mí —dijo Han—. O, mejor dicho, confía en ella... —Movió la cabeza señalando a Qwi—. ¡Si cometió algún error en las mediciones de sus pruebas, acabaremos convertidos en una gran torta orgánica!

La torre de mando trapezoidal del
Hidra
venía a toda velocidad hacia ellos, interponiéndose directamente en su trayectoria. Un caza TIE se lanzó contra el Triturador de Soles en un intento suicida de desviarlo, pero sólo consiguió estallar al chocar con la invencible armadura cuántica. Han no tuvo ningún problema para compensar el pequeño error que el impacto había producido en su trayectoria.

Other books

Animal Orchestra by Ilo Orleans
The Youngest One by Nancy Springer
What's a Girl Gotta Do? by Holly Bourne
Wild Oats by Henry, Veronica
Chosen by Desire by Kate Perry
Camouflage by Murray Bail
The Serpent Prince by Elizabeth Hoyt
The Long Road to Gaia by Timothy Ellis
When You Make It Home by Claire Ashby