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Authors: Francisco Pérez Abellán

Tags: #Ensayo, #Intriga, #Policiaco

¿Quién es el asesino? (8 page)

BOOK: ¿Quién es el asesino?
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Los que conocían a la víctima apuntan que su mayor defecto era la desconfianza: ¡no se fiaba de nada, ni de nadie!


El hermano más próximo al muerto también era millonario. Estaba casado en segundas nupcias con una mujer amante de lo esotérico, aficionada a los adivinos y a todo lo sobrenatural. Además tenían otros dos hermanos que vivían en Argentina, ricos, y como todos ellos, sin hijos. La madre había dicho más de una vez con un punto de ironía: «La familia será mala, pero no tendrá descendencia». Y había tenido razón. Ninguno de los cuatro hermanos tuvo hijos, ni la hermana tampoco, porque los cinco eran estériles. El marido de la hermana enviudó y se juntó con otra mujer con la que sí tuvo descendencia.


El alguacil del pueblo más cercano a la finca contó que hablaba mucho con don José y que un día éste le confió que al entrar en su casa le salieron dos hombres al paso y se llevó un enorme susto.

La autopsia

El dictamen forense determinó con rotundidad que don José había sufrido un golpe violento con un objeto contundente en la cabeza, justo en el parietal derecho. El golpe le produjo una fuerte conmoción de la que le sobrevino la muerte. En el cuerpo del muerto estaban clavadas pequeñas astillas que podrían pertenecer a las tablas de la puerta rota por cuyo agujero le arrastraron para sacarle.

Más sobre los sospechosos


De
Jaime,
«El Pirindola», se supo que había desaparecido de la comarca después del crimen, creyéndose que estaba en la gran ciudad gastando como si hubiera recibido una herencia.


De
Pedro,
«El Recadero», se conoce que poco después del grave delito se asoció con otra persona del pueblo vecino y juntos establecieron un floreciente negocio.


De
Joaquín,
«El Trota», se llegó a saber que había vuelto un mes después de trabajar allí a la finca para hablar con el patrón, pero que llegó de noche y don José no le abrió, ofreciéndole únicamente que durmiera en el pajar y diciéndole que ya hablarían al día siguiente porque por las noches ni recibía, ni salía de casa. Ante aquel desaire,
Joaquín
no se quedó a dormir y desapareció sin llegar a hablar con el anciano solitario y maniático.

Más pistas


Bajo el colchón de la víctima fue encontrado un testamento ológrafo por el que cedía todos sus bienes para ser administrados por el ayuntamiento del pueblo al que pertenecía su finca, a favor de los menesterosos y los necesitados. Fue la última gran sorpresa que dejó su existencia.

Solución del enigma

Éste es el interesante crimen de «El heladero». Fue cometido por el trotamundos
Joaquín Martínez Puerto,
«El Trota», natural de Bocairente (Valencia), de 31 años de edad, soltero, el 13 de noviembre de 1954, hacia las nueve de la noche. Durante los inviernos,
Joaquín
se presentaba para ser contratado como jornalero en las masías, y en las temporadas veraniegas, se dedicaba a vender helados en el pueblo de Sitges. En una de sus correrías se ofreció para trabajar en las tierras de su víctima, el anciano millonario José Rosell Carol, que tenía ochenta hectáreas de buena y rica tierra junto a la localidad de San Miguel de Olérdola, vecina de Vilafranca del Penedés. Allí, en «Can Rosell», encontró trabajo y durante varios meses convivió en la propiedad observando los usos y costumbres del rico solitario, llegando a conocer cómo cada noche de madrugada bajaba a la bodega a por un vaso de rico vino. Con todos los datos que obtuvo, trazó un plan que dio vueltas en su cabeza hasta el momento de ponerlo en práctica.

Pero ¿qué consiguió con su crimen?

Joaquín
estaba sin modo de ganarse la vida, angustiado y hambriento. En el último grado de desesperación acudió a Vilafranca a ofrecerse como jornalero, pero sin conseguir que le contrataran. Fue entonces cuando tomó la determinación de ir a por lo que necesitaba y como se decía para sus adentros, «al viejo le sobraba con la vida miserable que llevaba». Movido por la rabia y la necesidad recorrió los siete kilómetros hasta San Miguel de Olérdola, y de allí, los tres hasta la finca, a la que llegó de noche. Su móvil no fue sólo el robo, por el que obtuvo 47.000 pesetas que su víctima llevaba envueltas en papel de estraza, atadas con una cinta negra y junto al punzón con la punta hacia arriba, sino también el odio que había acumulado contra el anciano al que tenía por egoísta, avaro y receloso, que prefería moverse entre suciedad y telarañas antes que pagar a una vieja sirvienta por no gastar, para seguir acumulando dinero. Ese dinero que tanta falta le hacía a
Joaquín,
que se veía mucho más capaz de disfrutar que él. Pero sus deseos se vieron truncados porque la policía le descubrió y entonces el crimen sumó otros dos números 13 a los tres ya señalados, porque los investigadores fueron a buscar al asesino a la pensión de Aseó en la que habitaba, situada en el número 13 de la calle, y la detención se efectuó finalmente en un bar de Reus, un día de enero de 1955, precisamente el día 13.

Nochebuena de nostalgia

E
l escenario le resultaba conocido. Estaba obligado a subir por un tajo profundo entre las rocas, abrupto y sinuoso. Arriba en una altura prominente se encontraba la finca de labor, con una casita de una sola planta. Ocupaba una de las márgenes del lecho seco de un riachuelo, con empinados montículos a ambos lados. Precisamente enfrente del lugar al que iba se levantaba otra propiedad casi gemela, también con una vivienda en un promontorio rodeado de tierras de labor. Conociendo al detalle todo eso, extremó el cuidado para no ser descubierto. Inició la subida tras dominar el paisaje con una mirada.

Era un paraje distante de la ciudad, campo de labor entre canteras, la otra gran actividad de estas tierras. Los campesinos estaban en sus tareas, demasiado ensimismados para fijarse en la figura solitaria que se esconde entre los riscos hasta llegar a la casa. Una vez allí no pierde el tiempo. Dando la vuelta a la fachada se dirige a la puerta lateral siguiendo un plan trazado cuidadosamente. Fuerza la madera y penetra en el interior. Actúa con tranquilidad porque sabe a ciencia cierta que nadie podrá sorprenderle. Abre cada una de las habitaciones y busca en ellas desordenando mantas y sábanas, forzando cofres y armarios. En algunos lugares muy ocultos, como conocía de antemano, fue encontrando alhajas y objetos de valor que guardó en una bolsa. Al rato de estar dentro, todo aparecía fuera de lugar como si hubieran sido varios los que, penetrando por la fuerza, hubieran alterado el orden dentro de un estridente alboroto. Sin embargo, no había nada más que soledad y silencio en la casa.

Quien se movía en su interior era capaz de darles la vuelta a los colchones, cambiar muebles de lugar, arrastrar ropas y herramientas de un lado para otro sin producir apenas ruido. Parecía estar preparando un escenario. Dominado durante muchos minutos por una frenética actividad fue paulatinamente calmándose hasta mostrarse satisfecho del trabajo realizado. Había empezado a anochecer cuando se sentó con muestras de cansancio junto a la puerta principal por la que estaba convencido de que habría de entrar Antonio, el dueño de la finca. Un hombre esencialmente bueno y trabajador que, como muy bien sabía quien ahora esperaba junto al acceso principal de su vivienda, en un lugar desde el que sería imposible verle hasta que ya no tuviera remedio, se había marchado por la mañana a la ciudad con la intención de hacer varias compras para aquella noche, la Nochebuena, que pensaba pasar seguramente solo pero en paz. Antonio estaba soltero y prefería celebrar las fiestas en su humilde cortijo aunque por su buen carácter había recibido muchas invitaciones de sus parientes. Pero no había tenido un buen año en lo personal, aunque consiguió salir a flote como otros muchos en lo económico, y se había decidido a cenar pronto, rodeado de soledad, lejos del bullicio para pasar sin sentir una fecha que le traía recuerdos de tiempos más felices, provocándole nostalgia de sus padres. Contaba poco más de cuarenta años pero podría decirse que ya tenía más afectos en el lado de allá de la muerte que en éste, tan ingrato, de la vida. No obstante, debido a su continua dedicación, su economía era buena, sacaba buena producción de la tierra y tenía el futuro asegurado. Ahora a Antonio sólo le faltaba congeniar con una mujer cabal que aceptara con gusto aquel vivir apartado que llevaba en la tranquilidad del campo, algo que entrañaba muchas compensaciones, mas que a cambio exigía aceptar el esfuerzo cotidiano que precisan los cuidados de una humilde propiedad, lejos de las comodidades de un centro urbano. Pero aquella tierra era de mujeres fuertes y valientes. Alguna de ellas sería al final su compañera si se empeñaba, aunque no acababa de decidirse por ninguna.

Desgraciadamente, el destino no le permitiría elegir una mujer, ni fundar una familia. Porque Antonio, que regresaba al hogar envuelto en la oscuridad de la noche, no disfrutaría de tiempo para casarse ni para tener hijos. Los pasos que estaba dando serían los últimos.

Con sus compras en una bolsa, llegó hasta la entrada principal de su casa sin que nada le pusiera en guardia. Al accionar la llave en la cerradura puso en marcha el mecanismo de la muerte. La persona oculta en la entrada se puso de pie agarrando fuertemente un cuchillo largo, de unos 22 centímetros. Antonio penetró en la vivienda del todo confiado pero no llegó a traspasar el umbral. Inesperadamente, recibió una cuchillada en el pecho. Una sola, pero mortal, que le hizo retroceder con la boca y los ojos muy abiertos. Dio varios traspiés y al fin quedó tendido fuera bajo un árbol.

Un criminal que se dio rápidamente a la fuga había matado al dueño de un cortijo. Pero ¿por qué le había quitado la vida? ¿Quién lo había asesinado?

Sospechosos

• Daniel,
hermano de Ana, una mujer de 30 años con la que la víctima sostuvo relaciones sentimentales. Pensaba que Antonio debería haberse casado con Ana aunque su propia hermana le reiteraba que entre ellos no hubo nada más que una buena amistad. Por el contrario, él sospechaba que Antonio se había aprovechado de Ana sin querer compartir con ella su fortuna.

• Toñín Domínguez,
pescador y en ocasiones empleado de las canteras. Un hombre abrumado por sus deudas. Conocía a la víctima y estuvo con ella precisamente la mañana del mismo día del crimen. Se embarcaba a menudo pero ni siquiera con la buena racha de trabajo conseguía salir de su bache económico.

• Juan,
de 46 años, jornalero, casado, con siete hijos, que mantenía relaciones ilícitas con Remedios, la hermana de la víctima, de la que hacía poco que había tenido un nuevo hijo, el primero para
Remedios,
pero el octavo para él. Desde hacía mucho,
Juan
aspiraba a hacerse con la finca que Antonio había levantado con tanto esfuerzo.

• Remedios,
la hermana de la víctima. Las relaciones entre los hermanos no iban bien desde mucho tiempo atrás. El fallecido le reprochaba a ella sus relaciones ilícitas con un hombre casado que además tenía una enorme cantidad de hijos, y
Remedios,
en cambio, pretendía que le cediera parte de la finca, que aunque sólo era fruto del trabajo de su hermano, según ella era patrimonio familiar.

Pistas


El cuerpo de Antonio fue descubierto por Pepín, el hijo de su primo hermano, que precisamente habitaba la casa del otro lado del cauce seco, la única cercana al lugar del crimen.


El descubrimiento se hizo a distancia, al ver el niño un cuerpo caído y distinguirlo como el de la víctima. Su madre se encargó de confirmar la noticia recorriendo el trecho entre las dos casas por retorcidos vericuetos.


No se encontró dinero ni objetos de valor en los bolsillos del cadáver ni en toda la casa.


El lugar donde fue asesinado Antonio estaba situado a varios kilómetros del arrabal del populoso barrio de una ciudad que se apiña junto a una playita.


Las tierras de labor pertenecientes a la finca estaban en la misma ladera del montículo en el que se edificó la casa. Cualquiera que hubiera trabajado allí conocería perfectamente el escenario de la tragedia.


No había fácil comunicación entre el lugar del crimen y sus alrededores. La casa sólo se hallaba cerca de la otra vecina que se alzaba a medio kilómetro, al otro lado del lecho del antiguo riachuelo.


Mientras Antonio, la víctima, gozaba de buena fama, su hermana
Remedios
estaba en boca de la gente por dar rienda suelta a sus sentimientos sin importarle nada más.

Más sobre los sospechosos

• Daniel,
que se creía con derecho a reclamarle a la víctima un comportamiento formal y cumplidor con su hermana, vio a Antonio el día del crimen, precisamente cuando éste bajó a la ciudad a hacer sus compras. Algunos especularon con la posibilidad de que hubiera aprovechado aquel momento para ir al domicilio de la víctima y esperarla allí hasta que llegara a primeras horas de la noche.

• Toñín Domínguez
se encontraba en un descanso entre dos períodos de embarque. Trataba a la víctima con cierta familiaridad. Según su primera declaración ante la Guardia Civil, la última vez que vio a Antonio con vida fue en su casa, lugar que conocía porque el propio Antonio se lo había enseñado.

• Juan
atravesó una época de encuentros cordiales con la víctima. Fue entonces cuando a sus espaldas comenzaron las relaciones ilícitas con su hermana. A partir de ese momento, las amistades se enfriaron e incluso pasaron por duros enfrentamientos.

• Remedios
había tratado siempre a su hermano con cierta suficiencia. Para ella, el mundo era algo más que aquellas dos casas enfrentadas en sendos promontorios. Más de una vez le había exigido a Antonio que le diera los medios para poder labrarse un porvenir, lejos de aquel aislamiento que le producía angustia y malestar.

Más pistas


La víctima estaba entregada por completo al quehacer de cultivar las tierras de su finca.

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