Diarios de Adán y Eva (5 page)

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Authors: Mark Twain

Tags: #Religión

BOOK: Diarios de Adán y Eva
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He aprendido muchas cosas, y ahora tengo cierta educación, pero al principio no. Al principio era ignorante. Y esto al principio me fastidiaba porque, pese a estar muy alerta, nunca era lo suficientemente rápida para ver correr las aguas río arriba; pero ahora ello me trae sin cuidado. He realizado muchos experimentos a fin de comprobar que no corren hacia arriba, salvo cuando está oscuro. Ahora sé que en la oscuridad sí lo hacen, porque la laguna nunca está seca, cosa que, por supuesto, sucedería si las aguas no retornaran de noche. Es mejor probar las cosas por medio de verdaderos experimentos. Pues es entonces cuando sabes, mientras que si nos basamos en simples adivinaciones, suposiciones y conjeturas, no llegaremos a tener nunca una educación.

Hay cosas que es imposible descubrirlas; pero nunca podrán saberse a base de simples adivinaciones y suposiciones: no, hay que ser paciente y seguir experimentando hasta descubrir que no pueden ser descubiertas. Y es una delicia que así sea..., el mundo se vuelve tan interesante... Si no hubiera nada por descubrir, el mundo se volvería aburrido. Incluso el simple hecho de tratar de descubrir sin encontrar nada es algo realmente igual de interesante que tratar de descubrir y encontrar, y no sé si incluso no lo es más. El secreto de las aguas fue un verdadero tesoro hasta que lo descubrí; luego todo el entusiasmo que me provocaba se esfumó y sentí que me faltaba algo.

Por medio del experimento pude saber que la madera flota, así como las hojas secas, las plumas y otras muchas cosas; por eso, gracias a todas las pruebas acumuladas, sé que una roca flotará; pero uno tiene que conformarse simplemente con saberlo, pues no hay modo de probarlo..., por el momento. Pero ya encontraré la manera, y entonces desaparecerá la emoción. Estas son cosas que le ponen a una triste, porque poco a poco, cuando lo haya descubierto ya todo, dejará de haber emoción ¡y me gusta tanto la emoción! La otra noche no pude dormir pensando en todo esto.

Al principio no conseguía comprender para qué había sido yo creada, pero pienso ahora que fue con el fin de desvelar los secretos de este maravilloso mundo, ser feliz y dar gracias al Sumo Hacedor por todo lo creado. Creo que todavía me quedan muchas cosas que aprender, eso espero; y si sé administrarlas y no voy demasiado deprisa, pienso que todavía me durarán varias semanas. Confío en que así sea. Cuando arrojas al aire una pluma, ésta flota hasta perdérsela de vista; si lanzas un terrón de tierra no hace lo mismo. Cada vez se cae. Lo he intentado repetidas veces, siempre con el mismo resultado. Me pregunto por qué es así... Por supuesto que no cae, pero, ¿por qué habría que parecer que sí lo hace? Supongo que se trata de una ilusión óptica. Quiero decir, una de las dos. Pero no sé cuál de ellas. Puede ser la pluma, puede que el terrón; me es imposible probarlo, lo único que puedo demostrar es que una u otra es una falsedad, y dejar que sean los demás quienes decidan.

Después de haber estado observándolas, he sabido que las estrellas no durarán mucho. He visto fundirse a alguna de las mejores y precipitarse cielo abajo. Puesto que una de ellas puede fundirse, pueden fundirse igualmente todas las demás, y es posible que lo hagan en una misma noche. Este infortunio sobrevendrá, lo sé. Tengo intención de velar todas las noches y contemplarlas todo el tiempo que me sea posible aguantar despierta, y grabaré en mi memoria esos campos centelleantes, para poder así, poco a poco, a medida que vayan desapareciendo, restaurar con mi imaginación esas hermosas miríadas en el negro cielo y hacerlas relucir de nuevo, y duplicarlas por medio de la borrosa imagen de mis lágrimas.

Después de la caída

Cuando miro atrás, el Jardín me parece un sueño. Era hermoso, sorprendentemente hermoso, encantadoramente hermoso; y ahora está perdido y no volveré a verlo nunca más.

Se ha perdido el Jardín, pero le he encontrado a él; estoy contenta por ello. Él me ama todo lo que es capaz; yo le amo con toda la fuerza de mi naturaleza apasionada, lo cual es propio de mi juventud y de mi sexo. Si me pregunto por qué le amo, entonces me doy cuenta de que no lo sé, y en realidad tampoco me importa mucho saberlo; supongo, por tanto, que esta clase de amor no es fruto del raciocinio ni de la estadística, como el que se siente por otros reptiles y animales. Y creo que así debe ser. Amo a ciertos pájaros por su canto, pero no como a Adán porque sepa cantar, no, no es eso, puesto que cuanto más canta, menos me gusta. Y, sin embargo, le pedí que cantara, porque deseo aprender que me guste todo lo que es de su interés. Estoy segura de que puedo aprender, porque al principio su modo de cantar me resultaba insoportable, pero ahora lo tolero. Es capaz de agriar la leche cantando, pero ello no importa, me acostumbraré a este tipo de leche.

No es por su inteligencia por lo que le amo, no, no es eso. Tampoco es que haya que culparle por su inteligencia, tal como es, pues no fue él quien se hizo a sí mismo; es como Dios le ha hecho, y eso basta. Había en ello un sabio propósito, que yo sepa. Se desarrollará con el tiempo, aunque no creo que sea de forma repentina; y, además, no hay prisa, está bien tal como es.

No es por sus modales y delicadeza por lo que le amo. No, a este respecto hay que decir que tiene sus carencias, pero está bien así, y va mejorando.

No es por su laboriosidad por lo que le amo, no, no es eso. Pienso que la posee, y no sé por qué me lo oculta. Ésta es mi única pena. Por lo demás, ahora es franco y abierto conmigo. Estoy segura de que no me oculta nada más que esto. Lamento que pueda tener algún secreto conmigo, y a veces me quita el sueño pensar en ello, pero lo ahuyentaré de mi mente; no quisiera que turbara mi felicidad, que por lo demás es desbordante.

No es por su educación por lo que le amo, no, no es eso. Es un autodidacta, y sabe verdaderamente muchísimas cosas, aunque no sean como él se cree.

No es por su caballerosidad por lo que le amo, no, no es eso. El me ha ofendido, pero no le culpo por ello; pienso que es una peculiaridad de su sexo, y no fue él quien hizo a éste. Claro que yo no le hubiera ofendido, primero me muero; pero esto es también una peculiaridad de mi sexo, y no me atribuyo, por lo tanto, ningún mérito, ya que no fui yo quien lo hizo.

Entonces, ¿por qué le amo? Simplemente porque es masculino, creo.

En el fondo es bueno, y le quiero por eso, pero podría amarle igualmente aunque no lo fuera. Si me pegara y abusara de mí, seguiría queriéndole. Ahora lo sé. Es una cuestión de sexo, creo.

Es fuerte y apuesto, y le amo por eso, y le admiro y me enorgullezco de él, pero podría amarle aun sin poseer estas cualidades. Si careciera de atractivo, le amaría; si fuera una ruina humana, le amaría; y trabajaría para él, y hasta me esclavizaría por él, y rezaría por él, y velaría por él al lado de la cabecera de su cama hasta la muerte.

Sí, creo que le amo simplemente porque es mío y porque es masculino. Supongo que no existe otra razón. Y, por tanto, creo que, como dije al principio, este tipo de amor no es fruto del raciocinio ni de la estadística. Viene solo y nadie sabe de dónde, y resulta algo inexplicable. Ni falta que hace.

Esto es lo que yo opino. Pero yo no soy más que una simple muchacha, y la primera en analizar este asunto, y es posible que mi ignorancia e inexperiencia no me hayan permitido comprenderlo como es debido.

Cuarenta años más tarde

Mi ruego y mi anhelo es que dejemos esta vida los dos juntos, un anhelo que jamás desaparecerá de la tierra, pero que encontrará un lugar en el corazón de toda esposa que ame, hasta el final de los tiempos; y dicho anhelo llevará mi nombre.

Pero si uno de nosotros fallece primero, mi ruego es que no sea otro que yo; porque él es fuerte, y yo débil, yo no le soy tan necesaria a él como él lo es para mí: una vida sin él no sería vida. ¿Cómo iba a poder soportarla? Este ruego es también inmortal y no dejará de ser siempre elevado mientras mi raza siga sobre la faz de la tierra. Yo soy la primera esposa, y me seguiré repitiendo en la última de ellas.

En la tumba de Eva:

ALLÍ DONDE ESTABA ELLA,
ESTABA EL PARAÍSO.

MARK TWAIN. Su verdadero nombre era Samuel Langhorne Clemens, nació prematuramente en Florida, en el Estado de Missouri, en 1835. A los veinte años, tras haber sido tipógrafo en un pueblo del Mississipi, vagabundeaba ya por el Estado de Nevada en busca de plata, que jamás encontró, a los 35 era hombre casado y célebre. Inquieto, aventurero y vital en su juventud, en la madurez, no contento con el éxito como escritor, cayó presa del afán de dinero, que le llevó a arruinarse en más de una ocasión y a alejarse de su mujer y de sus hijas.

Su vida fue la de un hombre contradictorio, eternamente insatisfecho. Treinta y siete volúmenes ocupan su obra completa, lo cual nos indica lo poco que sabemos del creador de los inefables Tom Sawyer y Huckleberry Finn, compañeros inseparables de nuestra infancia.

Notas

[1]
N. del T.: El dodo, o dronte, era un ave del tamaño de un cisne, con cabeza y pico grandes, alas cortas, inadecuadas para el vuelo y patas robustas con cuatro dedos. Se extinguió a fines del siglo XVII.

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[2]
N. del T: En efecto, chesnut (castaña) tiene la acepción de una historia muy vieja o pasada, o un chiste viejo.

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