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Authors: Lois McMaster Bujold

Tags: #Novela, Ciencia ficción

Hermanos de armas (28 page)

BOOK: Hermanos de armas
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Galeni sonrió débilmente, se sentó bien y dio un golpecito con el lápiz sobre la mesa cuando Miles entró.

—He estado reflexionando, Vorkosigan. Me temo que tal vez no podamos evitar llamar a las autoridades locales.

—Ojalá no hiciera eso, señor. —Miles acercó una silla y se sentó a horcajadas, apoyando los brazos en el respaldo—. Implíquelos, y las consecuencias escaparán a nuestro control.

—Ahora hará falta un pequeño ejército para encontrar a esos dos en la Tierra.

—Yo tengo un pequeño ejército —le recordó Miles—, y acaba de demostrar su efectividad para este tipo de cosas, creo.

—Ja. Cierto.

—Dejemos que la embajada contrate a los mercenarios dendarii para encontrar a nuestras… personas desaparecidas.

—¿Contratar? ¡Creía que Barrayar les estaba pagando ya!

Miles sonrió con inocencia.

—Pero señor, parte de la tapadera es que esa relación es desconocida incluso para los propios dendarii. Si la embajada los contrata formalmente… eso tapará la tapadera, como si dijéramos.

Galeni alzó las cejas, sardónico.

—Ya veo. ¿Y cómo se propone explicarles lo de su clon?

—Si es necesario, como un clon… del almirante Naismith.

—¿Tres usted, ahora? —dijo Galeni, dudoso.

—Envíelos simplemente a buscar a su… a buscar a Ser Galen. Donde él esté, estará también el clon. Funcionó una vez.

—Mm —dijo Galeni.

—Una cosa más —añadió Miles. Pasó pensativo un dedo por el respaldo de la silla—. Si conseguimos capturarlos… ¿qué es lo que planeamos hacer con ellos?

Galeni dio un golpecito con el lápiz óptico.

—Solamente hay dos o tres posibilidades. Una, serán arrestados, juzgados y encarcelados por los crímenes cometidos aquí en la Tierra.

—Y durante el proceso —observó Miles seriamente—, la tapadera del almirante Naismith como agente supuestamente independiente se verá comprometida casi con toda certeza, y su verdadera identidad será pública. No es que pretenda que el Imperio barrayarés aguante o caiga por los mercenarios dendarii, pero Seguridad nos ha considerado útiles en el pasado. Espero que el Mando… considere esta acción poco conveniente. Además, ¿ha cometido mi clon algún crimen del que se le pueda hacer responsable? Creo que incluso es menor de edad, según la Euroley.

—Segunda alternativa —recitó Galeni—. Secuestrarlos y devolverlos en secreto a Barrayar para que sean juzgados, eludiendo el estatuto de no extradición terrestre. Si tuviéramos una orden procedente de arriba, supongo que ésa sería la respuesta menos paranoica de Seguridad.

—Serían juzgados o mantenidos indefinidamente a la espera —dijo Miles—. Para mi… hermano, eso quizá no resultara tan malo como pensaba. Tiene un amigo en un puesto muy alto. Si logra antes evitar ser asesinado en secreto por algún… sicario sobreexcitado, claro. —Galeni y Miles intercambiaron una mirada—. Pero nadie va a interceder por su padre. Barrayar siempre ha considerado que las muertes de la Revuelta komarresa eran crímenes civiles, no actos de guerra, y él nunca se sometió al juramento de lealtad y la amnistía. Presentarán cargos capitales contra él. Su ejecución será inevitable.

—Inevitable —Galeni hizo una mueca, se contempló las puntas de las botas—. La tercera posibilidad es… como usted ha dicho, que se les asesine en secreto.

—A las órdenes de asesinar se puede uno resistir con bastante éxito —observó Miles—, si tiene un estómago fuerte. El Alto Mando no está tan libre para ordenar ese tipo de cosas como en los tiempos del Emperador Ezar, afortunadamente. Propongo una cuarta posibilidad. Puede que sea mejor no capturar a esos… molestos parientes.

—Francamente, Miles, si no entrego a Ser Galen mi carrera se convertirá en humo. Ya debo de ser sospechoso por no haberlo hecho en estos dos años. Su sugerencia bordea, no la insubordinación, que parece ser su modo normal de comportarse, sino algo peor.

—¿Qué me dice de su predecesor, que no lo descubrió en cinco años? Y si lo entrega usted ahora, ¿mejorará eso su carrera? Será sospechoso de todas formas para todos aquellos cuya obligación es ser recelosos.

—Ojalá —el rostro de Galeni tenía una expresión reflexiva, letalmente calmada, su voz era un murmullo—, ojalá hubiera muerto entonces. Su primera muerte fue mucho mejor, gloriosa, en el calor de la batalla. Él tenía un lugar en la historia y yo estaba solo, superado el dolor, sin padres que me atormentaran. Qué suerte que la técnica no haya descubierto la inmortalidad humana. Es una gran bendición que podamos vivir más que antiguas guerras. Y antiguos guerreros.

Miles reflexionó sobre el tema. Encarcelado en la Tierra, Galen destruía las carreras de Galeni y del almirante Naismith, pero vivía. Enviado a Barrayar, moría; la carrera de Galeni mejoraría un poco, pero el hombre… no quedaría del todo cuerdo. El parricidio no tendría la enraizada serenidad para servir a las complejas necesidades futuras de Komarr, sin duda. «Pero Naismith viviría», susurraron tentadores sus pensamientos. Si los dejaban sueltos, Galen y Mark seguirían siendo una amenaza de proporciones desconocidas y, por tanto, intolerables. Si Miles y Galeni no hacían nada, el alto mando decidiría por ellos, cursando quién-sabía-qué órdenes para sellar el destino de sus enemigos.

Miles repudiaba la idea de sacrificar la prometedora carrera de Galeni por aquel viejo revolucionario malhumorado que se negaba a rendirse. Sin embargo, la destrucción de Galen perjudicaría también, sin ninguna duda, a Galeni. Maldición, ¿por qué no podía el viejo haberse largado a algún paraíso tropical, en vez de dedicarse a crear problemas para la generación más joven con la idea, seguro, de que era bueno para ellos? Retiro obligatorio para los revolucionarios, eso es lo que necesitaban ahora.

¿Qué se elige cuando todas las opciones son malas?

—La elección es mía —dijo Galeni—. Tenemos que ir por ellos.

Se miraron, ambos muy cansados.

—Lleguemos a un compromiso —sugirió Miles—. Envíe a los mercenarios dendarii a localizarlos, seguirlos y espiarlos. No intente detenerlos todavía. Eso le permitirá dedicar todos los recursos de la embajada al caso del correo, un asunto puramente interno de Barrayar se mire como se mire.

Hubo un momento de silencio.

—De acuerdo —dijo Galeni por fin—. Pero pase lo que pase al final… quiero acabarlo rápido.

—De acuerdo —dijo Miles.

Miles encontró a Elli sentada sola en la cafetería de la embajada, contemplando cansada y un poco aturdida los restos de su cena, ignorando las miradas disimuladas y las sonrisas vacilantes de varios trabajadores. Miles cogió un bocadillo y un té y se sentó frente a ella. Sus manos se rozaron brevemente bajo la mesa, luego ella apoyó de nuevo la barbilla sobre las palmas y alzó las cejas.

—¿Y ahora qué? —preguntó.

—¿Cuál es la recompensa tradicional para un trabajo bien hecho en el ejército de este hombre?

Sus ojos oscuros chispearon.

—Otro trabajo.

—Ya lo tienes. Persuadí al capitán Galeni para que dejara que los mercenarios dendarii encontraran a Galen, igual que tú nos encontraste a nosotros. ¿Cómo lo hiciste, por cierto?

—Con un montón de esfuerzo, así lo hice. Empezamos revisando esa montaña de datos sobre los komarreses que nos enviaste desde la embajada. Eliminamos los bien documentados, los niños pequeños, y todo eso. Luego el equipo informático de Inteligencia irrumpió en la red económica para sacar archivos de crédito, y en la red de Euroley, eso sí que fue difícil, para sacar archivos criminales, y empezamos a buscar anomalías. Ahí fue donde encontramos la pista. Hace aproximadamente un año, cuando el hijo nacido en la Tierra de un expatriado komarrés fue detenido por los polis de Euroley a causa de un incidente menor, se descubrió que poseía un aturdidor sin registrar. Al no ser un arma letal, simplemente le costó una multa y, en lo referente a Euroley, eso fue todo. Pero el aturdidor no había sido fabricado en la Tierra. Era un viejo artículo militar de Barrayar.

»Empezamos a seguirlo, físicamente y a través de la red informática, y descubrimos quiénes eran sus amigos: gente que no figuraba en el ordenador de la embajada. Al mismo tiempo, estuvimos siguiendo otras pistas que no condujeron a nada. Pero con ésta tuve una corazonada. Uno de los frecuentes contactos de ese muchacho, un hombre llamado Van der Poole, estaba registrado como emigrante del planeta Escarcha IV. Ahora bien, durante esa investigación que hice hace un par de años referida a los genes robados, estuve en Jackson's Whole… —Miles asintió al recordarlo—. Así que sabía que allí se pueden comprar pasados bien documentados, uno de los pequeños servicios con alto margen de beneficios que proporcionan ciertos laboratorios para ir tirando junto con las nuevas caras y voces y huellas retinales y dactilares que ofrecen. Uno de los planetas que suelen utilizar para esto es Escarcha IV, ya que el desastre tectónico destruyó su red de ordenadores… por no mencionar el resto del lugar, hace veintiocho años. Un montón de gente perfectamente legítima que abandonó entonces Escarcha IV tiene documentación imposible de comprobar. Si tienes más de veintiocho años, Jackson's Whole puede proporcionarte una. Así que cada vez que veo a alguien de cierta edad que dice ser de Escarcha IV, desconfío automáticamente. Van der Poole era Galen, por supuesto.

—Por supuesto. Mi clon fue otro lindo producto de Jackson's Whole, por cierto.

—Ah. Todo encaja, qué bonito.

—Mis felicitaciones a ti y a todo el departamento de Inteligencia. Recuérdame que cuando vuelva a la
Triumph
curse una enhorabuena oficial.

—¿Y eso será cuándo? —Aplastó un trozo de hielo del fondo del vaso e hizo girar el resto, tratando de parecer interesada sólo profesionalmente.

«Su boca sabría fresca, y sabrosa…» Miles parpadeó centrándose también en lo profesional, consciente de los ojos curiosos del personal de la embajada sobre ellos.

—No sé. Desde luego, todavía no hemos acabado. Deberíamos transmitir de vuelta a los archivos de la embajada todos los nuevos datos recopilados por los dendarii. Ivan está trabajando ahora mismo en lo que sacamos de la comuconsola de Galen. Va a ser más difícil esta vez. Galen… Van der Poole, se ocultará. Y tiene un montón de experiencia a la hora de desaparecer. Pero si lo encuentras, ah, infórmame directamente a mí. Yo informaré a la embajada.

—¿Informar de qué a la embajada? —inquirió Elli, alerta a su tono de voz.

Miles sacudió la cabeza.

—Todavía no estoy seguro. Puede que esté demasiado cansado para pensar con claridad, ya veré si tiene más sentido por la mañana.

Elli asintió y se levantó.

—¿Adónde vas? —preguntó Miles, alarmado.

—De vuelta a la
Triumph
, a poner la masa en movimiento, desde luego.

—Pero puedes transmitir por tensorrayo… ¿Quién está de servicio ahora mismo?

—Bel Thorne.

—Bien, muy bien. Vamos a buscar a Ivan. Transmitiremos el intercambio de datos desde aquí, y las órdenes también. —Estudió los círculos oscuros bajo sus luminosos ojos—. ¿Y cuánto tiempo llevas sin dormir, por cierto?

—Oh, aproximadamente las últimas, um —miró su crono—, treinta horas.

—¿Quién tiene problemas para delegar el trabajo, comandante Quinn? Envía las órdenes, no a ti misma. Y duerme un poco antes de que empieces a cometer errores también. Te encontraré un lugar para que te acuestes, aquí mismo, en la embajada…

Ella lo miró a los ojos, sonriendo de pronto.

—… si quieres —se apresuró a añadir Miles.

—¿Lo harás? —dijo ella en voz baja—. Me gustaría mucho.

Le hicieron una visita a Ivan, asaltaron su comuconsola, y transmitieron los datos seguros a la
Triumph
. Ivan, advirtió Miles con júbilo, tenía montones y montones de trabajo que hacer. Escoltó a Elli hasta los tubos ascensores y sus habitaciones.

Elli se lanzó hacia el cuarto de baño nada más entrar. Mientras colgaba el uniforme, Miles encontró la manta-gato arrugada en un oscuro rincón del armario, sin duda donde su aterrorizado clon la había arrojado la primera noche. La negra piel emitió un extasiado ronroneo cuando la recogió. La tendió cuidadosamente sobre la cama, con una palmadita.

—Ahí.

Elli salió de la ducha en poquísimos minutos, ahuecándose los cortos rizos oscuros con los dedos, una toalla sujeta atractivamente alrededor de las caderas. Divisó la manta-gato, sonrió, y saltó y hundió los dedos descalzos en ella. La manta se estremeció y ronroneó más fuerte.

—Ah —suspiró Miles contemplándolos a ambos, feliz. Entonces la duda asaltó su jardín del edén. Elli observaba la habitación con interés. Tragó saliva—. ¿Es ésta, ah, la primera vez que estás aquí? —preguntó con lo que esperaba que fuera un tono casual.

—Ajá. No sé por qué, me esperaba algo medieval. Es más parecido a una habitación corriente de hotel de lo que cabría esperar de Barrayar.

—Esto es la Tierra —puntualizó Miles—, y la Era del Aislamiento terminó hace cien años. Tienes unas ideas muy raras respecto a Barrayar. Pero me preguntaba si mi clon había, uh… ¿estás segura de que nunca notaste ninguna diferencia en absoluto durante los cuatro días? ¿Tan bueno era?

Sonrió de lado, esperando su respuesta. ¿Y si ella había advertido algo, qué? ¿Era él realmente tan transparente y simple que cualquiera podía interpretarlo? Peor, ¿y si ella había notado alguna diferencia… y le gustaba más el clon?

Elli pareció cohibida.

—Lo noté, sí. Pero de pensar que te pasaba algo raro, a darme cuenta de que no eras tú… tal vez si hubiéramos pasado más tiempo juntos. Sólo hablamos a través de enlace comunicador, menos durante el viaje de dos horas al centro de la ciudad para rescatar a Danio y sus alegres muchachos de la policía local. En esa ocasión pensé que te habías vuelto majareta. Luego decidí que debías tener algún as en la manga, y que no me lo decías porque yo… —su voz se apagó de pronto— había caído en desgracia, de algún modo.

Miles calculó y respiró aliviado. Así que el clon no había tenido tiempo de… ejem. Sonrió con picardía.

—Verás, cuando me miras —explicó ella—, me siento… bueno, bien. No una sensación cálida y mareante, aunque también está eso…

—Cálida y mareante —suspiró Miles feliz, apoyándose en ella.

—Basta, tonto, hablo en serio.

Pero lo rodeó con sus brazos. Firmemente, como si estuviera preparada para plantar batalla inmediata a quien quisiera arrebatárselo de nuevo.

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