Harry Potter. La colección completa (194 page)

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Authors: J.K. Rowling

Tags: #Aventuras, Fantástico, Infantil y Juvenil, Intriga

BOOK: Harry Potter. La colección completa
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—Los años del ascenso de Voldemort estuvieron salpicados de desapariciones —explicó—. Ahora Bertha Jorkins ha desaparecido sin dejar rastro en el lugar en que Voldemort fue localizado por última vez. El señor Crouch también ha desaparecido... en estos mismos terrenos. Y ha habido una tercera desaparición, que el Ministerio, lamento tener que decirlo, no considera de importancia porque es la de un
muggle
. Se llama Frank Bryce; vivía en la aldea donde se crió el padre de Voldemort, y no se lo ha visto desde finales de agosto. Como ves, leo los periódicos
muggles
, cosa que no hacen mis amigos del Ministerio. —Dumbledore miró a Harry muy serio—. Creo que estas desapariciones están relacionadas, pero el ministro no está de acuerdo conmigo, como tal vez notaras cuando esperabas a la puerta.

Harry asintió con la cabeza. Volvieron a quedarse en silencio, y Dumbledore, de vez en cuando, se sacaba de la cabeza un pensamiento. Harry pensó que quizá debía marcharse, pero la curiosidad lo retuvo en la silla.

—Profesor... —repitió.

—¿Sí, Harry?

—Eh... ¿puedo preguntarle por... esos juicios que presencié en el
pensadero
?

—Puedes —contestó Dumbledore apesadumbrado—. Asistí a muchos juicios, pero algunos regresan a mi memoria con más claridad que otros... especialmente ahora...

—¿Recuerda... recuerda el juicio en que me encontró?, ¿el del hijo de Crouch? Bien... ¿se referían a los padres de Neville?

Dumbledore dirigió a Harry una mirada penetrante.

—¿No te ha contado nunca Neville por qué lo ha criado su abuela? —inquirió el director.

Harry negó con la cabeza, preguntándose por qué nunca había hablado con Neville del tema en los casi cuatro años que hacía que se conocían.

—Sí, se referían a los padres de Neville —admitió Dumbledore—. Su padre, Frank, era un
auror
, igual que el profesor Moody. Él y su mujer fueron torturados para sacarles información sobre el paradero de Voldemort después de que éste perdió su poder, tal como oíste.

—Entonces, ¿están muertos? —preguntó Harry en voz baja.

—No —respondió Dumbledore, con una amargura en la voz que nunca antes había notado Harry—, están locos. Se encuentran los dos en el Hospital San Mungo de Enfermedades y Heridas Mágicas. Creo que Neville va a visitarlos, con su abuela, durante las vacaciones. No lo reconocen.

Harry se quedó horrorizado. No sabía... Nunca, en cuatro años, se había preocupado por averiguar...

—Los Longbottom eran muy queridos —prosiguió Dumbledore—. El ataque contra ellos fue posterior a la caída de Voldemort, cuando todo el mundo se sentía ya a salvo. Aquello provocó una oleada de furia como no he conocido nunca. El Ministerio se sintió muy presionado para capturar a los culpables. Por desgracia, y dada la condición en que se encontraban los Longbottom, su declaración no era de fiar.

—O sea ¿que el hijo del señor Crouch podría haber sido inocente? —dijo Harry pensativamente.

—En cuanto a eso, no tengo ni idea.

Harry se quedó callado una vez más, observando el movimiento de la sustancia del
pensadero
. Había otras dos preguntas que rabiaba por hacer, pero atañían a la culpabilidad de personas que estaban vivas.

—Eh —dijo—, el señor Bagman...

—Nadie lo ha vuelto a acusar de ninguna actividad tenebrosa —contestó Dumbledore con su voz impasible.

—Bien —dijo Harry apresuradamente, volviendo a observar el contenido del
pensadero
, que giraba más despacio porque Dumbledore había dejado de añadir pensamientos—. Y... eh...

Pero el
pensadero
parecía estar haciendo la pregunta por él. El rostro de Snape volvía a flotar en la superficie. Dumbledore lo miró, y luego levantó la vista hacia Harry.

—Tampoco al profesor Snape —respondió.

Harry miró los ojos de color azul claro de Dumbledore, y lo que realmente quería saber le salió de la boca antes de que pudiera evitarlo:

—¿Qué le hizo pensar que Snape había dejado de apoyar a Voldemort, profesor?

Dumbledore aguantó durante unos segundos la mirada de Harry, y luego dijo:

—Eso, Harry, es un asunto entre el profesor Snape y yo.

Harry comprendió que la entrevista había concluido. Dumbledore no parecía enfadado, pero el tono terminante de su voz daba a entender que era el momento de irse. Se levantó, y lo mismo hizo Dumbledore.

—Harry —lo llamó cuando éste se hubo acercado a la puerta—, por favor, no digas a nadie lo de los padres de Neville. Tiene derecho a contarlo él, cuando esté preparado.

—Sí, profesor —respondió, volviéndose para salir.

—Y...

Harry miró atrás.

Dumbledore estaba sobre el
pensadero
, con la cara iluminada desde abajo por la luz plateada, y parecía más viejo que nunca. Miró por un momento a Harry, y le dijo:

—Buena suerte en la tercera prueba.

31
La tercera prueba

—¿También Dumbledore cree que Quien-tú-sabes está recuperando fuerzas? —murmuró Ron.

Harry ya había hecho partícipes a Ron y Hermione de todo cuanto había visto en el
pensadero
y de casi todo lo que Dumbledore le había dicho y mostrado después. Y, naturalmente, también había hecho partícipe a Sirius, a quien había enviado una lechuza en cuanto salió del despacho de Dumbledore. Aquella noche los tres volvieron a quedarse hasta tarde hablando de todas esas cosas en la sala común, hasta que a Harry empezó a darle vueltas la cabeza y comprendió a qué se refería Dumbledore cuando le había dicho que tenía tantos pensamientos en la cabeza que resultaba un alivio sacarlos.

Ron miraba la chimenea. A Harry le pareció que su amigo temblaba un poco, aunque la noche era cálida.

—¿Y confía en Snape? —preguntó Ron—. ¿De verdad confía en Snape, aunque sabe que fue un
mortífago
?

—Sí —respondió Harry.

Hermione llevaba diez minutos sin hablar. Estaba sentada con la frente apoyada en las manos y mirando al suelo. A Harry se le ocurrió que también a ella le hubiera sido útil un
pensadero
.

—Rita Skeeter —murmuró al final.

—¿Cómo puedes preocuparte ahora por ella? —exclamó Ron, sin dar crédito a sus oídos.

—No me preocupo por ella —dijo Hermione sin dejar de mirar al suelo—. Sólo estoy pensando... ¿Recordáis lo que me dijo en Las Tres Escobas? «Yo sé cosas sobre Ludo Bagman que te pondrían los pelos de punta...» Supongo que se refería a eso. Ella hizo la crónica del juicio, sabía que les había pasado información a los
mortífagos
. Y Winky también lo sabía, ¿os acordáis? «¡El señor Bagman es un mago malo!» Seguro que el señor Crouch se puso furioso cuando lo dejaron en libertad y lo comentó en su casa.

—Ya, pero Bagman no pasó la información a sabiendas, ¿o sí?

Hermione se encogió de hombros.

—¿Y Fudge cree que Madame Máxime atacó a Crouch? —preguntó Ron, volviéndose hacia Harry.

—Sí —repuso Harry—, pero sólo porque Crouch desapareció junto al carruaje de Beauxbatons.

—Nosotros nunca sospechamos de ella —comentó Ron pensativo—. Tiene sangre de gigante, y no quiere admitirlo...

—Claro que no quiere admitirlo —dijo Hermione bruscamente, levantando la mirada—. Mira lo que le pasó a Hagrid cuando Rita se enteró de lo de su madre. Mira a Fudge, llegando a rápidas conclusiones sobre ella, sólo porque es semigigante. ¿Para qué iba a querer que lo supieran?, ¿para hacerse víctima de ese tipo de prejuicios? En su lugar, sabiendo lo que me esperaba por decir la verdad, también yo diría que tengo el esqueleto grande. —De pronto Hermione miró el reloj y exclamó asustada—: ¡No hemos practicado nada! ¡Tendríamos que haber preparado el embrujo obstaculizador! ¡Mañana tendremos que ponernos a ello muy en serio! Vamos, Harry, tienes que dormir.

Harry y Ron subieron despacio al dormitorio. Al ponerse el pijama, Harry miró la cama de Neville. Fiel a la palabra que le había dado a Dumbledore, no había contado a Ron ni a Hermione nada sobre los padres de Neville. Mientras se quitaba las gafas y se metía en la cama adoselada, se imaginó cómo sería tener unos padres aún vivos pero incapaces de reconocer a su hijo. A menudo él inspiraba conmiseración por ser huérfano, pero mientras escuchaba los ronquidos de Neville pensó que éste se la merecía más. Allí acostado, a oscuras, Harry sintió un acceso de ira y odio contra los que habían torturado al señor y la señora Longbottom. Recordó los insultos de la multitud mientras el hijo de Crouch y sus compañeros eran retirados de la sala por los
dementores
... y comprendió cómo se sentía la gente. Luego recordó las súplicas del muchacho y su cara blanca como la leche, y con un estremecimiento pensó que había muerto un año más tarde...

Era Voldemort, se dijo Harry mirando en la oscuridad el dosel de su cama, todo era culpa de Voldemort: él había roto aquellas familias y arruinado todas aquellas vidas...

Ron y Hermione tenían que estudiar para los exámenes, que terminarían el día de la tercera prueba, pero gastaban la mayor parte de sus energías en ayudar a Harry a prepararse.

—No te preocupes por nosotros —le dijo Hermione, cuando Harry se lo hizo ver y les aseguró que no le importaba entrenarse él solo por un rato—. Al menos tendremos sobresaliente en Defensa Contra las Artes Oscuras: en clase nunca habríamos aprendido tantos maleficios.

—Es un buen entrenamiento para cuando seamos
aurores
—comentó Ron entusiasmado, utilizando el embrujo obstaculizador contra una avispa que acababa de entrar en el aula, que quedó paralizada en pleno vuelo.

Al empezar junio, volvieron la excitación y el nerviosismo al castillo. Todos esperaban con impaciencia la tercera prueba, que tendría lugar una semana antes de fin de curso. Harry aprovechaba cualquier momento para practicar los maleficios, y se sentía más confiado ante aquella prueba que ante las anteriores. Aunque indudablemente sería difícil y peligrosa, Moody tenía razón: él ya se las había apañado en ocasiones anteriores con engendros monstruosos y barreras encantadas, y por lo menos aquella vez lo sabía de antemano y tenía posibilidades de prepararse para lo que le esperaba.

Harta de pillarlos por todas partes, la profesora McGonagall había dado permiso a Harry para usar el aula vacía de Transformaciones durante la hora de comer. No tardó en dominar el embrujo obstaculizador, un conjuro que servía para detener a los atacantes; la maldición reductora, que le permitiría apartar de su camino objetos sólidos, y el encantamiento brújula, un útil descubrimiento de Hermione que haría que la varita señalara justo hacia el norte y, por lo tanto, le permitiría comprobar si iba en la dirección correcta hacia el centro del laberinto. Sin embargo, seguía teniendo problemas con el encantamiento escudo. Se suponía que creaba alrededor del que lo conjuraba un muro temporal e invisible capaz de desviar maldiciones no muy potentes, pero Hermione logró romperlo con un embrujo piernas de gelatina bien lanzado. Harry anduvo tambaleándose durante diez minutos por el aula antes de que ella diera con el contramaleficio.

—Pero si lo estás haciendo estupendamente —lo animó Hermione, comprobando la lista y tachando los encantamientos que ya tenían bien aprendidos—. Algunos de éstos te pueden ir muy bien.

—Venid a ver esto —dijo Ron desde la ventana. Estaba observando los terrenos del colegio—. ¿Qué estará haciendo Malfoy?

Fueron a ver. Malfoy, Crabbe y Goyle estaban abajo, a la sombra de un árbol. Los dos últimos sonreían de satisfacción, al parecer vigilando algo, mientras Malfoy hablaba cubriéndose la boca con la mano.

—Parece como si estuviera usando un
walkie-talkie
—comentó Harry intrigado.

—Es imposible —repuso Hermione—. Os lo he dicho: ese tipo de aparatos no funcionan en Hogwarts. Vamos, Harry —añadió enérgicamente, dejando la ventana y volviendo al centro del aula—, repitamos el encantamiento escudo.

Por aquellos días, Sirius les enviaba lechuzas a diario. Al igual que Hermione, parecía que su interés primordial era ayudar a que Harry pasara la tercera prueba, antes de preocuparse por otros asuntos. En cada carta le recordaba que, ocurriera lo que ocurriera fuera de los muros de Hogwarts, ni era asunto suyo, ni podía hacer nada al respecto.

Si Voldemort está realmente recobrando fuerzas
—escribía—,
lo primero para mí es tu seguridad. No te puede poner las manos encima mientras estés bajo la protección de Dumbledore; pero, aun así, es mejor no arriesgarse: entrénate para el laberinto, y luego ya nos ocuparemos de otros asuntos.

Harry fue poniéndose más nervioso conforme se acercaba el 24 de junio, pero no tanto como ante las dos pruebas anteriores: por un lado, tenía la confianza de que, esta vez, había hecho cuanto estaba en su mano para prepararse para la prueba; por otro, aquél era el último tramo, y, lo hiciera bien o mal, el Torneo iba a finalizar, lo que sería un gran alivio.

El desayuno fue muy bullicioso en la mesa de Gryffindor la mañana de la tercera prueba. Las lechuzas llevaron a Harry una tarjeta de Sirius para desearle buena suerte. No era más que un trozo de pergamino doblado con la huella de una pata de perro, pero Harry la agradeció de todas maneras. Llegó una lechuza para Hermione llevándole su acostumbrado ejemplar de
El Profeta
. Lo desplegó, miró la primera página y escupió sin querer el zumo de calabaza que tenía en la boca.

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