Expatriados (45 page)

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Authors: Chris Pavone

Tags: #Intriga

BOOK: Expatriados
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33

Hoy, 20.08 H

Es obvio que Dexter está confuso. Bill también. Ambos tienen el ceño fruncido.

—¿Qué quieres decir con lo de
presunto
? —pregunta Dexter.

Julia saca la mandíbula y guiña los ojos. Sabe que Kate conoce la verdad. Y sabe que está a punto de contarla.

—Mientras considerabas su propuesta, Dex —Kate se vuelve hacia su marido—, justo en ese momento, ¿a que te llegaron noticias nuevas del coronel? Algo que demostraba sin lugar a dudas lo malvado que era.

Dexter no niega con la cabeza, no asiente, no parpadea, no abre la boca. Se limita a mirar, pensando, intentando seguir lo dice su mujer, llegar a una conclusión antes de que tener que oírla en voz alta, para evitarse, al menos, esa humillación.

Kate le sonríe, en un pequeño alarde de victoria. Tiene que admitirlo, es un gesto algo feo. Aunque le ha perdonado, no puede evitar disfrutar al ver su cara de azoramiento y sorpresa.

—Pues claro que sí, cariño. —Se siente con derecho a vengarse un poquito y es lo que está haciendo, demostrándole que la persona en quien confiaba le ha estado engañando. Será doloroso, pero breve. A diferencia del engaño, que duró diez años.

Kate casi puede sentir a Dexter a toda máquina, puede oler el humo mientras llega a la conclusión de que la fuente croata anónima era un montaje, un impostor, otro actor más en aquella compleja farsa. Se vuelve hacia su autora: Julia.

Ahora que le ha llegado el turno a él, está, literalmente, boquiabierto.

—¿Tú eras mi fuente?

Julia mira a Dexter con expresión arrepentida.

—Sí.

Los ojos de Dexter están a punto de salírsele de las órbitas mientras trata de digerir la magnitud de esta revelación, intentando recordar cuándo empezó todo.

—¿Te hablé de la muerte de Daniel —pregunta— cuando estábamos en la universidad?

—Sí.

—Y después, cuando empezaste a trabajar en el FBI, ¿lo investigaste? ¿Fue entonces cuando descubriste que lo había matado el coronel?

Kate mira la expresión infantil en el rostro de Dexter. Un hombre adulto que intenta con desesperación acomodar la realidad a la idea que tenía de ella. En la esperanza de que, si lo hace en voz alta y con seguridad, el mundo se plegará a sus deseos.

Es la misma expresión que tienen los niños cuando intentan poner a prueba teorías sobre piratas, dinosaurios o maneras de viajar al espacio. «Si nos dejamos crecer el pelo, para parecer pájaros —le había dicho Ben aquella misma mañana—, entonces podríamos volar. ¿A que sí, mamá?».

Julia no dice nada, se resiste a ser la primera en arrebatarle a Dexter su última brizna de ingenuidad.

Este mira fijamente su copa y Kate sabe que está repasando los datos en su cabeza. Si nunca existió la fuente de información croata, eso quería decir que tampoco existía el funcionario del Departamento de Estado que le había puesto en contacto con ella. Lo que a su vez implicaba que el informe sobre la brutalidad con que murió Daniel tampoco existió. Lo que a su vez…

—El coronel Petrovic no tuvo nada que ver con la muerte de Daniel, ¿verdad?

Kate alarga la mano sobre la mesa y estrecha la de su marido.

—Guau —dice Dexter. Tiene las cejas arqueadas al máximo. Aparta su mano de la de Kate y se retira un poco de la mesa, buscando intimidad para digerir su humillación—. Guau.

—Lo siento —dice Julia—, pero de todas formas, Petrovic era una persona horrible que…

Dexter levanta una mano.

—Vamos a ver si lo he entendido bien. —Mira a Julia furioso—. Te inventaste la historia sobre la llamada del Departamento de Estado según la cual el coronel había matado a mi hermano. Falsificaste el informe sobre su muerte, me enviaste a un funcionario para que me lo entregara y me pusiste en contacto con un expatriado croata que durante, ¿cuánto tiempo?, ¿diez años?, me estuvo pasando información falsa sobre el coronel.

—Más o menos —admite Julia.

Nadie dice nada.

—Niko
en croata quiere decir «nadie» —añade Julia.

Dexter deja escapar una risotada amarga.

—Pero quiero dejar claro —continúa Julia— que casi toda la información sobre el coronel era real.

—Excepto la parte que tenía que ver con Daniel. Y, por lo tanto, conmigo.

Kate mira a Bill, que está callado. Se le ocurre que es muy probable que no supiera nada de esta parte de la historia. Pero no parece importarle demasiado; este espectáculo para él es puro entretenimiento. Tiene sus propios trapos sucios que ocultar.

—Me estuviste enviando información a través de ese Niko —continúa Dexter— para engancharme más y más, convenciéndome de la historia del traficante de armas ilegal que supuestamente había asesinado a mi hermano. Y todo para darme motivos, para que me sintiera obligado a ayudarte a estafar a un hombre rico. ¿Es así?

—Sí.

—¿Y este plan lo ideaste hace doce años?

—Sí.

—No lo entiendo —continúa Dexter, y su expresión de asombro lo dice todo—. ¿Qué habrías hecho si mataban al coronel? ¿Y si se arruinaba? ¿O si yo me negaba a cooperar? ¿Qué habrías hecho después de dedicar tanto tiempo a convencerme?

—¿Y qué te hace pensar —preguntó Julia— que tú eras mi única opción?


Monsieur
. —Julia llama a un camarero que pasa junto a su mesa—.
Une carafe d’eau, s’il vous plait
.

Kate repara en que el acento francés de Julia ha mejorado notablemente, ahora que ya no tiene que hacer creer que es malo.

—¿Qué quieres decir? —pregunta Dexter.

—Tengo bastante sed —dice Julia haciendo tiempo mientras recuperan la intimidad. El camarero sirve dos vasos de agua para las mujeres y Julia vacía el suyo de un largo trago. Vuelve a llenarlo mientras los demás esperan, conteniendo la respiración, a que continúe hablando. Algo extraño e incómodo parece estar pasándole por la cabeza—. No eras mi única opción.

—No te entiendo.

—Tú y el coronel no erais los únicos contrincantes que preparé.

Ahora es Kate la que se esfuerza por llegar a una conclusión antes de que Julia sigua hablando. Pero no lo consigue.

—Dexter, no eres la única persona en el mundo con la que pude poner en marcha un plan así. De hecho, siento comunicarte que, en muchos sentidos, eras el menos cualificado. Sinceramente, me sorprendió que al final fueras tú.

—¿Cómo dices?

—Me pasé años, toda mi carrera profesional, de hecho, seleccionando a los pensadores más inteligentes y originales del campo de la seguridad
online
. Y después me reuní con cada uno de ellos y fui sonsacándoles sus más oscuros secretos. Sus grandes miedos, sus grandes ambiciones. Los rencores que albergaban, sus odios incontrolables. Sus puntos débiles, lo que los hacía susceptibles de ser manipulados.

—¿Cómo conseguiste hacer todo eso?

—Es bastante fácil y está completamente justificado cuando trabajas en el FBI y tienes que entrevistar a candidatos para un puesto y hacerles toda clase de preguntas. También cuando estás llevando a cabo una investigación.

La fascinación de Kate crece por momentos.

—Al final, tenía una docena de posibles piratas informáticos en el anzuelo.

—Y, si yo era el menos cualificado, ¿por qué me elegiste?

—No lo hice. El plan os lo propuse a todos. Y el que primero lo consiguiera, ganaba.

—¿Y yo fui el primero? —Dexter está tratando de disimular su orgullo, solo unos segundos antes de tener que digerir un devastador insulto.

—Sí, pero entretanto descubrí que había un pequeño problema. —Julia se vuelve hacia Kate—. Hasta que pusimos el plan en marcha no sabía nada sobre ti, Kate. Había investigado a Dexter, claro, pero no me molesté en investigar a fondo a las mujeres y novias de los candidatos, sus madres o sus exnovios. Pero después, cuando Dexter fue el primero en venir con un plan, lo hice.

—¿Y?

—Si te digo la verdad, consideré la posibilidad de abortar toda la operación. O de dejar fuera a Dexter, inventarme algo para explicarle que no funcionaría si lo hacía él, que debía pasarle la idea a otra persona para que la ejecutara. Pero entonces me di cuenta de que Dexter, sorprendentemente, no sabía nada de lo tuyo.

A Kate no le gustaba oír hablar de aquello en voz alta, en un lugar semipúblico. Ella sí tenía derecho a humillar al mentiroso de su marido, pero no quería que Julia lo hiciera. Dexter ya había sido humillado bastante, y por Julia, además.

—Dexter era demasiado legal —prosiguió Julia—. Su vida era demasiado fácil de comprobar, demasiado transparente. No había sido el espía, el topo, el esbirro de nadie. Dexter era quien era y no sabía que tú no.

—Y entonces, ¿qué hiciste?

—Se lo conté.

—¿Por qué?

—No tenía elección. Dexter era quien tenía la respuesta, quien podía conseguir el dinero. Le había llevado mucho tiempo lograrlo y no estaba segura de que ninguno de los otros candidatos fuera capaz. Así que tendría que hacerlo con Dexter. O bien dejar que ejecutara la operación y después matarlo.

Dexter se ríe, y entonces se da cuenta de que Julia no bromea. Frunce el ceño.

—Pero, claro, matar al marido de una asesora de la CIA no era muy buena idea. Así que, en lugar de eso, tenía que asegurarme de que Dexter se comportaba con extremo cuidado contigo. Todas las precauciones que iba a tomar para mantener el secreto, contigo debían ser dobles. No podía tener ningún contacto conmigo, nunca. Y debía seguir cada instrucción al pie de la letra. Tenía que saber que si él iba en serio, yo mucho más.

—¿Cómo conseguiste que te creyera?

—Perdona, pero te recuerdo que estoy aquí.

—¿Por qué la creíste?

—¿Por qué iba a mentirme sobre algo así?

—¿Por qué no me lo dijiste?

Es Julia quien contesta, con un resoplido de desprecio.

—Venga ya —dice—, ¿contarle a una agente de la CIA que estamos planeando interceptar transacciones bancarias y robar un montón de dinero?

—Tiene su lógica. Y entonces, ¿qué?

—Pues entonces organizamos, bueno, organicé, las cosas de manera que todas las transacciones llevaran a Dexter. Él sería la única persona que, durante mucho tiempo, vería un centavo. Él sería el culpable de los principales delitos y las correspondientes faltas: la falsificación de informes, el acceso a las cuentas, el fraude, el robo a American Health. Que, por cierto, nos proporcionó el presupuesto para empezar a operar, y el dinero para vuestra familia. También fue el primer delito que descubrí, fue bastante fácil, como podréis suponer, y del que informé a mis superiores para así conseguir que me asignaran el caso, que me encargaran investigar esta nueva forma de delincuencia. Esta modalidad de piratería electrónica que parece imposible de detener. Incluso tenía un sospechoso, y predije que intentaría huir del país. Resultó que era cierto, lo que me ayudó a quedarme con el caso. Era evidente que tenía olfato para predecir lo que iba a ocurrir.

—Parece que el éxito de la operación dependía de que tú estuvieras a cargo de la investigación —dice Kate—. ¿Por qué?

—Porque pueden coger a Dexter.

—¿Pueden cogerme?

—Pues claro, hay un montón de pruebas que te incriminan. Registros de las cuentas que abriste y cerraste para sacar el dinero, incluso fotografías y vídeos en que se te ve en los bancos.

Dexter parece de nuevo confuso.

—También hay constancia de tu relación con aquella chica a la que contrataste para que ejerciera la prostitución, fraude y robo. Y está la chica misma, obviamente, que podría declarar que hiciste todo lo que de hecho hiciste.

Dexter niega con la cabeza.

—Se trata de pruebas concluyentes y de delitos graves.

—No lo entiendo —dice Dexter.

Pero Kate sí.

—Es su póliza de seguros, tonto.

Pobre Dexter.

—¿Es eso cierto?

Dexter está de nuevo asombrado por la hipocresía de Julia.

—Tenía que asegurarme de que cumplirías tu parte del trato —reconoce Julia—. Necesitaba algo para obligarte, y de paso necesitaba también ser yo quien te investigara, para asegurarme de que nadie más descubriera lo que yo sabía que se podía descubrir (lo sabía porque lo había creado yo).

Esta es precisamente la confesión que Kate estaba esperando oír, así que se prepara para intervenir.

—Y yo ¿qué? —dice tras decidir que ha llegado la hora de hacer su pequeña aportación.

—Sí, tú —dice Julia—: la piedra en el zapato. Tenía que asegurarme de que esta agente de la CIA no descubría a su marido. No pensé que lo hiciera, no podía imaginar a una mujer dispuesta a echar su vida a perder solo porque su marido es un ladrón. Después de todo, este estaba robando dinero a alguien a quien consideraba la escoria de la humanidad, el asesino de su hermano. Si existe justificación para algún delito… Y luego estaba, claro, ese primer millón, robado a esos sinvergüenzas, aseguradores de boquilla y sin escrúpulos de American Health. Era de cajón. Pero tenía que estar segura. Así que no me quedaba más remedio que ponerla a prueba. Tenía que atraerla hacia mi terreno, convencerla de que su marido era culpable, de que el FBI le estaba investigando y de que sus cargos eran verdaderos. Tenía que dejar que descubriera la verdad y ver qué hacía con ella.

—Me halaga que me tomaras tan en serio.

—Bueno, para serte sincera, tenía otro motivo para querer ponerte a prueba.

—¿Qué motivo?

Es entonces cuando interviene Bill:

—Yo.

Kate sigue impresionada por la capacidad de esta mujer de engañar y tejer semejante red de falsedades.

—Entonces, todo el tiempo que estuviste en Luxemburgo —le dice a Bill—, ¿pensabas que estabas trabajando en una investigación legal?

—Sí.

—¡Vaya! —Kate se vuelve hacia Julia—. Bien hecho, Julia, sí señor.

—Gracias.

—Así que la misión que teníais los dos asignada —dice Kate— era del todo transparente y estaba autorizada por el FBI: estabais investigando el primer millón que robó Dexter. Julia, tú eras la investigadora principal y este payaso, tu compañero.

Julia asiente.

—Así que «os enviaron» —dibuja comillas en el aire— a Luxemburgo haciéndoos pasar por una pareja. Para vigilar a mi pobre marido, comprobar cuánto dinero gastaba, qué tipo de vida llevaba. ¿Era de esa clase de personas que roba un millón de dólares? ¿Había encontrado la manera de robar cantidades ilimitadas de dinero siempre que quisiera? —Kate niega con la cabeza—. Vivía en un apartamento modesto. Se alojaba en habitaciones pequeñas de hoteles de segunda categoría. Su mujer limpiaba ella misma sus cuartos de baño. Viajó hasta Esch-sur-Alzette para comprar un Audi de segunda mano. Un millonario no va a Esch, y mucho menos para comprarse un coche familiar de segunda mano.

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