Barrayar (44 page)

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Authors: Lois McMaster Bujold

Tags: #Novela, Ciencia-ficción

BOOK: Barrayar
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Bothari tuvo que ayudarla a levantarse. Ella recogió la bolsa de plástico amarillo. Con ironía observó que llevaba el nombre y el logotipo de una de las tiendas de ropa femenina más exclusivas.

Kareen te acompañará hasta el final, maldito
.

—¿Qué es eso? —preguntó Kou.

—Sí, teniente —intervino con ansiedad un hombre de Seguridad Imperial—. Por favor… ella se ha negado terminantemente a permitirnos examinarla. Según los reglamentos, no podemos permitir que la introduzca en la base.

Cordelia abrió la bolsa y la extendió hacia Kou. Él examinó el interior.


Mierda
. —Al verlo saltar hacia atrás, el hombre se dispuso a avanzar pero Koudelka lo detuvo—. Ya… ya veo. —Tragó saliva—. Sí, sin duda el almirante Vorkosigan querrá ver
eso
.

—Teniente, ¿qué debo poner en el registro? —Cordelia decidió que a estas alturas el hombre de Seguridad Imperial ya gemía—. Tengo que anotarla si va a entrar.

—Déjelo que cuide su trasero, Kou —suspiró Cordelia.

Kou volvió a mirar el interior, y sus labios se curvaron en una sonrisa irónica.

—Está bien. Regístrelo como un obsequio para el almirante Vorkosigan. De parte de su esposa.

—Ah, Kou. —Drou le entregó la espada—. Logré rescatar esto, pero me temo que hemos perdido la funda.

Kou la cogió, se volvió hacia la bolsa, relacionó los dos objetos y sujetó la espada con más respeto.

—Eh… está bien… gracias.

—Yo la llevaré a Sigling y haré que le confeccionen una funda igual —le prometió Cordelia.

El hombre de Seguridad Imperial cedió el paso al secretario personal del almirante Vorkosigan. Kou condujo a Cordelia, a Bothari y a Drou al interior de la base. Cordelia volvió a cerrar la bolsa y dejó que se balanceara en su mano.

—Descenderemos al nivel del Estado Mayor. El almirante ha estado en una reunión a puerta cerrada desde hace una hora. Anoche llegaron dos oficiales superiores de Vordarian. Están negociando para traicionarlo. El plan para rescatar a los rehenes depende de su cooperación.

—¿Ya están al corriente de esto? —Cordelia alzó la bolsa.

—No lo creo, señora. Usted acaba de cambiarlo todo. —Su sonrisa se tornó cruel, y sus pasos se hicieron más rápidos.

—Supongo que todavía será necesario realizar esa incursión —suspiró Cordelia—. Los hombres de Vordarian siguen siendo peligrosos, incluso en medio del caos. Tal vez se vuelvan más peligrosos aún, en su desesperación. —Pensó en aquel hotel en el centro de Vorbarr Sultana, donde se encontraba la pequeña Elena de Bothari. Rehenes de menor importancia. ¿Podría persuadir a Aral para que asignase algunos recursos más a la empresa de rescatarlos? Por desgracia, ella no había logrado dejar fuera de combate a todos los soldados.
Y lo intenté. Dios sabe que lo intenté
.

Descendieron y siguieron descendiendo hacia el centro neurálgico de la base Tanery. Llegaron a la sala de conferencias de extrema seguridad; una patrulla fuertemente armada montaba guardia en el pasillo. Koudelka pasó por delante de ellos. Las puertas se deslizaron y volvieron a cerrarse a sus espaldas.

Cordelia observó el cuadro. Los hombres que rodeaban la pulida mesa interrumpieron su conversación para mirarla. Aral se hallaba en el centro, por supuesto.

Illyan y el conde Piotr lo flanqueaban. El primer ministro Vortala estaba allí, y Kanzian, y algunos otros oficiales superiores con uniformes verdes de etiqueta. Los dos dobles traidores estaban frente a ellos, con sus ayudantes. Demasiados testigos. Ella quería estar a solas con Aral, librarse de todos ellos.
Pronto
.

Los ojos de Aral se clavaron en los de ella en una silenciosa agonía. Sus labios se curvaron en una sonrisa completamente irónica. Eso fue todo; y sin embargo Cordelia volvió a sentir el calor de la confianza… estuvo segura de él. Ningún reproche. Todo marcharía bien. Estaban juntos otra vez, y ni un torrente de palabras y abrazos hubiese podido comunicárselo mejor. De todos modos, esos ojos grises le prometieron que los abrazos llegarían más adelante. Sus propios labios sonrieron por primera vez en… ¿cuánto tiempo?

El conde Piotr apoyó las manos en la mesa.

—Bien. Por Dios, mujer, ¿dónde has estado? —exclamó furioso.

Cordelia se sintió invadida por una demencia morbosa. Lo miró con una sonrisa feroz y alzó la bolsa.

—De compras.

Por un momento, el anciano estuvo a punto de creerle; por su rostro pasaron varias expresiones encontradas: sorpresa, escepticismo, y luego ira al comprender que se estaba burlando de él.

—¿Quiere ver lo que he comprado? —continuó Cordelia, todavía flotando. Abrió la bolsa violentamente e hizo rodar la cabeza de Vordarian sobre la mesa. Por suerte, hacía unas horas que había dejado de sangrar. El rostro se detuvo justo delante de él, con un rictus en los labios y los ojos abiertos de par en par.

Piotr abrió la boca. Kanzian saltó; los oficiales profirieron maldiciones y uno de los traidores se cayó de la silla al retroceder. Vortala frunció los labios y alzó las cejas. Koudelka, orgulloso de su papel en la preparación de aquel momento histórico, apoyó la espada sobre la mesa como segunda evidencia.

Aral estuvo perfecto. Sus ojos sólo se abrieron de par en par unos momentos, pero entonces apoyó el mentón sobre las manos y miró por encima del hombro de su padre con frialdad e interés.

—Sí, es natural —susurró—. Todas las damas Vor van de compras a la capital.

—Me ha costado muy cara —le confesó Cordelia.

—Eso también es normal. —Una sonrisa irónica curvó sus labios.

—Kareen ha muerto. Fue herida en la refriega. No pude salvarla.

Él abrió las manos, como dejando que el incipiente humor negro escapase por sus dedos.

—Comprendo. —Volvió a alzar los ojos hacia los de ella, como preguntándole:
¿Te encuentras bien?
, y aparentemente halló la respuesta:
No
.

—Caballeros. Les ruego que me disculpen unos momentos. Deseo estar a solas con mi esposa.

Mientras los hombres comenzaban a levantarse, Cordelia alcanzó a oír un murmullo.

—Un hombre valiente…

Cordelia clavó la mirada en los hombres de Vordarian, mientras éstos se retiraban de la mesa.

—Oficiales, les recomiendo que cuando se reanude esta conferencia, se rindan sin condiciones a la misericordia de lord Vorkosigan. Es posible que todavía conserve algo de piedad. —
Porque yo ya no la tengo
, fue el remate silencioso de sus palabras—. Estoy cansada de su estúpida guerra. Termínenla de una vez.

Piotr pasó por su lado. Cordelia lo miró con una sonrisa amarga.

—Parece que te he subestimado —murmuró el anciano.

—No vuelva a cruzarse en mi camino… y manténgase alejado de mi hijo. —Una mirada de Vorkosigan detuvo su efusión de ira. Ella y Piotr intercambiaron un ligero movimiento de cabeza, como las pequeñas reverencias de dos duelistas.

—Kou —dijo Vorkosigan, mirando el objeto espeluznante que tenía junto al codo— ¿Quiere llevarse esta cosa al depósito de cadáveres de la base? No tengo interés en conservarlo como centro de mesa. Lo conservaremos allí hasta que podamos enterrarlo con el resto del cuerpo. Si lo encontramos.

—¿Seguro que no quiere conservarlo para que los oficiales de Vordarian se sientan más propensos a favorecer un acuerdo? —preguntó Kou.

—No —decidió Vorkosigan con firmeza—. Ya ha causado un efecto bastante benéfico.

Con sumo cuidado, Kou cogió la bolsa, la abrió y la utilizó para coger la cabeza de Vordarian sin llegar a tocarla.

Aral observo al grupo de Cordelia; la aflicción de Droushnakovi los crispamientos convulsivos de Bothari.

—Drou. Sargento. Podéis ir a lavaros y comer algo. Regresad para presentarme vuestro informe cuando hayamos terminado aquí.

Drou asintió con la cabeza y el sargento hizo la venia. Ambos siguieron a Kou al pasillo.

En cuanto la puerta se hubo cerrado, Aral se levantó para abrazarla, pero ella se lanzó a sus brazos, y ambos volvieron a caer sobre la silla. Permanecieron abrazados con tanta fuerza que al fin tuvieron que apartarse un poco para besarse.

—Nunca vuelvas a hacerme algo así —dijo él con voz ronca.

—Nunca vuelvas a permitir que resulte necesario.

—Es un trato.

Aral sostuvo su rostro entre las manos, devorándola con la mirada.

—Tenía tanto miedo por ti, que me olvidé de temer por tus enemigos. Debí haberlo recordado, querida capitana.

—No hubiese podido hacer nada sola. Drou fue mis ojos, Bothari mi brazo derecho, Koudelka nuestros pies. Debes perdonar a Kou por haberse ausentado sin permiso. A decir verdad, lo secuestramos.

—Eso me han dicho.

—¿Te contó lo de tu primo, Padma?

—Sí. —Aral suspiró con dolor—. Yuri el Loco realizó una masacre con los descendientes del príncipe Xav. Padma y yo fuimos los únicos supervivientes. Yo tenía once años y Padma uno, era un bebé… desde entonces siempre me ha parecido un bebé. Traté de cuidarlo… Ahora soy el único que queda. La tarea de Yuri casi ha sido completada.

—Elena, la pequeña de Bothari. Debe ser rescatada. Ella es mucho más importante que ese granero lleno de condes en la Residencia.

—Estamos trabajando en ello —le aseguró él—. Tendrá prioridad, ahora que tú te has ocupado del emperador Vidal. —Se detuvo y esbozó una lenta sonrisa—. Temo que has logrado impresionar a mis barrayareses, amor.

—¿Por qué? ¿Creyeron que tenían un monopolio sobre el salvajismo? Ésas fueron las últimas palabras de Vordarian: «Es una betanesa. No puede.»

—¿No puede qué?


Hacer esto
, supongo que hubiese dicho si hubiese podido.

—Menudo trofeo para traer en el monocarril. ¿Y si alguien te hubiese pedido que abrieras la bolsa?

—Lo habría hecho.

—¿Te… te encuentras bien, cariño? —La expresión de Aral estaba seria bajo su sonrisa.

—¿Quieres saber si he perdido el control? Sí, un poco. Más que un poco. —Las manos todavía le temblaban. Ya hacía un día que se encontraba así, con un temblor constante que no cedía—. Me pareció… necesario traer la cabeza de Vordarian. No pensaba en clavarla sobre una pared de la Residencia Vorkosigan, junto con los trofeos de caza de tu padre… aunque no sería mala idea. Creo que no fui consciente de por qué me aferraba a ella hasta que entré en esta habitación. Si hubiera llegado aquí con las manos vacías, diciendo a estos hombres que había matado a Vordarian y dado fin a su pequeña guerra, ¿quién me hubiese creído, aparte de ti?

—Illyan tal vez. Ya te ha visto en acción. Los demás… supongo que tienes razón.

—Creo que también me impulsaba algo que se practicaba en la antigüedad. ¿No solían exhibir los cuerpos de los gobernantes asesinados, para detener a los pretendientes? Me pareció apropiado. Aunque en mi opinión Vordarian sólo fue un pretendiente secundario.

—Tu escolta de Seguridad Imperial me informó de que recuperaste la réplica. ¿Todavía funcionaba?

—Vaagen la está examinando en este momento. Miles se encuentra con vida. Aún no se conocen los daños. Oh, parece que Vordarian tuvo algo que ver con el ataque de Evon Vorhalas. No de forma directa, sino a través de algún agente.

—Illyan ya sospechaba algo. —La abrazó con más fuerza.

—Respecto a Bothari —prosiguió ella—, no se encuentra muy bien. Se ha visto sometido a una tensión demasiado grande. Necesita un verdadero tratamiento que sea médico, no político. La técnica que utilizaron para borrar sus recuerdos es horrible.

—En ese momento le salvó la vida. Era mi compromiso con Ezar. Yo no tenía ningún poder entonces. Ahora podré ayudarlo mejor.

—Lo harás. Se ha ligado a mí como un perro. Son sus propias palabras. Y yo lo he utilizado como tal. Le debo… todo. Pero me asusta. ¿Por qué
yo
?

Vorkosigan pareció muy pensativo.

—Bothari… no posee un gran sentido de identidad. Cuando lo conocí, en su peor momento, su personalidad estaba a punto de dividirse en múltiples facetas. De haber tenido una mejor educación, podría haberse convertido en el espía ideal. Es un camaleón. Un espejo. Se convierte en cualquier cosa que se le pida. No creo que se trate de un proceso consciente. Piotr espera un criado leal, y Bothari interpreta ese papel con semblante impasible. Vorrutyer quería un monstruo, y Bothari se convirtió en su torturador y su víctima. Yo pedí un buen soldado, y eso fue para mí. Tu… —Su voz se suavizó—. Tú eres la única persona que mira a Bothari y ve a un héroe. Por lo tanto, en eso se transforma para ti. Se aferra a ti porque tú lo conviertes en un hombre más valioso de lo que jamás soñó ser.

—Aral, eso es una locura.

—¿Sí? —Aral le besó el cabello—. Pero él no es el único sobre el que ejerces un efecto tan peculiar.

—Me temo que yo no me encuentro en mucha mejor forma que Bothari. Cometí una torpeza, y Kareen murió. ¿Quién se lo dirá a Gregor? Si no fuera por Miles… Mantén alejado a Piotr de mí, o te juro que la próxima vez saltaré sobre él. —Estaba temblando otra vez.

—Shhh. —Él la meció un poco—. ¿Crees que al menos podrás dejar en mis manos la limpieza final? Todos estos sacrificios no habrán sido en vano.

—Me siento sucia, enferma.

—Sí, eso suele ocurrir cuando uno regresa de un combate. Conozco la sensación. —Aral se detuvo—. Pero si una betanesa puede volverse tan barrayaresa, tal vez no sea imposible que los barrayareses se vuelvan un poco betaneses. El cambio es posible.

—El cambio es inevitable —afirmó ella—. Pero no lo conseguirás con el estilo de Ezar. El tiempo de Ezar ha pasado. Tendrás que encontrar tu propio camino, rehacer este mundo para que Miles pueda sobrevivir en él. Y Elena, Iván y Gregor.

—Como usted desee, señora.

En el tercer día después de la muerte de Vordarian, la capital se rindió a las tropas leales. A pesar de que hubo algún intercambio de disparos, las acciones no fueron tan sangrientas como Cordelia había temido. Sólo dos focos de resistencia, en Seguridad Imperial y en la propia Residencia, tuvieron que ser desalojados por tropas terrestres. La guarnición que custodiaba el hotel del centro con sus rehenes terminó por rendirse, después de varias horas de negociaciones. Piotr permitió que Bothari tuviese un día libre para que pudiera recoger a su hija y llevarla a casa junto con la señora Hysopi. Por primera vez desde su regreso, esa noche Cordelia durmió en paz. Evon Vorhalas había estado al mando de las tropas terrestres de Vordarian en la capital, y se encontraba a cargo de defender el centro de comunicaciones militares en el cuartel general. Murió en las últimas refriegas del combate, asesinado por sus propios hombres cuando rechazó la oferta de una amnistía a cambio de su rendición. En cierto sentido, Cordelia se sintió aliviada. Para los señores Vor, el castigo por traición era la exhibición pública y la muerte por inanición. El difunto emperador Ezar no había vacilado en mantener aquella atroz tradición. Cordelia sólo podía rezar para que cuando Gregor accediera al trono, la derogase.

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