El bokor (77 page)

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Authors: Caesar Alazai

Tags: #Terror, #Drama, #Religión

BOOK: El bokor
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—¿Recuerda algo respecto a la personalidad de Kennedy, algo que estuviera en su expediente?

—No con el grado de detalle que parece necesitar, pero si me acompaña a los archivos creo que puedo ayudarle, si promete no meterme en problemas.

—Se lo prometo.

—Detective, ¿cree que Kennedy esté relacionado con estos crímenes?

—Aun no lo sé.

—Sería muy malo para nuestra iglesia.

—Lo entiendo así y si me ayuda intentaré que nada de esto trascienda a los medios.

—¿Cree que Pietri sabe algo?

—Es muy poco lo que nos ha dicho.

—Es un pobre viejo, todo esto es demasiado para él, afortunadamente, si se puede decir, su misma enfermedad lo protege de terminar como el padre Ryan. Ver esos muertos colgando de su iglesia le provocó un infarto.

—¿Están muy lejos los expedientes?

—Unos quince minutos en coche.

Bronson miró el reloj y supo que ya no podría ir por Lucila al aeropuerto.

—Bien, vamos, espero que lo que diga allí nos ayude en algo.

Mattías dejó a Pietri al cuidado de una enfermera y acompañó al detective en su auto hasta un edificio a unas seis cuadras de la iglesia. El tránsito hizo que los quince minutos se convirtieran en media hora. Al llegar el sacerdote pidió a Bronson que esperara en una sala muy parecida a la que éste usaba para los interrogatorios. A los cinco minutos había regresado con un pequeño expediente en sus manos.

—Creo que no le servirá de mucho.

—¿Ya lo ha revisado?

—Así es. Pietri mismo hace algunas anotaciones donde describe algunos cuadros de Kennedy en su juventud, alucinaciones e intensos dolores de cabeza que hicieron que dejara de lado la academia. Pero hay algo interesante y es que Angelo siguió dándole seguimiento después de que se fuera hacia Haití.

Hay algunos registros que hablan de alucinaciones de Kennedy con algo muy parecido a los demonios y menciona a la Mano de los Muertos. Según el decir de Pietri, podría tratarse de una nueva personalidad de Kennedy o alguien real con quien el sacerdote estaba confrontado.

¿Recuerda que dijo algo de un sello?

—Si.

—En el expediente dice que Kennedy se marchó a Cuba a buscar un objeto llamado el sello de fuego. Pietri dice estar preocupado por la obsesión de su amigo con ese objeto y por una relación algo peligrosa con una mujer.

—¿Amanda Strout?

—Así es.

—¿Dice algo respecto a si Adam Kennedy la asesinó?

—No, claro que no. ¿Cree usted que Kennedy es un asesino?

—Fue juzgado en Haití por la muerte de esa mujer.

—Le interesará esto que viene aquí.

—¿De qué se trata?

—Dice que la mujer estaba embarazada y que Kennedy ignoraba si el hijo que esperaba era suyo.

—Eso sería un móvil.

—Puede ser, además dice que duda de si el padre de la criatura era la Mano de los Muertos.

—Su otra personalidad.

—O su enemigo real.

—¿Cree que puedo obtener copia de este expediente?

—Me pone usted en un aprieto, es parte del secreto entre paciente y doctor.

—Sin embargo me ha dado usted la información.

—El padre Pietri lucía muy interesado en que usted la obtuviera.

—Si me la da y alguien llegara a enterarse diré que Pietri me la hizo llegar.

—¿Quiere usted que mienta?

—¿Quiere usted que un asesino siga suelto?

Mattias le entregó la copia a Bronson y el detective lo dejó de nuevo en la Catedral de San Francisco Javier.

Capítulo LV

Puerto Príncipe, Haití, 1972

No había costado mucho convencer a Sebastian Daniels para que los acompañara, tal como había vaticinado mama Candau el joven sentía que aquella cruzada podía, en cierta forma, llenar el vacío que le había provocado la muerte de su padre en circunstancias tan particulares. Las revelaciones de Casas no habían hecho más que reforzar su deseo de llegar al fondo de toda aquella situación, sin embargo, pidió esperar una semana para poder coordinar las cosas en el hospital, pasar las fiestas de fin de año con su familia y de paso darle seguimiento a Casas. El hombre parecía haber superado el episodio que había vivido en casa de Kennedy, no recordaba una solo palabra de lo que había dicho y se sentía avergonzado por haber dado la impresión de estar poseído. Sebastian había intentado retomar el tema para saber acerca de lo que había dicho de Amanda Strout como responsable de la muerte de su padre, pero Casas era otra persona, era como si todo se hubiera tratado de una alucinación de aquel hombre y sin embargo, todos estaban preparando un viaje a Cuba para buscar el sello de fuego que les permitiera acabar con lo que suponían una posesión satánica.

Kennedy y Barragán visitaron a Casas en varias oportunidades, pero los interrogatorios de ambos resultaron infructuosos también, tampoco lograron arrancarle una confesión de que trabajaba para Duvalier como un espía de los movimientos de Barragán y de Kennedy.

Adam había evitado durante toda la semana hablar con Amanda Strout, a pesar de que la mujer lo llamaba insistentemente y en más de una ocasión la observó haciendo guardia frente a la iglesia o su casa, prefería esperar a que se marchara para no tener que hablar con ella respecto a lo que había visto aquella noche, donde ella y el hombre conocido como la Mano de los Muertos se habían burlado de él. Pasada aquella noche caótica había reflexionado sobre la posibilidad de que Amanda fuera un súcubo y en ocasiones se reprochaba tales tonterías y en otras se sorprendía de encontrar una explicación sobrenatural a todo aquello que pasaba entre ellos dos. No podía dejar de pensar en Amanda como mujer objeto de sus deseos. Aun y cuando le causaba repulsión imaginarla con la Mano, los sueños repetidos que tenía con ella eran tan reales que en ocasiones dudaba si había sucedido o había sido solo un sueño.

En el pueblo se murmuraba que el sacerdote tenía una relación clandestina con Amanda Strout. No era extraño que en un lugar como aquellos se hablara entre corrillos, pero las cosas habían llegado demasiado lejos, algunas mujeres aseguraban que el sacerdote llegaba por las noches a la casa de Strout y no se marchaba hasta estar muy cerca el amanecer, pero lo peor de todo aquello era que los comentarios coincidían con los sueños que el hombre tenía. ¿Sería posible que su alma viajara para habitar con Strout y que eso fuera lo que vieran los vecinos? Tonterías. Como psiquiatra sabía que tales cosas no existían, que eran solo manifestaciones de una enfermedad mental. El mismo había experimentado aquello hacía algunos años, antes de que Angelo lo tratara, quizá por eso había decidido hacerse doctor en psiquiatría, para ayudar a los que sufrían de aquellos trastornos de los que Pietri lo había curado. Solo habían quedado aquellas pesadillas insoportables y de vez en cuando los dolores de cabeza. Jean le había recomendado la marihuana para atenuarlos y en varias ocasiones le habían dado buenos resultados. Ojalá hubiera contado con esa posibilidad cuando su madre tenía que soportar aquellos dolores de cabeza que la llevaban al vómito y las convulsiones, de las que volvía convertida en otra persona. Su madre padecía de personalidad múltiple, aunque ninguna de ellas era agresiva, en algunas ocasiones hablaba como su madre y en otras como si tratara de la madre superiora de una congregación de monjas, dominaba la biblia y el quehacer de la iglesia como si de verdad lo fuera. Estando en ese estado se olvidaba de que era su hijo y lo trataba como el joven del seminario que se preparaba para ser sacerdote. Su madre murió en medio de fuertes dolores cuando un aneurisma acabó con su vida.

—Está usted muy pensativo, padre Kennedy —dijo mama Candau que esperaba junto a él en el aeropuerto la llegada de Sebastian.

—Pensaba en si estaremos haciendo lo correcto.

—Ya lo hemos discutido, recuperar el sello puede ser de utilidad si obtenemos también el libro, podríamos sellar a aquellos que estén en peligro lo que tal vez podría incluir a la mujer que ama.

—Creo que Amanda ha decidido su camino.

—No debería usted juzgar a la mujer por lo que hace Lilitu.

—Aquella noche, cuando fui a buscarla, estaba con la Mano de los Muertos. No puedo creer que alguien como Amanda hiciera tal cosa.

—La Mano de los Muertos puede haber provocado todo esto. Al margen de que creo que esa mujer no es buena, la Mano es capaz por si solo de haberla enredado en sus hilos y puede incluso que Amanda pensara que era usted quien estaba con ella.

—Tonterías.

—Es lo que se dice en el pueblo, esa mujer está desesperada y la han visto rondando la iglesia y su casa como si usted fuera su pareja.

—No creerá usted eso.

—Padre Kennedy, lo he visto salir por las noches. No quiero meterme en lo que no me importa, pero me preocupa su alma.

—No tiene de qué preocuparse.

—Ojalá fuera eso cierto.

—Mama Candau, ¿Cree usted que si encontramos el sello, de verdad sea de utilidad?

—Estoy segura, pero no será fácil encontrarlo, solo espero que no sea demasiado tarde para ayudar a los que queremos.

—Supongo que desea sellar a Jean y a Nomoko.

—Para ellos es demasiado tarde ya. Ya usted lo sabe, solo se puede prevenir una posesión y no sacar con él a un demonio que ya habita en nuestros cuerpos, para eso es preciso un exorcismo y acabar con la vida del poseído.

—No llegaré a tanto.

—Ni yo con Nomoko o Jean, por eso será necesario apoyarnos.

—No me pida que haga daño al muchacho.

—Lo hará si llegado el momento es necesario, si es preciso elegir entre su vida y su alma, la decisión será difícil pero irrenunciable.

—Alla viene Sebastian.

—Justo a tiempo, no tardarán mucho en hacernos abordar y los hombres de Duvalier ya están aquí.

—¿A qué se refiere?

—Me vienen siguiendo —dijo Sebastian mientras saludaba con un apretón de manos. —Los hombres de Duvalier vienen tras de nosotros, se han enterado de nuestros planes y quieren hacerse con el sello.

—Eso complicará las cosas —dijo Kennedy mirándolos por encima de sus anteojos para sol.

—Tenemos muchas cosas de qué preocuparnos, por ahora, tratemos de ignorar a estos hombres.

—Padre Kennedy, es Amanda —dijo Sebastian.

—¿Qué pasa con ella?

—Viene hacia acá —dijo señalando hacia la puerta mientras tomaba a mama Candau y se retiraba unos pasos para dar intimidad al sacerdote que no sabía bien si quería tal cosa.

—Adam —dijo Amanda mirándolo a los ojos— ¿te piensas ir sin despedirte?

—Creo que las cosas están bastante claras entre nosotros.

—Sé que en público hay que guardar las apariencias pero no me gusta enterarme por medio de mi jefe de que partirás por unos meses.

—¿Te lo ha dicho Duvalier o la Mano de los Muertos?

—Por supuesto que Duvalier, me ha sorprendido la noticia al punto que ha soltado a reir en mi propia cara.

—No era mi intención ponerte en una situación incómoda.

—Al menos debiste habérmelo dicho ayer.

—No hemos tenido oportunidad de hablar desde hace mucho.

—Si te refieres a hablar de estas cosas, es verdad, han sido momentos muy emotivos, pero salir del país es algo que amerita que lo discutamos.

—¿Estás sugiriendo que debo contar con tu permiso?

—No, claro que no, pero nosotros…

—No hay nosotros Amanda, debes saber que estoy enterado de todo…

—¿De todo? No sé de qué hablas.

—Están llamando a abordar. Será mejor que me vaya.

Amanda lo miró con una mezcla de tristeza y rabia en los ojos. Aquel no era el mismo Adam, algo había cambiado al sacerdote y lo hacía huir de ella después de todo lo que habían vivido. Quizá solo la había utilizado, pero aún así, no era forma de acabar con la relación. Si al decir que estaba enterado de todo se refería a que Baby Doc le había pedido espiarlo, ya hacía unos días había dejado todo claro con el presidente, no se prestaría para esas cosas y si se quiere, el chico lo había tomado bien, como si de pronto no le interesara más el sacerdote. Tal vez el repentino viaje a Cuba lo hizo perder interés en él o algo tenía que ver el que la Mano de los Muertos le dijera en su presencia que todo estaba resuelto en el caso del sacerdote.

Adam no dijo nada más, le tomó las manos entre las de él y se marchó dándole la espalda sin volver atrás una sola vez a pesar de que sentía los ojos de Amanda clavados en su espalda.

—¿Está todo bien? —Preguntó Daniels.

—Sí… —dijo Kennedy vacilante.

—Tal vez aún estemos a tiempo, padre.

—Tenemos que cumplir nuestra misión, una vez que tengamos el sello decidiremos qué hacer con él.

—Como usted diga, entiendo que su actitud para con Amanda haya cambiado desde lo que le sucedió a Casas, yo mismo me he preguntado muchas veces qué fue lo que sucedió en su casa y por más que le busco explicación no lo entiendo. Decir que Amanda mató a mi padre no tiene sentido, como tampoco el que matara a su propio padre. He investigado en el pueblo y solo me he encontrado con rumores acerca de ustedes dos.

—Se bien lo que dicen.

—Entonces comprenderá que eso no es conveniente ni para usted ni para Amanda.

—Me preocuparía si lo que dicen fuera verdad.

—¿Me puede asegurar que no lo es?

—Con todo mi corazón.

—Preferiría que lo dijera con toda su mente.

Kennedy vaciló un momento, los sueños con Amanda eran tan vívidos que no se atrevía a decir que las cosas que en ellos sucedía no eran reales.

—Creo que está bien de hablar de mí. ¿Qué hay de usted doctor? ¿Para qué busca el sello?

—Busco la verdad sobre la muerte de mis padres. Si están relacionadas con ese sello, llegaré hasta las últimas consecuencias.

—¿Y si descubriera que en realidad Amanda está detrás de todo esto, qué haría?

—No lo sé, padre, siento un inmenso cariño por esa mujer. Me cuesta mucho imaginarla como un demonio o siquiera como una mujer al servicio de Duvalier.

—Entiendo, para mi también es muy difícil.

—Es lo que produce la mujer en el corazón de los hombres —dijo Candau— se encarga de poner la duda en aquellos que no las tienen. La mujer es la serpiente que habla al oído de Adán y lo convence de morder la fruta prohibida. Deben cuidarse de esos encantamientos.

—Estoy casado y con hijos y amo a mi mujer —dijo Sebastian.

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