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Authors: Jack Campbell

Tags: #Ciencia-Ficción

Incansable (37 page)

BOOK: Incansable
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—¿Durante cuánto tiempo formó parte su nave de la flotilla de reserva? —le preguntó Íger a la comandante.

—Soy ciudadana de los Mundos Síndicos.

El director frunció el ceño al observar los resultados.

—Teniente, no consigo interpretar eso muy bien. Muestra respuestas emocionales, pero es difícil saber qué significan. Intente llevarla a su terreno con una caracterización de la flotilla de reserva.

El teniente Íger volvió a asentir con la cabeza, como si aceptase la última declaración de la comandante síndica, aunque también para responder al director.

—¿Es cierto —preguntó Íger— que la flotilla de reserva está integrada por la élite de la flota síndica?

Incluso Geary pudo ver la respuesta emocional que la pregunta provocó en la prisionera.

—No le ha hecho ninguna gracia oír eso —dijo el director—. Diría que está resentida y enfadada.

Desjani resopló burlonamente.

—Entonces, ese crucero formaba parte de la flotilla de reserva. Al parecer, esta se tenía a sí misma en muy buen concepto y disfrutaba haciéndoselo saber a los demás.

El teniente Íger continuó con el interrogatorio.

—¿Cuáles son los planes de la flotilla de reserva una vez que llegue a Varandal?

—Soy ciudadana de los Mundos Síndicos.

—Teniente —intervino el director—, no he visto iluminarse los centros del engaño. —Miró a Geary—. Si la síndica conociese esos planes, estaría pensando en qué mentira decir para ocultarlo, aunque se limitara a repetir esa mierda de la ciudadana.

—Gracias. —Geary miró a Desjani y a Rione—. Si su nave no pertenecía a la flotilla de reserva, lo más probable es que no se le hubiese informado de esos planes. Director, que el teniente Íger le pregunte por qué ningún miembro de su tripulación se opuso a que entregase la nave.

Al momento siguiente, Íger le trasladó la pregunta. Fue fácil reparar en que la comandante síndica apretaba la mandíbula, momento en que el director del equipo de interrogadores silbó al ver iluminarse el escáner cerebral. Como esta vez la prisionera permaneció en silencio, el teniente Íger aprovechó para aguijonearla.

—Sabemos que las leyes de los Mundos Síndicos prohíben la rendición. ¿Acaso no le preocupaba lo que pudiera ocurrirle?

El director hizo un gesto aprobatorio al ver que el escáner se llenaba de luces.

—Estaba preocupada, aunque no parece que sintiese angustia por las consecuencias que pudiera tener para ella, teniente.

Íger se quedó pensativo, como si se le acabara de ocurrir algo.

—¿No le importaba lo que pudiera pasarle a su familia?

—Ha hecho diana, teniente —dijo el director—. Parece que ese aspecto le preocupa mucho.

—¿Por qué entregó su nave? —insistió Íger mientras la comandante síndica seguía mirándolo con rabia, en un obstinado silencio.

Desjani torció la boca al estudiar la imagen de la oficial síndica.

—Señor director, que el teniente le pregunte si ella desea plantearnos alguna cuestión.

El director pareció sorprenderse, pero le trasladó la pregunta a la prisionera.

Esta permaneció callada unos instantes más, hasta que por fin respondió a regañadientes.

—¿Los supervivientes de mi tripulación están a salvo como acordamos?

En ese momento Geary lo entendió todo, y asintió con la cabeza hacia Desjani, que parecía muy satisfecha.

—Quería salvar a los supervivientes de su tripulación. El único modo que tenía de hacerlo era rindiéndose, pero no podía permitir que su tripulación supiera que se había entregado. Aunque ninguno de sus oficiales se opusiera, seguiría preocupándole lo que los líderes síndicos pudieran hacerle a su familia si se enteraran de que había decidido capitular.

Geary pulsó un mando para que su voz se escuchase en la sala de interrogatorios.

—Comandante. —La prisionera y el teniente Íger miraron hacia el mamparo del que procedía la voz del capitán—. Su tripulación está a salvo. ¿Desea hacerle llegar algún mensaje?

El director dejó escapar un silbido leve.

—Un gran pico de miedo. Pero no por ella.

La comandante síndica respiró hondo.

—No. Prefiero que piensen que morí en mi nave.

—¿Es eso lo que les dijo? —preguntó Geary—. ¿Que moriría a bordo de la nave? ¿Mintió a su tripulación?

El director afirmó con la cabeza.

—Eso parece, según el escáner.

La prisionera miró con rabia al teniente Íger.

—Sí, mentí a mi tripulación. Les dije que me quedaría en la nave y que provocaría la sobrecarga del núcleo cuando las naves de la Alianza se encontrasen lo bastante cerca. Pero sabía que, si me suicidaba, ustedes matarían a mis hombres. Les mentí para que desocuparan la nave e informasen de que yo había muerto en cumplimiento de mi deber. —Miró furibunda en todas direcciones, como si buscase el rincón desde el que Geary la observaba—. Habría luchado hasta el final si eso hubiera servido de algo, pero estábamos indefensos. Y, aun así, no habría llegado a un acuerdo con nadie excepto con el capitán Geary; ¡ya les he visto destruir demasiadas cápsulas de escape de los Mundos Síndicos por simple diversión!

Geary vio que Desjani se encendía.

—Será hipócrita… —bufó Desjani—. ¡A saber cuántas cápsulas nuestras ha reventado ella!

Geary activó el micrófono para cambiar de tema.

—Pregúntele qué dañó la proa de su nave.

Cuando Íger le formuló la pregunta, la oficial síndica se quedó mirándolo, pálida como un muerto.

—Vaya —exclamó el director—. La reacción es muy marcada. Pensar en lo que provocó los daños le causa un profundo malestar, teniente.

Íger repitió la pregunta.

La prisionera lo miró enfurecida.

—Ya saben lo que lo causó.

—No —contradijo Íger con voz templada—. No lo sabemos.

—Mi nave llegó aquí procedente de Kalixa. ¿Responde eso a su pregunta?

El teniente Íger se mostró sorprendido y confuso, aunque Geary imaginó que se trataba de una reacción fingida.

—No, no responde a mi pregunta. ¿Es que ocurrió algo en Kalixa?

—¡No se haga el tonto conmigo! ¡Seguro que fue usted quien lo planeó todo!

Geary volvió a activar el comunicador.

—Comandante, ¿qué sucedió en Kalixa?

La prisionera miró furiosa a su alrededor durante unos instantes sin decir nada más.

El director silbó.

—Hay marcadores por todas partes, como si estuviera colérica y no supiera si mentir, decir la verdad o empezar a romper cosas.

Sin embargo, la oficial síndica debía de estar decidida a no mostrar un comportamiento agresivo. Aun así, su mirada se volvió todavía más punzante.

—Está bien. Haremos como que ignora que la puerta hipernética de Kalixa explotó y arrasó todo el sistema estelar.

Por un momento, Geary se quedó sin respiración. Rione sintió que se asfixiaba. Desjani, sin embargo, continuó mirando a la comandante síndica sin inmutarse.

El teniente Íger, sin perder la calma, tomó la palabra.

—Esta flota no es la responsable. No teníamos ni idea de que eso hubiera sucedido. Ninguna de nuestras unidades ha viajado hacia Kalixa.

La interrogada se quedó mirándolo, esta vez con una evidente consternación.

—¿Cómo sabe lo que ocurrió en Kalixa? —se preguntó Rione—. Tiene que haber sucedido hace muy poco.

—Eso es obvio —dijo Desjani—. El daño en la proa de su nave parece producido por un único impacto de una fuerza asombrosa. El crucero pesado debió de resistir porque se encontraba a una gran distancia de la puerta, pero, aun así, sufrió daños críticos. El crucero no recibió ningún disparo en Atalia mientras combatía contra las naves de la Alianza procedentes de Varandal; cuando llegó aquí ya había sufrido graves desperfectos. —La capitana adoptó un aire meditabundo—. Tantos daños a un crucero pesado. La descarga de energía provocada por el colapso de la puerta debió de ser mucho mayor en Kalixa que en Lakota.

—¿Y que causó el colapso? —inquirió Geary.

El teniente Íger estaba formulando la misma pregunta en aquel preciso instante.

—Comandante, ¿había algún buque de guerra de la Alianza en el sistema estelar Kalixa cuando su puerta hipernética se colapsó?

—Está pensando en mentir, teniente —le previno el director—. No. Prefiere decir la verdad.

—No —declaró la oficial síndica.

—En ese caso, ¿qué buques de guerra se encontraban cerca de la puerta hipernética cuando esta explotó?

—No había ningún buque de guerra cerca —contestó la prisionera y, de pronto, perdió los nervios al recordar la tragedia—. ¡No había nadie cerca! ¡Empezó a colapsarse, a perder los ronzales, sin más! Un buque mercante que se encontraba en otra región del sistema estelar había visto imágenes de… de Lakota, y comenzó a emitir avisos. Solicitó auxilio. ¡Todo el mundo empezó a pedir ayuda! Nosotros estábamos muy lejos, cerca del punto de salto hacia Atalia. Seguimos adelante y reforzamos nuestros escudos, ¡todavía no sé cómo sobrevivimos! Kalixa… —Respiró hondo y se estremeció—. Ha desaparecido. Por completo. No hay ni un solo superviviente.

—Es cierto —le confirmó el director a Íger con un hilo de voz.

—No me extraña que se mostrase tan confundida cuando la vimos —comentó Desjani en voz baja—. Es peor que lo de Lakota. Es la primera vez que siento compasión por un síndico.

Íger, quien ahora también se había quedado pálido, no dejaba de mirar a la comandante.

—No lo hicimos nosotros.

Con todo, la prisionera continuó hablando, con la voz trémula a causa de los nervios.

—Saltamos hacia aquí. Siguiendo órdenes. Viajar a Atalia. Aquí encontramos muchas naves esperando. La flotilla de reserva, dijeron. Informamos a los directores generales de lo ocurrido. No nos creyeron. Exigieron ver los registros de mi nave. Nos dijeron que continuásemos con la misión que se nos había asignado, se dieron media vuelta y partieron rumbo al punto de salto hacia Varandal. Nos abandonaron. Entonces apareció la Alianza y se produjo un enfrentamiento. —La comandante síndica tragó saliva y respiró hondo—. Más tarde, un grupo de cápsulas de escape de la Alianza se cruzó en nuestro camino. Tomar prisioneros siempre que sea posible. Es el reglamento. Lo cumplimos.

Íger esperó sin poder hacer otra cosa que mirar cómo tiritaba la oficial síndica, cuyos ojos reflejaban su angustia. Geary se inclinó hacia el director.

—Dígale al teniente que deje descansar a la prisionera. Que comprueben si necesita atención médica. Capitana Desjani, copresidenta Rione, por favor, acompáñenme.

La oficial y la senadora salieron con él de la sección de Inteligencia, sin que ninguna de las dos volviera a hablar hasta que hubieron llegado a la sala de reuniones de la flota y Geary hubo sellado la escotilla.

—Lo que ha ocurrido en Kalixa solo tiene una explicación.

—Lo hicieron ellos —aseguró Desjani con desdén—. Los alienígenas pensaron que nos dirigíamos a Kalixa, o que podríamos ir allí. Eliminaron la puerta para cortarnos el paso.

—¿Por qué no esperaron a que hubiéramos realizado el salto para destruirla? Así, la descarga de energía de la puerta habría alcanzado a la flota.

Desjani adoptó un gesto grave.

—Deberían haber sabido… Señor, esa es la respuesta. Ya no pueden rastrearnos. Estaban acostumbrados a saber dónde estábamos o hacia donde nos dirigíamos casi en tiempo real, lo que les daba una gran ventaja. Pero, desde que descubrimos los gusanos alienígenas en los sistemas de navegación y de comunicaciones de nuestras naves y los purgamos, no tienen modo alguno de conocer nuestra posición. Calcularon la hora aproximada a la que llegaríamos a Kalixa si viajábamos hacia allí directamente y, entonces, provocaron la explosión de la puerta.

—¿Los tiempos de viaje se pueden utilizar para eso? —Geary realizó los cálculos y sacudió la cabeza—. Quizá su teoría sea correcta, pero destruyeron la puerta con tanta antelación que el crucero síndico pudo saltar hasta aquí con las noticias de lo ocurrido antes de que llegásemos nosotros. Y entonces hubiese sido demasiado pronto para atraparnos.

—No si no hubiéramos permanecido más tiempo del planeado en Dilawa. —Desjani desplegó los tiempos de viaje y señaló el resultado.

Geary fue a decir algo, pero le faltaban las palabras. Los números no mentían. Si la flota hubiera realizado una travesía rápida por Dilawa, seguida de un salto directo hacia Kalixa, habría llegado allí casi una semana antes. Una sincronización perfecta.

Rione negaba con la cabeza.

—Incluso cuando comete un error, resulta ser para bien.

—Está bien aconsejado —apuntó Desjani.

—Tal vez —dijo Rione—. Aunque entiendo que un plan bien meditado puede tener todos los beneficios de la intervención divina, en lugar de estar sujeto a todo tipo de contratiempos e imprevistos. En cualquier caso, una indecisión inusual y la acostumbrada elusión de los sistemas estelares síndicos con puertas hipernéticas parecen haber beneficiado a la flota. —La copresidenta endureció su expresión—. Un sistema estelar y hasta el último de sus habitantes fulminados. Los alienígenas han iniciado el proceso que tanto temíamos: el colapso de las puertas hipernéticas.

—Todavía estamos a tiempo de detenerlo —aseguró Geary—. Fue un disparo a ciegas, y fallaron. Cuando los alienígenas confirmen que nuestra flota no se encontraba en Kalixa…

—¡No se trata solo de los alienígenas! ¿Todavía no lo entienden? —Rione los miró furiosa a los dos—. La flotilla síndica de reserva nos estaba esperando aquí, y, cuando el crucero pesado la avisó de lo que había ocurrido en Kalixa, la flotilla partió hacia Varandal. Como es obvio, la noticia de que la puerta hipernética de Kalixa se había colapsado hizo que modificaran sus órdenes. ¡Ahora, piensen! ¿Por qué iban a viajar a Varandal después de saber lo de Kalixa?

Desjani, con la voz tensa, respondió primero.

—La puerta hipernética que la Alianza posee en Varandal. Pretenden colapsarla como represalia por lo de Kalixa porque creen que lo hicimos nosotros.

—Exacto —dijo Rione, casi temblando por la angustia que se veía obligada a disimular—. El ciclo de venganzas ha iniciado la que podría ser la última ofensiva de la humanidad. Los alienígenas han cumplido su deseo. Ya está en marcha. Y nosotros llegamos tarde.

Capítulo 11

—¡Aún tenemos tiempo! —exclamó Geary—. Los síndicos todavía no han destruido la puerta de Varandal. Si llegamos allí con la antelación suficiente, podremos detenerlos. Tenemos la oportunidad de impedir esta catástrofe, ¡y lo conseguiremos!

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