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Authors: Angus Donald

Tags: #Aventuras, #Histórico

El hombre del rey (53 page)

BOOK: El hombre del rey
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Las negociaciones para la liberación de Ricardo se prolongaron durante casi un año, y el rey Felipe y el príncipe Juan hicieron realmente una contraoferta de ochenta mil marcos al emperador para guardar prisionero a Ricardo hasta la fiesta de San Miguel de 1194. Pero después de ímprobos esfuerzos diplomáticos por parte de la reina Leonor de Aquitania, y mediante el pago de cien mil marcos —una suma enorme, tal vez el doble del producto interior bruto de toda Inglaterra en aquella época— y la entrega de rehenes, el rey recuperó la libertad a principios de febrero de 1194. Un hecho poco conocido sobre los tratos que precedieron a su liberación es que una de las condiciones impuestas al rey Ricardo fue la de prestar homenaje en nombre de Inglaterra al emperador, convirtiendo a Enrique VI en su señor feudal. Ricardo se sometió a la ceremonia pero, como la consideraba algo vergonzoso, hizo grandes esfuerzos por mantenerla en secreto.

Por desgracia, ninguna constancia histórica ampara la leyenda de Blondel y su papel en la localización del rey cautivo. Pero la leyenda dice lo siguiente: después de que el rey Ricardo fue hecho prisionero en Europa, su leal amigo y fiel
trouvère
Blondel —un apodo para cualquiera que tuviera el cabello rubio— lo buscó por todas partes, tocando su laúd junto a las murallas de distintos castillos de toda Alemania, con la intención de encontrar a su señor. Cuando cantaba bajo los muros del castillo de Dürnstein una canción que había escrito a medias con el rey Ricardo durante la Cruzada, Blondel vio recompensada su constancia cuando una voz familiar cantó la segunda estrofa desde una pequeña celda en lo alto de la torre que se alzaba ante él. El leal
trouvère
había encontrado a su rey, y ahora todo iba a ir bien.

Aunque esa encantadora leyenda incluye muchos elementos altamente improbables, existió en realidad un Blondel, un famoso
trouvère
de Nestlé, en Francia, que fue contemporáneo de Corazón de León. No es cierto que buscara al rey Ricardo tocando su música bajo los muros de los castillos de Austria, pero por lo menos ha quedado inmortalizado de otra manera: una treintena de sus canciones se han conservado en museos y bibliotecas de Francia…, entre ellas la que empieza
Ma joi me semont
…, sobre cuya base he compuesto la canción de Alan Dale «Mi alegría me invita».

En realidad, el emperador y el duque Leopoldo habrían ganado poca cosa ocultando el paradero del rey Ricardo a sus partidarios. Ellos buscaban el dinero del rescate, y necesitaban estar en contacto con los súbditos del rey para fijar el precio. He de admitir que, como me gusta la leyenda de Blondel y quería incluirla como un elemento clave de la historia, he dado más importancia al hecho de encontrar al rey Ricardo de lo que admitiría una investigación histórica rigurosa. Si alguien está interesado en saber más acerca de la historia real de Blondel de Nestlé, de la cultura de los trovadores en general y de la captura del rey Ricardo, su cautiverio y su rescate, le recomiendo el excelente libro de David Boyle
Blondel’s Song
(Penguin Viking, 2005).

El asedio de Nottingham:
25 a 28 de marzo de 1194

Al regresar a Inglaterra el rey Ricardo a principios de marzo de 1194, se encontró con que la marea del favor popular se había vuelto en contra del príncipe Juan. En efecto, su solapado hermano había huido a Francia, dejando a los leales que aún lo apoyaban el cuidado de defender los castillos que había arrebatado al rey. Al cabo de pocas semanas, casi todas las fortalezas importantes de Inglaterra se habían rendido a los hombres de Ricardo; y es cierto que los contemporáneos informaron de que el castellano de Saint Michael’s Mount, en Cornualles, murió de miedo al conocer la noticia del regreso de Ricardo. El último castillo en resistir fue Nottingham, tal vez la fortaleza mejor fortificada de aquella época (véase el mapa en las primeras páginas de este libro), considerada prácticamente inexpugnable.

Después de desembarcar en Sandwich el 13 de marzo, el rey Ricardo sólo se detuvo para asistir a una misa de acción de gracias por su liberación en la catedral de Canterbury, antes de marchar al norte contra Nottingham, reuniendo más tropas por el camino. A su llegada, el castillo desafió a Ricardo y, a pesar de que el rey recorrió a caballo todo el perímetro de las murallas a plena vista, vestido con una cota de malla ligera de cruzado y con su estandarte personal desplegado de forma ostensible, los alcaides de Nottingham (sir Ralph Murdac y sir William de Wenneval) alegaron que no creían que se tratara del propio Corazón de León, sino únicamente de enemigos del príncipe Juan que intentaban desalojarles del castillo haciéndoles creer que el rey estaba con ellos.

Así pues, empezó la batalla.

El primer día del asedio, después de un asalto particularmente encarnizado, los hombres del rey Ricardo se apoderaron del recinto exterior del castillo, y en la tarde del mismo día atacaron la barbacana del recinto medio, pero la caída de la noche les obligó a retirarse dejando la barbacana en manos enemigas. El portalón que ataca Alan de Westbury en el libro estaría situado aproximadamente en el mismo lugar en que se levantó el portalón posterior, de piedra, que guarda hoy el castillo de Nottingham. Imaginé a Alan y sus bravos asaltando la empalizada de madera más o menos por el punto donde hoy se alza la estatua de bronce de Robin Hood. Durante la batalla, hacia el final del primer día, la empalizada del recinto exterior fue incendiada, bien por las tropas del rey Ricardo o bien por los defensores.

El segundo día, Ricardo ordenó levantar un patíbulo en el recinto exterior, fuera del alcance de las ballestas, y ahorcó a varios sargentos y soldados capturados el día antes como advertencia de lo que esperaba a los defensores si no se rendían. He de confesar aquí que sir Ralph Murdac no estaba entre los infortunados que fueron ahorcados allí; el Murdac histórico fue en efecto durante un tiempo alguacil del Nottinghamshire, y más tarde un partidario fiel del príncipe Juan; se casó con Eve de Grey de Saintandlake Manor, y también fue alcaide del castillo de Nottingham en los días del asedio, pero no murió hasta dos años después, en circunstancias que se desconocen. Mi defensa por esa falta a la verdad histórica es que me considero a mí mismo un narrador de historias, y no un historiador. Para los propósitos de mi relato, y de las futuras historias de Robin Hood, mi personaje de ficción basado en el Ralph Murdac real debía morir.

El tercer día del asedio, después de un duro bombardeo por parte de la recién construida artillería de Ricardo, se iniciaron las negociaciones para la rendición del castillo. El rey se mostró generoso, y a todos los caballeros de la guarnición se les permitió marchar en libertad después de haber acordado rescates adecuados a su rango. Inglaterra estaba de nuevo en las firmes manos de Ricardo.

El agujero de Mortimer

Cuando estaba documentando y preparando la trama de este libro, me encontré —o mejor dicho, se encontró Alan Dale— en un serio apuro. Quería tener a mi héroe encerrado en los subterráneos del castillo de Nottingham, a la espera de una muerte segura, y que entonces fuera rescatado milagrosamente por Robin Hood; pero no se me ocurría ninguna manera de disponerlo todo de una forma verosímil. De modo que me fui a Nottingham a echar otra mirada a lo poco que queda del castillo, en busca de inspiración; y estando allí oí hablar, e hice incluso una visita guiada, al «agujero de Mortimer». Problema resuelto.

Debajo del castillo de Nottingham corre una red de túneles excavados en la relativamente blanda roca arenisca sobre la que se alza la fortaleza, que data por lo menos del siglo
XII
posiblemente se remonta a una fecha muy anterior. Uno de esos túneles, el llamado
Mortimer’s Hole
(agujero de Mortimer), baja desde la parte sur del castillo, donde en tiempos estuvo el recinto superior, perforando la roca hasta desembocar en el Brewhouse Yard (el patio de la cervecera), junto al
pub
The Old Trip to Jerusalem (La Vieja Peregrinación a Jerusalén), fuera de los muros del castillo. El túnel era utilizado por los sirvientes del castillo para izar desde la cervecera víveres y barriles de cerveza, un elemento básico de la dieta medieval, hasta las despensas y almacenes del interior del castillo. El 19 de octubre de 1330, el biznieto del príncipe Juan, un muchacho de diecisiete años que pronto se había de convertir en el rey Eduardo III, acompañado por un puñado de hombres, utilizó el pasaje para introducirse sin ser detectado en el castillo de Nottingham y llevar a cabo un golpe de Estado. Una vez dentro del recinto superior, el joven Eduardo secuestró a Roger Mortimer, conde de March —que, ayudado por la madre francesa de Eduardo, Isabella, había usurpado el trono de Inglaterra—, y consiguió escamotear al conde capturado por aquellos túneles para luego arrojarlo a una prisión ignominiosa y ejecutarlo.

Cuando oí esa historia y vi el «agujero de Mortimer», me di cuenta de que Robin y Alan podían sacar mucho provecho de aquel túnel secreto. Y animo a cualquier lector que visite Nottingham a echar una ojeada a esos pasadizos tenebrosos… y beberse después una pinta de cerveza en The Old Trip to Jerusalem.

Inquisición episcopal

En 1184, el papa Lucio III publicó la bula papal llamada
Ad abolendam
, en la que se exhortaba a todos los obispos, arzobispos y patriarcas cristianos a perseguir de forma activa a los herejes y llevarlos a juicio. Si no podían probar su inocencia, el papa decretaba que las personas acusadas de herejía fueran relajadas a las autoridades seculares para su «debido castigo», que en los casos más serios podía consistir en una muerte horrible en la hoguera. La bula era una respuesta a la popularidad cada vez mayor del movimiento cátaro (y otros), e intentaba frenar lo que la Iglesia consideraba una herejía extremadamente peligrosa.

No hay, desde luego, constancia escrita de que nadie llamado Robin Hood o conde de Locksley fuera juzgado como hereje en la iglesia del Temple, y de hecho las inquisiciones episcopales, más comunes en los territorios cristianos meridionales, apenas se produjeron en la Europa del norte. Pero esa institución dedicada a la caza de herejes existía en aquellas fechas tempranas, y espero por consiguiente que se me perdone haberme inventado un proceso, sancionado especialmente por el papa, que plasma el conflicto entre mi Robin Hood pagano y las autoridades de la Iglesia, en particular sus enemigos: los caballeros templarios.

Conviene añadir que las inquisiciones episcopales (el término inquisición puede significar tanto un tribunal establecido para un caso individual como una institución investigadora) como método para sofocar la herejía fueron en gran medida un fracaso: y una de las principales razones para ello, o así lo aseguraban muchos cristianos fanáticos, fue que, como señala Robin al maestre del Temple, una confesión obtenida mediante tortura no era admisible para el tribunal. No fue hasta 1252 y la bula
Ad extirpanda
, publicada por el papa Inocencio IV, cuando la tortura fue oficialmente bendecida como parte del proceso inquisitorial.

ANGUS DONALD

Kent, febrero de 2011

Agradecimientos

H
acer un libro, partiendo de la idea nebulosa inicial del autor hasta llegar al objeto físico que tiene usted en sus manos, es un trabajo de equipo; y aunque es sólo mi nombre el que figura en la portada, hay docenas de personas que me han ayudado a infundir vida a esta historia y darle la forma que usted acaba de leer. Sólo mencionaré a unos pocos de ellos, pero muchos otros quedarán fuera, bien por deseo propio —como el antiguo miembro de las fuerzas especiales de Grecia, que me instruyó en algunos alarmantes métodos de matar en silencio—, o bien porque sencillamente no puedo recordarlos a todos; pero deseo hacer constar mi profunda gratitud también a ellos.

En primer lugar, quiero dar las gracias a mis brillantes y esforzados agentes de Sheil Land Associates, Ian Drury y Gaia Banks, y también a mis amables, pacientes y meticulosos editores en Little, Brown: Daniel Mallory, Thalia Proctor y Anne O’Brien. Mi antiguo colega en el
Times
, el doctor Martyn Lobley, ha sido un gran estímulo para mí y me ha proporcionado con generosidad amplias informaciones médicas, en tanto que Frank O’Reilly y Tez y Dave Tanner me han dado su amistad y, en el caso de Frank, alojamiento nocturno en algún caso, y cada uno de ellos me ha ayudado a perfilar algunas sutilezas de las escenas de lucha.

Tengo una deuda impagable con el profesor John Gillingham, cuyo libro magistral
Richard I
ha sido la luz que me ha guiado en la preparación de mi trama de ficción. Y mi esposa Mary ha sido también una torre de fortaleza familiar…, y ha dedicado muchas horas de su tiempo libre a revisar el libro con la mirada de águila del corrector de pruebas.

Finalmente, quiero agradecer a mi hermano John haberme conducido en un viaje de documentación a Ochsenfurt, después de una noche de farra y cerveza en Frankfurt, cuando yo sufría la que posiblemente ha sido la peor resaca de mi vida. Si he cometido errores en la parte alemana de este libro, temo que puedan ser debidos a mi debilidad por las salchichas, el
sauerkraut
y las grandes jarras de Pilsner. Por el resto de errores que puedan encontrarse en el libro pido perdón, y realmente no tengo ninguna otra disculpa a mano.

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