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Authors: Anjali Banerjee

Tags: #Narrativa

La librería de las nuevas oportunidades (28 page)

BOOK: La librería de las nuevas oportunidades
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Gita desdobla el pañuelo y lo enrolla alrededor de uno de sus dedos.

—¿Desde cuándo eres tan optimista?

—Desde que he conocido a unos cuantos espíritus que me han echado una mano.

—¿Los espíritus de la tía Ruma?

—Quizá, y uno que es solo mío.

Gita se levanta y se alisa el sari con las manos.

—Pobre Dilip. Qué cruel estoy siendo con él.

—Lo entiende. Lo entiende porque te quiere.

Gita se mira fugazmente en el espejo y luego respira hondo.

—Corre, ayúdame a retocar el maquillaje y el peinado. Todo el mundo nos está esperando.

47

Tras la ceremonia, nos reunimos bajo las carpas instaladas en el parque de Fairport, donde se celebra la recepción. Sopla una cálida brisa procedente del mar. La banda toca una melodía suave y los invitados van y vienen, charlando, bebiendo, comiendo, bailando y felicitando a la feliz pareja. Jamás había visto a mamá tan emocionada. Mientras Gita conversa con unos amigos, Dilip se me acerca discretamente para darme las gracias en un susurro.

—No sé cómo lo has hecho...

—Yo no he hecho nada —contesto—. Ha sido Gita la que ha tomado la decisión. Te quiere.

—Gracias de todos modos —dice, y se marcha a toda prisa para sacar a bailar a la novia.

Me mantengo a una distancia prudente de la pista de baile y me coloco junto a la mesa de los aperitivos, donde tomo una copa de vino a sorbitos. Un par de hombres intentan sacarme a bailar, pero rehúso su invitación. Pienso quedarme aquí plantada y dejar que el alcohol me suma en un ligero aturdimiento.

De pronto, el aire vibra de un modo casi imperceptible junto a mí.

—Perdona. —Su voz es áspera y ronca, cautivante. Alguien se interpone bruscamente entre mi interlocutor y yo para dejar una copa vacía sobre la mesa.

Me aparto, y al hacerlo me zambullo sin previo aviso en la intensa mirada azul de un hombre alto, o quizá no tanto, ancho de hombros, pero sin exagerar, que lleva pantalones deportivos caqui, camisa de vestir blanca, cazadora desabrochada, el pelo oscuro peinado hacia atrás. Posee facciones angulosas, la piel tostada de quien pasa mucho tiempo al aire libre. Todo en él desprende una virilidad poderosa, creo yo... No va vestido de boda, pero curiosamente no por ello llama la atención.

—Eres Jasmine, ¿verdad?

—Ajá —contesto, casi sin aliento—. ¿Cómo lo sabes?

—Te he estado observando. Lo confieso, he preguntado por ti a tu encantadora hermana Gita. Tanta belleza debe de ser cosa de familia.

Un estremecimiento me recorre de la cabeza a los pies y casi dejo caer la copa de vino.

—Eres un poco atrevido, ¿no...?

—Steve. Steve Giles. —Alarga la mano para estrechar la mía. Sus dedos son cálidos, firmes y ásperos—. Tal como ha hablado tu hermana de ti, sonabas enigmática.

Aparto la mano bruscamente, notando la impronta de sus dedos en los míos.

—¿De veras? ¿Qué ha dicho de mí?

—Que tienes un don especial para dar con el libro adecuado para cada persona. El caso es que ando buscando una guía de los caminos menos transitados de la isla, para hacer senderismo.

Se frota la ceja con el dedo índice en un gesto tan familiar que se me hace un nudo en la garganta.

—Estoy segura de tener lo que buscas.

—No me cabe duda.

Estudia mi rostro con atención. Emana un olor silvestre propio de la naturaleza y los espacios abiertos, un olor familiar y a la vez nuevo y distinto.

—Así que..., mmm..., ¿de qué conoces a Gita? —le pregunto.

—Me contrató para hacer unas reformas en la tienda. Hemos tirado una pared para ampliar el local.

—Ah, ¿de veras? ¿En Seattle?

—Sí, aunque ahora estoy trabajando aquí, en la isla. Soy constructor.

—¿Vas a tirar más paredes?

—Lo mío es la restauración y rehabilitación de edificios históricos.

—¿Y estás rehabilitando algún edificio local?

—Sí, la pensión Fairport. Es un proyecto ambicioso. Tenemos que reproducir los detalles arquitectónicos, las ventanas de guillotina, esa clase de cosas.

—Parece un trabajo delicado.

—Pásate por allí un día de estos. Te lo enseñaré.

Sonríe, y el mundo desaparece a mi alrededor.

—A lo mejor podrías... darme algunas ideas para renovar la librería. Es un viejo edificio victoriano, declarado patrimonio histórico.

—Nada me gustaría más. —Sus ojos son de un azul claro que parece conducir al infinito—. ¿Cuándo quieres que vaya a verla?

—¿Cuándo quiero que vayas? Mmm...

—¿Qué tal hoy mismo, después de la recepción?

—¿Hoy mismo? —Doy un paso atrás. La voz de Connor resuena en mi mente: «No huyas de la felicidad»—. Vale, de acuerdo. Eso estaría bien.

Me sonrojo.

Steve sigue sin quitarme ojo.

—¿Te apetece bailar?

La banda está tocando una lenta, «Stay with Me».

—Hace siglos que no bailo. No sé si me acordaré de cómo se hace. Lo más probable es que tropiece y me caiga de bruces...

—A veces hay que lanzarse al vacío, coger la vida a manos llenas, aunque...

—¿Aunque solo sea por un día?

—Iba a decir que hay que coger la vida a manos llenas, aunque hagas el ridículo.

Me echo a reír. En mi interior, una mariposa atrapada acaba de salir revoloteando.

—De acuerdo, Steve Giles. Bailaré contigo.

—Así me gusta.

Deposita mi copa sobre la mesa, me coge de las manos y me conduce a la pista de baile. Me rodea la cintura con los brazos y me apoyo en él. Todo lo demás se desvanece y nos movemos en perfecta sincronía, solos los dos, deslizándonos sobre la pista como si lleváramos leyendo juntos toda la vida.

Agradecimientos

Estoy profundamente agradecida a las siguientes personas: Kevan Lyon, mi agente, por su apoyo y sabiduría, y a su compañera Jill Marsal; a mi editora, Wendy McCurdy, por sus brillantes aportaciones; a su ayudante Katherine Pelz, un ejemplo de eficiencia, y a todas las personas de Berkley que pusieron su talento y esfuerzo al servicio de este libro: la directora de arte Annette Fiore, el redactor Jim Poling, la editora Jessica McDonnell y la correctora Sheila Moody; a mi admirada Leslie Gelbman, presidenta y editora de Berkley Books; a mi fantástico grupo de escritura: Susan Wiggs, Elsa Watson, Kate Breslin, Suzanne Selfors, Sheila Rabe, Carol Cassella. Al genial Michael Hauge, por ayudarme a encontrar la historia; a Nathan Burgoine, por haber tenido la generosidad de compartir conmigo su experiencia como librero; a Rebecca Guthrie y todo el equipo de Bethel Avenue Book Company. A Lyn Playle, por la visita guiada a la mansión Walker-Ames, en la que me inspiré para crear la librería de la tía Ruma. A Stephanie Lile, por las maravillosas charlas que compartimos mientras paseábamos; a todas las personas que participaron generosamente en la «lluvia de ideas», entre las que se incluyen Gwynn Rogers, Pat Stricklin, Carol Caldwell, Carol Wissmann, Terrel Hoffman, Jan Symonds, Sandi Hill, Dee Marie, Theo Gustafson, Penny Percenti, Elizabeth Corcoran Murray, Soudabeh Pourarien y todas las integrantes del club de té Friday Teasters. También tengo una deuda de gratitud con Anita LaRae, por sus agudas observaciones, con Susan Neal, por sus fantásticas ideas; con Karen Brown, Kristin von Kreisler, Michael Donnelly, Sherill Leonardi, Casandra Firman y Skip Morris por la lectura atenta y fructífera de los primeros borradores; con Carol Ann Morris, por hacer magia con su cámara; con Lois Faye Dyer, Rose Marie Harris, Julie Hughes, Renee Breaux. Y, cómo no, con Claire Tomalin, de cuyo libro Jane Austen extraje numerosos detalles de la vida de la escritora. Por último, aunque no por ello menos importante, deseo dar las gracias a mi familia: a mis padres, Randy y Daniela, a mis hermanos y sobrinos; a mi mamá de Texas y a toda la familia. A mis compañeros gatunos y a mi marido Joseph, como siempre.

Biografía de la autora

Anjali Banerjee nació en India pero se crió en Canadá. Más tarde se trasladó a vivir a California y se licenció en la Universidad de Berkeley. Su pasión por la escritura viene de lejos, pues su abuela era una conocida novelista, así que a los siete años Anjali ya escribió su primer cuento. Desde entonces ha publicado cinco novelas para niños y tres obras para el público adulto. La librería de las nuevas oportunidades se ha traducido a distintos idiomas y es un éxito de crítica y público en muchos países de Europa. La autora vive en la costa Oeste del Pacífico con su esposo y sigue escribiendo, rodeada de muchos libros y cuatro gatos que siempre la acompañan.

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