El odio a la música (17 page)

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Authors: Pascal Quignard

Tags: #Ensayo, Filosofía

BOOK: El odio a la música
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En el horizonte se confunden las colinas bajas y la bruma. El aire es húmedo y azul.

Todo calla.

*

Madame de Merteuil visita todas las tardes a sus pobres. Elige dos jovenzuelas, Casandra y Jane, que habitan el lindero del burgo, en la pequeña curia de Steventon. Con ellas gusta cantar melodías de Jackson d'Exeter. La marquesa aprende viola de gamba con un ex violero de la Compañía real. Invita a su casa a sus jóvenes amigas para pequeños tríos de Handel o de Caix d'Hervelois, interrumpidos por incontenible s ataques de risa. Jane regala a la marquesa una vieja pieza de Purcell, de un estilo semejante, recamada con un lacito gris perla, trozo de música que llena de estupor a la marquesa a pesar de su antigüedad. Casandra se encarga de la flauta, Jane del c1avecín, mientras la marquesa asegura el bajo y marca el compás con el pie: descifran íntegramente el añoso manuscrito. Después del descifraje cae la tarde; beben riño, dicen boberías; la marquesa sugiere cometerlas pero las señoritas Austen se niegan. De improviso canta el gallo y Jane se alza del diván, pálida. Toma a su hermana de la mano y ambas se precipitan a la curia, sujetando sus vestidos. Con la esperanza de corromper a Jane, la marquesa ordena adquirir para ella y la sala de estudios de Steventon -donde cien años antes dormía el cerdo- un piano de verdad que vale cuarenta guineas. La marquesa no aprecia su sonoridad indefinida, huidiza y sentimental, pero Jane está loca de felicidad. La marquesa compra e intenta interpretar en su viola todas las obras que quedan bajo el nombre de Henry Purcell, que hizo buscar en Londres; empieza a practicar canto para poder entonarlas, pero las dos jóvenes no quieren ayudarla a interpretar una música que les parece demasiado ampulosa. No tiene importancia: la marquesa se aficiona al cricket. En adelante viste de amazona y echa pestes contra la incomodidad de las sayas falbalaceadas cuya moda se extiende. A instancias de Jane, se entusiasma con la poesía de Crabbe. Cada vez con mayor frecuencia pasea por el bosque, que orilla la propiedad, atravesado por un arroyo cuyas aguas son encaminadas hacia el estanque por un delgado y frágil acueducto disimulado bajo los olmos. Entre sus campesinos cuenta con tres o cuatro jugadores de cricket que hace llamar cuando el deseo genésico le inflama de súbito el vientre. Los obliga a cubrirse con máscaras de animales para no percibir de ellos más que la vida, o por lo menos uno de sus aspectos que le parece más sincero y conmovedor. Se hastía de los jóvenes. La conversación de las jovenzuelas también se ha vuelto fastidiosa y su desprecio intransigente por la obra de Purcell la desencanta cada día más, especialmente porque ellas se la descubrieron. A pesar de las pullas de Jane, la marquesa no tiene ni por un instante la impresión de envejecer por sentirse conmovida ante unas sonoridades añosas de doscientos años. Se apronta a abandonar Hampshire.

Con la edad aparecen algunas locuras que no parecen estrafalarias en el burgo de Deane: hubiera querido ser un canguro. Estima que Groenlandia no existe. Al mismo tiempo asegura que Dios tampoco. Está segura de que los hombres pueden volar. Está convencida de que los olores más penetrantes están desapareciendo de este mundo. Afirma que en primavera desearía ser un pequeño mosquito entre las flores. Declara amar la energía en la mirada de las mujeres, en la mirada de la más joven de sus dos amigas, en la mirada de un hombre que conoció, en la mirada de los perros, en la mirada de las avispas que devoran a las ardillas rojizas que abundan en Hampshire. Lo que prefiere, aun más que el placer, es la sombra de los castaños en julio. Surge en ella el placer de instalar las tumbonas en la hierba. También apetece los platos de fresas aplastadas, la escala de
mi
mayor, el sonido de la viola de gamba cuando una ventana la separa de su origen, la belleza del agua, la belleza del sonido del agua y la belleza del reflejo de la naturaleza que en ella se avizora, que se rompe con la caída de una hoja o con el desprendimiento de una gravilla gris y que la calma y el instante que sigue tranquilamente restauran.

*

En marzo de mil setecientos noventa y ocho, la marquesa de Merteuil, renunciando a sus jóvenes amigas y a los jugadores de cricket, retorna a Francia. Desembarca en Dieppe y evita París, ganando en carruaje su propiedad de Jargeau, cerca de Orléans, en la ribera del Loira.

Encuentra el castillo devastado. Durante tres meses lo hace reconstruir. Después de vacilar largo tiempo, dejando a los obreros con sus piedras, su polverío y su ruido, recupera el valor y decide regresar a París.

En septiembre de mil setecientos noventa y ocho la Marquesa de Merteuil está en Meudon, donde conoce al norteamericano Benjamín Franklin, con quien cena, y que le produce la impresión de ser un imbécil. Rechaza sus manos, que se aventuran entre sus rodillas. Se apasiona con la Exposición Industrial organizada en el Champ-deMars, que el norteamericano elogia. Benjamín Franklin le dice:

"Quien no ha oído un brindis propuesto por Jacques Danton en el refectorio del convento de los Jacobinos desconoce la voz masculina".

Al día siguiente, por la mañana, mucho antes de rayar el alba, ordena enganchar los caballos. Abandona Meudon. Atraviesa el puente de Sévres. Bordea campos y muelles. Llega a la vieja ciudad. La primera impresión que produce en la marquesa es de estupor. Las plazas han sido despojadas de sus estatuas. La capital se muestra empobrecida por la guerra civil. Numerosos hoteles que conoció otrora están derruidos. Los edificios y jardines de las comunidades religiosas han sido arrasados. Con la excepción de algunas con algún mantenimiento, las casas que aún siguen en pie muestran un estado de decrepitud e inmundicia repugnantes.

En la ribera derecha, los jardines abiertos al público han sido abandonados.

Bajo un cielo blanco, nubla la mirada una lluvia fina, blanca y silenciosa, de naturaleza casi normanda. Su carruaje sigue la ruta adoquinada que bordea el Sena. Repentinamente la marquesa se siente extranjera. Incluso tiene la impresión de ser un espíritu que descubre el otro mundo. Las dos riberas del río indignan por el desamparo de los hombres que allí se aglomeran y la desnudez de los niños enflaquecidos y pálidos que juegan.

En el borde del muelle ve cinco palabras grabadas a cuchillo, tiznadas de carbón:
La libertad o la muerte.
De pronto se dice que conocía a un hombre que había transformado esa frase en el secreto de su vida.

Se le oprime el corazón.

Pide a su cochero que se detenga.

La Marquesa abandona el carruaje bajo la lluvia fina. Se lleva la mano al corazón. En el muelle mojado sus pies resbalan; se acerca con dificultad a la inscripción. Cerca de ella y bajo la lluvia un revendedor ofrece en silencio unos libros en un caballete. La marquesa toma en sus manos un volumen, que limpia sin pensar con su guante. Ocurre que las armas que figuran en la tapa son las de Danceny. Se estremece. Elige otro: también fue de un hombre que conoció en la corte y con quien compartió placeres. El vendedor insiste en que diga su precio. Molesta por la petición, arroja los libros en el caballete, impaciente.

Piensa: "Si sigo hurgando voy a hallar un libro con las armas de Valmont".

N o articula ese nombre, pero inesperadamente las piernas se le aflojan.

Se aferra del borde pétreo del muelle. Una bruma le nubla la mirada.

Recobra poco a poco la respiración.

Reabre los ojos. Abajo, en el muelle, ve a un hombre pescando, que saca un pez. La marquesa se vuelve con brusquedad. Una lágrima resbala por su mejilla. Frota maquinalmente su guante manchado. Desea volver al carruaje, pero no puede hacerlo sola.

El cochero baja del pescante y se acerca. La marquesa ya no tiene aliento. Susurra a su cochero.

Déme su brazo. Ayúdeme. No vamos a la Exposición Industrial.

Regresamos a Jargeau... Regresamos a Jargeau ...

Repite en voz baja: ¡A Jargeau! ¡A Jargeau!", como si suplicara a su propio lacayo.

*

Dijo en voz baja al cochero: "¡A Jargeau! ¡A Jargeau!".

En Jargeau se desvanece el verano. El tiempo es magnífico y pesado, La languidez del Loira la embelesa.

Al atardecer, en la arena tan caliente, tan suave y amarilla que bordea el río inmenso, hace instalar cerca del agua una tumbona, un botellón de agua fresca, una manguilla, un sombrero de paja con un velo de gasa amarilla de Holanda. Madame de Merteuil adora sentarse en su tumbona y sujetar con los dedos un junquillo en cuyo extremo se anuda una línea. Lanza el señuelo. Resurge una melodía. Canturrea Joy. Canturrea
¡
O Solitude! Saca del agua gobios diminutos, del tamaño de un dedo.

PASCAL QUIGNARD, nacido el 23 de abril de 1948 en Verneuil-sur-Avre, es un importante escritor francés. Además fue un indagador musical; violoncelista, fundador del Festival de Opera y Teatro Barroco de Versailles, que dirigió; también escribió el guion del film
Tous les matins du monde
. En 1994, abandonó todos los cargos públicos.

Notas

[1]
Pan, cuyo nombre deriva del verbo
paein
(pastar), representa al demonio. (N. del T.)
<<

[2]
En castellano (y en francés) la palabra precisa es "ventilación" (la respiración no se reduce a la inspiración y espiración pulmonar), pero he preferido conservar el neologismo (N, del T.)
<<

[3]
Leitha: río que dividía Austria y Hungría en países
cisleitanos
y
tranleitanos.
(N. del T.)
<<

[4]
Circa
990 d.C. La obra de Sei Shónagon fue traducida al francés por Alldré Beaujard. Su título japonés es
"Makura no soshi"
-Apuntes de cabecera-o (N. del T.)
<<

[5]
Patricia romana (345-311 AD?), hija de Decimus A vitius. Sólo dos de sus obras se han conservado: las
epistolae
y los
buxi.
Ver
«Les Tablettes de Buis d'Apronenia Avitia»
de Pascal Quignard,
Collection l'Imagmaire,
Gallimard, París, 1984. (N. del T.)
<<

[6]
Original:
fescennin.
En castellano se habla de versos
fesceninos
(de Fescennia, ciudad de Etruria). Son poesías latinas sarcásticas, desvergonzadas y obscenas, entonadas con ocasión de la priapía, esto es, del cortejo de
Liber Pater.
La priapía consistía en blandir un
fascinus
gigante (en griego
phallos)
contra la
invidia
universal. (N. del T.)
<<

[7]
Foendyr, en realidad
faendyr,
conforme a la grafía de Osetía meridional. Instrumento de doce cuerdas que se encuentra en
Le Livre des héros, Légende sur les Nartes,
traducido directamente del osetio por G. Dumézil (Gallimard, NRF, Collection Unesco d'oeuvres représentatives, pp. 155-163, París 1989), único texto que presenta la invención del
''faendyr
como una consecuencia del asesinato de los hijos de Syrdón. En Marc Honegger (dir.),
"Dictionnaire de la musique. Science de la musique. Formes, technique, instruments",
tomo 11. L-Z, París, Bordas, 1976, p. 752, bajo "pandür", encontramos en el número 2: Instrumento de tres cuerdas del Cáucaso. El número de cuerdas puede variar pero es habitual hallarlo en Osetía meridional
lfandir),
entre los armenios
(pandir
o
banbirn)
y chechenos
(pondur).
Es la "bandurria", que en Sudamérica se asemeja al charango. Debo esta información a la gentileza y erudición del Profesor J acques Poucet, experto en antigüedades helénicas y latinas de la Universidad de Saint Louvain, Bélgica. (N. del T.)
<<

[8]
Sólo Marcial emplea Tremulare" (como adverbio:
tremulum,
esto es, lascivamente) en su acepción de espasmo sexual. (N. del T.)
<<

[9]
Publius Horatius Coc1és, héroe romano de leyenda que, junto a Lardo y Herminio, defendió una cabeza de puente contra todo el ejército etrusco. (N. del T.)
<<

[10]
Jean-Baptiste Greuze (1725-1805) fue pintor de temas moralizantes (Le fils puni, La cruche cassée). (N. del T.)
<<

[11]
Original:
le tends une sorte de dos.
(N. del T.)
<<

[12]
En castellano Publio Virgilio Marón. (N. del T.)
<<

[13]
La Eneida fue encomendada a Virgilio por Augusto para confirmar su origen divino. Virgilio, en última instancia, no quiso pasar a la posteridad como un mero muñeco de un tirano e intentó quemar la obra. Hay una teoría que sostiene que Augusto lo hizo envenenar por quienes fueran sus editores después de su muerte (Plotius Tucca y L. Varíus Rufus). (N. del T.)
<<

[14]
Ellituus
era una trompeta romana. (N. del T.)
<<

[15]
Daine es la hembra del gamo. No existen "vocales inefables" en castellano. (N. del T.)
<<

[16]
La doctrina de Lucrecio fue recogida, entre otros, por Santo Tomás de Aquino (sin mencionar su origen): Summa Theologica, Suplemento parte III Q. XCIV Obj. 3: ([En el cielo]. .. "los bienaventurados gozarán con los tormentos de los condenados"). (N. del T.)
<<

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