Una campaña civil (26 page)

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Authors: Lois McMaster Bujold

Tags: #Novela, Ciencia ficción

BOOK: Una campaña civil
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—Yo tampoco creo que fuera un accidente —dijo Szabo secamente—. Uno de mis mejores hombres pilotaba. También murió.

—Oh. Um. Pero ¿la muerte del propio Pierre no es sospechosa…?

Szabo se encogió de hombros.

—Creo que la tendencia familiar a esas enfermedades circulatorias no habría matado a Pierre si no hubiera estado demasiado deprimido para cuidarse.

—Yo lo intenté, Szabo —dijo Dono, Donna tristemente—. Después de ese episodio con los archivos médicos, se volvió increíblemente paranoico respecto a sus doctores.

—Sí, lo sé —Szabo empezó a palmearle la mano, se detuvo, y le plantó un suave puñetazo en el hombro. Dono sonrió con una mueca de aprecio.

—En cualquier caso —continuó Szabo—, está muy claro que ningún lacayo leal a Pierre (y todos lo eran, que Dios ayude al pobre hombre) soportaría cinco minutos a servicio de Richars. Su primera medida (y todos le hemos oído decirlo) sería eliminar a todos los que eran fieles a Pierre y sustituirlos por los suyos. La hermana de Pierre sería la primera en desaparecer, claro.

—Si Richars tuviera un gramo de sentido de la autoconservación —murmuró Dono ferozmente.

—¿Podría hacer eso? —preguntó Ivan, dubitativo—. ¿Echarte de tu casa? ¿No tienes derechos, según el testamento de Pierre?

—De la casa, del distrito y de todas partes —Dono sonrió, sombrío—. Pierre no hizo testamento, Ivan. No quería nombrar sucesor a Richars, y siguió pensando hasta el final, creo, que acabaría teniendo un heredero propio. Demonios, Pierre puede que incluso esperara vivir cuarenta años más, con la medicina moderna. Todo lo que yo habría tenido como lady Donna es el dinero de mis propias dotes. Las cuentas están en las últimas.

—No me sorprende —dijo Ivan—. Pero ¿de verdad crees que puedes hacer que esto funcione? Quiero decir que Richars es el presunto heredero. Y seas lo que seas ahora, no eras el hermano menor de Pierre en el momento de su muerte.

—Ése es el argumento legal más importante del plan. Sólo se hereda un condado en el momento de la muerte del predecesor si ya se ha jurado ante el Consejo. Por otro lado, el Distrito no es heredable hasta el momento en que los condes lo confirman. Y en ese momento, dentro del próximo par de semanas, yo seré, sin discusión, el hermano de Pierre.

Ivan torció la boca mientras trataba de aceptar aquello. A juzgar por lo bien que le sentaba la túnica negra, los grandes pechos donde antes había… no importaba. Todo había desaparecido ya.

—Realmente te has sometido a cirugía para… ¿qué hiciste con tus…? No serás uno de esos hermafroditas, ¿no? ¿Dónde está… todo?

—Si te refieres a mis antiguos órganos femeninos, los tiré junto con el resto de mi equipaje en Beta. Apenas se notan las cicatrices. Se tomaron tiempo, Dios lo sabe… no puedo decir que los eche de menos.

Ivan los echaba muchísimo de menos ya. Desesperadamente.

—Me preguntaba si podrías haber hecho que los congelaran. Por si las cosas no funcionan, o cambias de opinión —Ivan trató de que en su voz no se notara la esperanza—. Sé que hay betanos que cambian de sexo tres o cuatro veces en la vida.

—Sí, conocí a algunos en la clínica. He de decir que fueron muy amigables y serviciales.

Szabo puso los ojos en blanco. ¿Estaba actuando ahora como mayordomo de lord Dono? Era costumbre que el lacayo más veterano de un conde así lo hiciera. Szabo debía de haber sido testigo de todo, en detalle.
Dos testigos. Ella se llevó dos testigos, ya veo
.

—No —continuó Dono—, si alguna vez vuelvo a cambiar (cosa que no tengo ganas de hacer, cuarenta años fueron suficientes), empezaría de nuevo con órganos clonados, como he hecho ahora. Podría ser virgen otra vez. Qué idea tan terrible.

Ivan vaciló. Finalmente, preguntó:

—¿No necesitaste añadir un cromosoma Y de alguna parte? ¿De dónde lo sacaste? ¿Lo proporcionaron los betanos? —miró sin querer la entrepierna de Dono, y apartó rápidamente la mirada—. ¿Puede Richars argumentar que la… zona heredable es betana?

—Ya pensé en eso. Así que la obtuve de Pierre.

—¿No habrás hecho que, um, tus nuevos órganos masculinos fueran clonados a partir de él? —A Ivan se le atragantó la grotesca idea. Le dolía la cabeza. ¿Aquello era algún tipo de tecnoincesto, o qué?

—¡No, no! Lo admito, tomé una diminuta muestra de tejido de mi hermano (ya no la necesitaba) y los médicos betanos utilizaron parte de un cromosoma que sacaron de ahí, sólo para mis nuevas partes clonadas. Mis nuevos testículos tienen un poco menos del dos por ciento de los de Pierre, supongo, dependiendo de cómo lo calcules. Si alguna vez decido darle a mi polla un apodo, como hacen algunos tíos, supongo que debería llamarla Pierre. Pero no me siento muy inclinado a hacerlo. Me parece muy mía.

—Pero ¿en tu cuerpo todavía hay cromosomas que son doble equis?

—Bueno, sí —Dono frunció el ceño, incómodo, y se rascó la cabeza—. Espero que Richars trate de insistir en eso, si se le ocurre. Estudié el tratamiento retrogenético para una transformación somática completa. No tuve tiempo para someterme a él, las complicaciones pueden ser extrañas, y para una división genética tan grande el resultado no suele ser mejor que un mosaico celular parcial, una quimera, prueba-y-error. Suficiente para tratar algunas enfermedades genéticas, pero no la enfermedad legal de ser una hembra-celular. Pero la porción de mis tejidos responsable de engendrar al siguiente heredero Vorrutyer es sin duda XY, y por cierto libre de enfermedades, daños y mutaciones genéticas. El próximo conde Vorrutyer no tendrá un corazón enfermo. Entre otras cosas. El capullo ha sido siempre la cualificación más importante para obtener un condado, de todas formas. Así lo confirma la historia.

By se echó a reír.

—Tal vez dejen votar sólo al capullo —señaló su entrepierna, trazó una equis, y entonó sonoramente—:
Dono, su marca
.

Lord Dono hizo una mueca.

—Aunque no sería la primera vez que un capullo auténtico se sienta en el Consejo de Condes, espero una victoria más completa. Ahí es donde entras tú, Ivan.

—¿Yo? ¡No tengo nada que ver en esto! ¡No
quiero
tener nada que ver! —Las sorprendidas protestas de Ivan se vieron interrumpidas cuando el coche se detuvo ante la casa de los Vorrutyer y entró en el edificio.

La mansión Vorrutyer era una generación más antigua que la mansión Vorkosigan y, por tanto, parecía mucho más una fortaleza. Sus severas murallas de piedra se proyectaban hacia la acera como puntas de estrella y permitían el fuego cruzado en lo que antes fue una calle de barro decorada con mierda de caballo en los días de gloria de la casa. No tenía ventanas en la planta baja, sólo unas cuantas rendijas por las que asomaban cañones. Gruesas planchas remachadas de hierro, sin tallar y sin ningún otro efecto decorativo, formaban las dobles puertas que conducían al patio interior: ahora se abrieron a una señal automática y el vehículo atravesó el estrecho pasadizo. Las paredes estaban marcadas con pintura de otros vehículos confiados a conductores menos cuidadosos. Ivan se preguntó si las troneras del techo seguían siendo operativas. Probablemente.

El lugar había sido restaurado cuidando los aspectos defensivos por el gran general y conde Pierre
Le Sanguinaire
Vorrutyer en persona, famoso sobre todo por ser la mano derecha/hampón jefe en la guerra civil que acabó con el poder de los condes independientes justo antes del final de la Era del Aislamiento. Pierre se había ganado enemigos acérrimos, y les había sobrevivido a todos hasta la vejez. Hizo falta la invasión de Cetaganda y todo su armamento tecnológico para acabar con él, con gran dificultad, después de un terrible y costoso asedio… no a este lugar, claro. La hija mayor del viejo Pierre se había casado con un conde Vorkosigan, y de ahí le venía Pierre como segundo nombre de Mark. Ivan se preguntó qué pensaría ahora el viejo Pierre de sus retoños. Tal vez preferiría a Richars. Tal vez su fantasma todavía deambulaba por allí. Ivan se estremeció y salió del vehículo.

El conductor se llevó el coche a su garaje y lord Dono abrió la marcha, subiendo los escalones de dos en dos, por una escalera de granito negro y blanco que conducía al interior de la mansión. Se detuvo para mirar la fortaleza.

—Lo primero que voy a hacer es poner un poco de luz aquí —le comentó a Szabo.

—Lo primero es poner el título a tu nombre —respondió Szabo tranquilamente.

—A mi nuevo nombre —Dono hizo un breve gesto y continuó subiendo.

El interior de la casa estaba tan mal iluminado que no se distinguía nada, pero al parecer todo estaba tal como lo había dejado el conde Pierre al abandonar definitivamente el Distrito unos meses antes. Las habitaciones olían a mustio, a herrumbre. Entraron por fin, después de subir otras dos escaleras en penumbra, en el dormitorio del difunto conde.

—Supongo que dormiré aquí esta noche —dijo lord Dono, mirando a su alrededor dubitativo—. Pero primero quiero que cambien las sábanas.

—Sí, milord —dijo Szabo.

Byerly despejó un montón de documentos de plástico, ropa sucia, mondas de fruta resecas y otros detritos de un sillón, y se sentó, cruzando las piernas. Dono recorrió la habitación, contemplando apenado los pocos efectos personales de su hermano muerto, y recogió y puso en su sitio unos cepillos para el pelo (Pierre se estaba quedando calvo), frascos de colonia evaporada, monedas pequeñas.

—A partir de mañana, quiero este sitio limpio. No voy a esperar al título para hacerlo, si tengo que vivir aquí.

—Conozco un buen servicio comercial —no pudo dejar de aconsejar Ivan—. Le limpian a Miles la mansión Vorkosigan cuando los condes no están.

—¿Eh? Bueno. —Lord Dono le hizo un gesto a Szabo. El lacayo asintió y, al momento, tomó nota en su audioarchivador de bolsillo de los datos que Ivan le proporcionó.

—Richars hizo dos intentos para tomar posesión del viejo castillo mientras estuviste fuera —informó Bylerly—. La primera vez, tus soldados se mantuvieron firmes y no le dejaron entrar.

—Buenos hombres —murmuró Szabo.

—La segunda vez, vino con un escuadrón de guardias municipales y una orden de lord Vorbohn. Tu oficial de guardia me llamó y pude contrarrestar la orden con otra del lord Guardián del Círculo de Oradores. Fue bastante excitante, durante un ratito. Empujones y empellones en las puertas… nadie desenvainó las armas, ni fue seriamente herido, lástima. Podríamos haber llevado a Richars a juicio.

—Ya tenemos bastantes pleitos —Dono suspiró, se sentó en el borde de la cama y cruzó las piernas—. Pero gracias por lo que hiciste, By.

By no le dio importancia.

—Por debajo de las rodillas, por favor —dijo Szabo—. Las rodillas separadas es mejor.

Dono cambió inmediatamente de postura, cruzando los tobillos, pero comentó:

—By se sienta así.

—By no es un buen modelo masculino que copiar.

By le hizo una mueca a Szabo y dejó caer una muñeca flácida.

—De verdad, Szabo, ¿cómo puedes ser tan cruel? Y después de haber salvado tu mansión.

Todos lo ignoraron.

—¿Qué tal Ivan? —le preguntó Dono a Szabo, mirando a Ivan especulativamente. Ivan de pronto no estuvo seguro de dónde poner los pies, o las manos.

—Mm, cierto. El mejor modelo, si puedes recordar exactamente cómo se mueve, sería Aral Vorkosigan. Eso sí que era poder en movimiento. Su hijo no lo hace demasiado mal tampoco, proyectándose más allá del espacio que realmente ocupa. El joven lord Vorkosigan lo hace de manera demasiado estudiada, tal vez. El conde Vorkosigan es natural.

Lord Dono alzó sus tupidas cejas negras y se puso en pie para caminar por la habitación. Le dio la vuelta a una silla, se sentó a horcajadas, cruzando los brazos sobre el respaldo. Apoyó la barbilla en sus brazos y sonrió.

—¡Ja! Reconozco esa pose —dijo Szabo—. No está mal, sigue trabajándola. Trata de ocupar más espacio con los codos.

Dono hizo una mueca y se apoyó una mano en el muslo, sacando el codo hacia fuera. Al cabo de un momento volvió a levantarse y se acercó al armario de Pierre. Abrió las puertas de par en par y rebuscó en su interior. Una túnica uniforme de la mansión Vorrutyer salió volando para aterrizar en la cama, seguida de unos pantalones y una camisa; luego una bota de caña resonó al pie de la cama. Dono volvió a salir del armario, lleno de polvo y con los ojos brillantes.

—Pierre no era mucho más alto que yo, y siempre pude ponerme sus zapatos, si llevaba calcetines gordos. Que una modista venga mañana…

—Un sastre —corrigió Szabo.

—Un sastre, y que vea cuánto podemos utilizar a toda prisa.

—Muy bien, milord.

Dono empezó a desabrocharse la túnica negra.

—Creo que es hora de que me marche —dijo Ivan.

—Por favor, siéntese lord Vorpatril —dijo el soldado Szabo.

—Sí, siéntate a mi lado, Ivan —Byerly palmeó el tapizado brazo de su sillón, invitándolo.

—Siéntate, Ivan —gruñó lord Dono. Sus ardientes ojos chispearon de repente, y murmuró—: Por los viejos tiempos, al menos. Solías meterte en mi dormitorio para ver cómo me desnudaba. ¿Tengo que cerrar la puerta y hacer que juegues a buscar la llave otra vez?

Ivan abrió la boca, la cerró, alzó un furioso dedo de advertencia como signo de protesta, se lo pensó mejor y se hundió en un asiento al borde de la cama. Decirle a la antigua lady Donna Vorrutyer
No te atreverías
le pareció de repente una tontería. Cruzó los tobillo, luego los descruzó rápidamente y separó los pies, los cruzó de nuevo y enlazó sus dedos con gesto de incomodidad.

—No veo para qué me necesitas —se quejó.

—Para que puedas testificar —dijo Szabo.

—Para tenerte como testigo —dijo Dono.

La túnica cayó en la cama junto a Ivan, haciéndole dar un salto, seguida de una camiseta negra.

Bueno, Dono había dicho la verdad en lo referido a la cirugía betana; no había ninguna cicatriz visible. Su pecho mostraba un leve nido de vello negro; su musculatura tendía a lo nudoso. Los hombros de la túnica no tenían relleno.

—Para que puedas
chismorrear
, por supuesto —dijo By, los labios entreabiertos en una expresión de extraño interés, o de pura diversión por la incomodidad de Ivan, o tal vez de ambas cosas a la vez.

—Si piensas que voy a decirle una palabra a alguien…

Con un rápido movimiento, Dono se quitó los pantalones negros y los lanzó a la cama, junto a la túnica. Los calzoncillos vinieron a continuación.

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