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Authors: David Eddings

Tags: #Fantástico

El señor de los demonios

BOOK: El señor de los demonios
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Garion y sus amigos continúan persiguiendo a la malvada hechicera Zandramas, pero caen en manos del emperador de Mallorea, Zakath, quien, aunque los trata con amabilidad, los retiene prisioneros en Cthol Murgos. Alguien intenta envenenar al emperador, mas Belgarath lo salva gracias a la flor milagrosa. Después de varias tentativas, Garion logra convencer a Zakath de que abandone Cthol Murgos y regrese a Mallorea, donde una horda de demonios está devastando los reinos de Karanda. Una vez en Mal Zeth, capital de Mallorea, la vidente Cyradis les indica que deben ir a Ashaba inmediatamente. Sin embargo, Kal Zakath se niega a dejarlos marchar. Además, se desata una epidemia en Mal Zeth y se cierran las puertas de la ciudad. Por fin consiguen escapar por un pasadizo secreto, y cuando llegan a Ashaba, la antigua casa de Torak, descubren que Urvon ha enloquecido bajo la influencia de Nahaz, el Señor de los Demonios, y cree que es un Dios.

David Eddings

El señor de los demonios

Crónicas de Mallorea III

ePUB v1.0

Volao
08.03.12

Para Patrick Janson-Smith, un amigo muy especial del autor, su esposa y el Gordinflón.

En esta ocasión, quisiera expresar mi agradecimiento a mi esposa, Leigh Eddings, por su ayuda sus aportaciones y colaboración desinteresada en esta serie. Sin su apoyo, ésta no habría sido posible. Aprovecho también la oportunidad para agradecer a mi editor, Lester del Rey, su paciencia así como sus sugerencias, demasiado numerosas para enumerarlas.

Mapas
Mallorea
Rak Hagga y Verkat
Protectorados dalasianos
Ashaba
Karanda
Prólogo

La tradición sitúa el lugar de origen de los angaraks en algún punto de la costa sur de la actual Dalasia. Más allá de los confines del tiempo, Torak, dios dragón de Angarak, usó el poder de la piedra Cthrag Yaska para lo que más adelante se daría en llamar «la división del mundo». La corteza de la Tierra se abrió, dejando salir el magma líquido del interior y permitiendo que las aguas del océano del sur formaran el Mar del Este. Este cataclismo continuó durante décadas antes de que la Tierra llegara, de forma gradual, a su estado actual.

Como consecuencia de aquel solevantamiento, los alorns y sus aliados se vieron forzados a retirarse a regiones inexploradas del continente occidental, mientras los angaraks huían a los desiertos de Mallorea.

Torak había sido mutilado y desfigurado por la piedra, que se rebeló ante el uso que quiso darle el dios, y los sacerdotes grolims estaban desmoralizados. Fueron los militares quienes cubrieron el vacío de poder, y cuando por fin los grolims se recobraron, éstos ya habían establecido un poder de facto en todo Angarak. Despojados de su antiguo gobierno, los sacerdotes establecieron un centro de oposición en Mal Yaska, cerca del pico más alto de la cordillera de Karanda.

Fue entonces cuando Torak intercedió para evitar la inminente guerra civil entre el ejército y la Iglesia, pero no tomó ninguna medida contra el cuartel general de Mal Zeth, sino que viajó al noroeste de la antigua Mallorea, acompañado por la cuarta parte del pueblo angarak, con la intención de construir la ciudad sagrada de Cthol Mishrak. Allí permaneció, tan concentrado en sus esfuerzos por controlar a Cthrag Yaska, que no advirtió que la mayor parte de la gente comenzaba a dejar a un lado sus preocupaciones para consagrarse a asuntos teológicos. En Cthol Mishrak, Torak estaba rodeado de un grupo de fanáticos dominados por sus tres discípulos: Zedar, Ctuchik y Urvon. Estos tres hombres mantuvieron las antiguas formas de poder en la sociedad de Cthol Mishrak mientras el resto de Angarak cambiaba.

Cuando la permanente fricción entre la Iglesia y el ejército llegó por fin a oídos de Torak, éste convocó al alto mando militar y a la jerarquía grolim a Cthol Mishrak y les dio sus órdenes sin permitir objeciones. Con la única excepción de Mal Yaska y Mal Zeth, todos los pueblos y distritos debían ser gobernados conjuntamente por los militares y la Iglesia. Así fue como la jerarquía eclesiástica y el alto mando militar dejaron a un lado sus diferencias y regresaron a sus particulares enclaves, lo cual permitió a los generales desviar su atención hacia los demás pueblos que vivían en Mallorea.

Los orígenes de estos pueblos se pierden en la noche legendaria de los tiempos, pero se sabe que tres razas distintas precedieron a los angaraks en el continente: los dalasianos, al sudeste; los karands, al norte, y los melcenes, al este.

Los karands eran un pueblo guerrero, poco dedicados a los quehaceres culturales. Vivían en ciudades toscas, donde los cerdos eran dueños de las calles cubiertas de lodo. La tradición los vincula a los morinds, procedentes del norte de Gar og Nadrak, pues ambas razas adoraban a los demonios.

A comienzos del segundo milenio, los grupos de bandoleros karands se habían convertido en un serio problema en la frontera este y el ejército angarak abandonó Mal Zeth para trasladarse a la zona oeste del reino karand de Pallia. La ciudad de Rakand, situada en el sudoeste de Pallia, fue saqueada y pasada por el fuego, y sus habitantes tomados prisioneros.

Llegadas las cosas a este extremo, se tomó una de las mayores decisiones en la historia de Angarak. Mientras los grolims se preparaban para una orgía de sacrificios humanos, los generales se detuvieron. No tenían intención de tomar toda Pallia, pues las dificultades de las comunicaciones a larga distancia restaban atractivo a esta idea. Los generales consideraron que era mucho mejor conservar Pallia como un reino subalterno, al cual exigirle tributo, que ocupar un territorio despoblado. Los grolims se enfurecieron, pero los jefes del ejército se mostraron inflexibles. Por fin, ambas partes acordaron pedir la opinión de Torak.

Como era de esperar, Torak no favoreció la idea del alto mando militar, pues si los karands se convertían, lo que lograría sería duplicar la congregación de su Iglesia, como también las filas de su ejército, lo cual lo prepararía para cualquier enfrentamiento futuro con los reinos del Oeste.

—Todos los hombres que vivan en la extensa Mallorea se inclinarán ante mí y me adorarán —les dijo a sus reacios misioneros.

Y para asegurarse de su obediencia, envió a Urvon a Mal Yaska a supervisar la conversión de los karands. Allí Urvon se arrogó el mando temporal de la Iglesia malloreana, haciendo gala de un lujo y una ostentación desconocidos hasta entonces por los ascéticos grolims.

El ejército partió contra Katator, Jenno y Delchin, así como contra Pallia; pero los misioneros no podían progresar mientras los magos karands conjuraban hordas de demonios para defender su sociedad. Por fin Urvon viajó a Cthol Mishrak a hablar con Torak. Aunque no existen datos sobre las medidas tomadas por Torak, lo cierto es que los magos karands pronto descubrieron que los hechizos que solían emplear para convocar a sus demonios habían perdido su eficacia. A partir de entonces, los magos que osaban penetrar en el reino de la oscuridad corrían el riesgo de perder su vida y su cultura.

La conquista de los karands ocupó toda la atención de militares y sacerdotes durante los siglos siguientes, hasta que la resistencia cesó y Karand se convirtió en un reino sojuzgado, cuyos habitantes eran considerados inferiores.

Sin embargo, cuando el ejército descendió por el gran río Magan para enfrentarse al imperio melcene, se encontró con un pueblo superior y más desarrollado. Después de varias sangrientas batallas en las que los carros de guerra y los elefantes de los melcenes destruyeron batallones enteros, los angaraks se rindieron. Los generales angaraks comenzaron las negociaciones para firmar la paz, y ante su asombro, los melcenes enseguida aceptaron normalizar las relaciones y se ofrecieron a comenzar el comercio de caballos, animales que entonces los angaraks no tenían. Sin embargo, jamás aceptaron venderles elefantes.

El ejército entonces se volvió contra Dalasia, que resultó ser un territorio fácil de conquistar. Los dalasianos eran simples granjeros y pastores, con pocos conocimientos sobre el arte de la guerra. Los angaraks entraron en Dalasia y establecieron un protectorado militar que duró diez años. Al principio, los sacerdotes parecieron conseguir un éxito similar. Los dalasianos aceptaron los credos angaraks con sumisión, pero en realidad era un pueblo de místicos, y los angaraks pronto descubrieron que los poderes de sus brujos, de sus videntes y profetas permanecían intactos. Para colmo, varias copias de los infames evangelios malloreanos circulaban clandestinamente entre los dalasianos.

Con el tiempo, los grolims podrían haber conseguido eliminar la religión secreta de los dalasianos, pero antes de hacerlo ocurrió un desastre que cambió para siempre la vida de los angaraks. El legendario hechicero Belgarath, acompañado por tres alorns, logró burlar todas las medidas de seguridad y robó a Cthrag Yaska de la torre de hierro de Torak, en el centro mismo de Cthol Mishrak. Aunque fueron perseguidos, lograron escapar al Oeste con la piedra robada.

El enfurecido Torak destruyó su propia ciudad, ordenó luego que los murgos, los thulls y los nadraks fueran enviados a la costa occidental del Mar del Este y más de un millón de vidas se perdieron al cruzar el puente de tierra del norte. La sociedad y la cultura angaraks tardaron mucho tiempo en recuperarse.

Tras el éxodo y la destrucción de Cthol Mishrak, Torak se volvió prácticamente inaccesible y se concentró totalmente en varios planes para frenar el creciente poder de los reinos del Oeste. La negligencia del dios permitió que el ejército tuviera tiempo de hacerse con el control casi absoluto de Mallorea y de los reinos sojuzgados.

La precaria paz entre los angaraks y los melcenes continuó, rompiéndose ocasionalmente con pequeñas escaramuzas en que ambos bandos evitaban usar todas sus fuerzas. Con el tiempo, las dos naciones establecieron la práctica de enviar a los hijos de los jefes a educarse junto al jefe del bando contrario, lo cual contribuyó a un mejor entendimiento entre ambas partes, así como a la formación de un grupo de jóvenes cosmopolitas que al final se convirtieron en la clase gobernante del imperio malloreano.

Uno de estos jóvenes era Kallath, hijo de un distinguido general angarak. Educado en Melcene, regresó a Mal Zeth y se convirtió en el general más joven del Estado Mayor. Más tarde volvió a Melcene, se casó con la hija del emperador, y, muerto éste, logró sucederle en el trono en el año 3830. Bajo la amenaza del ejército melcene consiguió que lo declararan comandante en jefe de los angaraks, un cargo que antiguamente era hereditario.

Las relaciones entre Melcene y Angarak eran críticas, pero finalmente la paciencia de los melcenes se impuso a la brutalidad angarak. A diferencia de otros pueblos, los melcenes estaban gobernados por una burocracia y, con el tiempo, aquella burocracia demostró ser más eficiente que la administración militar de los angaraks. Para entonces, el cargo de comandante en jefe había quedado relegado al olvido y el gobernante de ambos pueblos era simplemente el emperador de Mallorea.

El culto que rendían a Torak los refinados melcenes siguió siendo superficial. Cumplían con las formalidades, pero los grolims nunca infundían en ellos la despreciable sumisión hacia el dios dragón que caracterizaba a los angaraks.

En el año 4850, tras varios siglos de reclusión, Torak apareció ante las puertas de Mal Zeth. Con la cabeza cubierta por una máscara de acero para ocultar su rostro desfigurado, depuso al emperador y se hizo llamar Kal Torak, dios y rey. Luego se dedicó a reunir un poderoso ejército con la intención de derrotar a los reinos del Oeste y dominar el mundo entero.

Las movilizaciones que siguieron dejaron prácticamente a Mallorea sin hombres fuertes y sanos. Los angaraks y los karands cruzaron el puente de tierra en dirección a Gar og Nadrak, mientras los dalasianos y los melcenes transportaban la flota a través del Mar del Este rumbo al sur de Cthol Murgos. Los malloreanos del norte se unieron a los nadraks, a los thulls y a los murgos del norte para atacar los reinos de Drasnia y Álgaria. El segundo grupo de malloreanos se unió a los murgos del sur y marcharon en dirección al noroeste. El plan de Torak era atrapar al Oeste entre los dos poderosos ejércitos.

Sin embargo, las fuerzas del sur fueron sorprendidas por la peor tormenta de la historia que asoló el Gran Mar Occidental en la primavera del año 4875. Al calmarse el tiempo finalmente, las tropas quedaron enterradas bajo una capa de nieve de cinco metros, cuyo deshielo no sobrevino hasta principios del verano. Por el momento, no existe ninguna teoría razonable que explique aquella tormenta, aunque está claro que su origen no fue natural. Aunque sea desconocida la causa que la desató, lo cierto es que destruyó al ejército del sur. Los escasos supervivientes que lograron regresar al este contaron historias increíblemente terroríficas.

Las fuerzas del norte también sufrieron varios percances, pero consiguieron sitiar Vo Mimbre, donde fueron derrotadas por los ejércitos unidos del Oeste. Allí Torak fue vencido por el poder de Cthrag Yaska (que los demás llamaban el Orbe de Aldur) y permaneció en coma durante siglos, aunque su discípulo Zedar logró rescatar su cuerpo y trasladarlo a un lugar secreto.

Durante los años que siguieron a esta derrota, la sociedad malloreana comenzó a fraccionarse en sus países originales: Melcene, Karanda, Dalasia y las tierras de los angaraks. El imperio se salvó con la ascensión de Korzeth como emperador.

Korzeth contaba apenas catorce años cuando subió al trono de su anciano padre. Engañadas por su juventud, las regiones separatistas declararon su independencia del trono imperial, pero Korzeth tomó drásticas medidas para evitar la revolución. Pasó el resto de su vida montado a caballo y fue el instigador del mayor derramamiento de sangre de la historia, pero cuando acabó con su tarea, dejó a sus sucesores una Mallorea fuerte y unida. Desde entonces, los descendientes de Korzeth gobernaron el imperio desde Mal Zeth, con un poder absoluto e indiscutido.

La situación continuó igual hasta que el actual emperador, Zakath, ascendió al trono. Hubo un tiempo en que parecía que iba a convertirse en el mejor gobernante de Mallorea y de los reinos occidentales de Angarak, pero pronto comenzaron los problemas.

Los murgos estaban gobernados por Taur Urgas, un loco ambicioso sin escrúpulos que urdió un plan contra el emperador. Nunca se supo en qué consistió aquel plan, pero Zakath descubrió que Taur Urgas era el responsable y juró vengarse. Así comenzó una cruenta guerra, con la cual Zakath se proponía destruir para siempre al demente monarca.

Pero en medio de esta lucha, el Oeste atacó. Tan pronto como los reinos del Oeste enviaron sus tropas para combatir al Este, Belgarion, el joven jefe supremo del Oeste y descendiente de Belgarath el hechicero, avanzó a pie hacia el norte y cruzó el puente de tierra en dirección a Mallorea. Lo acompañaban Belgarath y un drasniano, y llevaba consigo la antigua espada de Riva, en cuya empuñadura estaba engarzado el Orbe de Aldur, Cthrag Yaska. Éste se proponía matar a Torak para cumplir una profecía famosa en el Oeste.

Torak, que estaba despertando de su profundo sueño en las ruinas de la antigua ciudad de Cthol Mishrak, se levantó por fin para enfrentarse a su oponente, pero en la lucha Belgarion logró vencer al dios con la espada, dejando al clero de Mallorea sumido en el caos y en la confusión.

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