Hijos de la mente (29 page)

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Authors: Orson Scott Card

Tags: #Ciencia ficción

BOOK: Hijos de la mente
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En un momento dado Malu se rió en voz alta y de buena gana, y Grace, que también se reía, tardó un poco en traducir.

—Dice que no puede decidir si el hecho de que la deidad estuviera dentro de ti, Peter, te hace santo, o si el hecho de que te dejara demuestra que no lo eres.

Peter se echó a reír (por cortesía, entendió Wang-mu); ella misma no se rió en absoluto.

—Oh, lástima —dijo Grace—. Esperaba que los dos tuviérais sentido del humor.

—Lo tenemos —contestó Peter—. Lo que pasa es que no tenemos sentido del humor samoano.

—Malu dice que la deidad no puede quedarse eternamente donde está. Ha encontrado un nuevo hogar, pero pertenece a otros, y su generosidad no durará para siempre. Ya sentiste lo fuerte que es Jane, Peter…

—Sí —dijo Peter en voz baja.

—Bien, los anfitriones que la han aceptado… Malu lo llama el bosque red, como si fuera una red de pesca para coger árboles, ¿pero qué es eso? En cualquier caso, dice que son tan débiles comparados con Jane que, lo quiera ella o no, con el tiempo todos sus cuerpos le pertenecerán a menos que encuentre a alguien que sea su hogar permanente.

Peter asintió.

—Sé lo que quiere decir. Hasta el momento en que ella me invadió, yo habría accedido, habría renunciado alegremente a este cuerpo y a esta vida, que creía odiar. Pero descubrí, mientras me perseguía, que Malu tenía razón. No odio mi vida, tengo muchas ganas de vivir. Claro que no soy yo quien quiere sino Ender, en definitiva, pero como al fin y al cabo él soy yo… supongo que es un sofisma.

—Ender tiene tres cuerpos —dijo Wang-mu—. ¿Significa eso que va a renunciar a uno de los otros?

—No creo que vaya a renunciar a nada —respondió Peter—. Mejor dicho, no creo que yo vaya a renunciar a nada. No es una elección consciente. Ender se aferra a la vida con furia y con fuerza. Y supuestamente estuvo en su lecho de muerte durante un día al menos antes de que Jane fuera desconectada.

—Asesinada —dijo Grace.

—Deportada, tal vez —insistió Peter tozudamente—. Es una dríade ahora, en vez de un dios. Una sílfide. —Le hizo un guiño a Wang-mu, que no tenía ni idea de lo que estaba diciendo—. Aunque él renuncie a su propia vida, no lo permitirá.

—Tiene dos cuerpos más de los que necesita —repuso Wang-mu—, y a Jane le hace falta uno. Si se aplican las leyes del comercio, habiendo el doble del material necesario… los precios deberían ser baratos.

Cuando Grace le tradujo a Malu todo esto, volvió a echarse a reír.

—Se ríe por lo de «barato» —dijo Grace—. Dice que la única forma de que Ender renuncie a alguno de sus cuerpos es muriendo. Peter asintió.

—Lo sé.

—Pero Ender no es Jane —dijo Wang-mu—. No ha vivido como un… un aiúa desnudo a lo largo de la red ansible. Él es una persona. Cuando los aiúas de las personas dejan sus cuerpos, no se ponen a perseguir a nadie.

—Y sin embargo su… mi aiúa estaba dentro de mí —dijo Peter—. Conoce el camino. Ender podría morir y sin embargo dejarme vivir.

—O los tres podríais morir.

—Esto es lo que sé —les dijo Grace en nombre de Malu—. Si ha de darse a la deidad una vida propia, si hay que devolverle su poder, Ender Wiggin tiene que morir y darle un cuerpo. No hay otro modo.

—¿Restaurar su poder? —preguntó Wang-mu—. ¿Es posible? Creía que el fin de la desconexión de los ordenadores era expulsarla para siempre de las redes informáticas.

Malu volvió a echarse a reír, y se golpeó el pecho desnudo y los muslos mientras hablaba en samoano.

Grace tradujo.

—¿Cuántos cientos de ordenadores tenemos aquí, en Samoa? Durante meses, desde que ella se me reveló, la hemos estado copiando, copiando y copiando. Toda la memoria que quería que salváramos, la tenemos, lista para ser restaurada. Tal vez sea sólo una pequeña parte de lo que solía ser, pero es la más importante. Si puede regresar a la red ansible, tendrá lo que necesita para volver también a las redes informáticas.

—Pero no hay enlaces entre las redes y los ansibles —le dijo Wang-mu.

—Esa es la orden que envió el Congreso —respondió Grace—. Pero no todas las órdenes se obedecen.

—¿Entonces por qué nos trajo Jane aquí? —se quejó Peter—. Si Malu y tú negáis tener influencia sobre Aimaina, y si Jane ya ha estado en contacto con vosotros y habéis iniciado una revuelta efectiva contra el Congreso…

—No, no, nada de eso —le tranquilizó Grace—. Hemos hecho lo que Malu nos pidió. Pero nunca habló de una entidad informática, habló de una diosa, y le obedecimos porque confiamos en su sabiduría y sabemos que ve cosas que nosotros no vemos. Vuestra venida nos dijo quién era Jane.

Cuando Malu se enteró a su vez de lo que se hablaba, señaló a Peter.

—¡Tú! ¡Tú viniste aquí a traer a la deidad! Luego señaló a Wang-mu.

—Y tú viniste a traer al hombre.

—Lo que quiera que eso signifique —dijo Peter.

Pero Wang-mu creyó comprenderlo. Habían sobrevivido a una crisis, pero esta hora de calma era sólo un engaño. La batalla volvería a librarse, y esta vez el resultado sería distinto. Si Jane iba a vivir, si iba a haber alguna esperanza de restaurar el vuelo estelar instantáneo, Ender tenía que darle al menos uno de sus cuerpos. Si Malu tenía razón, entonces Ender debía morir. Había una posibilidad remota de que el aiúa pudiera conservar uno de los tres cuerpos, y seguir viviendo. Estoy aquí, se dijo Wang-mu, para asegurarme de que sea Peter quien sobreviva: no como deidad, sino como hombre.

Todo depende, advirtió, de si Ender-como-Peter me ama más que Ender-como-Valentine ama a Miro o Ender-como-Ender ama a Novinha.

Al pensarlo, casi se dejó llevar por la desesperación. ¿Quién era ella? Miro había sido amigo de Ender durante años. Novinha era su esposa. Pero Wang-mu… Ender sólo había sabido de su existencia hacía apenas unos días, algunas semanas. ¿Qué era ella para él?

Pero luego tuvo otro pensamiento, más reconfortante, y sin embargo perturbador. ¿Qué es más importante: a quién ama Ender o qué faceta de Ender es la que ama? Valentine es la altruista perfecta… podría amar a Miro más que a nada en el mundo y sin embargo renunciar a él por devolvernos a todos el vuelo estelar. Y Ender… ya ha perdido el interés por su antigua vida. Es el cansado, el agotado. Mientras que Peter… tiene ambición, ansía crecer y crear. No es que me ame a mí, sino que el centro es él; quiere vivir y una parte de él soy yo, esta mujer que le ama a pesar de su supuesta maldad. Ender-como-Peter es la parte de él que más necesita ser amada porque lo merece menos… así que es mi amor lo que le será más precioso, porque va dirigido a Peter.

Si alguien gana, ganaré yo, ganará Peter, no por la gloriosa pureza de nuestro amor, sino por el ansia desesperada de los amantes.

Bueno, la historia de nuestras vidas no será tan noble ni tan bonita, pero tendremos una vida, y con eso es suficiente.

Hundió los pies en la arena, sintiendo el delicioso y diminuto dolor de la fricción de las pequeñas aristas de silicio contra la delicada piel de sus dedos. Así es la vida. Duele, es sucia, y sabe muy, muy bien.

A través del ansible, Olhado les contó a sus hermanos que estaban a bordo de la nave lo que había sucedido con Jane y las madres-árbol.

—La Reina Colmena dice que no durará mucho así —dijo—. Las madres-árbol no son tan fuertes, perderán el control. Muy pronto Jane será un bosque, definitivamente; y no un bosque parlante: sólo árboles muy bonitos, de color muy vivo, muy nutritivos. Ha sido muy bonito, os lo prometo; pero tal como lo expresa la Reina Colmena, sigue sonando a muerte.

—Gracias, Olhado —respondió Miro—. Para nosotros no significa gran cosa. Estamos atrapados aquí, y por eso vamos a ponernos a trabajar, ahora que Val ha dejado de rebotar por las paredes. Los descoladores no nos han encontrado todavía (Jane nos puso en una órbita superior esta vez) pero en cuanto tengamos una traducción fidedigna de su idioma les saludaremos y les haremos saber que estamos aquí.

—Seguid adelante —dijo Olhado—. Pero no renunciéis tampoco a la idea de volver a casa.

—La lanzadera no sirve para un vuelo de doscientos años —contestó Miro—. A esa distancia estamos, y este pequeño vehículo no alcanza ni de lejos la velocidad necesaria para realizar un vuelo relativista. Tendríamos que hacer solitarios durante doscientos años enteros. Las cartas se gastarían mucho antes de que volviéramos a casa.

Olhado se echó a reír (demasiado ligera y sinceramente, pensó Miro).

—La Reina Colmena dice que cuando Jane salga de los árboles, y cuando el Congreso ponga en marcha su nuevo sistema, podrá volver a saltar, al menos lo suficiente para entrar en el tráfico ansible. Y si lo hace, entonces tal vez vuelva a dedicarse a los vuelos estelares. No es imposible.

Val reaccionó.

—¿Es algo que la Reina Colmena supone, o lo sabe?

—Predice el futuro —dijo Olhado—. Nadie conoce el futuro. Ni siquiera esas abejas reina tan inteligentes que arrancan la cabeza de sus esposos cuando se aparean.

No tenía ninguna respuesta que dar a lo que dijo, ni a su tono jocoso.

—Bueno, si no os importa, a trabajar todos —dijo Olhado—. Dejaremos la conexión abierta y grabando por triplicado cualquier informe vuestro.

La cara de Olhado desapareció del terminal.

Miro giró en su silla y se volvió hacia los otros: Ela, Quara, Val, el pequenino Apagafuegos y la obrera sin nombre que los observaba en perpetuo silencio, capaz sólo de hablar tecleando en el terminal. Sin embargo, Miro sabía que a través de ella la Reina Colmena observaba todo cuanto hacían, escuchaba todo lo que decían. Esperaba. Sabía que orquestaba aquello. Pasara lo que pasase con Jane, la Reina Colmena sería la catalizadora cuando todo diera comienzo. Sin embargo, esas cosas se las había dicho a Olhado a través de alguna otra obrera de Milagro; ésta no tecleaba más que ideas referidas a la traducción del lenguaje de los descoladores.

No dice nada, advirtió Miro, porque no quiere que la vean presionar. ¿Presionar sobre qué? ¿A quién?

A Val. No la veían presionar a Val porque… porque el único modo de que Jane tuviera uno de los cuerpos de Ender era que él se lo ofreciera voluntariamente. Y tenía que ser verdaderamente libre (nada de presión, nada de culpa, nada de persuasión), porque no era una decisión que se tomara conscientemente. Ender había decidido que quería compartir la vida de su madre en el monasterio, pero su mente inconsciente estaba mucho más interesada en el proyecto de traducción y en lo que Peter estuviera haciendo. Su opción inconsciente reflejaba su auténtica voluntad. Si Ender renuncia a Val, tiene que ser por su propio deseo profundo de hacerlo, no por una decisión basada en el deber, como su decisión de quedarse con Madre. Una decisión que responda a lo que realmente quiere.

Miró a Val, a la belleza que procedía más de la profunda bondad que de sus rasgos regulares. La amaba, ¿pero era su perfección lo que amaba? Esa perfecta virtud quizá fuese lo único que le permitiera (que permitiera a Ender en su faceta de Valentine) marcharse voluntariamente e invitar a Jane a entrar. Y sin embargo, cuando Jane llegara, la perfecta virtud desaparecería, ¿no? Jane era poderosa y, según creía Miro, buena. Desde luego, había sido buena con él, una auténtica amiga. Pero ni siquiera en sus más descabelladas fantasías la concebía como perfectamente virtuosa. Si ella empezara a llevar a Val, ¿seguiría siendo Val? Los recuerdos permanecerían, pero la voluntad tras el rostro sería más complicada que el sencillo guión que Ender había creado para ella. ¿La amaré todavía cuando sea Jane?

¿Por qué no? Amo también a Jane, ¿no?

¿Pero amaré a Jane cuando sea de carne y hueso, y no sólo una voz en mi oído? ¿Miraré esos ojos y lloraré por la pérdida de esta Valentine?

¿Por qué no tuve estas dudas antes? Traté de conseguirlo cuando apenas comprendía lo difícil que era todo esto. Y sin embargo ahora, cuando es sólo una esperanza muy remota, me encuentro… ¿qué?, ¿deseando que no suceda? En absoluto. No quiero morir aquí. Quiero a Jane restaurada, aunque sólo sea para recuperar el vuelo espacial… ¡eso sí que es un motivo altruista! Quiero a Jane restaurada, pero también a Val intacta.

Quiero que todas las cosas malas desaparezcan y todo el mundo sea feliz. Quiero a mi mamá. ¿En qué clase de llorón infantil me he convertido?

Advirtió de repente que Val lo miraba.

—Hola —dijo. Los demás también lo miraban.

—¿Qué estáis votando, si debo dejarme crecer la barba?

—No votamos nada —dijo Quara—. Simplemente, estoy deprimida. Quiero decir que sabía lo que hacía cuando subí a esta nave, pero maldita sea, es difícil entusiasmarse en el trabajo sobre el idioma de esa gente cuando puedo calcular la vida que me queda por el nivel de los tanques de oxígeno.

—Ya veo que llamas a los descoladores «gente» —dijo Ela secamente.

—¿No debería hacerlo? ¿Sabemos acaso qué aspecto tienen? —Quara parecía confusa—. Tienen un lenguaje, deberían…

—Eso es lo que hemos venido a decidir, ¿no? —dijo Apagafuegos—. Si los descoladores son raman o varelse. El problema de traducción es sólo un pequeño paso en el camino.

Un paso —corrigió Ela—. Y no tenemos tiempo suficiente para darlo.

—Ya que no sabemos cuánto va a tardar —dijo Quara—. No veo cómo puedes estar segura de eso.

—Puedo estar completamente segura —contestó Ela—. Porque lo único que hacemos es estar sentados charlando y viendo cómo Miro y Val se miran con cara de cordero. No hace falta ser un genio para darse cuenta de que, a este ritmo, cuando se nos acabe el oxígeno no habremos progresado ni un ápice.

—En otras palabras —dijo Quara—, deberíamos dejar de perder el tiempo.

Se volvió hacia las notas y papeles en los que estaba trabajando.

—Pero si no estamos perdiendo el tiempo —dijo Val suavemente.

—¿No? —preguntó Ela.

—Estoy esperando a que Miro me diga lo fácilmente que Jane podría volver a entrar en comunicación con el mundo real. Un cuerpo esperando recibirla. El vuelo espacial restaurado. Su vieja y leal amiga, de repente una chica real. Estoy esperando eso.

Miro sacudió la cabeza.

—No quiero perderte.

—Eso no sirve de ayuda —dijo Val.

—Pero es la verdad —contestó Miro—. La teoría era fácil. Lo era pensar en cosas profundas mientras viajábamos en hovercar, allá en Lusitania. Cierto, podía especular que Jane en Val sería Jane y Val. Pero cuando te enfrentas a ello, no puedo decir que…

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