Una campaña civil (35 page)

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Authors: Lois McMaster Bujold

Tags: #Novela, Ciencia ficción

BOOK: Una campaña civil
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En la verja sonó la portezuela de un autotaxi; sus motores zumbaron mientras se perdía en la noche para siempre. Miles se quedó inmóvil, escuchando entre el clamor, hasta que su último susurro se apagó.

—¡Pym! —la condesa divisó a una nueva víctima y su voz se volvió un poco peligrosa—. Te encomendé que cuidaras de Miles. ¿Quieres explicarme esta escena?

Hubo una pausa reflexiva. Con total sinceridad, Pym respondió:

—No, milady.

—Pregúntale a Mark —dijo Miles, malévolo—. Él te lo explicará todo.

Con la cabeza gacha, se dirigió hacia las escaleras.

—¡Rata cobarde…! —le susurró Mark mientras pasaba por su lado.

El resto de los invitados se quedó en el vestíbulo, sin saber qué hacer.

—Miles, ¿estás borracho? —preguntó el conde, cauteloso.

Miles se detuvo en el tercer escalón.

—Todavía no, señor —repuso. No miró hacia atrás—. No lo suficiente todavía. Pym, acompáñame.

Subió de dos en dos los escalones hacia sus cámaras, y el olvido.

10

—Buenas tardes, Mark —la penetrante voz de la condesa Vorkosigan acabó con los últimos e inútiles intentos de Mark por seguir inconsciente.

Gruñó, se apartó las sábanas de la cara y abrió un ojo.

Probó respuestas con su lengua de trapo.
Condesa. Virreina. Mamá
. Extrañamente,
mamá
parecía funcionar mejor.

—Maftardeff, mamamff.

Ella lo estudió un instante más, luego asintió e hizo una señal a la criada que lo seguía. La chica depositó una bandeja de té en la mesilla de noche y contempló con curiosidad a Mark, que tuvo que volver a taparse, aunque aún vestía la mayor parte de la ropa de la noche anterior. La doncella salió obedientemente de la habitación tras el firme «Gracias, eso será todo» de la condesa.

La condesa Vorkosigan abrió las cortinas, dejando entrar una luz cegadora, y acercó una silla.

—¿Té? —preguntó, y lo sirvió sin esperar respuesta.

—Sí, supongo. —Mark se enderezó a duras penas y recolocó la almohada para aceptar el tazón sin derramar su contenido. El té era fuerte y oscuro, con leche, como le gustaba, y le quemó la boca, quitándole la sensación pastosa.

La condesa miró vacilante los frascos vacíos de mantequilla de cucaracha apilados sobre la mesa. Los contaba, tal vez, porque dio un respingo.

—He pensado que no querrías desayunar todavía.

—No, gracias —aunque su terrible dolor de estómago se estaba calmando. El té lo había aliviado.

—Ni tu hermano tampoco. Miles, posiblemente impulsado por su necesidad recién descubierta de mantener la tradición Vor, buscó la anestesia en el vino. Y también la consiguió, según Pym. De momento, vamos a dejarlo disfrutar de su espectacular resaca sin comentarios.

—Ah.

Hijo afortunado
.

—Bueno, tendrá que salir de sus habitaciones tarde o temprano. Aunque Aral aconseja que no lo busquemos antes de la noche —la condesa Vorkosigan se sirvió también una taza de té, y le añadió leche—. Lady Alys estaba muy molesta con Miles por abandonar el campo antes de que todos sus invitados se hubiera marchado. Lo consideró una vergonzosa falta de buenos modales por su parte.

—Todo fue un caos. —Un caos, parecía, al que todos iban a sobrevivir. Por desgracia. Mark tomó otro sorbo—. ¿Qué sucedió después… de que se marcharan los Koudelka?

Miles había huido pronto; el valor de Mark se quebró cuando el comodoro perdió los estribos hasta el punto de referirse a la madre de la condesa como esa
maldita alcahueta betana
, y Kareen salió corriendo por la puerta proclamando que prefería irse caminando a casa, o mejor al otro lado del continente, antes que viajar un metro en un coche con una pareja de
salvajes
barrayareses ignorantes e incultos. Mark escapó a su dormitorio con un puñado de frascos de mantequilla de cucaracha y una cuchara, y echó llave a la puerta; Glotón y Aullido hicieron todo lo posible por restaurar sus nervios deshechos.

Regresión bajo estrés, lo habría llamado sin duda su terapeuta. Medio había olvidado medio había disfrutado de la sensación de no estar al mando de su propio cuerpo, pero dejar que Glotón llegara hasta su límite había bloqueado al mucho más peligroso
Otro
. Era mala señal cuando Asesino no adoptaba ningún nombre. Había conseguido desmayarse antes de desmoronarse, pero por los pelos. Ahora se sentía agotado, la cabeza nublada y silenciosa como un paisaje después de una tormenta.

—Aral y yo tuvimos una charla enormemente interesante con el profesor y la profesora Vorthys —continuó la condesa—. Ésa sí que es una mujer con la cabeza en su sitio. Ojalá la hubiera conocido antes. Luego se marcharon a ver a su sobrina, y nosotros tuvimos una charla aún más larga con Alys y Simon —dio un lento sorbo—. ¿Entiendo correctamente que la joven morena que salió corriendo anoche era mi nuera en potencia?

—Ya no, no creo —dijo Mark despacio.

—Maldición —la condesa frunció el ceño, mirando su taza—. Miles no nos contó prácticamente nada de ella en los informes que nos enviaba a Sergyar. Y digo bien: informes. Si hubiera sabido entonces la mitad de las cosas que la profesora me contó más tarde, yo misma la habría interceptado.

—No fue culpa mía que saliera corriendo —se apresuró a señalar Mark—. Miles abrió la boca y metió la pata él solo —tras un instante, reconoció, algo más reacio—: Bueno, supongo que Illyan ayudó.

—Sí. Simon se quedó muy afectado cuando Alys se lo explicó todo. Tenía miedo de que le hubieran contado el gran secreto de Miles y luego lo hubiera olvidado. Estoy bastante molesta con Miles por prepararle un encerrona así —una peligrosa chispa brilló en sus ojos.

Mark estaba muchísimo menos interesado en los problemas de Miles que en los suyos propios.

—¿Y, ah… ha encontrado ya Enrique a su reina perdida? —dijo cautelosamente.

—Hasta ahora no —la condesa se volvió en la silla y lo miró, divertida—. También tuve una larga charla con el doctor Borgos, cuando Alys e Illyan se marcharon. Me enseñó vuestro laboratorio. Obra de Kareen, tengo entendido. Le prometí que impediría la orden de ejecución de Miles sobre sus criaturas, después de lo cual se calmó considerablemente. Su ciencia no parece mala.

—Oh, es brillante en las cosas que le llaman la atención. Sus intereses son un poco, um, limitados, eso es todo.

La condesa se encogió de hombros.

—He vivido casi toda la vida con hombres obsesionados. Creo que tu Enrique encaja en esa descripción.

—Entonces… ¿has visto nuestras cucarachas mantequeras?

—Sí.

Parecía impertérrita;
betana, ya sabes
. Ojalá Miles hubiera heredado más tendencias suyas.

—Y, um… ¿las ha visto ya el conde?

—La verdad es que sí. Encontramos una en nuestra mesilla de noche cuando nos despertamos esta mañana.

Mark dio un respingo.

—¿Qué hicisteis?

—Le pusimos un vaso encima y la dejamos para que su papaíto la recogiera. Por desgracia, Aral no vio la cucaracha que exploraba su zapato antes de ponérselo. A ésa la eliminamos rápidamente. Lo que quedaba de ella.

Tras un silencio sepulcral, Mark, preguntó, esperanzado:

—No era la reina, ¿verdad?

—Me temo que no podemos decirlo. Parecía tener el mismo tamaño que la otra.

—Mm, entonces no. La reina habría sido mucho más grande.

Guardaron otra vez silencio, durante un rato.

—Le concedo a Kou una cosa —dijo la condesa por fin—. Tengo ciertas responsabilidades hacia Kareen. Y hacia ti. Era perfectamente consciente de la gama de elecciones que se os presentarían en la Colonia Beta. Incluyendo, felizmente, el uno a la otra. —vaciló—. Tener a Kareen Koudelka como nuera nos causaría a Aral y a mí gran placer, por si tenías alguna duda.

—Nunca he pensado lo contrario. ¿Me estás preguntando si mis intenciones son honorables?

—Confío en tu honor, ya encaje con la estrecha definición barrayaresa o con algo más amplio.

Mark suspiró.

—No sé por qué, creo que el comodoro y la señora Koudelka no están preparados para recibirme con los brazos abiertos.

—Eres un Vorkosigan.

—Un clon. Una imitación. Un producto jacksoniano barato.

Y encima chalado perdido
.

—Un producto jacksoniano condenadamente caro.

—Ja —reconoció Mark, sombrío.

Ella sacudió la cabeza, y su sonrisa se hizo más triste.

—Mark, estoy más que dispuesta a ayudaros a Kareen y a ti a conseguir vuestros objetivos, sean cuales sean los obstáculos. Pero tenéis que darme alguna pista de cuáles son esos objetivos.

Cuidado con cómo apuntas a esta mujer
. La condesa era a los obstáculos como un cañón láser a las moscas. Mark estudió sus manos regordetas y flácidas, deprimido. La esperanza, y su acompañante, el miedo, empezaron a agitarse de nuevo en su corazón.

—Quiero… lo que Kareen quiera. En Beta, creí que lo sabía. Desde que regresamos, todo es confuso.

—¿Choque cultural?

—No es sólo eso, aunque en parte. —Mark se esforzó buscando las palabras, tratando de explicar el sentido de la integridad de Kareen—. Creo… creo que ella quiere
tiempo
. Tiempo para ser ella misma, para estar donde está, ser quien es. Sin prisas o sin ser forzada a desempeñar un papel u otro, excluyendo todas las demás posibilidades.
Esposa
es un término condenadamente excluyente, tal como lo usan aquí. Dice que Barrayar quiere meterla en una caja.

La condesa ladeó la cabeza, reflexionando sobre aquello.

—Puede que sea más lista de lo que cree.

Él rezongó.

—Por otro lado, puede que en Beta yo fuera su vicio secreto. Y aquí soy una horrible molestia para ella. Tal vez le gustaría que me quitara de en medio y la dejara en paz.

La condesa alzó una ceja.

—No es lo que me pareció anoche. Kou y Drou prácticamente tuvieron que soltarle las uñas del marco de la puerta.

Mark sonrió levemente.

—Vaya.

—¿Y cómo han cambiado tus objetivos, en el año que has pasado en Beta? Además de añadir el deseo del corazón de Kareen al tuyo propio, quiero decir.

—No han cambiado exactamente —dijo él, despacio—. Se han templado, tal vez. Enfocado. Modificado. Conseguí en mi terapia algunas cosas que creí que no conseguiría jamás en la vida, y me desesperaba. Eso me hizo pensar que el resto tal vez no sea tan imposible, después de todo.

Ella asintió, animándolo.

—Las clases… la economía estaba bien. Estoy empezando a dominar un montón de cosas, ya sabes. Empiezo a saber qué estoy haciendo, sin necesidad de falsearlo todo el tiempo —la miró de reojo—. No he olvidado Jackson’s Whole. He estado pensando en formas indirectas de acabar con esos malditos clonadores carniceros. Lilly Durona tiene algunas ideas para terapias de prolongación de la vida que podrían competir con sus trasplantes de cerebros a clones. Más seguras, casi igual de efectivas y más baratas. Se quedarán sin clientes; eso los destruirá económicamente aunque no los toque físicamente. Todos los ahorrillos que he podido reunir se los he estado enviando al Grupo Durona, para apoyar su causa de investigación y desarrollo. Si esto continúa, seré dueño de una parte importante —sonrió con tristeza—. Y sigo queriendo tener tanto dinero que nadie tenga poder sobre mí. Empiezo a ver cómo conseguirlo, no de la mañana a la noche, pero sí firmemente, poco a poco. Yo, um… no me importaría iniciar un negocio agrícola aquí en Barrayar.

—Y en Sergyar también. Aral se interesó mucho por las posibles aplicaciones de tus cucarachas para nuestros colonos y siervos.

—¿De verdad? —Mark abrió la boca, asombrado—. ¿Incluso con el blasón Vorkosigan y todo?

—Mm, quizá sería aconsejable que perdieran el blasón de la Casa antes de presentárselas en serio a Aral —dijo la condesa, reprimiendo una sonrisa.

—No sabía que Enrique fuera a hacer eso —dijo Mark a modo de disculpa—. Aunque tendrías que haber visto la expresión de Miles, cuando Enrique se las enseñó. Casi hizo que mereciera la pena… —suspiró al recordarlo, pero luego meneó la cabeza, lleno de renovada desesperación—. Pero ¿de qué sirve todo, si Kareen y yo no podemos regresar a la Colonia Beta? Ella tiene que ganar dinero, si sus padres no pueden mantenerla. Yo podría ofrecerme a pagarle el pasaje, pero… pero no sé si eso sería una buena idea.

—Ah —dijo la condesa—. Interesante. ¿Temes que Kareen piense que habrías comprado su lealtad?

—Yo… no estoy seguro. Es muy consciente de las obligaciones. Quiero una amante, no una deudora. Creo que sería un grave error meterla accidentalmente… en otra clase de caja. Quiero dárselo
todo
. ¡Pero no sé cómo!

Una extraña sonrisa asomó a los labios de la condesa.

—Cuando os lo dais todo el uno al otro, se convierte en un comercio justo. Cada uno lo gana todo.

Mark sacudió la cabeza, aturdido.

—Un trato extraño.

—El mejor. —La condesa terminó su té y soltó la taza—. Bueno. No deseo invadir tu intimidad. Pero recuerda, se te
permite
pedir ayuda. Para eso está la familia.

—Ya te debo demasiado.

La sonrisa de ella se torció.

—Mark, no se paga a los padres. No se puede. La deuda que les debes la asumen tus hijos, que la pasan a su vez. Es una especie de cadena. Y si no tienes hijos, queda como deuda a la humanidad. O a tu Dios, si posees o eres poseído por uno.

—No estoy seguro de que eso sea justo.

—La economía familiar escapa a los cálculos del gran producto planetario. Es el único trato que conozco con el que, si das más de lo que recibes, no te hundes en la bancarrota… sino que sales enormemente enriquecido.

Mark reflexionó sobre aquello. ¿Y qué clase de padre era para él su progenitor-hermano? Más que un hermano, pero desde luego no era su madre…

—¿Puedes ayudar a Miles?

—Eso es más difícil. —La condesa se alisó la falda y se levantó—. No conozco a esa señora Vorsoisson de toda la vida, como conozco a Kareen. No está claro qué puedo hacer por Miles… yo diría
pobre chico
, pero con todo lo que he oído, se cavó su propia tumba y se tiró de cabeza dentro. Me temo que va a tener que salir de ésta él solito. Probablemente, será bueno para él.

Asintió con firmeza, como si un suplicante Miles estuviera ya de camino para encontrar en solitario la salvación.
Escribe cuando encuentres buenas obras
. La idea de la preocupación maternal de la condesa era condenadamente enervante a veces, reflexionó Mark mientras ella se marchaba.

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