Todas las noches mi tío comía una cena fría que la sirvienta le dejaba sobre la mesa; la noche en cuestión había en el plato un ala de pollo. Imposible esparcir mi polvo sobre el pedazo dorado de pollo asado; finalmente introduje un poco entre la piel y la carne, allí donde nadie lo notaría. Cuando volví del cine, el tío Belo se había comido el ala y dormía; quizá mañana me despierto y lo encuentro muerto, pensaba yo, pero no estaba demasiado convencida. De hecho, a la mañana siguiente el tío fue a trabajar como si nada, y decidí tirar el resto del polvo en el lavadero; las semillas y las cascaras que habían sobrado las tiré por la ventana.
Mi práctica con los venenos no fue sin embargo del todo inútil; algunos meses después, una amiga más joven que yo, que pertenecía a la Acción Católica, me dijo que deseaba deshacerse de su padre, y me ofrecí a ayudarla. Yo sería el cerebro y ella el brazo ejecutor, porque yo no iba a sucasa, su madre era muy religiosa. El padre, en cambio, estaba bastante enfermo, o más bien fingía estar enfermo, y todas las tardes se hacía aplicar una inyección por un doctor; el medicamento no era muy caro, y mi amiga me procuró una caja. Compré un soplete, una lámpara de alcohol, para fundir el vidrio con el soplete, y me dediqué a fabricar ampollas de veneno que mi amiga se encargaría de sustituir cuando nadie la viera.
Las inyecciones (las buenas) estaban compuestas principalmente de aceite mentolado, y aún hoy recuerdo el olor. Tardé varios días en aprender a abrir las ampollas, para cambiarles el aceite y cerrarlas de nuevo. Con el mismo aceite preparé una sustancia que me parecía fuertemente tóxica, extraída de un trozo de carne podrida llena de gusanos gordos y blancos; y también aún hoy recuerdo el olor de esa carne verdosa. Otras ampollas contenían soluciones de nafta e incluso, creo, una sustancia arsenical. Debo decir que las ampollas sustituidas eran turbias, y no transparentes como las originales, pero se sabía que el doctor estaba siempre apurado y por lo tanto no iba a darse cuenta.
No sé cuál de estas ampollas fue la primera en ser usada; sé que un día el enfermo descubrió una especie de protuberancia durísima en su nalga derecha y que al día siguiente el doctor pidió examinar las ampollas restantes; como eran bastante turbias y para peor de colores diferentes, entabló una gran discusión con el farmacéutico. El tratamiento de las inyecciones se interrumpió súbitamente, con gran alivio de mi parte, ya que para ese entonces había perdido todo interés en el asunto.
El padre de mi amiga murió hace varios años, y su hija lloró al enterarse de la noticia, porque siempre ha sido una gran sentimental, y en el fondo lo quería. También yo quería a mi tío, y sentí que algo me oprimía el pecho al leer esta carta en la que una vieja, vieja señora me cuenta que va a visitarlo al manicomio dos veces por semana; que lo primero que él hace es pedirle noticias mías, mientras le revisa la cartera para ver si le han traído golosinas y cigarrillos.
Traducción:
ERNESTO MONTEQUIN
El caos fue publicado por Sudamericana en marzo de 1974, en la colección «El Espejo». Los cuentos incluidos en el libro habían sido escritos originariamente en español y muchos de ellos se publicaron en diarios argentinos y en revistas hispanoamericanas entre 1948 y 1960. La escritura de estos relatos comprende un arco de tiempo en la vida de su autor que se inicia con el pasaje de la efusiva poética neorromántica del
Wilcock primitivo
a la límpida ironía y a la belleza disciplinada o didáctica de
Sexto
(1953), a lo que se agrega el peronismo con sus secuelas, y las largas temporadas vividas lejos de la Argentina que prefiguran la partida definitiva hacia Roma en junio de 1957.
En agosto de 1960 la editorial Bompiani publicó, en la colección «I Numeri», una versión en italiano de estos cuentos con el título
Il caos
. Fue el primer libro de Wilcock publicado en Italia. Los textos de los cuentos que lo integran difieren ostensiblemente de los originales publicados en español y, en algunos casos, también de las versiones publicadas poco antes en las revistas italianas donde Wilcock colaboraba con frecuencia.
A comienzo de la década del 70, tras una ardua batalla legal contra la editorial Bompiani, que también había publicado
Fatti inqúietanti
(1961) y
Teatro in prosa e versi
(1962), Wilcock logró recuperar los derechos de
Il caos
. Procuró, entonces, hacer una nueva edición de esos cuentos alterados por la intromisión de voluntades ajenas: «[En
Il caos
de Bompiani] faltan la mitad de las cosas y nada tiene que ver con mi manera de escribir», era necesario «restituirlo, como se decía en Roma para los monumentos».
[1]
En abril de 1974 la editorial Adelphi publicó bajo el título
Parsifal; I racconti del «Caos»
, en la colección «Narrativa Contemporánea», las versiones
restituidas
de los cuentos que contenía
Il caos
, a excepción de
Ricordi di gioventú
.
Parsifal
está precedido por la siguiente
Advertencia del autor
:
«Los más recientes de estos cuentos tienen quince años, los menos recientes treinta: tanto tiempo se necesita para que la realidad alcance a la invención, o la invención a la realidad. Según mi intención debían constituir un muestrario de técnicas tradicionales, sin excluir aquellas todavía futuras (véase, por ejemplo, el cuento
La casa
); por otra parte habían sido escritos en español. En 1959 preparé para un editor italiano una versión publicada con el título
Il caos
, por completo insuficiente, en principio porque el texto reelaborado partía del supuesto, poco feliz, de que los lectores se parecían a los secretarios de redacción de las revistas literarias que yo frecuentaba por entonces. Hoy pienso, en cambio, que hay personas capaces de hacer un esfuerzo aun cuando leen, y por lo tanto vuelvo a presentar estos cuentos tal como en verdad eran».
[2]
Es muy posible que los originales de
El caos
hayan llegado a manos de Enrique Pezzoni —director de la colección «El Espejo» y asesor literario de Sudamericana— a través de Silvina Ocampo, a quien Wilcock habría enviado una fotocopia del texto dactilografiado y corregido para su publicación en español. La edición de
El caos
en Sudamericana fue publicada casi simultáneamente con la de
Parsifal
en Adelphi. Las versiones de los cuentos, exceptuando «La engañosa», coinciden. Con respecto a los cuentos cuyo original español ya había sido publicado, las variantes consisten en correcciones de estilo, sustituciones y adiciones —a veces de una sola palabra, otras de un párrafo entero—. Si bien estas modificaciones no suelen alterar en forma sustancial la trama narrativa, crean nuevos efectos verbales allí donde éstos se hallaban atenuados o simplemente ausentes; como si al adoptar y asimilar el italiano, el español se hubiera transformado para Wilcock en una lengua extraña que de pronto le revelara un caudal de artificios insospechados. Por otra parte, Wilcock acostumbraba someter sus textos a una corrección incansable que los mantenía, aun luego de haber sido publicados, en un estado de
work in progress
, en busca de
un equilibrio entre lo factible y lo imposible
[3]
. Cuando en un reportaje le preguntaron cómo construía sus libros, respondió que lo hacía «corrigiendo textos mediocres, escritos por mí»
[4]
. No es raro que un cuento, un artículo o un poema vuelvan a aparecer reescritos en otra de sus obras; tampoco le son ajenas las alusiones y las apropiaciones, como los esbozos de cuentos tomados, vía Bioy y Borges, de los
Notebooks
de Hawthorne e incorporados, entre tantas otras cosas, en la novela
I due allegri indiani
(Milano: Adelphi, 1973), o la inclusión del poema sumerio de Enmerkar en otra novela titulada
Il templo etrusco
(Milano: Rizzoli, 1973).
Las notas que siguen a continuación se limitan a ofrecer los datos bibliográficos que han podido encontrarse hasta ahora. A esto se suma una breve mención de las variantes más importantes y la fuente de las citas incorporadas al texto.
EL CAOS
Publicado por primera vez en español en
Sur
, 263, (marzo-abril de 1960). La primera versión en italiano se publicó con el título «La danza della morte», en el semanario
Il Mondo
, en dos entregas, 23 de febrero y 1º de marzo de 1960.
La tendencia natural de las cosas es el desorden
. «They [the laws of physics] have a lot to do with the natural tendency of things to go over into disorder». Erwin Schroedinger,
What is Life? The Physical Aspect of the Living Cell
(1944).
Ha dicho un poeta que nadie puede soportar demasiada realidad
. «Human kind cannot bear very much reality», T. S. Eliot,
Murder in the Cathedral, II
(1935). «Go, go, go, said the bird: human kind/Cannot bear very much reality». T. S. Eliot «Burnt Norton», I (1935), en
Four Quartets
(1944). La traducción al español de los
Cuatro cuartetos
realizada por Wilcock fue publicada por la editorial Raigal (Buenos Aires) en 1956.
LA FIESTA DE LOS ENANOS
Publicado por primera vez en español en
Ficción
, 24/ 25 (marzo-abril, mayo-junio de 1960). En el original dactilografiado del libro, que he podido examinar gracias a la gentileza del hijo del escritor, Livio Bacchi Wilcock, este cuento figura con el título «La venganza del enano»; sobre el mismo hay una corrección manuscrita del autor con el título definitivo.
VULCANO
Fue el primer relato publicado por Wilcock en Italia, en la revista
Tempo Presente
, II, 9-10 (septiembre-octubre de 1957), traducido al italiano por Francesco Tentori Montalto. Luego fue vuelto a traducir por el propio Wilcock para ser incorporado, con variantes, en
Il caos
.
FELICIDAD
En italiano, fue publicado por primera vez en
Il Mondo
(29 de julio de 1958) con el título «Felicita». Luego en
Il caos
lleva como título «Trentire»; en esta versión Perón y Evita se llaman López e Irisita. En
Parsifal
Wilcock restituyó el título original.
HUNDIMIENTO
Primer cuento publicado por Wilcock, con el que obtuvo el premio del Concurso de Cuentos de la revista
Sur
, 164-165 (junio-julio de 1948). En esta primera versión, luego reescrita por completo, el barco en el que Ulf Martin comete el crimen que desencadenará su propia muerte se llama
Shark IV
. Los signos que denotan el hundimiento de la isla son más evidentes y perentorios: la carta encontrada en la casilla permite deducir que su anterior ocupante, un matemático que trabajaba allí en sus nuevas tablas de logaritmos hiperbólicos, ha abandonado la isla porque «el fenómeno [el hundimiento] es cada día más evidente». Se enfatiza la imposibilidad de Martin de razonar el peligro que lo acecha. Así como el monarca descubre que el caos es la ley secreta que rige el universo, en el cuento que da título al libro, en esta primera versión de «Hundimiento» el desorden se postula como una impugnación de la inteligencia: «El desorden había entrado en su vida bajo la clásica forma de un soneto […] aparecido en el […] Álbum de Poesías Inéditas de Violeta Bari». Al comprender que la isla está hundiéndose, el protagonista no reacciona y se entrega «al desorden». Finalmente prepara una huida desesperada, y antes de emprenderla «quiso recordar los instantes más valiosos de su vida; consciente homenaje a su inminente partida, y útil estudio comparativo del desarrollo de sus poderes de organización, aplicados a la habilidad natural de su ingenio […] Martin [vio] a través de las invioladas cortinas de su vanidad, el reflejo accesorio de la verdad escondida. […] la ascendente y casi gloriosa progresión de fracasos que él denominaba su vida sólo era una consecuencia de sus dos más evidentes y menos confesadas virtudes: la imprevisión, y la precipitación». Mientras la balsa precaria en la que intenta escapar se deshace con los embates de las olas, el terror de saber que va a ahogarse le hace perder «milenios de civilización; ya no sabía hablar». Finalmente, antes de soltarse del tronco que lo mantiene a flote, su inteligencia sufre una última y definitiva derrota cuando recuerda a Pauli Meyer «trepado en el mástil del
Shark
», y piensa en Violeta y en el muchacho de la fotografía: «eran las últimas, irracionales visiones, pero ya no había en él una inteligencia que pudiera comprenderlas».
La primera versión en italiano presenta escasas variantes con respecto a la publicada en
El caos
, y se publicó en
Tempo Presente
, III, 12 (diciembre de 1958), con el título «Sommersione». En
Il caos
se omite la frase final («Si ha sido un hombre, lo ha sido solamente un instante antes de la muerte») que reaparece en
Parsifal
, donde pasó a titularse «Affondamento».
Con cuyos huesos se hacen los corales
, como dice Shakespeare. «Full fathom five thy father lies;/ Of his bones are coral made».
The Tempest
(1611), I, pp., 394-395.
LA NOCHE DE AIX
Publicado por primera vez en español en la revista cubana
Ciclón
, II, 3 (mayo de 1956). Este cuento tiene su origen en un episodio vivido por Wilcock durante el viaje que realizó a Europa, a comienzos de 1951, acompañado, en algunos tramos, por Silvina Ocampo, Bioy Casares y Marta Mosquera: «En el 49 y en el 51, viajamos en un automóvil desde Francia, por Suiza, a Italia […] en el 51 [nos acompañaron] Johnny Wilcock y Marta Mosquera. En Aix-en-Provence, tal vez porque todavía se economizaba electricidad, como en los años de la guerra, a las diez u once de la noche, los hoteles cerraban. Wilcock salió a conocer la ciudad, se perdió y, cuando volvió al hotel, estaba cerrado. Durmió en un baldío, tapado con papeles, diarios y piedras». Adolfo Bioy Casares, Memorias (Barcelona: Tusquets, 1994, pág. 131). En la versión en
Il caos
, el nombre del dictador (Perón) con el que sueña el protagonista es Tropez.
Nevaba como en el tierno cuento de Joyce
. «The Dead», en
Dubliners
(1914).
LA ENGAÑOSA