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Authors: Miyuki Miyabe

Tags: #Intriga

El susurro del diablo (36 page)

BOOK: El susurro del diablo
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Kazuko Takagi sobrevivió a la tormenta mediática refugiada en el Cerberus. Contempló la posibilidad de marcharse en cuanto los medios se hicieron eco de la confesión de Harasawa. No quería causar a Mitamura más problemas.

—Ya no hay motivo para huir —le dijo este—. Has pagado por lo que ocurrió, y entiendes las consecuencias de tus actos mejor que nadie.

—¿No me culpas por lo que he hecho?

Mitamura se echó a reír.

—Te tropezaste y caíste, y yo te tendí la mano para ayudarte a ponerte en pie. No tienes por qué disculparte por nada. ¿No crees que ya es hora de pasar página?

Un día de abril, cuando Kazuko regresaba de hacer la compra, Mitamura la esperaba para darle una noticia.

—Mamoru Kusaka estuvo aquí. Ha dejado un mensaje para ti.

—¿Cuál? —Kazuko estaba preparada para afrontar las duras palabras de Mamoru.

—Espera que superes esto, y…

—¿Y qué?

—Te agradece que cuidases de su tía en el velatorio de Yoko Sugano. Eso es todo lo que ha dicho.

Kazuko se inclinó contra la barra y se llevó las manos a la cara.

—Me ha perdonado —dijo finalmente en un hilo de voz.

«¿Cómo puedo encontrar a mi padre?». Era la única obsesión de Mamoru. Un parque natural en algún lugar cerca de Hirakawa. A una hora de la ciudad. Sería imposible dar con su tumba sin alguna pista más. ¿Cómo conseguir que la policía lo ayudase? Pasó horas y horas sentado al borde del canal, intentando resolver el acertijo.

Un día recibió una inesperada carta de Harasawa. Se la llevó consigo al banco que quedaba junto al canal para leerla con tranquilidad. Al desplegarla sintió una emoción muy cercana a la nostalgia.

Chico.

Apuesto a que te has quedado de piedra. Para cuando leas esta carta, ya me habré ido de este mundo. La tenacidad es un arma poderosa. Aún soy capaz de escribir cartas de mi puño y letra. He duplicado la dosis de analgésicos desde la última vez que nos vimos, pero todavía sigo vivo.

Esta carta te llegará algo después de que la policía tenga en su poder mi confesión. Así lo he pedido en mi testamento. No dudes en romperla si no le encuentras utilidad alguna.

Chico, me dijiste que querías matarme. Dijiste que te desentendías, que no querías saber nada más del asunto. Y tampoco acabaste con Yoshitake.

Pero sigo creyendo que tú y yo tenemos algo en común. Desde luego, tenemos nuestras diferencias, pero hay una cosa que compartimos, y creo que entenderás lo que hice y lo que voy a hacer, mejor que ningún otro. Desde luego, mejor que los medios de comunicación que, en estos instantes, estarán poniendo el grito en el cielo. Seguramente, lo entenderás mejor que todos esos expertos y psicólogos que hablan sin conocimiento en los medios de comunicación.

Ambos elegimos métodos diferentes. Yo creo que hice lo correcto y es de suponer que tú creas que lo correcto fue lo que tú hiciste. Estoy convencido de que no te arrepientes de no haber arrebatado la vida a Yoshitake. Pero ¿por qué tomaste esa decisión? ¿Solo porque no eres capaz de convertirte en asesino? Lo dudo. Y es que, créeme, cualquiera puede llegar a este extremo si las circunstancias lo propician.

Debes de haberte dado cuenta, incluso inconscientemente, de que Yoshitake os quería a tu madre y a ti. A su manera, claro está. Tú entendiste eso. Lo entendiste y te apiadaste de él.

Tengo algo más para ti antes de dejar este mundo. Pocos días después de recibir tu llamada, vi a Yoshitake. Lo hipnoticé y le di una nueva palabra clave. La escribiré en esta carta. Para que surta efecto, tendrás que sujetarle de la mano derecha cuando la pronuncies. Todo un gesto, ¿no te parece?

Esta es mi obra final, y espero que decidas hacer buen uso de ella. ¿Recuerdas que era yo quien mandaba a Nobuhiko Hashimoto todo ese whisky? Siempre doy a la gente lo que más necesita. Esta palabra clave es lo que el whisky para Hashimoto, excepto que a ti no te destruirá.

Si realmente te compadeces de Yoshitake, dale la oportunidad de entregarse. No dejes que el pasado te influya. Tienes una vida maravillosa por delante.

Adiós, chico. Esta será la última vez que sabes algo de mí. Cuando acabes, olvidarás que existí. ¿Ya están en flor los cerezos de tu barrio? Esto es lo que más me apena: no volver a verlos una última vez.

La palabra clave quedaba escrita al final de la carta. Cuando Mamoru la leyó, entendió por fin al anciano. Demasiado tarde, pero lo comprendió.

Era una palabra fácil de memorizar.

Los cerezos estaban en flor. Cuando Mamoru miró los árboles que quedaban al otro lado del canal, rompió la carta en diminutos pedazos y dejó que el viento los arrastrase hacia el agua.

Abrió la puerta del Hafukan, donde Yoshitake había prometido verlo a las siete en punto. Estaba sentado a la misma mesa que la última vez. Hablaron sobre temas de poca trascendencia. Yoshitake rió mucho, se sentía feliz de volver a ver al chico. Mamoru no dejó de hablar. Ninguno de los dos mencionó a Harasawa.

Se marcharon de la cafetería. Toda la ciudad parecía resplandecer bajo la cálida luz primaveral. Cuando Yoshitake alzó la mano para despedirse, Mamoru lo detuvo.

—Tengo que pedirle un favor.

—¿Cuál?

Mamoru tendió su mano derecha.

—Estrechemos las manos.

Yoshitake vaciló durante un momento, y tras tender su gran mano derecha, se aferró con firmeza a la de Mamoru. Tenía la mano fría pero muy fuerte. En ese momento, Mamoru se inclinó hacia él como si fuese a contarle un secreto.

—La ilusión del brujo.

Yoshitake empezó a caminar despacio, y el chico lo siguió. Yoshitake se detuvo frente a la comisaría de Azabu. Contempló el edificio y, acto seguido, entró como si tal cosa. Mamoru le observó cerrar la puerta antes de dar media vuelta.

Bajo una señal de neón rosa que destellaba en el metro, se tropezó con dos chicas de su edad. Ambas eran preciosas, tenían el pelo largo y una mirada viva y brillante. «¡La noche es joven!» quedaba escrito en sus rostros.

Cuando miraron a Mamoru a los ojos, soltaron una risita.

—¡Hola! —exclamó una de ellas—. ¿No hace una noche preciosa? ¿Adónde vas?

—Voy de camino a casa —respondió Mamoru.

Agradecimientos de la autora
  • Kinko Yaburi
    (publicada por Dojidai-sha), de Akizo Sugiyama ha sido la obra de referencia de donde se extrajo la documentación relacionada con las distintas técnicas para forzar cajas fuertes.
  • La descripción de la publicidad subliminal retoma lo expuesto en un artículo de Jõhõchishiki Imidasu.
  • La letra de la canción de la página 86 pertenece a «The Stranger», de Billy Joel.
  • Los nombres de personajes y organizaciones descritos en este libro son ficticios.
Notas

1
Plato típico japonés que consiste en carne, pescado o vegetales que se cocinan juntos y se sirven sobre una base de arroz.
(N. de la T.)

2
Literalmente «incompetente»
(N. de la T.)

3
Literalmente «hermana mayor»
(N. de la T.)

4
En la onomástica japonesa, el sufijo -ko viene a significar «niña».
(N. de la T.)

5
Akihabara, barrio de Tokio ubicado entre los distritos de Chiyoda y de Taitô, famoso en todo el mundo por albergar una densísima concentración de tiendas de artículos eléctricos y electrónicos.
(N. de la T.)

6
Cada ciudadano japonés cuenta con un sello personal, o Hincan Toruko, que lleva grabado su nombre y apellido. Es imprescindible para realizar numerosos trámites y viene a sustituir lo que en Occidente desempeña el acto de firmar.
(N. de la T.)

7
El Día del Gallo o
Tori no Ichi
es una fecha señalada del otoño que viene a anunciar la próxima llegada de las fiestas de fin de año. Es una tradición heredada del antiguo calendario japonés, el mismo inspirado en la astrología china, según la cual años, días y horas corresponden a un animal en particular. Dependiendo del año, puede repetirse hasta tres veces en el mes este festival. El primer día recibe el nombre de
Ichi no Tori
, el segundo,
ni no tori
y el tercero,
san no tori
. La leyenda cuenta que cuando hay tres Días del Gallo que festejar, las llamas acabarán devorando la ciudad.
(N. de la T.)

8
Barrios populares del antiguo Tokio.
(N. de la T.)

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