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Authors: John Steinbeck

Tags: #Drama, Relato, otros

La perla (10 page)

BOOK: La perla
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Luego Kino se detuvo, incierto. Algo no había salido bien, una idea desconocida e inquietante trataba de abrirse paso hacia su conciencia.

Ranas y cigarras habían callado. El cerebro de Kino se despejó un poco y se dio cuenta del sonido: el agudo, lloroso, histérico grito de dolor ante la muerte.

En La Paz todo el mundo recuerda el regreso de la familia; puede que sólo unos viejos lo vieran, pero también lo recuerdan aquellos que lo oyeron de labios de sus padres y abuelos. Es un suceso que parece haber ocurrido, a todos y cada uno.

Estaba ya muy avanzada la tarde áurea cuando los primeros chiquillos llegaron corriendo a la ciudad con la nueva de que Kino y Juana regresaban. Todos salieron a recibirlos. El sol se encaminaba hacia las montañas del Poniente y las sombras eran desmesuradamente largas sobre el polvo. Tal vez fuera éste el detalle que más impresión les produjera.

Entraban los dos en la ciudad por el camino del interior, y no iba Juana detrás de Kino como siempre, sino a su lado. Tenían el sol a la espalda y parecían empujar ante sí largas tiras de sombra. Kino llevaba un rifle al brazo y Juana un chal formando una pelota a la espalda. El chal estaba manchado de sangre seca y oscilaba con el paso de ella, cuyo rostro estaba endurecido por la fatiga y por la tensión con que intentaba dominar a aquélla. Sus grandes ojos miraban al vacío. Los labios de Kino estaban apretados, como sus mandíbulas, y explican los testigos que el miedo iba con él, peligroso como una tormenta en ciernes. Relatan los mismos que ambos parecían distantes de cuanto existía de humano; habían atravesado la tierra del dolor y alcanzado la margen opuesta; había algo mágico en torno a ellos. Los que habían acudido a recibirlos se apartaban sin dirigirles la palabra.

Kino y Juana atravesaron la ciudad como si no existiera. Sus ojos no dejaron un momento de mirar adelante, sus piernas se movían mecánicamente, como si lo hubieran aprendido demasiado bien, y su rigidez era terrible. La ciudad se asomaba a las puertas y ventanas de sus paredes encaladas a mirarlos. Kino y Juana descendieron de la ciudad al arrabal de los pescadores, y sus vecinos les abrieron paso. Tomás alzó la mano en un saludo que no llegó a aflorar a sus labios y la mano permaneció vacilando un momento en el aire.

En los oídos de Kino la Canción Familiar era aguda como un grito, y era un grito de batalla.

Atravesaron la requemada plazuela que había ocupado su choza y no se dignaron mirarla. Bordearon los chaparrales que crecían frente a la playa y se acercaron al agua, sin mirar la destrozada canoa de Kino.

Al llegar al agua se detuvieron y miraron hacia el Golfo. Kino dejó en el suelo su rifle, rebuscó entres sus ropas extrajo la gran perla. Contempló su superficie gris y suave. Ante sus ojos desfilaban rostros malignos entre resplandor de llamas. En la nacarada superficie veía los ojos agónicos del trampero ahogándose y a Coyotito en el fondo de la caverna con la cabeza partida de un balazo. La perla era fea, gris, maligna. Kino oía su música, melodía de locura.

Temblándole la mano se volvió hacia Juana enseñándole la joya. Ella seguía a su lado con el sanguinolento saco al hombro; miró la perla en la mano de él, luego a sus ojos y dijo en voz baja:

—No, tú.

Kino echó atrás el brazo y lanzó la perla con toda su fuerza. La vieron brillar unos instantes a la luz del sol y luego la salpicadura en el mar a lo lejos. `

Permanecieron largo rato con la mirada puesta en el mismo punto.

La perla entró en el seno de las aguas verdosas y descendió lentamente hasta el fondo.

Los ondulantes tallos de las algas la atrajeron y ella se dejó abrazar. Las luces verdes del mar se repetían con gran belleza en su superficie.

Por encima, el agua era un espejo ondulante. Un cangrejo que se arrastraba entre el limo levantó una nube de arena y cuando el agua recobró su nitidez la perla había desaparecido.

Y su música se convirtió en un murmullo que no tardó en extinguirse.

JOHN STEINBECK (1902-1968), nació en Salinas, California, miembro de una familia de clase media. Se abrió camino por su cuenta trabajando durante su estancia en la Universidad de Stanford, aunque nunca se graduó. En 1925 se trasladó a Nueva York, donde intentó durante unos pocos años establecerse como escritor, pero no lo logró y regresó a California. Después de publicar algunas novelas y cuentos, Steinbeck llegó a conocerse ampliamente con
Tortilla Flat
(1935), una serie de historias humorísticas sobre los
paisanos
de Monterrey.

Las novelas de Steinbeck se pueden clasificar como novelas sociales que se ocupan de los problemas económicos de los trabajadores de zonas rurales, pero también hay una racha de culto a la tierra en sus libros, que no siempre están de acuerdo con su enfoque sociológico. Después del humor áspero y terrenal de
Tortilla Flat
, se trasladó a la ficción más grave, a menudo agresivo en su crítica social, como en
Hubo una vez una guerra
(1936), que trata de las huelgas de los recolectores de fruta en las plantaciones de California. Esta fue seguida por
De ratones y hombres
(1937), la historia de Lennie el gigante idiota, y una serie de admirables relatos cortos reunidos en el volumen
El Valle Largo
(1938). En 1939 publicó lo que se considera su mejor obra,
Las uvas de la ira
, la historia de los arrendatarios de Oklahoma que, incapaces de ganarse la vida de la tierra, se mudó a California donde se convirtieron en trabajadores migratorios.

Entre sus últimos trabajos cabe mencionar
Al este del Edén
(1952),
El invierno de mi desazón
(1961), y
Los viajes con Charley en busca de América
(1962), un diario de viaje en la que Steinbeck escribió sobre sus impresiones durante una gira de tres meses en un camión que lo llevó a través de cuarenta estados americanos. Entre otros galardones, recibió el Premio Nobel de Literatura en 1962. Murió en Nueva York en 1968.

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