—¿Qué? —preguntó seca.
—Nada de esto —retiró el flequillo rojo que le cubría los ojos preocupados— es culpa tuya. Tú has sido la clave para que resolviéramos el caso.
—No lo hemos resuelto. No lo resolveremos hasta que no desenmascaremos a Venger y a todos los Villanos para los que trabaja. No son solo ellos, hay más —expuso desesperada—. Yo no sabía que Billy Bob tenía algo que ver con esto... No se me ocurrió...
—Es normal, nena. No lo sabía nadie. Pero estás haciendo un trabajo impecable. Y tienes que seguir adelante, agente Connelly. ¿Continúas conmigo?
Cleo parpadeó confusa. ¿La dejaba continuar? O, mejor: ¿le pedía que continuara con él?
—¿No me vas a obligar a abandonar?
Lion sonrió con sinceridad y negó con la cabeza.
—No. Eres mi pareja. Acabemos juntos con esto.
Lion le ofreció la mano con la palma hacia arriba. Era una palma curtida, de hombre adulto, fuerte; una en la que podría apoyarse y una que la protegía siempre. Cleo la tomó decidida y Lion le ayudó a levantarse.
—Mitch, por favor —dijo seguro de su decisión—. Tráeme esas inyecciones y danos un buen chute. Encargaos de lo que ha pasado aquí. Pero no levantéis revuelo, porque eso podría hacer que los villanos se dieran cuenta de que seguimos vivos. Creen que todavía estamos en sus manos. Cleo y yo todavía tenemos tiempo suficiente como para llegar a la isla y darles una sorpresa.
—Sí, señor —contestó.
—Jimmy —el azul oscuro de Lion brilló con decisión.
—¿Sí?
—Pásame al subdirector Montgomery.
Capítulo 16
«Si no te has ganado mi alma, no tienes derecho a someterme».
Savana Island/Ruathym
Territorio de los Villanos. 23:30h
Cleo y Lion se encontraban ocultos entre la vegetación de la pequeña isla ubicada al sudeste de Saint Thomas. En el torneo de
Dragones y Mazmorras DS
, esa isla se apodaba con el nombre de Ruathym.
Era una isla virgen, sin civilización. Un vergel verde y frondoso en medio del océano, cuyo punto más alto se encontraba a veinticinco metros sobre el nivel del mar. El viento soplaba con fuerza, resquicio todavía de la tormenta tropical del día anterior.
Cleo llevaba un mono ajustado y fino de neopreno de cuerpo entero y una pistola semiautomática en la espalda. Lion vestía igual. Habían llegado con motos acuáticas, por la parte contraria a la que daba el yate negro, pues no querían que nadie les viera llegar.
Savana Island era demasiado tupida para hacer ni construir nada en su interior; no obstante, disponía de una pequeña playita en una de sus calas, donde bien podría celebrarse una fiesta para unas doscientas personas. En el centro de la playa había un montón de maderas amontonadas, preparadas para realizar una cremación o una hoguera. «Cuando lleguéis, encended la hoguera y las antorchas», había dicho Xavier.
Los Villanos querían su particular noche de Walpurgis; y la tendrían. La noche de Walpurgis era conocida como la noche de las brujas. La tradición tenía raíces paganas celtas y, teniendo en cuenta que el trisquel era el símbolo del BDSM, ambos agentes comprendieron que todo estuviera ligado.
El equipo base había recogido los cuerpos y ocultado los de Claudia y el otro individuo hasta la resolución del caso.
Jimmy pasaba las grabaciones de voz y de vídeo por un filtro y dejaba el material preparado para enviar directamente a la oficina central federal de Washington.
Nick había cumplido su cometido, y había llegado a la final con Thelma.
Montgomery se había puesto en contacto con el subdirector de la SVR quién, a su vez, había comunicado a Markus la necesidad de encontrarse con el agente al cargo del FBI.
Y, ahora, la pareja de leones esperaba pacientemente la llegada del agente ruso. Tenía su posición y no tardaría en llegar.
A través del HTC, Lion podía controlar los movimientos en cubierta del yate anónimo.
—Mitch —ordenó Lion a través de su comunicador, cargando su pistola—. Controla ese navío y acerca las cámaras satélite. Fotografía a todo el que asome la nariz. Vamos a ver quién viaja en ese armatoste.
Cleo escudriñaba la zona alrededor de la playa con prismáticos de visión nocturna. No había llegado nadie todavía.
—¿Lo tenemos todo controlado? —la voz de Markus los alteró.
El mohicano, que llevaba un GPS móvil que marcaba la ubicación de los del FBI, se acuclilló al lado de ellos.
Cleo y Lion dieron un brinco y le apuntaron a la vez con las dos pistolas.
—¿Quieres que te volemos la cabeza? —se quejó Cleo.
—No, gracias. Elijo vivir. Agente Romano. —Le ofreció la mano a Lion.
—Agente Lébedev —contestó Lion ofendido por su falta de información hasta entonces.
Markus sonrió por su rebeldía y también al ver descubierto su apellido.
—También hago mi trabajo —murmuró Lion, mirando por los prismáticos, con un par de encendedores en la mano.
—Belikhov va en ese yate —afirmó el ruso tomando los prismáticos de las manos de Cleo—. Y tu hermana también —susurró preocupado—. Han reunido a todos los esclavos y sumisos allí. Y la idea es traerlos a todos a esta isla.
Cleo apretó la mandíbula y negó con la cabeza.
—No quiero que le pase nada a Les... Está sola ahí.
—No te preocupes; hay un par de sumisos infiltrados de la SVR. La protegerán. Mistress Pain les hacía la doma —explicó consternado—. Me he llevado una gran sorpresa al saber que ella era Sombra espía.
—Tú y todos —aseguró Lion con disgusto.
—Los sumisos y las sumisas están preparados para que Pain y los demás amos y amas los reciban en Savana Island. ¿Qué hay que hacer ahora?
—Tenemos que encender las antorchas. —Cleo se levantó tambaleándose. La inyección había detenido el dolor, pero no el
shock
. Todavía seguía temblorosa—. Le dijeron a Claudia que, cuando llegaran, encendieran el fuego.
Los tres salieron de su escondite y, con suma rapidez, procedieron a encender la hoguera y las antorchas de alrededor, para volver a esconderse segundos después.
La señal del fuego era el pistoletazo de salida.
El olor de la madera al quemarse despertó la ansiedad de Cleo. Por fin vería quiénes eran los miembros de la Old Guard para los que trabajaban los Villanos. En realidad, ya los habían cogido. Esa era la realidad. Pero necesitaban entender qué hacían allí con ellos y por qué.
Los individuos de la embarcación se considerarían, muchos, como los reyes del mundo. ¿Pero tener dinero le daba a uno el poder de jugar con las personas?
Cuando estuvo todo prendido, el yate, un Baron del 2005 todo negro y valorado en más de cuatro millones de dólares, encendió el motor y las luces y navegó hasta la isla.
—A vuestras posiciones —ordenó Lion—. Esperaremos a que todos desembarquen.
—Tengo a ocho hombres armados en todo el peñasco —explicó Markus.
—Nosotros tenemos una pequeña flota marina dirigiéndose a Saint Thomas —replicó el del FBI.
—Bien. Suerte —dijo Markus corriendo a ocultarse y cubriendo su rostro con una máscara de cabeza entera de tela negra.
—Lébedev. —Lion seguía mirando al frente.
—¿Sí, Romano?
—Hazte cargo de mi agente. Espero que Leslie no corra peligro o tendrás problemas conmigo.
Markus inclinó la cabeza a un lado y se alejó de ellos mientras contestaba:
—Leslie nunca ha estado más segura.
Cleo abrió la boca asombrada por la familiaridad con la que hablaban de su hermana. Señal de que los lazos personales y emocionales también hacían lo suyo.
Cuando Markus desapareció entre la vegetación y los árboles, Cleo se quedó mirando el perfil de Lion.
—¿Preparada para la película, leona? —preguntó Lion bajando los prismáticos y estudiando el rostro de Cleo con ojos felinos.
—Sí.
—Has hecho un grandísimo trabajo —aseguró con respeto y veneración. Cleo era, y sería, más de lo que él había soñado; y se sentía como un cabrón afortunado por tenerla con él, y por saber que ella lo aceptaba tal y como era.
—Gracias, señor.
—¿Te duelen las heridas, preciosa?
—No las noto —explicó moviendo las piernas y los brazos. No las notaba; pero eso no quería decir que no siguieran ahí.
Lion la repasó de arriba a abajo, se acercó a ella y le dio un beso en los labios. Como si acabaran de sellar un pacto.
—Cuando todo esto acabe —se aclaró la garganta y volvió a mirar al frente—, me aseguraré de que tus heridas cicatricen bien.
Cleo no supo cómo interpretar esas palabras, porque el yate atracó a cuarenta metros de la orilla y los Villanos, invitados y sumisos, empezaron a descender por la rampa.
Se levantaron sus túnicas negras y caminaron por el agua hasta llegar a tierra firme. Era la mismísima imagen cinematográfica de una avance de piratas fantasmales. Todos enmascarados con caretas grotescas.
Tras ellos, desfilaban hombres y mujeres encadenados en fila india: sumisos y sumisas. Vestían solo con un
slip
, con las cabezas cubiertas con máscaras, y cargaban con cajas sobre sus cabezas, que iban dejando en orden a los pies de los Villanos. Estos las abrían una a una y sacaban todo tipo de instrumentos de tortura. No tortura BDSM, sino tortura de las antiguas. De las que utilizaba la antigua Inquisición contra las brujas y los hechiceros: garruchas, tocas, potros, peras anales, aplastacabezas, collares de púas, ruedas... Hasta piezas de burlas como sambenitos y máscaras infamantes.
Tres esclavos llevaban una antigua silla de tortura con pinchos, como las que el Papa Inocencio IV aceptó para que los tribunales de la Inquisición la utilizaran y arrancaran las confesiones de los acusados.
Ya había un círculo de unos cincuenta hombres y mujeres enmascarados adorando tales objetos y, algunos, afilando las púas metálicas de sus
floggers
. En el interior del círculo se iban ubicando, arrodillados, todas las sumisas y sumisos vestidos solo con arneses de poni, slips de cuero y arneses de gladiador.
Los cinco miembros de Tiamat se colocaron en medio del círculo, muy cerca de la hoguera.
—Pedimos la presencia de Venger —exigió uno de los cinco, que no era ni Xavier ni Margaret— y de Sombra espía.
El círculo se abrió y, a través de ese corte, apareció Venger. El auténtico Venger, perfectamente caracterizado, tal y como se había visto en la pantalla del día anterior, igualmente vestido. Con su mono de buzo rojo y negro, su cuerno sobre la cabeza y las alas de murciélago que le nacían en la espalda. Llevaba algo en las manos, cubierto con una tela negra, y tiraba de la cadena del collar de un sumiso.
Cleo sonrió, orgullosa de saber que todas esas imágenes se estaban grabando desde varias perspectivas de la isla. Orgullosa de saber que ya no podrían jugar a ese acto sádico.
El rictus feliz de la joven desapareció de su expresión cuando las antorchas iluminaron el rostro del sumiso; y tanto ella como Lion se dieron cuenta de que era Nick a quien arrastraba Venger.
—¡Aquí tenéis a la pareja ganadora de la segunda edición de
Dragones y Mazmorras DS
! —exclamó mirando a la multitud con ojos sádicos—. Les hemos invitado a que vivan de primera mano nuestra noche de Walpurgis.
—A vuestras posiciones y preparaos —susurró Lion muy tenso mediante el microcomunicador—. ¿Qué hace Nick ahí?
Cleo no podía apartar la mirada de ese individuo. Era muy alto, más que los demás; y el maquillaje blanco y los labios negros le daban un aspecto terrorífico.
—Hemos tenido unas pequeñas diferencias... —Se encogió de hombros—, pero, al final, creo que llegaremos a un acuerdo —miró a su alrededor—. ¿Dónde está Sombra espía?
—¿Mistress Pain? —preguntó Margaret con tono preocupado.
El silencio solo se vio alterado por las olas del mar y el crepitar de la leña de las hogueras.
Lion no comprendía nada, ¿qué había pasado para que Nick cayera en las manos de Venger de ese modo?
Venger oteó alrededor y se echó a reír.
—Estará sodomizando a algún sumiso. Ya sabéis lo que le gusta...
Los miembros de Walpurgis se echaron a reír. Los sumisos permanecían con la cabeza gacha.
«¿Leslie es una de ellas?», pensaba Cleo.
—Hoy limpiaremos nuestras almas. Y para ello le ofreceremos al dios del fuego, Beltane, estos sacrificios —señaló a los esclavos—. Pero, antes, ¡purgaremos sus pecados con un buen castigo! —exclamó tirando a Nick del pelo—. No debéis llorar, no debéis temer —murmuró Venger besando a Nick en los labios—. Es un honor para vosotros servir a la Old Guard. Por fin os tratarán como merecéis; por fin os entregaréis al verdadero significado de la sumisión —le dijo acariciándole la barbilla—. Someterse —aseguró tirando lo que tenía en la otra mano al centro del círculo—, es entregar la vida por los demás.
A Cleo le subió la bilis por la garganta. ¿Era una cabeza rubia? ¿Una cabeza rubia de mujer? ¡Era Thelma!
Cleo y Lion abrieron los ojos cuando se dieron cuenta de lo que iban a hacer. Los Villanos cogieron a los esclavos y empezaron a azotarles a todos con aquellos
floggers
llenos de cristales y metales cortantes.
—¡Adelante! —gritó Lion estupefacto.
Cleo y Lion salieron disparados de su escondite, impresionados por la visceralidad y la crueldad con la que las personas podían tratar a otras.
Sucedió todo demasiado rápido.
Alguien empezó a disparar desde el yate.
Cleo y Lion corrieron a protegerse de las balas, inmersos en un fuego cruzado muy peligroso.
Los Villanos dejaron sus
floggers
y sus instrumentos de tortura y huyeron de la playa y de la hoguera, regresando por donde habían venido, decididos a subir de nuevo al yate.
Dos lanchas de la guardia costera, lideradas por Mitch y Jimmy, rodearon la playa; y el yate fue cercado por tres lanchas más, enviadas de la seguridad de la costa naval de las Islas Vírgenes.