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Authors: Montesquieu

Tags: #Clásico, #Filosofía, #Política

El espíritu de las leyes (64 page)

BOOK: El espíritu de las leyes
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Cuando hay muchos motivos de odio en un Estado, es preciso que la religión dé muchos medios de reconciliación. Los Árabes, pueblo de ladrones, se hacían unos a otros daños frecuentes, injurias e injusticias. Mahoma dió esta ley
[20]
:
Si alguno perdona la sangre de su hermano
[21]
,
podrá perseguir al malhechor por daños y perjuicios: pero el que haga daño al malo, después de haber recibido satisfacción de él, padecerá el día del juicio tormentos dolorosos
.

Entre los Germanos se heredaban los odios y enemistades de los parientes, pero no a perpetuidad. Se expiaba el homicidio entregando cierta cantidad en ganado, y toda la familia recibía la satisfacción: cosa muy útil, dice Tácito
[22]
, porque las enemistades son muy peligrosas en un pueblo libre. Entiendo que en estas reconciliaciones intervenían los ministros de la religión, que gozaban de tanto crédito entre los Germanos.

Entre los Malayos
[23]
no existe la reconciliación, y el que mata a otro, como está seguro de ser asesinado por los parientes o amigos del muerto, se entrega al furor y hiere o mata a cuantos encuentra.

CAPÍTULO XVIII
De cómo las leyes de la religión surten el efecto de las civiles

Formaban los Griegos primitivos pequeñas agrupaciones, pueblos pequeños, dispersos casi siempre, sin leyes, sin policía, que pirateaban en el mar y eran injustos en la tierra. Las grandes acciones de Hércules y de Teseo nos hacen ver en qué estado se encontraba aquel pueblo naciente. ¿Qué mas podía hacer la religión que lo que hizo para inspirar horror al homicidio? Estableció que el hombre muerto violentamente se enfurecía contra el matador, le perseguía iracundo y quería que le abandonase los lugares que había frecuentado
[24]
; no se podía tocar al culpable ni hablar con él sin quedar mancillado
[25]
; la ciudad había de expiar la presencia del homicida y librarse de ella.

CAPÍTULO XIX
La verdad o falsedad de un dogma influye menos en que sea útil o pernicioso que el uso o abuso que se hace de él

Los más verdaderos y más santos dogmas pueden tener funestas consecuencias cuando no están ligados con los principios de la sociedad, y a la inversa, los más falsos pueden tener consecuencias admirables cuando están relacionados con estos principios.

La religión de Confucio niega la inmortalidad del alma; tampoco creíaen ella la secta de Zenón. Pues bien, ambas sectas dedujeron de sus malos principios consecuencias admirables para la sociedad. La religión de los Tao y de los Foe cree en la inmortalidad del alma; pero de un dogma tan santo ha sacado consecuencias espantosas.

En todas las épocas y en todas partes, la creencia mal entendida en la inmortalidad del alma ha sido causa de que las mujeres, los esclavos, los súbditos, los amigos, se hayan matado para acompañar o servir en otro mundo al que era objeto de su veneración o de su amor. Así pasaba en las Indias de Occidente; así entre los Dinamarqueses
[26]
. Todavía sucede en el Japón
[27]
, en Macasar
[28]
y en otros lugares de la tierra.

Semejantes hechos no emanan tan directamente del dogma de la inmortalidad del alma como del de la resurrección de los cuerpos, del cual se ha sacado la consecuencia de que el individuo tiene después de muerto las mismas necesidades, sentimientos y pasiones. Desde este punto de vista, el dogma de la inmortalidad produce en los hombres una impresión prodigiosa; y es porque la idea de una simple mudanza de vivienda está más al alcance de nuestro entendimiento y es más grata a nuestro corazón que la idea de una transformación nueva.

Para una religión no es bastante el establecer un dogma: le es necesario, además, el dirigirlo. Es lo que hace de una manera admirable la religión cristiana en lo que se refiere a los expresados dogmas; nos hace esperar un estado en que creíamos aunque no lo conociéramos ni lo sintiéramos: todo en ella, hasta la resurrección de los cuerpos, nos conduce a ideas espirituales.

CAPÍTULO XX
Continuación de la misma materia

Los libros sagrados de los antiguos Persas decían:
Si quieres ser santo instruye a tus hijos, porque todas las cosas buenas que ellos hagan te serán imputadas
. Aconsejaban también casarse, porque los hijos serían como un puente el día del juicio y quien no tuviera hijos no podría pasar. Estos dogmas eran falsos, pero muy útiles.

CAPÍTULO XXI
De la metempsicosis

El dogma de la inmortalidad del alma se divide en tres ramificaciones: la de la inmortalidad pura, la de un simple cambio de morada y la de la metempsicosis, es decir, la de los Cristianos, la de los Escitas y la de los Indios. Acabo de hablar de las dos primeras: en cuanto a la tercera, esto es, el sistema de los Indios, diré que produce buenos o malos efectos según que haya sido bien o mal dirigido. Como inspira a los hombres cierto horror el derramamiento de sangre, hay pocos homicidios, y aunque no se castiga a nadie con la pena de muerte, vive en paz todo el mundo.

Por otra parte, las mujeres allí mueren quemadas al quedarse viudas: las personas inocentes son las únicas que no fenecen de muerte natural.

CAPÍTULO XXII
Es perjudicial que la religión inspire horror a cosas indiferentes

Por ciertas preocupaciones religiosas, las castas de la India se miran con horror unas a otras. Hay un honor fundado en la religión únicamente; distinciones de familia que en el orden civil no son tales distinciones: un indio cualquiera pudiera creerse deshonrado si comiera con su rey.

Esta clase de distinciones va unida a cierta aversión a los demás hombres, sentimiento muy distante del que deben engendrar las diferencias de clase, las cuales entre nosotros inspiran y mantienen el afecto a los inferiores.

Las leyes de la religión deben impedir que se sienta más desprecio que el del vicio y evitar, sobre todo, que se entibie o se pierda el amor que deben sentir los hombres a sus semejantes.

Las religiones índica y mahometana tienen en su seno pueblos numerosos: los Indios detestan a los Mahometanos porque éstos comen carne de vaca; los Mahometanos odian a los Indios porque comen carne de cerdo.

CAPÍTULO XXIII
De las fiestas

Cuando una religión ordena la suspensión del trabajo, debe atender a las necesidades de los hombres antes que a la grandeza del ser a quien pretende honrar.

En Atenas, el excesivo número de fiestas ofrecía inconvenientes graves
[29]
. Aquel pueblo dominador, al que sometían sus diferencias todas las ciudades griegas, carecía de tiempo algunas veces para sus negocios.

Constantino, al disponer que los domingos se holgara, mandó que se observara su disposición en las ciudades y no en los campos
[30]
: comprendía que el trabajo, si es útil en aquéllas, es indispensable en éstos.

Por la misma razón, en los países comerciales debe ajustarse el número de días festivos a las necesidades del comercio.

Los países protestantes, por su misma situación, necesitan más trabajo que los países católicos
[31]
; por eso la supresión o reducción de fiestas ha sido más necesaria en los primeros que en los últimos.

Observa un escritor
[32]
que las diversiones de los pueblos varían según los climas. Como los climas cálidos producen en abundancia frutos delicados, los habitantes encuentran con facilidad lo necesario y dedican más tiempo a divertirse. Los Indios de los países fríos no pueden holgar tanto, pues necesitan pescar y cazar continuamente; por eso tienen menos danzas, menos músicas, menos festines que los meridionales. Estas diferencias debe tenerlas en cuenta una religión que hubiera de establecerse en unos u otros países.

CAPÍTULO XXIV
De las leyes locales de religión

Hay muchas leyes locales en las diferentes religiones. Moctezuma, al obstinarse en afirmar que la religión de los Españoles era buena para España y la de los Mexicanos buena para México, no decía un absurdo; porque, en efecto, los legisladores no pueden enmendar lo que es obra de la naturaleza.

La creencia en la metempsicosis es propia del clima indiano. Quema los campos el excesivo calor
[33]
; es poco el ganado que puede mantenerse, escaseando a veces para la labranza; los bueyes se multiplican poco
[34]
y están sujetos a muchas enfermedades: una ley religiosa que los conserve es muy conveniente para la buena marcha del país
[35]
.

Al mismo tiempo que el sol abrasa las praderas, crecen lozanos con el riego el arroz y las legumbres, única alimentación que la ley religiosa allí permite.

Además, la carne del ganado es harto insípida en aquellas latitudes; lo más que allí se aprovecha para alimento del hombre es la leche y la manteca.

La antigua Atenas tenía una población muy numerosa, y por ser su territorio estéril se estableció la máxima religiosa de que eran más gratas a los dioses las ofrendas más pequeñas; se los honraba más con ofrendas diminutas que inmolándoles bueyes
[36]
.

CAPÍTULO XXV
Inconvenientes de trasladar una religión de un país a otro

De lo dicho se desprende que resultan inconvenientes graves de trasladar la religión de un país a otro
[37]
.

El cerdo
, ha dicho Boulanvilliers
[38]
,
debe escasear mucho en Arabia, donde casi no hay substancias convenientes para alimento de estos animales; además, sería nocivo allí donde las aguas salobres ya predisponen a padecer enfermedades cutáneas
. La ley local que prohibe comer carne de cerdo no sería buena para otros países
[39]
, donde el cerdo es alimento casi universal y en cierta manera necesario. Una reflexión: hizo notar Santorio
[40]
que la carne de cerdo que se come, se transpira poco y aun impide en gran parte la transpiración de los demás alimentos; según sus observaciones, es de un tercio la disminución; sabido es que la falta de transpiración produce o irrita las enfermedades de la piel. Está bien, por lo tanto, que se prohiba comer carne de puerco en los climas en que se está expuesto a dichas enfermedades, como Arabia, Palestina, Egipto y Libia.

CAPÍTULO XXVI
Continuación de la misma materia

Dice Chardin
[41]
que no hay río navegable en Persia, como no sea el Kur, en los confines del imperio. La antigua
ley de los Güebros
, que prohibía la navegación fluvial, no presentaba ningún inconveniente en su país, pero en otros hubiera sido la ruina del comercio.

En los países cálidos se hacen continuas abluciones. Por lo mismo las ordenan las religiones mahometana e india. Entre los Indios se tiene por acto meritorio el de orar a Dios en el agua corriente
[42]
; ¿cómo podría hacerse lo propio en otros climas?

Cuando una religión cuyas prácticas se fundan en el clima repugna en otro país; no ha podido establecerse en él y si ha llegado a imponerse, al fin ha sido expulsada. Podría decirse, humanamente hablando, que los límites de la religión cristiana y de la mahometana los ha marcado el clima.

Resulta, pues, que lo mejor casi siempre es que una religión tenga dogmas particulares y un culto general. En las leyes concernientes a las prácticas del culto se necesitan bien pocos detalles; por ejemplo, ordenar mortificaciones sin prescribir una mortificación determinada. El cristianismo no carece de buen sentido: es de derecho divino la abstinencia, pero una abstinencia particular es cuestión de policía y puede cambiarse.

LIBRO XXV
De las leyes con relación a la religión de cada país y a su política exterior.
CAPÍTULO I
Del sentimiento de la religión

El hombre piadoso y el ateo hablan siempre de religión: el uno habla de lo que ama, el otro de lo que teme.

CAPÍTULO II
Del motivo de adhesión a las diversas religiones

Las diversas religiones existentes no inspiran a sus adictos iguales motivos de adhesión; esto depende en gran parte de la manera de conciliarse en cada hombre la manera de pensar con la manera de sentir.

Somos inclinados a la idolatría, y aunque propensos a ella, no tenemos apego a las religiones idolátricas; tienen poco atractivo para nosotros las ideas espirituales, y sin embargo, nos atraen las religiones que nos hacen adorar un ser espiritual. Este feliz sentimiento se deriva de la satisfacción que nos produce el haber sido bastante inteligentes para elegir una religión que saca a la divinidad de la humillación en que la tenían las otras religiones. Miramos la idolatría como una religión propia de pueblos groseros; y la religión que concibe un ser espiritual, como la más digna de pueblos civilizados.

Si a la idea de un ser supremo puramente espiritual que constituye el dogma, podemos unir algunas ideas sensibles que entran en el culto, será mayor el apego que sintamos a la religión, porque a los motivos expresados se añadirá nuestra inclinación natural a las cosas sensibles. He aquí la razón de que los católicos sean más afectos a su religión y más amigos de propagarla que los protestantes, pues aquéllos tienen más apego al culto.

Cuando el pueblo de Efeso se enteró de que los padres del Concilio habían acordado que a la Virgen podía llamársela
madre de Dios
, mostró una alegría desbordante; la gente besaba las manos a los obispos, se abrazaba a sus rodillas, vitoreaba al Concilio de Efeso y no cesaba en sus aclamaciones
[1]
.

Es más fácil identificarse con una religión en la que abundan las prácticas y las ceremonias visibles, porque en ellas se da mucha importancia a las cosas que de continuo hacemos, lo prueba la tenaz obstinación de los Mahometanos y de los Judíos, y también la suma facilidad con que mudan de religión los pueblos bárbaros y salvajes que, siempre ocupados en la guerra o en la caza, no se acuerdan siquiera de prácticas religiosas.

Los hombres tienen marcada propensión a esperar y temer, y no puede gustarles una religión que no les hable de un paraíso y de un infierno. Esto lo prueba la facilidad que han encontrado las religiones extrañas para penetrar en el Japón, y el amor con que han sido acogidas
[2]
.

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