Los rasgos salientes de estos mapas recopiados de la Antigüedad son sus exactas coordenadas; su conocimiento de la longitud (no desarrollada en el mundo moderno hasta el fin del siglo XVIII, lo cual quiere decir que sus autores estaban familiarizados con la trigonometría esférica y usaban instrumentos geodésicos de gran precisión) y su diseño, realizado posiblemente durante un período que se sitúa hace 8.000 o 10.000 años. Es decir, muchos años antes del comienzo de nuestra historia escrita.
En los documentos de razas muy antiguas se encuentran datos astronómicos de gran corrección, pese a que, hasta donde nosotros sabemos, no disponían de telescopios gigantes ni de ningún tipo para obtenerlos. Por ejemplo, el conocimiento de las dos lunas de Marte (y su distancia desde el planeta), los siete satélites de Saturno, las cuatro lunas de Júpiter y las fases de Venus (llamadas «Cuernos" en los escritos de Babilonia). Incluso se habían descubierto aspectos de algunas estrellas distantes: la constelación de Escorpión se llama así porque tenía una "cola" o cometa dentro. Sin embargo, éste sólo puede ser observado con un poderoso telescopio. En el otro lado del océano, los mayas de América Central, que tal vez compartían los conocimientos de una cultura anterior, llamaron también "Escorpión» a esta constelación. (Los mayas fueron los únicos, entre todos los pueblos de la Antigüedad, que calcularon el año solar con la cifra más aproximada que pueda hallarse en cualquier calendario, incluido el nuestro: 365,2420 días. La cifra exacta es 365,2422 días.)
Debido a que el conocimiento científico fue decayendo, tras alcanzar su antiguo apogeo, mucha de esta información astronómica adoptó el carácter de leyenda. Por ejemplo, la del dios (planeta) Uranio, que devoró (eclipsó) a sus propios hijos (lunas) y luego los vomitó (fin del eclipse). Aunque tales fenómenos no podían ser vistos, debido a la desaparición de instrumentos óptimos, la información astronómica fue conservada a través de mitos semi-religiosos.
Tal vez la más desusada de todas las indicaciones de una ciencia desarrollada en la Antigüedad y que todavía existe y está a nuestra disposición, es la Gran Pirámide de Egipto. Durante miles de años se creyó que era una tumba, aunque la tradición conservada por los coptos, minoría que descendía directamente de los antiguos egipcios, indicaba que se trataba de una recopilación de los conocimientos de la «Reina de los Dioses» y que era un libro de piedra recopilado por Surid, uno de los reyes
anteriores al diluvio
, que en el futuro sería descifrado por aquellos suficientemente adelantados como para leerlo.
Este aspecto de la Gran Pirámide como posible fuente de información secreta fue ya advertido por los ingenieros franceses, durante la invasión napoleónica de Egipto.
Cuando trataron de utilizarla como punto de triangulación, descubrieron que sus costados estaban orientados exactamente en la dirección de los puntos cardinales. El meridiano longitudinal pasaba por el vértice, y las líneas diagonales que partían del vértice en dirección al Norte, bisectaban con toda exactitud el delta del Nilo. Se traza una raya hacia el Norte, pasando por el punto de encuentro de las diagonales de la base, sólo se yerra el Polo por 4 millas (6,43 km), y eso considerando que el Polo Norte podría haber cambiado de posición en los siglos transcurridos desde la construcción de la Gran Pirámide.
El actual sistema métrico decimal de medidas se basa en el metro, que equivale a un diez millonésimo del cuadrante de meridiano y que es una unidad desarrollada por los franceses poco antes de su invasión a Egipto. El codo piramidal de cincuenta pulgadas utilizado por los antiguos egipcios y que precedió al metro en miles de años, es casi igual a éste en cuanto a su largo, pero en realidad es más exacto, debido a que se basa en el largo del eje polar y no en el de un meridiano, que puede variar según los contornos de la Tierra. Algunas medidas de la Gran Pirámide que fueron tomadas de acuerdo con el codo egipcio indican un asombroso conocimiento de la Tierra y del lugar que ésta ocupa en el sistema solar; conocimiento que estaba olvidado y que no fue redescubierto hasta la era moderna. La información puede expresarse en términos matemáticos: el perímetro de la pirámide es equivalente al número de días del año: 365,24; doblando el perímetro se obtiene el equivalente a un minuto de grado en el Ecuador. La distancia desde la base hasta el vértice, medida por el costado, es 1/600 de grado de latitud; la altura multiplicada por 109 da la distancia aproximada de la Tierra al Sol; el perímetro dividido por el doble de la altura da el valor de ∏ , 3,1416, que es considerablemente más exacto que la cifra de 3,1428 a la que llegaron los antiguos matemáticos griegos. La altura de la pirámide multiplicada por 1015 da el peso aproximado de la Tierra. El eje polar terrestre cambia día a día en el espacio (trayendo una nueva constelación del zodíaco detrás del sol cada 2.200 años) y alcanza su posición original una vez cada 25.827 años, cifra que aparece en los cálculos de la pirámide (25.826,6) cuando se suman las diagonales de la base puestas en cruz. Las medidas de la cámara real que existe dentro de la Gran Pirámide arrojan las dimensiones exactas de los dos triángulos básicos de Pitágoras: 2.5.3 y 3.4.5, aunque fue construida varios miles de años antes de Pitágoras. Y éstas son sólo algunas de las medidas coincidentes de la pirámide.
Habría que preguntarse por qué se levantó una estructura tan enorme y complicada con el sólo fin de entregar información. Tal vez se trató de traspasar esos conocimientos después de una serie de catástrofes globales, cuando los supervivientes aún disponían de recursos técnicos y podían hacerlo de manera que no fuese destruida, ni siquiera en el caso de que se perdieran todos los documentos y lenguajes entonces existentes. En relación con esto, cabe recordar la sugerencia de que, en el momento en que los exploradores del espacio lleguen a la Tierra, o cuando las sondas terrestres alcancen otros planetas civilizados, las matemáticas y las ecuaciones matemáticas pueden ser una manera eficaz de establecer una comunicación primaria, puesto que las bases científicas y tecnológicas de un viaje semejante estarían basadas necesariamente en las matemáticas.
El mensaje de la pirámide, que proviene de nuestro propio pasado, y no del futuro, podría revelar más adelante un número de elementos de información mucho mayor, en la medida en que adquiramos los conocimientos necesarios para reconocerlos.
Algunos investigadores de la Gran Pirámide y de la tradición cóptica han sugerido que la Gran Pirámide sería un registro de un sistema de conocimientos que más tarde se perdieron o dispersaron, con excepción de aquella parte que se ha conservado en las leyendas. Semejantes vestigios de una civilización o civilizaciones anteriores, que nos parece posible reconocer, serían un indicio de que, aunque algunos de sus adelantos eran similares a los nuestros, pudo haber otros logrados en campos distintos y que todavía nos resultan desconocidos. En todo el mundo se encuentran enormes estructuras de piedra que son clasificadas como «no atribuidas». Con ello se quiere decir que nadie sabe realmente quién las construyó. Generalmente, su construcción es similar, lo mismo que su orientación respecto de los planetas, el Sol, la Luna y sus órbitas, las constelaciones y otras estrellas fijas, así como también otras fuerzas, que son posiblemente los campos magnéticos y las corrientes de la tierra. Entre estas enigmáticas estructuras prehistóricas hay que incluir las pirámides de Teotihuacán en México y las más viejas ciudades de Yucatán; las ruinas preincaicas de los Andes peruanos y las líneas del valle de Nazca; las ruinas enormes de Tiahuanaco, situadas a una altura de 4.000 metros; las gigantescas estructuras de piedra de las Islas Británicas, especialmente Stonehenge y Avebury, y las grandes piedras verticales de Bretaña, algunas de las cuales continúan bajo el mar; las ruinas prehistóricas de las islas del Mediterráneo, del Oriente Medio y de Asia Sudoriental, los restos ciclópeos de las Carolinas, las Marquesas y otras islas del Pacífico, las estructuras manolíticas existentes bajo el Caribe, el complejo pétreo de Niebla, en España y las obras del norte de África —incluido Egipto— cuyo origen se desconoce; la orientación de los grandes montículos de piedra de los Estados Unidos y las pirámides arcaicas de la China.
Hasta la primera década del presente siglo, todas las viviendas de China eran orientadas por un nigromante, antes de su construcción, con el fin de aprovechar las afortunadas vías o corrientes invisibles que se desplazan a lo largo y ancho de la Tierra.
(Debe recordarse que los primeros compases vinieron de la China.) El doctor Ernst Borschmann, un agudo comentarista del paisaje arquitectónico de la China, pensaba que la disposición de templos, pagodas y pabellones, orientados hacia un centro desde el cual irradian, se asemeja a un campo magnético. El procedimiento, que consiste en seguir las líneas de fuerza de la Tierra (en chino se llaman
feng shui
: «viento-agua"), posiblemente un resabio de alguna ciencia muy avanzada de la Antigüedad, ha sido ahora descartado como algo propio de hábitos supersticiosos y feudales. Sin embargo, otra forma de "superstición», la acupuntura, que podría también ser una reliquia científica valiosa y disfrazada a través de los siglos como algo mágico, ha sido elevada a una posición de respetabilidad por el actual régimen chino.
Si en la Antigüedad se hubiese comprendido y desarrollado la fuerza del magnetismo y del magnetismo invertido, hasta un punto en que la gravedad, que es en sí una forma de magnetismo, pudiera haber sido canalizada como otras fuerzas naturales, dispondríamos de una explicación acerca de algunas de esas construcciones prehistóricas que se nos antojan técnicamente imposibles y muchas de las cuales parecen haber sido literalmente lanzadas sobre las cumbres de las montañas y colgadas de los bordes de los precipicios, cual piedras monolíticas que hubiesen volado hasta allí.
Resulta inquietante pensar que algunos restos de antiguas técnicas electromagnéticas podrían estar aún protegiendo las pirámides egipcias, mientras los científicos de la actualidad tratan de desentrañar sus Secretos, que en este caso serían cámaras selladas ocultas en su interior. Desde hace algún tiempo se ha estado llevando a cabo un proyecto que consiste en penetrar la estructura interna de la pirámide de Chefrén, en Giza, por medio de rayos cósmicos. Los trabajos son dirigidos por el doctor Amr Gohed, de la Universidad de Ein Shams, de El Cairo, quien utiliza, entre otros equipos, una nueva computadora IBM 1130. Aunque las pruebas se realizan con toda pericia, los registros diarios han ido arrojando, para las mismas secciones, modelos completamente diferentes: Según el doctor Gohed, «…es algo que desafía todas las leyes conocidas de la ciencia y la electrónica…" y que resulta "científicamente imposible". Un artículo del
Times
de Londres señaló: "…Se ha llegado a la conclusión de que las esperanzas de realizar un gran descubrimiento se han convertido en una masa de símbolos ininteligibles…", y el doctor Gohed, al resumir la forma en que el proyecto ha fracasado hasta ahora, dijo: "En la pirámide opera alguna influencia que desafía todas las leyes de la ciencia…».
Pero, más que un desafío a la ciencia, lo que podría ocurrir es simplemente que hubiese otras leyes que no comprendemos todavía, como por ejemplo tensiones y fuerzas de atracción que representan los poderes ocultos de la Tierra, el Sol, la Luna, los planetas y las estrellas.
En su libro,
The View over Atlantis
(Visión sobre la Atlántida), John Mitchell se refiere a la unidad que muestra la cultura prehistórica y observa: «…La Tierra está sembrada de obras prehistóricas de ingeniería relacionadas con el uso del magnetismo polar". Luego sugiere que vivimos "… dentro de las ruinas de una antigua estructura cuyas vastas dimensiones la han hecho ya invisible…". De allí la relación que hay entre los grandes restos pétreos de la prehistoria que aún se yerguen en las llanuras, montañas, desiertos, en las selvas y bajo los mares del mundo. Según su opinión, "… los filósofos de aquella época (consideraban que) la Tierra era una criatura viva y su cuerpo, como el de cualquier otra criatura, tenía un sistema nervioso en su interior, relacionado con su campo magnético. Los centros nerviosos de la Tierra, que en el cuerpo humano coinciden con los puntos de acupuntura de la medicina china, eran conservados y reverenciados en edificios sagrados, dispuestos como un microcosmo del orden cósmico…».
Existen indicios de que en el pasado remoto pudo existir una o más civilizaciones mundiales que desaparecieron, como resultado de las catástrofes naturales o provocadas que se produjeron mucho antes de lo que se recuerda como los inicios de nuestra historia cultural, en el cuarto milenio A.C. Estos indicios han sobrevivido en buena medida como fragmentos de un conocimiento avanzado y que fue renarrado o recopiado a lo largo de los siglos. Resulta difícil o imposible precisar la fecha en que fueron erigidos algunos edificios o monumentos, pese a su majestuosidad y a que podría provenir de aquel período. Además, la extensión del lapso que hemos observado previamente para la aparición y desarrollo del hombre civilizado, apenas permite disponer del tiempo necesario para construir esta cultura, que en gran medida es materia de hipótesis. No obstante, los recientes descubrimientos del doctor Louis Leakey y Mary Leakey en la garganta de Olduvai, Tanzania, y los de Ruchard Leakey en Kenya, indican que el hombre primitivo pudo existir hace dos millones de años, y los descubrimientos en las cuevas de Vallonet, en Francia, han establecido que la fecha de algunas herramientas primitivas es de un millón de años. El estudio de los cráneos del hombre de Cro-Magnon (que, según se ha considerado generalmente existió hace 30.000 o 35.000 años antes de nuestra era), indican que la capacidad de su cráneo y el tamaño del cerebro que se desprende de ella era por lo menos igual y algunas veces superior al nuestro.
Aunque las maravillosas pinturas de animales en cuevas de Francia y España —situadas a menudo en cavernas que han quedado bajo el nivel del suelo— han sido consideradas parte de la herencia artística del mundo, hay otras obras de arte menos conocidas, que podrían conducir a una reevaluación fundamental de la edad del hombre civilizado. En Lussac-les-Cháteaux, Francia, hay imágenes talladas en trozos lisos de roca, cuya edad puede calcularse por las capas de tierra que las cubren y que muestran unos dibujos pertenecientes a la época que habitualmente se asocia con el hombre de las cavernas, de una calidad tan sorprendente, que parecen increíbles. En una época anterior en miles de años al amanecer, de nuestra actual y familiar civilización, se muestran personas de apariencia inesperadamente moderna, vestidas de túnicas, botas, cinturones, chaquetas y sombreros. También aparecen hombres con barbas recortadas y bigotes.