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Authors: Boyd Morrison

Tags: #Intriga, arqueología.

El arca (29 page)

BOOK: El arca
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—También podría cabrear a un montón de gente si demostrase que no sucedió exactamente como lo cuenta la Biblia.

—A mi padre eso no le importaba. Le importaba la verdad. Era un hombre curioso. Adoraba la emoción del descubrimiento, sin importar las contradicciones que pudieran derivar del mismo. No creía que la Biblia fuese un documento infalible que hubiese dictado directamente Dios. Pensaba que era falible, precisamente porque los humanos habían manipulado su texto a lo largo de los siglos.

—¿Te refieres a las traducciones?

—Exacto. La Biblia ha sido traducida del original hebreo al griego, al latín y a los idiomas modernos. Era consciente de que cabía la posibilidad de que se hubieran producido errores durante el proceso. Las diversas traducciones al inglés muestran que puede interpretarse de maneras muy diversas. Sacó un puñado de notas.

—Estas son las traducciones de la versión Douay-Rheims de la Biblia, la que muchos estudiosos consideran la traducción más fiel del original. Sobre todo del Génesis, capítulos siete al diez. Lee estas líneas.

Tyler se inclinó sobre el texto, que decía:

Génesis 7, 17. Y fue el diluvio cuarenta días sobre la tierra. Y las aguas crecieron y alzaron el arca, y la elevaron sobre la tierra.

Las palabras «y alzaron el arca, y la elevaron sobre la tierra» estaban tachadas. En su lugar, Arvadi había escrito una nueva frase, de tal forma que su versión del texto rezaba:

Y fue el diluvio cuarenta días sobre la tierra. Y las aguas crecieron, y el arca se vio en lo alto sobre la tierra.

—Pues a mí no me parece que sea tan distinta —dijo Tyler—. ¿Hay algo más?

Dilara señaló el siguiente versículo.

Génesis 7,18. Y subieron las aguas y crecieron en gran manera sobre la tierra. Y flotaba el arca sobre la superficie de las aguas.

Arvadi había cambiado «Y flotaba el arca sobre» por «Y colgaba sobre».

Y subieron las aguas y crecieron en gran manera sobre la tierra.

Y colgaba el arca sobre la superficie de las aguas.

—Siguen pareciéndome lo mismo —dijo Tyler.

—Estoy de acuerdo. Hay una anotación que aún resulta más extraña.

Y leyó Tyler en la siguiente página:

Génesis 8,4. Y reposó el arca en el mes séptimo, a los diecisiete días del mes, sobre los montes de Armenia.

En esa ocasión, el arqueólogo había cambiado una sola palabra. En lugar de «sobre» había escrito «dentro».

—«Y reposó el arca en el mes séptimo, a los diecisiete días del mes —leyó Tyler—. Dentro de los montes de Armenia.» ¿Qué significa?

—Armenia se interpreta por lo general como el Ararat. Hay dos picos en el Ararat: el monte Ararat y el Pequeño Ararat. Quizá pensó que el arca descansaba entre ambas cumbres.

Tyler hojeó las páginas y encontró otra línea más subrayada varias veces:

Génesis 9,15. Y me acordaré del pacto mío, que hay entre mí y vosotros y todo ser viviente de toda carne. Y no habrá más diluvio de aguas para destruir toda carne.

Destruir toda carne. Exactamente lo que había sucedido en el avión de Hayden. Tyler se estremeció al reparar en aquella coincidencia.

—El pacto de Dios con Noé tras el diluvio —explicó Dilara, que continuó recitando de memoria—: «Estará el arco en las nubes, y lo veré, y me acordaré del pacto perpetuo entre Dios y todo ser viviente, con toda carne que hay sobre la tierra».

—¿Qué crees que significan todas estas notas? —preguntó Tyler.

—Me contó su teoría en diversas ocasiones, pero nunca dispuso de datos históricos que la sustentaran, así que no le di mayor importancia. Ahora me siento como una idiota.

—No seas tan dura contigo misma. Durante décadas, los mejores científicos del mundo despreciaron la teoría de Wegener de la deriva continental. En la actualidad se consideraría chiflado a cualquier geólogo que la disputara. Realmente, ¿cuál era su teoría particular?

—Que un misterioso pergamino titulado
El libro de la cueva de los tesoros
constituye la clave para encontrar el arca. Contiene un secreto tan explosivo que nadie lo creería a menos que el arca de Noé fuese encontrada.

—¿Nunca te contó el secreto?

—Aseguró estar muy cerca de encontrarla —replicó Dilara después de hacer un gesto de negación con la cabeza—. Hizo un descubrimiento poco antes de desaparecer. La última vez que hablé con él, me contó que era cuestión de semanas que asombrara al mundo con su revelación, y que entonces yo podría llevar la cabeza bien alta y sentirme orgullosa de él. Pensé que era otra de sus búsquedas quijotescas hasta que se presentó Sam Watson y volvió mi mundo del revés.

Dilara se recostó en la silla, peinándose el cabello con la mano. El guardapelo de plata que le colgaba del cuello reflejaba la luz de la lámpara del escritorio y llamó la atención de Tyler. El guardapelo que el padre de Dilara le había enviado antes de desaparecer…

—¿Crees que el descubrimiento al que se refería era el hallazgo de
El libro de la cueva de los tesoros?

—Es una teoría tan posible como cualquier otra, pero he repasado todas estas notas y aquí no hay nada que apunte en esa dirección.

—Él hubiera querido que tú lo encontraras, ¿verdad? En el caso de que él no lo lograra, quiero decir.

—Supongo que sí. Pero nunca llegó a contarme dónde estaba el pergamino.

—Quizá no pudo. Si estaba al corriente de su valor, es posible que su asesino se lo llevara.

—Bueno, ¿y dónde está?

—Dijiste que tu padre nunca se separaba de ese guardapelo, y que te sorprendió recibirlo. ¿Me dejas verlo?

Ella desabrochó el cierre del guardapelo y se lo tendió a Tyler. Al abrirlo vio el retrato de la madre de Dilara.

—¿Sabes qué lo empujó a enviártelo?

—Dijo que era mi regalo de cumpleaños.

Tyler miró nuevamente el retrato. En el rápido vistazo que le dedicó en la plataforma petrolífera no había reparado en que estaba algo dañado, debido al tiempo que Dilara había pasado en el océano después del incidente con el helicóptero. La fotografía estaba combada, como si algo se hubiera expandido tras ella. Sacó la multiusos Leatherman y escogió el cuchillo.

—¿Te importa? No estropearé la fotografía.

Dilara se mostró confundida, pero asintió para dar su consentimiento. Tyler hizo palanca en el margen de la fotografía hasta levantar el plástico que la cubría. Tanto el plástico como el retrato cayeron sobre la mesa, junto a un diminuto pedazo de papel.

Ella pasó de la confusión al asombro.

—Creo que existía otra razón para que tu padre quisiera entregarte el guardapelo —dijo Tyler, que extendió con cuidado el papel doblado, cuyas dimensiones no superaban los dos centímetros y medio cuadrados. La letra prieta estaba escrita con un bolígrafo de punta fina, pero la tinta se había corrido.

—Es la letra de mi padre —dijo ella en voz baja—. Incluso reconozco los borrones.

Tyler la comparó con la caligrafía de las notas y comprobó que Dilara tenía razón. Distinguió tres letras mayúsculas: L, C, T. Luego un uno seguido por lo que parecía una serie de números que se habían emborronado al correrse la tinta.

—Ele, ce, te —leyó Tyler—. ¿Se refiere al
Libro de la cueva de los tesoros?

Dilara se puso en pie de un salto de la emoción.

—¡Esta nota me indica dónde encontrarlo! ¡Debió de esconder el libro antes de morir!

—Y si podemos encontrarlo, nos conducirá al arca de Noé.

—Pero no se entiende casi nada de lo que pone —dijo Dilara—. Ahora nunca daremos con el paradero de ese pergamino.

—No necesariamente. En el CIC contamos con instrumentos muy precisos. Haré que los del laboratorio intenten leer lo que dice. Entretanto…

Sonó el timbre de su teléfono móvil. En la pantalla apareció el nombre de Aiden MacKenna. Tyler respondió.

—Aiden, dame buenas noticias.

—Bueno, tal vez tenga algo para ti —dijo el experto en información—. Finalmente, tuve un rato para profundizar en Sam Watson. Trabajó para una modesta compañía farmacéutica llamada PicoMed Pharmaceuticals. Es una especie de fábrica de ideas. Nunca ha producido un fármaco aprobado por la Administración de Alimentos y Medicamentos. Intenté colarme en sus servidores, pero son completamente inaccesibles. Suena a tapadera de los militares, pero me huele raro.

—¿Por?

—Rastreé nuestras bases de datos militares y gubernamentales, pero en ellas no existe mención alguna de PicoMed. Si obtenía financiación del Gobierno, lo han tapado muy bien.

—¿De qué nos sirve esta información?

—Su director ejecutivo es alguien llamado Cristian Bulesa. ¿Has oído hablar de él?

—No. ¿Debería?

—En realidad, no. Era por probar. Pasemos al proyecto Torbellino. Se me ocurrió que podía empezar por la compañía que financió Oasis, Juneau Earthworks. Echó el cierre hace ya tres meses.

—Qué conveniente.

—Eso pensé yo también, así que comprobé su registro mercantil. Era una empresa de la corporación Delaware S. Y como jefe ejecutivo figura el nombre de Cristian Bulesa.

—¡Bingo!

—En efecto. Y Cristian Bulesa tiene una cosa interesante en común con el hermano de Rex Hayden: ambos se comprometieron en serio con la Iglesia de las Sagradas Aguas.

—Me estás tomando el pelo.

—Indagué un poco y descubrí que la mayoría de la financiación de la Iglesia proviene de una fuente. Una corporación privada llamada Ulric Pharmaceuticals.

—¿Ulric de Sebastian Ulric?

—Veo que ves a dónde me propongo ir a parar. Ulric es el líder de la Iglesia. Pensé que Cristian Bulesa sonaba a nombre inventado, así que me puse a reordenar las letras y…

Tyler comprendió enseguida lo que había descubierto Aiden. No podía creerlo.

—¡Menudo ego! ¿Utilizó un anagrama de Sebastian Ulric para sus empresas fantasma?

—El tío es un auténtico rey de la comedia. Vi que Gordian había trabajado en una ocasión en un contrato para Ulric Pharmaceuticals. ¿Llegaste a conocerlo?

Tyler apretó los dientes.

—Desgraciadamente.

Años atrás, Ulric había contratado a nuestra empresa para desarrollar un laboratorio biológico en su campus principal de Seattle. Todo en el laboratorio era última tecnología, y el magnate quería aprovechar el buen hacer de Gordian para repasar las instalaciones de contención. Fue un proyecto importante, así que el propio Ulric se implicó personalmente. Tyler tuvo que trabajar estrechamente con él. El proyecto fue bien, y Ulric pareció quedar impresionado con Tyler y Gordian.

Una vez completada la fase de diseño, el papel de Gordian a partir de ese momento consistió simplemente en supervisar el progreso de la construcción, así que Tyler había pasado a ocuparse del proyecto Torbellino. Sin embargo, tomó parte puntualmente en el dirigido por Ulric, y fue a partir de entonces cuando empezaron los problemas.

Ulric mencionaba constantemente la Iglesia de las Sagradas Aguas en sus conversaciones con Tyler. Al principio le habló de cómo había concebido la idea mientras estudiaba en Yale. Tyler, en interés del contrato, rechazaba con educación algo que consideraba un intento de reclutarlo. Ulric le invitó a Hawái con la excusa de hablar del proyecto de construcción del laboratorio, pero, a su llegada, tuvo que soportar un renovado esfuerzo por convencerlo de la idoneidad de la Iglesia en un mundo, según Ulric, en el que las condiciones ambientales eran desastrosas y donde la humanidad era como una lacra para la belleza que ofrecía la tierra. Su Iglesia era la única respuesta, y pretendía reunir a las mentes más brillantes del mundo que comprendían la necesidad de un futuro mejor.

Ulric pensó que Tyler era precisamente la clase de persona que andaban buscando, y aunque al ingeniero le parecía un hombre agradable, también lo tenía por un lunático. El desprecio que mostraba Ulric por quienes él consideraba que eran inferiores intelectualmente, incluido Tyler, era más que evidente, y aunque éste admitió que muchas de las cosas de las que se lamentaba su anfitrión eran ciertas, sus diatribas acerca de la necesidad de un cambio profundo rayaban en el fanatismo. El ingeniero expuso claramente que no quería tener nada que ver con lo que consideraba un culto compuesto por chalados, y seguidamente pagó un vuelo de su propio bolsillo para regresar a Seattle.

A su vuelta, repasó el proyecto de Ulric y descubrió que el proceso de construcción se estaba saltando la normativa medioambiental que Gordian Engineering había especificado durante la fase de diseño. Cuando Tyler expuso su descubrimiento a Ulric, se vio inmediatamente despedido del proyecto, y se comunicó sin ambages a Gordian que, en caso de insistir en ese asunto, el bufete de abogados de Ulric haría pedazos a la consultora de ingeniería.

Al cabo de dos semanas, el contrato del proyecto Torbellino fue cancelado sin previo aviso. La cancelación de los dos proyectos supuso un duro revés para Gordian, pero en ese momento Tyler no relacionó ambos sucesos. El hecho de que Ulric pudiera estar detrás de Torbellino explicaría por qué perdió la empresa ese contrato.

—De modo que Sebastian Ulric está metido en esto —dijo Tyler, temiendo lo que eso podía significar.

—Dispone de la fortuna necesaria para invertir en el proyecto Torbellino. Y hay otro dato interesante. —A juzgar por el tono de voz, Aiden se había dejado lo mejor para el postre.

—Canta, amigo.

—El propio Sebastian Ulric ha reservado la suite más grande del
Alba del Génesis
para la travesía inaugural. Se supone que hará acto de presencia en la fiesta de la noche del jueves.

—Eso ya es demasiada coincidencia.

—Yo pienso igual. Y creo saber qué vas a decir a continuación. Quieres acudir a esa fiesta.

—Sí. Consígueme dos invitaciones. Quiero hablar personalmente con Ulric.

—¡Premio para Aiden, que ha vuelto a dar en el blanco! Hace dos años, Gordian colaboró con la naviera, así que Miles ha podido conseguirte una cabina. Los pases te esperan en el barco, en Miami.
Bon voyage!

Tyler colgó el teléfono y miró a Dilara, que levantó la vista cuando el ingeniero dio por terminada la conversación.

—¿Qué pasa? —preguntó.

—Creo que habrá que ir de compras otra vez. El único problema es que no tengo ni idea de dónde encontrar un vestido de noche para ti.

—¿Un vestido de noche? Tyler asintió.

—¿Te vienes de fiesta?

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