Authors: Kami García,Margaret Stohl
Tags: #Infantil y juvenil, #Fantástico, #Romántico
—No tengo elección. Si no destruyo esa página, no podré volver a casa. —Casi podía ver su mente trabajando a toda velocidad—. Tiene que haber un hechizo, algo en el
Libro de las Estrellas
o en uno de sus libros que pueda ayudarme.
Xavier giró sobre sus talones, señalándome con un dedo roto a pocos centímetros de mi cara.
—Nunca dejaré que
nadie
toque uno de mis libros o los use para hacer un hechizo. ¿Es que no has aprendido nada aquí?
Retrocedí.
—Lo siento. No debería haber dicho eso. Ya encontraré otra forma, pero aun así tengo que conseguir entrar.
Todo en su comportamiento pareció cambiar desde el momento que sugerí que utilizara un hechizo.
—Todavía no tienes nada que ofrecer. No puedo mostrarte las Verjas, salvo que me des algo a cambio.
—¿Lo dices en serio? —Pero sabía por su expresión que así era—. ¿Qué demonios quieres?
—El
Libro de las Lunas
—dijo sin vacilar—. Tú sabes dónde está. Ése es mi precio.
—Pero si está en el mundo mortal. Y, por si no te has dado cuenta, estoy muerto. Además, lo tiene Abraham Ravenwood, que no es lo que se dice un tipo amable. —Estaba empezando a pensar que atravesar las Verjas iba a ser la parte más difícil de encontrar el camino a casa, si es que eso era aún posible.
Xavier empezó a moverse hacia la abertura de la roca que llevaba al exterior.
—Creo que ambos sabemos que hay formas de lograrlo. Si quieres pasar a través de las Verjas, tráeme el
Libro de las Lunas
.
—Incluso aunque consiguiera apoderarme de él, ¿por qué iba a darte el libro más poderoso del mundo Caster? —Prácticamente le grité—. ¿Cómo sé que no lo utilizarás para hacer algo terrible?
Sus enormes y antinaturales ojos se agrandaron.
—¿Qué puede ser más terrible que estar como yo ahora mismo? ¿Existe algo peor que contemplar cómo tu cuerpo te traiciona? ¿Qué sentir tus huesos romperse mientras te mueves? ¿Acaso crees que puedo arriesgarme a pagar lo que el libro pueda exigirme a cambio?
Estaba en lo cierto. No podías obtener nada del
Libro de las Lunas
sin dar algo a cambio. Todos lo habíamos aprendido de la forma más dura. El otro Ethan Wate. Genevieve. Macon, Amma, Lena y yo. El libro era el que escogía.
—Podrías cambiar de opinión. La gente se vuelve desesperada. —No podía creer que estuviera soltando un sermón sobre desesperación a un hombre desesperado.
Xavier se volvió para mirarme, su cuerpo ahora medio oculto en las sombras.
—Porque sé de lo que es capaz, y lo que podría hacer en manos de hombres como Angelus, nunca pronunciaría una sola palabra de ese libro. Y me aseguraría de que nunca saliera de esta habitación para que nadie pudiera hacerlo.
Me estaba diciendo la verdad.
Xavier estaba aterrorizado por la magia, ya fuera Luminosa u Oscura.
Le había destruido de la peor forma posible. No quería pronunciar un hechizo o ejercer un poder sobrenatural. En todo acaso, quería protegerse a sí mismo y a los demás de esa clase de poder. Si había algún lugar en que el
Libro de las Lunas
estuviera a salvo era éste, más seguro que en la
Lunae Libri
o en cualquier otra remota biblioteca Caster. Más seguro que escondido en las profundidades de Ravenwood o enterrado en la tumba de Genevieve. Aquí nadie podría encontrarlo.
Fue entonces cuando decidí que se lo entregaría a él.
Sólo que había un problema.
Primero tenía que planear cómo quitárselo a Abraham Ravenwood.
Miré a Xavier.
—¿Cuántos objetos poderosos dirías que tienes en esta habitación?
—Eso no importa. Ya te lo he dicho, no son para usar.
Sonreí.
—¿Qué pasaría si te digo que te conseguiré el
Libro de las Lunas
, pero que necesito tu ayuda? ¿Tu ayuda y la de unos cuantos de tus tesoros?
Hizo una extraña mueca, retorciendo su desfigurada boca de un lado a otro. Confié, de corazón, en que fuera una sonrisa.
—E
l cómo entrar ahí no es tan importante como conseguir llegar —repetí por quinta vez.
—¿A esta Tierra de las
Barras y Estrellas
? —preguntó.
—Sí, algo parecido. En cualquier caso, a la oficina. En Main.
—Ah, los Mainlands. Eso está pasado el Pantano de los Aparatos de Aire Acondicionado, ¿no?
—¿Los aparatos de aire acondicionado? Sí. Más o menos. —Suspiré.
Traté de explicarle mi plan a Xavier. No estaba muy seguro de cuándo había estado en el mundo Mortal por última vez, pero cuando quiera que hubiera sido, debió de ser mucho antes de los aparatos de aire acondicionado y los periódicos. Lo que resultaba bastante gracioso, dado lo mucho que le gustaban las fiambreras, los discos de vinilo y los caramelos.
Saqué otro libro antiguo, abriéndolo entre una nube de polvo y posibilidades, así como de incertidumbres. Me sentía frustrado, y estar allí sentado rodeado por los Pergaminos Caster en mitad de la cueva de esa extraña criatura me hacía sentir como si hubiera vuelto a trabajar en la Biblioteca del Condado de Gatlin el primer día de las vacaciones de verano.
Traté de pensar con calma. Tenía que haber algo que pudiéramos hacer.
—¿Y qué me dices de Viajar? ¿No pueden los Waywards utilizar hechizos propios de un Íncubo?
Xavier negó con la cabeza.
—Creo que no.
Apoyé la espalda contra una pila de libros. Estaba a punto de darme por vencido. Una vez más, si Link hubiera estado aquí me habría sermoneado sobre ser el Aquaman del mundo Caster.
—Un Aquaman muerto —susurré.
—¿Cómo dices?
—No es nada —murmuré.
—¿Un hombre muerto? —preguntó.
—No tienes por qué restregármelo.
—No, eso es. No necesitas hechizos que funcionen con un Mortal. Ya no eres ningún Mortal. Necesitas hechizos que funcionen para un Sheer. —Empezó a pasar una página tras otra—. Un hechizo
Umbra
. Mandar una sombra de un mundo al siguiente. Ése eres tú, la sombra. Debería funcionar.
Reflexioné un momento. ¿Podría ser así de sencillo?
Me quedé observando fijamente mi mano, la carne y los huesos en ella.
Sólo parecen carne y huesos. Pero realmente no estás aquí, no de esa forma. No tienes un cuerpo.
¿Cuál era la diferencia entre un Sheer y una sombra?
—Sin embargo, necesito ser capaz de tocar algo. No funcionará a menos que pueda pasarle el mensaje a Lena, y para ello necesitaré mover algunos papeles.
Ladeó la cabeza, retorciendo su rostro en una mueca. Confié en que fuera su cara de pensar.
—¿Necesitas tocar algo?
—Eso es lo que acabo de decir.
Él negó con la cabeza.
—No, no es así. Has dicho que necesitas mover algo. Eso es diferente.
—¿Y acaso importa?
—Mucho. —Pasó unas cuantas páginas más—. Un hechizo
Veritas
debería permitir que la verdad apareciera. Siempre que estés buscando la verdad.
—¿Y eso funcionará?
Confié en que tuviera razón.
* * *
Unos minutos más tarde, cualquier duda que tuviera sobre Xavier había desaparecido.
Estaba aquí. No había tenido que volar a través del Gran Río, o la Frontera, o cualquier otra costura sobrenatural. No había tenido que utilizar la vista del cuervo. Estaba aquí, en la calle Main, contemplando la oficina del
Barras y Estrellas
.
O al menos mi sombra lo estaba.
Me sentía como Peter Pan, pero al revés. Como si Wendy hubiera descosido mi sombra de mi cuerpo en lugar de coserla a mis pies.
Avancé atravesando el muro hasta la oscuridad de la habitación, sólo que yo era aún más oscuro. No tenía cuerpo, pero no importaba. Alcé mi mano —la sombra de mi mano—, y pensé en las palabras que Xavier me había enseñado.
Observé cómo las palabras de la página se recolocaban por sí solas. No tenía tiempo para acertijos. No tenía tiempo para juegos ni mensajes ocultos.
Mis palabras eran simples.
Cinco horizontal.
Lo que se lee.
L.I.B.R.O.
Dos vertical.
Perteneciente a.
D.E.
Cinco horizontal.
Lunae
.
L.U.N.A.S.
Dejé caer mi mano y desaparecí.
Mi último mensaje, todo lo que me quedaba por decir. Lena había conseguido encontrar la forma de enviarme el amuleto de la piedra del río, y también sabría cómo hacerme llegar el libro. O eso esperaba. Si ella no podía, tal vez Macon supiera cómo hacerlo.
Eso suponiendo que Abraham aún lo tuviera, y Lena fuera capaz de quitárselo.
Sólo había unos cuantos miles de condicionantes entre medias. Traté de no pensar en ellos, y en todas las personas que estarían implicadas. O en el peligro que siempre rodeaba al
Libro de las Lunas.
No podía permitirme pensar en eso. Ya había llegado muy lejos.
Ella lo encontraría, y yo la encontraría a ella.
Era el único Orden de las Cosas que me importaba ahora.
A
lgunas veces Link podía ser un completo idiota.
—¿El libro de qué? ¿El
Libro de las Lunas
? ¿Qué significa eso? —Link dejó de fijarse en el
Barras y Estrellas
y me miró a mí, mientras se rascaba la cabeza. Cualquiera diría que era la primera vez que hablábamos del tema.
—Tres palabras. Es un libro, Link. Estoy segura de que has oído hablar de él. —Era simplemente el libro que había destruido nuestras vidas, y las vidas de todos los Caster de mi familia anteriores a mí en su decimosexto cumpleaños.
—No me refería a eso. —Me miró dolido.
Sabía a lo que Link se refería.
Pero al igual que él, tampoco yo sabía por qué Ethan estaba pidiendo el
Libro de las Lunas
. Así que continué mirando fijamente el periódico en medio de la cocina.
Amma se mantenía detrás de mí, sin pronunciar palabra. Llevaba así algún tiempo, desde lo de Ethan. El silencio era tan negativo como todo lo demás. Resultaba extraño no escucharla trasteando por la cocina. Y, aún más extraño, que estuviéramos sentados alrededor de la mesa de la cocina de Ethan tratando de descifrar el mensaje que nos había dejado en el crucigrama de hoy. Me pregunté si él podría vernos o saber que estábamos aquí.
Rodeado por extraños que me quieren
(no)extraños hechos extraños
por el dolor.
Sentí que mis dedos se movían nerviosos buscando un bolígrafo que no estaba ahí. Aparté la poesía de mi mente. Era un nuevo hábito. Ahora dolía demasiado escribir. Tres días después de que Ethan se marchara, la palabra NO apareció, escrita con tinta negra Sharpie en mi mano izquierda. PALABRAS apareció en mi derecha.
No había escrito una palabra desde entonces, no en papel. No en mi cuaderno. Ni siquiera sobre las paredes. Parecía haber pasado mucho tiempo desde la última vez que lo hice.
¿Cuánto tiempo llevaba Ethan desaparecido? ¿Semanas? ¿Meses? Todo se fundía en un enorme borrón, como si el tiempo se hubiera detenido cuando se fue.
Como si todo se hubiera detenido.
Link levantó la vista hacia mí desde el suelo de la cocina donde estaba sentado. Cuando desplegaba de esa forma su flamante y enorme corpachón con un tercio de Íncubo, parecía llenar toda la cocina. Había brazos y piernas por todas partes, como una mantis religiosa, sólo que con músculos.
Liv estudiaba su propia copia del crucigrama colocada en la mesa —grapada y pegada en su inseparable cuaderno rojo, plagado de ordenadas notas a lápiz— mientras John se inclinaba sobre su hombro. Por la forma en que ambos se movían, uno podría pensar que les dolía
no
tocarse.
A diferencia de los Caster y Mortales.
Una humana y un híbrido de Íncubo. ¡No saben la suerte que tienen! Nada se incendia a su alrededor cuando se besan.
Suspiré, resistiendo las ganas de lanzarles un hechizo de Discordia. Ahora todos estábamos en el mismo barco. A simple vista parecía que nada había cambiado. Excepto que una persona había desaparecido.
Lo que lo hacía todo diferente.
Doblé el periódico de la mañana, dejándome caer en la silla que estaba junto a Liv.
—El
Libro de las Lunas
. Eso es todo lo que dice. No sé por qué sigo leyéndolo. Si lo hago una vez más creo que acabaré quemándolo con los ojos.
—¿Puedes hacer eso? —Link parecía muy interesado.
Agité mis dedos delante de él.
—Tal vez pueda prender algo más que un papel. Así que no me tientes.
Liv me sonrió con simpatía. Como si la situación pudiera solucionarse con una sonrisa.
—Bueno, pues entonces supongo que tendremos que pensar en algo. Se trata de tres palabras concretas. Por lo que parece, los mensajes están cambiando. —Sonaba precisa y lógica, una versión británica de Marian, tal y como hacía siempre.
—¿Y? —Link parecía irritado, tal y como solía estar siempre últimamente.
—¿Qué es lo que está pasando… por
allí
? —
Donde está Ethan
. Liv no lo dijo. Nadie quería hacerlo. Liv sacó los tres crucigramas de su cuaderno—. Al principio parecía como si únicamente quisiera hacerte saber que está…
—¿Vivo? Siento interrumpirte, pero… —empezó Link, pero John le dio una patada por debajo de la mesa. Amma dejó caer una cacerola a mi espalda, haciendo que rodara hasta donde Link estaba sentado en el suelo—. Uf, ya sabes a lo que me refiero.
—En alguna parte —le corrigió John, paseando la vista de Amma hasta mí. Asentí sintiendo que las manos de Amma se relajaban hasta descansar en mis hombros.
Toqué su mano con la mía; sus dedos se entrelazaron con fuerza en los míos. Ninguna de las dos quería dejarlo pasar. Especialmente ahora que era posible que Ethan no se hubiera marchado para siempre. Habían transcurrido varias semanas desde que Ethan comenzó a enviarme mensajes a través del
Barras y Estrellas
. Poco importaba lo que decían. Todos tenían el mismo significado para mí.
Estoy aquí.
Aún estoy aquí.
No estás sola.
Deseé que hubiese una forma de poder responderle.
Apreté los dedos de Amma con fuerza. Había intentado hablar con ella justo después de encontrar el primer mensaje, pero se limitó a farfullar algo sobre un trato justo y cómo todo el embrollo era culpa suya y debía ser ella quien lo arreglara. Que era lo que pretendía hacer, tarde o temprano.