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Authors: Matthew Stover

Punto de ruptura (3 page)

BOOK: Punto de ruptura
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—Un pedazo de metal muy afilado, señor. —Mace inclinó la cabeza un centímetro a la derecha—. O de cerámica. O de transpariacero. De carbonita, incluso.

Palpatine respiró hondo, como intentando contener un escalofrío.

—Parece... terriblemente basto. Y doloroso.

—A veces lo es, señor. No siempre. —No se molestó en explicar cómo lo sabía—. Pero estos cortes están en paralelo, y casi todos tienen la misma extensión; es como si la mujer estuviera muerta antes de que le hicieran los cortes. O al menos inconsciente.

—O que... —el agente sorbió, y tosió con aire de disculpa— ...estuviera, bueno, atada.

Mace le miró fijamente. Yoda cerró los ojos. Palpatine agachó la cabeza, como sumido en el dolor.

—El conflicto de Haruun Kal tiene, eh, un historial de, bueno, llamémosle “tortura recreativa”. En ambos bandos —el agente enrojeció como si le avergonzara conocer semejante cosa—. A veces, la gente..., la gente odia tanto que no le basta con matar al enemigo...

Un puño se cerró en el pecho de Mace. Que ese débil hombrecillo —ese civil— pudiera acusar a Depa Billaba de semejante atrocidad, aunque sólo fuera por implicación, era algo que le inundaba el corazón de una ira enfermiza. Una mirada larga y fría le mostró todos los lugares del débil cuerpo de ese débil hombre donde podría matarlo con un único y preciso golpe. El agente palideció como si pudiera contar los golpes en los ojos de Mace.

Pero hacía demasiado tiempo que Mace era un Jedi como para permitir que la ira se apoderase de él. Una o dos respiraciones profundas aflojaron el puño que le apretaba el corazón, y se irguió.

—No he visto nada que indique la participación de Depa.

—Maestro Windu... —empezó a decir Palpatine.

—¿Cuál era el valor militar de ese poblado?

—¿E1 valor militar? —El agente parecía sobresaltado—. Ninguno, supongo. Sólo eran exploradores selváticos balawai.
Jups
, los llaman. Algunos
jups
actúan como si fueran tropas de civiles, pero los miembros de esas topas son casi siempre hombres. Allí había seis mujeres. Y los milicianos nunca, esto..., nunca llevan, eh. niños...

—Niños —repitió Mace.

El agente asintió con reticencia.

—Tres. Mmm, los bioescáneres indican una niña de unos doce años, y dos más que debían de ser mellizos. Un niño y una niña. De unos nueve años. Tuvimos que emplear los bioescáneres...

Sus ojos enfermizos suplicaron a Mace que no le dejara acabar. Unos días en la jungla apenas habían dejado de ellos lo suficiente para identificarlos de otro modo.

—Comprendo —dijo Mace.

—No eran milicianos, Maestro Windu. Sólo exploradores selváticos balawai que estaban donde no debían y cuando no debían.

—¿Exploradores selváticos? —Palpatine parecía educadamente interesado—. ¿Y qué son los balawai?

—Gente de fuera del planeta, señor —dijo Mace—. Las junglas de Haruun Kal son la única fuente que existe de corteza de thyssel, y de hoja de portaak, de jinsol, de tyruun y de lamma. Entre otras cosas.

—¿Especias y maderas exóticas? ¿Y son lo bastante valiosas como para atraer a emigrantes de otros mundos? ¿A una zona de guerra?

—¿Ha visto el precio que tiene la corteza de thyssel?

—Yo... —Palpatine sonrió con pesar—. La verdad es que no me interesa. Supongo que mis gustos son más pedestres. Se puede sacar a un chico del Borde Medio, pero...

Mace meneó la cabeza.

—Eso no es relevante, señor. Aquí la cuestión es que eran civiles. Depa no se implicaría en algo semejante. No puede.

—Apresurada tu declaración es —repuso Yoda con gravedad—. Toda la evidencia me temo no hemos visto.

Mace miró al agente, que volvió a sonrojarse.

—Bueno, esto, sí... El Maestro Yoda tiene razón. Esta, eh, grabación... —movió la cabeza a su alrededor, señalando a los fantasmales cadáveres que llenaban el despacho— ...se hizo con el equipo de los exploradores, que está adaptado para el trabajo de Haruun Kal. ya que la electrónica más sofisticada...

—No necesito lecciones sobre cómo es Haruun Kal —interrumpió Mace con voz cortante—. Quiero esas pruebas.

—Sí, claro que sí, Maestro Windu... —El agente rebuscó un segundo o dos en su bolsa de viaje, y luego sacó un anticuado óvalo de cristal de datos. Se lo entregó—. Es, eh, sólo de audio, pero... hemos analizado la voz. No es exacta, y hay ruido de ambiente: otras voces, los ruidos de la jungla y esas cosas, pero hay una probabilidad de coincidencia de un noventa por cien.

Mace sopesó el óvalo de cristal. Se le quedó mirando. Allí. Justo allí, bastaría con clavar la uña para partirlo en dos.
Debería hacerlo
, pensó.
Romper esta cosa. Partida ahora mismo en dos. Destruirla sin escucharla.

Porque lo sabía. Podía sentirlo. En la Fuerza. Líneas de tensión brotaban del óvalo como las escamas de escarcha que cubren el transpariacero superfrío. No conseguía identificar la pauta, pero sí sentir su poder.

Esto podía ser feo.

—¿Dónde la encontró?

—Estaba, eh, en el lugar. De la masacre. Estaba..., bueno, en ese lugar. —¿Dónde la encontró?

El agente se encogió.

Mace volvió a respirar hondo. Y otra vez. Con la tercera inspiración se le relajó el puño del pecho.

—Disculpe.

A veces olvidaba lo intimidante que encontraban algunos hombres su voz y su altura. Por no mencionar su reputación. No deseaba que le tuvieran miedo.

Al menos no los hombres leales a la República.

—Por favor —dijo—. Puede ser importante.

El agente farfulló algo.

—¿Perdón?

—He dicho que estaba en la boca de la mujer. —Agitó la mano en dirección al cadáver holográfico que estaba a los pies de Mace—. Alguien le había... cerrado y sujetado la mandíbula para que los carroñeros no llegaran a ella cuando..., bueno, ya sabe, los carroñeros prefieren la.... la..., la lengua...

La náusea estalló bajo las costillas de Mace. Sintió un cosquilleo en las yemas de los dedos. Miró la imagen de la mujer. Esas marcas de su cara... Las había considerado sólo marcas, algún tipo de hongo o una colonia de moho. Ahora sus ojos veían lo que eran, y deseó que no lo hicieran: bultos de color dorado mate bajo la mandíbula.

Espinas de latonbejuco.

Alguien las había utilizado para cerrarle la mandíbula.

Tuvo que apartar la vista Se dio cuenta de que también necesitaba sentarse El agente continuaba hablando.

—Nuestro jefe de estación recibió una llamada y me envió a comprobarla. Alquilé un rondador de vapor a unos
jups
arruinados, contraté a un puñado de lugareños que sabían manejar armas pesadas y fuimos hasta allí. Lo que encontramos... Bueno, ya puede verlo. Ese óvalo de datos..., cuando lo encontré...

Mace miró fijamente al hombre, como si no lo hubiera visto nunca antes. Y no lo había hecho; sólo ahora le veía, por fin, de verdad. Era un hombrecillo mediocre, de rostro blando y voz insegura, con alergias y manos temblorosas. Un hombrecillo mediocre que debía de tener una gran fortaleza interior, que Mace apenas podía imaginar, para haberse dirigido a esa escena que Mace apenas podía encajar viéndola en una imagen láser translúcida y limpia de sangre; para haber tenido que olerlos, incluso tocarlos; para abrirle la boca a una mujer muerta...

Y después traer las grabaciones aquí y revivirlo nuevamente todo...

Mace podría haberlo hecho. Eso creía. Probablemente. Había viajado mucho, y visto algunas cosas.

Pero no como ésta.

—Nuestras fuentes están muy seguras de que la llamada procedía del propio FLM —dijo el agente.

Palpatine le miró inquisitivo. Mace habló sin apartar la mirada del agente.

—El Frente de Liberación Mesetario, señor. Es el grupo partisano de Depa; "mesetario" es una traducción aproximada de korunnai, el nombre que se dan las tribus de la montaña.

—¿Korunnai? —Palpatine frunció el ceño con aire ausente—. ¿No es ése su pueblo, Maestro Windu?

—Mi... tribu —se obligó a separar la mandíbula—. Sí, Canciller. Tiene usted buena memoria.

—Es un truco de político —Palpatine sonrió de una forma autoindulgente y le quitó importancia con un gesto de la mano—. Continúe, por favor.

El agente se encogió de hombros, como si no le quedara más por contar.

—Estamos recibiendo muchos... informes preocupantes. Ejecuciones de prisioneros. Emboscadas a civiles. Por parte de ambos bandos. Normalmente no se pueden verificar. La selva... se lo traga todo. Así que cuando recibimos esta llamada...

—Lo encontraron porque alguien quería que lo encontraran —acabó Mace por él—. Y ahora cree...

Mace giró el óvalo de datos una y otra vez entre los dedos, observando cómo captaba destellos de luz.

—Cree que han podido matar a esa gente sólo para entregar este mensaje.

—¡Qué idea más horrible! —Palpatine se apoyó despacio en el borde de su escritorio. Se dirigió al agente—. Eso no puede ser cierto, ¿verdad? El agente se limitó a mantener la cabeza gacha.

Las orejas de Yoda se inclinaron hacia atrás, y sus ojos se estrecharon. —En algunos mensajes... cómo se presentan lo más importante es. Secundario su contenido es.

Palpatine negó con la cabeza, incrédulo.

—Esos partisanos del FLM. ¿Se han aliado con ellos? ¿Los Jedi se han aliado con ellos? ¿Qué clase de monstruos son?

—No lo sé —Mace devolvió el óvalo al agente—. Vamos a descubrirlo. El hombre lo insertó en un puerto situado en un costado del holoproyector y accionó un interruptor.

Los altavoces de onda de fase del holoproyector hicieron que la selva que los rodeaba cobrara vida con los nidos: el rumor del viento agitando las hojas, el chirrido de los gritos de insectos, el suave chillido de los pájaros al pasar, el aullido y los gruñidos de lejanos depredadores. Por entre los remolinos y burbujeos de sonido vagaba un susurro sinuoso, como una serpiente de río. Un susurro humano, o casi humano. Una voz murmurando algo en básico: palabras y frases ocasionalmente comprensibles, y que a veces se perdían bajo la distorsión de las ondas de la superficie acústica. Mace captó las palabras "Jedi", y "noche" —o "coche"— y algo sobre "mirar entre las estrellas...".

Miró a la gente con el ceño fruncido.

—¿No puede limpiar esto?

—Está limpio —respondió, sacando un datapad de su bolsa de viaje. Lo encendió, apretando una tecla, y se lo pasó a Mace—. Hemos hecho una transcripción. Es provisional. Es lo máximo que hemos conseguido.

La transcripción era fragmentada, pero bastó para que a Mace se le
pusiera el vello de los brazos de punta: "El Templo Jedi... enseñó (o puede
que avisó)... oscuridad... un enemigo. Pero... Jedi... al abrigo de la noche".

Un susurro estaba completamente claro. Leyó las palabras en la pantalla del datapad mientras el susurro parecía brotar justo detrás de su hombro.

"Utilizo la noche, y la noche me utiliza a mí."

Se le olvidó respirar. Eso era malo.

Empeoró.

El susurró cobró fuerza y se tornó una voz. Una voz de mujer.

La voz de Depa.

En el datapad de su mano, y murmurando en el aire, a su espalda...

"Me he convertido en la oscuridad de la selva."

La grabación continuó hablando. Y hablando.

El murmullo le vació de emoción, de fuerza, hasta de pensamiento: cuanto más desvariaba ella, más vacío se sentía él. Pero sus últimas palabras se las arreglaron para provocarle un último impacto en el pecho.

Ella le hablaba a él..

"Sé que vendrás a por mí, Mace. Nunca debiste enviarme aquí. Y yo no debí haber venido nunca. Pero no se puede deshacer lo que ya se ha hecho. Sé que crees que me he vuelto loca. No es así. Lo que me ha pasado es mucho peor."

"Me he vuelto cuerda"

"Por eso vendrás, Mace. Por eso tendrás que venir."

"Porque no hay nada más peligroso que un Jedi que ha encontrado la cordura."

La voz se perdió en los ruidos de la jungla.

Nadie se movió o habló. Mace se sentó, apoyando la barbilla en los dedos entrelazados. Yoda se apoyó en el bastón, con los ojos cenados y la boca apretada por el dolor interior. Palpatine miró solemne a la selva holográfica, como si pudiera ver algo real más allá de sus límites.

—Esto..., eh, es todo —dijo el agente, alargando una mano dubitativa hacia el holoproyector y moviendo un interruptor. La selva se desvaneció como un mal sueño.

Todos se agitaron, reaccionando, arreglándose la ropa. El despacho de Palpatine parecía ahora irreal, como si el limpio suelo alfombrado, las líneas cortantes de los muebles, el aire puro filtrado y el paisaje de Coruscant que llenaba los grandes ventanales fueran la proyección holográfica; y, en realidad, todavía estuvieran en la selva.

Como si lo único real fuera la selva.

Mace habló primero.

—Ella tiene razón —alzó la cabeza de las manos—. Tengo que ir tras ella. Solo.

Palpatine alzó las cejas.

—Eso parece... imprudente.

—De acuerdo con el Canciller Palpatine estoy —dijo Yoda despacio—. Un gran riesgo hay. Demasiado valioso eres. Enviar a otros debemos.

—No hay otro que pueda hacer esto.

—Seguramente, Maestro Windu —la sonrisa de Palpatine era de respetuosa incredulidad—, un equipo de operaciones encubiertas del Servicio de Inteligencia de la República, o incluso un equipo de Jedi...

—No —Mace se levantó y echó atrás los hombros—. Debo ir yo.

—Por favor, todos comprendemos su preocupación por su antigua estudiante, pero seguramente...

—Motivos debe de tener, Canciller Supremo —dijo Yoda—. Escucharlos debemos.

Ni siquiera Palpatine quiso discutir eso al Maestro Yoda.

Mace se esforzó por dotar de cierta seguridad a sus palabras. Su dificultad para hacerlo nacía de su forma especial de percepción. Había cosas que le resultaban tan evidentes que le costaba describirlas. Era como explicar que estaba lloviendo estando parado en medio de una tormenta.

—Si Depa se ha... vuelto loca, o, lo que es peor, ha caído en el Lado Oscuro —empezó a decir—, es vital que los Jedi sepamos por qué. Que descubramos qué le hizo eso. Mientras no lo sepamos, ningún Jedi deberá exponerse a ello más allá de lo absolutamente necesario. Por otro lado, esto también puede ser falso, un intento deliberado de incriminarla. El ruido de ambiente de la grabación... —Miró al agente—. Si su voz era falsa, sintetizada, por ejemplo, por ordenador, todo ese ruido podría servir para enmascarar la evidencia de la simulación, ¿no es así?

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