Los confidentes (25 page)

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Authors: Bret Easton Ellis

Tags: #Drama, Relato

BOOK: Los confidentes
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Abro la puerta del cuarto de baño y veo al niño, blanco, rubio, puede que de diez u once años, que lleva una camisa con un pequeño caballo, vaqueros de diseño descoloridos, y tiene las manos atadas a la espalda con una cuerda y los pies sujetos con otra y Peter ha metido algo en la boca del niño y ha puesto cinta aislante por encima y el niño tiene los ojos abiertos y llora, dando patadas a los costados de la bañera donde le ha metido Peter y cierro de un portazo el cuarto de baño y me pongo a gritarle delante de la cara:

–¿Qué cojones crees que estás haciendo, gilipollas? ¿Qué cojones has hecho, jodido gilipollas?

Peter está mirando tranquilamente la pantalla de la tele.

–Nos proporcionará dinero -murmura, tratando de apartarme.

Yo le aprieto con fuerza sus gordos y fornidos hombros y continúo gritando:

–¿Por qué?

Me domina el pánico y eso hace que levante el puño golpeando a Peter con él en la cara y Peter no se mueve. Se echa a reír, los sonidos que salen de su boca no tienen sentido, no tienen relación con nada de lo que yo haya oído alguna vez.

Le golpeo la cara con fuerza y al cabo de seis puñetazos me agarra el brazo, retorciéndomelo con tanta fuerza que creo que me lo va a partir en dos, y caigo lentamente al suelo, primero una rodilla y después la otra, y Peter sigue retorciéndomelo con más fuerza y ya no sonríe y gruñe, en voz baja y muy despacio, cuatro palabras:

–Cierra… ese… jodido… pico.

Me da un tirón del brazo, retorciéndomelo todavía más, y caigo de espalda, y él me suelta y me quedo allí durante largo rato hasta que por fin me levanto y trato de beber una cerveza y me tumbo en el sofá y me duele el brazo y el niño deja de hacer ruidos al cabo de un tiempo.

Me entero de que el niño iba en monopatín por el aparcamiento de la Galleria y que Peter y Mary le estuvieron siguiendo la pista durante toda la mañana y Peter dice que «nos aseguramos de que no miraba nadie» y Mary (ésta es la parte que más me costó imaginar, porque no consigo entender que la chica se mueva) se acerca al niño cuando éste se ata el cordón de un zapato y Peter abre la puerta trasera de la furgoneta y sencillamente, sin ningún esfuerzo, agarra al niño, lo levanta y con toda tranquilidad lo mete en la parte de atrás de la furgoneta y Mary conduce hasta aquí y Peter me dice que aunque pensó en venderle el niño a un vampiro que conoce, que vive en West Hollywood, prefiere tratar con los padres del niño y que el dinero que consigamos servirá para pagar a un marica que se llama Spin y luego nos iremos a Las Vegas o a Wyoming y quedo tan desconcertado al oír esto que no consigo decir nada y ni siquiera tengo idea de dónde está Wyoming y Peter tiene que enseñarme un mapa de un libro y es un estado rojo que parece muy lejos.

–Las cosas no son así -le digo.

–Tío, el problema que tienes, lo que más te jode, es que siempre estás tenso, tío, no te relajas.

–¿Es cierto eso, tío?

–Te sienta mal. Te sienta muy mal, colega -dice Peter-. Tienes que aprender a dejarte ir, a flotar. A relajarte.

Pasarán tres días y Peter verá dibujos animados y se olvidará del niño que está en la bañera y hará, igual que Mary, como que el niño no existe, y yo intentaré mantener la calma, haciendo como que sé lo que van a hacer, lo que van a conseguir, aunque no tenga ni idea de lo que pasará.

Voy al lavacoches porque me despierto y Peter calentará una cuchara delante de la tele y Mary dará tumbos, delgada y morena, y Peter hará chistes mientras la pica y se picará él y antes de ir al lavacoches fumo costo y veo dibujos animados con Peter y Mary vuelve al colchón y a veces oigo que el niño patalea contra la bañera, completamente aterrado. Ponemos la radio alta, rogando que el chico pare, y meo en el fregadero de la cocina o voy a la estación de servicio Mobil del otro lado de la calle a cagar y no les pregunto a Peter y Mary si le dan de comer al niño. Volveré a casa del lavacoches y veo cajas vacías de Winchell y bolsas de McDonald's pero no sabré si la comida ha sido para ellos o para el niño y el niño se revuelve dentro de la bañera en plena noche e incluso con la radio y la tele puestas se le puede oír, dándote la esperanza de que lo oirá alguien de fuera, pero cuando voy fuera no se oye nada.

–Atiende, tú -dice Peter-. Atiende.

–¿Que atienda a qué cojones?

–A que no se oye nada -dice Peter.

–Estás… mintiendo -digo yo.

–Oye, Mary -grita él-. ¿Tu oyes algo?

–No se lo preguntes, tío -digo-. Está… jodida, tío.

–Por eso tienes que hacer algo -dice él.

–Mierda, tío -protesto yo-. Es todo por culpa tuya, tío.

–¿El que haya venido a Los Ángeles es culpa mía? – pregunta.

–El agarrar a ese niño.

–Por eso tienes que hacer algo.

Al cuarto día Peter se da cuenta de algo.

–No sé qué quieres decir de verdad cuando dices eso -le digo, a punto de llorar, después de que me explique su plan.

–¿Vamos a matar al niño? – repite, pero de hecho ya no es una pregunta.

A la mañana siguiente me levanto tarde y Peter y Mary están en la habitación del fondo totalmente pasados, tirados sobre el colchón, y la tele está encendida y bolas animadas, azules y borrosas y con cara, se persiguen unas a otras con martillos enormes y picos y el sonido está tan bajo que hay que imaginar lo que se dicen unas a otras y cuando estoy en la cocina abro una cerveza y meo en el fregadero y me meto en la boca lo que queda de un Big Mac que está sobre la encimera, masticando, tragando, y me pongo unos pantalones con peto nuevos y estoy a punto de irme cuando veo que la puerta del cuarto de baño está abierta y allí que voy, con cuidado, temiendo que Peter le haya vuelto a hacer algo al niño ayer por la noche, pero al final no consigo mirar, conque me limito a cerrar la puerta rápidamente y me dirijo en coche a Reseda, al lavacoches, porque hace dos noches entré, muy colocado, y el niño estaba boca abajo, con los pantalones enroscados en los tobillos, y tenía el culo manchado de sangre y me marché y la siguiente vez veo que el niño está limpio, vestido, incluso le han peinado, aunque sigue atado y con un calcetín en la boca, aterrado, con los ojos más rojos que los míos.

Llego tarde al lavacoches y un judío me grita algo y yo no contesto, me limito a entrar en un largo túnel oscuro y a salir por el otro extremo, donde seco un coche con un tipo que se llama Asylum que se considera «loco de verdad» y toda la gente del valle quiere que le laven el coche hoy y yo sigo secando los coches, sin preocuparme del calor que hace, sin mirar a nadie, sin hablar con nadie excepto con Asylum.

–Ya no estoy ni siquiera preocupado -le digo-. ¿Sabes? Ni desconfío ni nada.

–Vamos, que te la suda todo, ¿no? – pregunta Asylum-. ¿Es eso? ¿Me aclaro o qué?

–Sí -digo yo-. No me importa nada.

Termino de secar un coche y estoy esperando a que el siguiente salga del túnel y me fijo en un niño pequeño que está parado junto a mí. Lleva un uniforme escolar, mira cómo salen los coches del túnel, y poco a poco me va dominando la paranoia.

Sale un coche en la cinta continua y Asylum se dirige hacia mí.

–Ése es el coche de mi mamá -dice el niño.

–¿Sí? – digo yo-. ¿Y qué cojones pasa?

Me pongo a secar una furgoneta Volvo con el niño todavía a mi lado.

–Me estoy cabreando -le digo al niño-. No me gusta que me mires.

–¿Por qué? – pregunta.

–Porque me entran ganas de partirte la cara o algo así, ¿sabes? – digo, con los ojos entrecerrados debido al vapor.

–¿Por qué? – pregunta.

–Haré como que no me entero de que hablas conmigo -le digo esperando que se marche.

–¿Por qué?

–Eres un jodido mamón que me hace una pregunta idiota como si fuera algo importante.

–¿Crees que es importante? – pregunta el niño.

–¿Estás hablando conmigo? – le pregunto al niño.

El niño asiente orgullosamente con la cabeza.

–No sé por qué necesitas hacerme esa pregunta, tío, no sé. – Suspiro-. Es una pregunta idiota.

–¿Qué es «necesitas»? – pregunta el niño.

–Idiota, idiota, idiota -murmuro.

–¿Por qué es idiota?

–Es innecesaria, retrasado mental de mierda.

–¿Qué es «innecesaria»?

Harto, me dirijo al niño.

–Lárgate de aquí, mamón.

El niño se ríe y se acerca a una mujer que toma un Tab y mira fijamente un bolso Gucci y seco el Volvo deprisa y Asylum me habla de una chica que se folló ayer por la noche que parecía una mezcla de murciélago y araña muy grande y por fin abro la puerta para que se suba la mujer del Tab y el niño y de repente hace tanto calor que tengo que secarme el sudor de la cara con una mano sucia y el niño sigue mirándome mientras la mujer se aleja conduciendo.

Peter sale hacia las diez de la noche porque tiene que hacer unas cosas y dice que volverá a las doce. Trato de ver la tele pero el niño empieza a revolverse y yo pierdo los nervios, de modo que entro en mi habitación, donde Mary está tumbada en el colchón, con las luces apagadas y las ventanas abiertas, pero sigue haciendo calor y la miro y le pregunto si quiere compartir un canuto.

Ella no dice nada, se limita a mover la cabeza despacio de verdad.

Me dispongo a irme, cuando Mary dice:

–Oye, tío… quédate… ¿por qué no te… quedas?

La miro.

–¿Quieres saber lo que estoy pensando?

Mary abre la boca, con los ojos casi en blanco.

–No.

–Estoy pensando, tía, esta chica está jodida -le digo-. Estoy pensando que cualquier chica que ande con Peter tiene que estar jodida.

–¿En qué más estás pensando? – susurra.

–No lo sé. – Me encojo de hombros-. Estoy… cachondo. – Pausa-. Peter no volverá a casa hasta… ¿cuándo? ¿Las doce?

–¿Y… qué más?

–Mierda, ¿por qué no te quedas y ves lo que pasa?

–Oye… -Traga saliva-. No… quiero verlo.

Me siento en el colchón junto a ella, que trata de sentarse pero termina por apoyarse en la pared y me pregunta por mi trabajo.

–¿De qué coño estás hablando? – pregunto-. ¿Quieres saber cómo me ha ido el día lavando coches?

–¿Qué… pasó? – Respira a fondo.

–Había un coche lavándose -le digo-. Había un niño monstruoso. Eso fue lo único interesante. Puede que haya sido el día más interesante de mi vida. – Estoy cansado y el canuto que he encendido se apaga demasiado pronto y me estiro más allá de ella y agarro las cerillas que hay junto a una cuchara y una bolsa de plástico asquerosa al otro lado del colchón y enciendo el canuto y le pregunto cómo conoció a Peter.

Ella no dice nada durante mucho tiempo y no puedo decir que eso me sorprenda. Cuando habla, lo hace en voz tan baja que casi no consigo oírla y me acerco a ella, que murmura algo y tengo que preguntarle qué está diciendo, y el aliento le huele a algo como a muerte. En la radio los Eagles cantan
Tómalo con calma
y trato de cantar con ellos.

–Peter hizo… algo horrible… en el desierto.

–¿Sí? – pregunto-. No lo dudo. – Otra calada y luego-: ¿Como qué?

Ella asiente con la cabeza como si agradeciera que le haya preguntado.

–Conocimos a un chico en Carson… y nos proporcionó un material bueno de verdad. – Se pasa la lengua por los labios y yo me pongo triste-. Y… anduvimos con él… cierto tiempo… y el tipo era amable de verdad y una vez cuando Peter salió a por unos donuts… salió a por unos donuts… y ese tipo y yo empezamos a hacer el tonto. Era agradable… -Está ida, tan drogada que yo también me coloco y ella se interrumpe y me mira para asegurarse de que estoy aquí, escuchando esto-: Peter entró…

Tengo la mano en su rodilla y ella la mira como si no le importase y yo vuelvo a asentir con la cabeza.

–¿Y sabes lo que hizo? – pregunta.

–¿Quién? ¿Peter? – pregunto-. ¿Qué?

–Adivínalo. – Suelta unas risitas.

Hago una pausa durante mucho tiempo antes de decir:

–¿Se comió… los donuts?

–Llevó al tipo al desierto.

–¿Sí? – Muevo la mano por su muslo, que es huesudo y duro y está cubierto de polvo, y deslizo la mano por él.

–Sí… y le disparó un tiro en un ojo.

–Uau -digo yo-. Sé que Peter haría una mierda así. De modo que no me sorprende ni nada de eso.

–Luego empezó a gritarme y le bajó los pantalones al tipo y sacó una navaja y le cortó… la cosa al tipo y… -Mary se interrumpe, empieza a soltar risitas, yo también empiezo a soltar risitas-. Y me la tiró y dijo: ¿es eso lo que quieres, so puta, es eso? – Se ríe histéricamente y yo también me río y seguimos riéndonos durante un tiempo que parece larguísimo y una vez que ella se interrumpe y empieza a llorar, con ganas de verdad, sollozando y todo eso, yo quito la mano de su pierna-. Es todo lo que tenemos que hablar -dice, sollozando.

De todos modos intento follármela pero ella está tan tensa y seca y colocada que me hago daño de modo que lo dejo durante un rato. Pero todavía sigo muy cachondo de modo que intento que me la chupe pero ella se duerme y la apoyo en la pared y se la meto en la boca pero eso no funciona y termino meneándomela pero ni siquiera me corro.

Me despierto porque están dando unos golpes tremendos a la puerta. Es tarde y el sol está alto y entra por la ventana dándome de lleno en la cara, y me levanto y paseo la vista alrededor y no veo a Peter ni a Mary por ninguna parte y me levanto pensando que son ellos los que llaman y voy y abro, cansado, fuera de combate, y es un chico joven y bronceado, con el pelo rubio, en bastante buena forma, camiseta sin mangas, náuticos, pantalones cortos, unas Vuarnet, y se queda allí como si fuera todo lo que necesito.

–¿Qué quieres, tío? – pregunto.

–Busco a alguien -dice, añadiendo-: tío.

–Pues ese alguien no está aquí -digo, disponiéndome a cerrar la puerta.

–Colega -dice el tipo.

–Quiero que te vayas -digo.

El tipo empuja la puerta con la mano y pasa junto a mí.

–Oye, tío -digo-. ¿ Qué coño quieres?

–¿Dónde está Peter? – me pregunta-. Ando buscando a Peter.

–No está.

El tipo mira por el apartamento, comprobándolo todo. Por fin se apoya en el respaldo del sofá y después de mirarme pregunta:

–¿Qué coño estás mirando?

–No estoy cabreado -digo-. Sólo estoy muy cansado. Lo único que quiero es que todo esto se termine pronto porque no lo puedo soportar más.

–Límitate a decirme dónde coño está Peter -dice el tipo.

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