Read James Potter y La Maldición del Guardián Online
Authors: George Norman Lippert
Harry asintió ligeramente.
—Gracias, Draco.
Draco dio un paso acercándose a Harry.
—Había otra razón para venir aquí hoy. Creo que debería admitírtelo. Vine a probarme algo a mí mismo.
Harry no parpadeó.
—¿Qué esperabas probar?
Draco sonrió un poco, sin apartar la mirada de los ojos de Harry.
—Quería probarme a mí mismo que podía venir y hablar contigo. Y más importante aún, que me escucharías.
Draco extendió la mano derecha. Sin bajar la mirada, Harry se la estrechó lentamente. James apenas podía creer lo que estaba viendo, conociendo la historia de estos dos hombres. Difícilmente podía considerarse una lacrimógena reconciliación, y James tenía la firme impresión de que si Draco creyera que alguien en su familia pudiera considerarlo así, nunca lo habría hecho. Pero era asombroso, no obstante. El apretón de manos terminó en segundos, y menos de cinco minutos después, Draco y Astoria se habían marchado, alejándose en su enorme y negrísimo automóvil. Pero la imagen de ese apretón de manos, en cierto modo atrevido y vulnerable, tenue como una burbuja de jabón, permaneció en la mente de James durante mucho tiempo.
La mayor parte de la familia inmediata se quedó a pasar la noche en la Madriguera, y James sentía una tristeza particular sabiendo que ésta podría ser la última vez que la familia se reuniera en la vieja casa. Una sensación de pérdida y frialdad palpable llenaba las habitaciones a pesar del bullicio de actividad de la noche. Era casi como si todo el mundo estuviera lanzando mentalmente guardapolvos sobre el mobiliario, descolgando los cuadros, y embalando los platos. James sentía una vaga furia sin objetivo al respecto. Ya era bastante malo que el abuelo hubiera muerto. Ahora parecía que la Madriguera estuviera muriendo también. Nada se sentía normal o confortable. Incluso el dormitorio que había compartido con Albus y Lily durante tantos años parecía frío y vacío. Ni una vez se le había pasado por la cabeza que esta habitación podría pertenecer algún día a algún otro, alguien a quien no conociera. Peor aún, ¿y si los nuevos propietarios simplemente derribaban la casa y construían una nueva? ¿Y si eran muggles, que no sabrían como mantener semejante lugar? No podía soportar la idea. Furiosamente, cerró de golpe la puerta y comenzó a ponerse el pijama.
—¡Humm! —masculló Lily, dándose la vuelta en la cama y cubriéndose la cabeza con una almohada.
—No importa —se quejó Albus desde la cama grande de la esquina—. Solo estábamos intentando dormir. Háznoslo saber si te molestamos.
—Lo siento —masculló James, dejándose caer en la cama y quitándose los zapatos de una patada.
Albus se sentó y miró a la puerta de la habitación. James miró de reojo a donde Albus estaba mirando. Lo habían visto miles de veces antes. El interior de la puerta estaba cubierto por tallas desgastadas y palabras arañadas. Esta habitación había pertenecido a mucha gente a lo largo de los años, y la mayoría de ellas habían hecho algún tipo de marca en esa puerta para constante mortificación de la abuela Weasley. Aún así, ella no había hecho ningún esfuerzo por arreglar la puerta, cosa que no habría sido nada difícil para una bruja. James creía saber por qué. En el mismo centro de la puerta, mucho más vieja que el resto de las tallas, había una serie de marcas, del tipo que se utilizaban para marcar los días. Sobre las marcas que eran muy grandes, la misma mano había garabateado "¡Fred y George hasta HOGWARTS y MÁS ALLÁ! ¡Larga vida a Fred y George!"
—¿Crees que la abuela de verdad venderá la casa? —preguntó James.
Albus no respondió. Después de un momento, se dio la vuelta, mirando a la pared y llevándose la mayor parte de la manta con él.
James se quitó la camisa y se puso el pijama. Se deslizó hasta el suelo y caminó descalzo hasta la puerta del baño para lavarse los dientes.
El baño era compartido, con acceso desde tres dormitorios y el pasillo del tercer piso. Lucy, la hija de Percy, estaba sentada en el borde de la antigua bañera de patas, cepillándose aplicadamente el cabello.
—Hola, James —dijo, levantando la mirada brevemente.
—Hola, Lucy.
—Me alegro de verte. Eché de menos a todo el mundo este verano —dijo Lucy, pasando el cepillo sobre un mechón de su largo cabello negro—. Papi dice que el año que viene podremos pasar más tiempo en casa. Estaba bastante contenta por eso hasta hoy. Es decir, el año que viene...
James asintió.
—Sí.
—¿Te gustó tu primer año en la escuela? —preguntó Lucy, levantando la mirada—¿Estás ansioso por volver?
James asintió y recogió el vaso que se encontraba a un lado del lavabo. Estaba lleno de los cepillos de dientes de la familia. Hizo una mueca y giró el vaso, intentando encontrar el suyo.
—Yo no puedo esperar a empezar la escuela —dijo Lucy, volviendo a su cepillado—. Papi dice que debería disfrutar de la libertad mientras pueda, pero vivir con él y con mamá en habitaciones de hotel durante semanas no parece libertad. Mami dice que es mejor para nosotras ir con él en todos sus viajes internacionales, así podemos estar todos juntos como una familia. A ella le gusta todo eso de viajar. Siempre nos está arrastrando a Molly y a mí a alguna cosa histórica u otra, diciéndonos que sonriamos mientras ella nos toma fotos delante de esta estatua o aquella roca que alguna persona famosa de alguna gran batalla puso en pie o algo. Escribo un montón de cartas, pero no mucha gente me responde, o al menos no con tanta frecuencia como a mí me gustaría.
Miró significativamente a James. Él la vio en el espejo mientras se cepillaba los dientes.
—¿Qué le pasa a Albus? —preguntó Lucy, levantándose y dejando el cepillo.
James enjuagó su cepillo de dientes.
—¿Qué quieres decir?
—Estaba terriblemente callado esta noche. No es propio de él.
—Bueno, supongo que todo el mundo está un poco más callado de lo normal —replicó James. Miró de reojo a Lucy y sonrió burlonamente—. Bueno, casi todo el mundo.
Ella le golpeó juguetonamente al pasar a su lado. En la puerta, se detuvo y miró sobre su hombro.
—Probablemente nos hayamos ido cuando te levantes por la mañana —dijo simplemente—. Tenemos que volver a Dinamarca a primera hora, dice papi.
—Oh —dijo James—. Bueno, buen viaje, Lucy. Lamento todo eso. El tío Percy es bastante importante en el Ministerio, según papá. Las cosas no siempre serán así, ¿no?
Lucy sonrió.
—Será distinto el año que viene, ¿verdad? Estaré contigo, Albus, Louis, Rose y Hugo en Hogwarts. ¿A que será divertido?
James asintió. Había algo bastante inquietante en hablar con la prima Lucy. No era que no la quisiera. En cierto modo, ella le gustaba más que muchos de sus otros primos, particularmente Louis. Sencillamente era diferente. Tenía sentido que así fuera, ya que había sido adoptada por tío Percy y tía Audrey cuando creían que no podrían tener hijos propios. Hablar con Lucy se parecía mucho a hablar con Luna Lovegood, era una cuestión bastante literal. Ella era extremadamente, casi misteriosamente, inteligente, pero a diferencia de la mayoría de la gente, Lucy no bromeaba mucho ni se burlaba. Siempre decía exactamente lo que estaba pensando.
—Escríbeme una carta o dos este año, ¿vale, James? —dijo, con sus ojos negros serios—. Cuéntame cómo es la escuela. Hazme reír. Eres bueno en eso.
James asintió de nuevo.
—Vale, Lucy. Lo haré. Lo prometo.
Gentilmente, Lucy cerró la puerta del dormitorio que compartía con su hermana. James se giraba hacia la puerta de su propio dormitorio cuando un movimiento captó su atención. Se detuvo y miró a un lado, siguiendo el movimiento. Había sido en el pasillo adyacente. La puerta estaba ligeramente entreabierta, pero el pasillo más allá estaba oscuro. Probablemente hubiera alguien fuera esperando a que él terminara. Abrió la puerta y se asomó.
—He acabado —anunció—. El baño es todo tuyo.
El pasillo estaba vacío. James miró en ambas direcciones. Las escaleras al final del pasillo eran notablemente chirriantes; seguramente hubiera oído a alguien en ellas. Frunció el ceño, y estaba a punto de darse la vuelta cuando el movimiento llegó de nuevo. Titiló en los rayos de luna lanzados por la ventana grande del descansillo. Una sombra danzó por un momento y después se quedó inmóvil.
James salió del baño, manteniendo los ojos en la pálida forma que la ventana proyectaba sobre el suelo y la pared. Ya no podía ver que se había movido. Dio unos pocos pasos hacia el descansillo y sus pisadas rechinaron sobre el entarimado del suelo. Ante el sonido, una sombra saltó en medio del haz de luz de luna. Se escurrió sobre la silueta de la ventana como una especie de lagarto, pero mucho más grande, con demasiadas articulaciones en brazos y piernas. Hubo una sugerencia de una cabeza grande y orejas puntiagudas, y después, de repente, la forma desapareció.
James se detuvo en el pasillo, con el vello de los brazos erizado. La sombra había hecho un sonido al moverse, como hojas muertas sopladas sobre una piedra. Si agudizaba el oído, todavía podía oírlo. Un débil correteo llegaba de las escaleras descansillo abajo. Sin pensar, James lo siguió.
Como siempre, las escaleras fueron insoportablemente chirriantes. James había perdido completamente el ruido para cuando alcanzó el primer piso. El reloj de la familia Weasley marcaba el tiempo en la oscuridad de la sala cuando James se arrastró a través de ella, dirigiéndose hacia la cocina. Una vela ardía inconstantemente en un volcán de cera en el antepecho de la ventana. La luz de la luna jugueteaba a través de la habitación, rebotando en docenas de utensilios de cocina y sartenes que colgaban sobre el mostrador. James se detuvo e inclinó la cabeza, escuchando.
El correteo llegó de nuevo, y James lo vio. La diminuta sombra titilaba y saltaba sobre la parte delantera de las alacenas, entrando y saliendo del haz de luna. Parecía correr hacia la despensa. James miró alrededor rápidamente, intentando localizar a la figura que lanzaba la sombra, pero no la pudo encontrar.
La sombra se detuvo en una esquina del techo y pareció bajar la mirada hacia James por un momento. Era una forma diminuta un poco parecida a un elfo doméstico excepto por las proporciones y el inusual número de articulaciones en brazos y piernas. Entonces saltó de nuevo, fuera de las sombras. James se lanzó tras la criatura, presintiendo que la cosa se dirigía a la puerta de atrás. Para sorpresa de James, la puerta de atrás estaba abierta de par en par.
Saltó al exterior, al fresco aire nocturno. Miró frenéticamente alrededor, aguzando el oído en busca del pequeño correteo. No había señal de la diminuta forma.
—Buenas noches, James —dijo una voz a su espalda, y James casi ladró de sorpresa. Se giró y vio a su padre sentado en una pila de madera, con un vaso en la mano. Harry rió.
—Lo siento, hijo. No pretendía sobresaltarte. ¿Qué te tiene tan nervioso?
James miró alrededor de nuevo, con el ceño fruncido.
—Creí... creí haber visto algo.
Harry miró alrededor también.
—Bueno, hay un montón de cosas que ver en esta casa, ya sabes. Está el ghoul del ático, y los gnomos del jardín. Normalmente se quedan fuera de la casa, pero siempre hay algún valiente que entra a hurtadillas de noche y escamotea un nabo o dos. Creen que cosechar el huerto equivale a robarles, así que se hacen con algo de mercancía de vez en cuando.
James se acercó descalzo a la pila de madera y subió junto a su padre.
—¿Qué estás bebiendo? —preguntó, asomándose al vaso de su padre.
Harry rió de nuevo, quedamente.
—La pregunta sería más bien que no estoy bebiendo. Es whisky de fuego. Nunca me ha gustado mucho el sabor de esta cosa, pero una tradición es una tradición.
—¿Qué tradición?
Harry suspiró.
—Es solo una forma de recordar. Un trago para conmemorar a tu abuelo y todo lo que significaba para nosotros. Hice esto con el abuelo y George cuando enterramos a tu tío Fred.
James se quedó en silencio un rato. Miró a través del patio y al oscuro huerto. Justo más allá de la cima de la colina, un pico del granero familiar podía verse a la luz de la luna. Los grillos entonaban su constante canción veraniega.
—Me alegro de que estés aquí fuera conmigo, James —dijo Harry.
James levantó la mirada hacia él.
—¿Por qué no viniste a buscarme entonces?
Los hombros de Harry se alzaron una vez.
—No sabía que quería que estuvieras aquí hasta que apareciste.
James se recostó hacia atrás contra la piedra lisa de los cimientos de la casa. Estaba agradablemente fresca tras la calidez del día. El cielo estaba inusualmente despejado. La banda nebulosa de la Vía Láctea se extendía como un brazo a través de cielo, bajando hacia el resplandor del pueblo más allá del huerto.
—Tu abuelo era como un padre para mí, sabes —dijo Harry—. Estaba sentado aquí pensando en eso. Solía llamarle así todo el tiempo, por supuesto, pero nunca había pensado realmente en ello. Nunca comprendí lo cierto que era. Supongo que no necesité hacerlo, hasta ahora.
James elevó la mirada hacia la luna.
—Bueno, tendría sentido. Quiero decir, tu propio padre murió cuando eras solo un bebé. Nunca le conociste.
Harry asintió con la cabeza.
—Y mi tío Vernon... bueno, desearía poder decir que hizo lo que pudo por ser un padre para mí, pero ya has oído suficiente sobre cómo eran las cosas con ellos para saber que eso no es cierto. Honestamente, nunca supe lo que me perdía. Solo sabía que las cosas eran como se suponía que debían ser.