—Puedo prometerte sólo lo mejor de mí hacia ti —le dijo Zan Dar—. Confío en que si me das los medios de liberarme y volver a Zanor, se te permitirá vivir.
Nuestros planes fueron interrumpidos por la llegada de un pelotón de guerreros. El oficial al mando me llamó y me ordenó salir de la celda. Si me veía apartado de mis compañeros vería todos mis sueños de huida disolverse ante mis ojos.
Me llevaron desde el edificio y a través de la plaza hasta el palacio del Bandolian, y tras una espera me encontré de nuevo en la Sala de Audiencias. Tras su escritorio, los inexpresivos ojos del tirano me miraron fijamente desde la siniestra calavera.
—Te daré una última oportunidad —me dijo el Bandolian. Volviéndose a uno de sus oficiales le ordenó—: Traedme al otro.
Se produjo una larga espera y luego una puerta a mi derecha se abrió y una guardia trajo al «otro». ¡Era Dejah Thoris! ¡Mi incomparable Dejah Thoris!
Qué delicada criatura era mientras cruzaba la sala rodeada de odiosos morgors. Qué dignidad majestuosa, qué distinción en su porte y su semblante. ¡Que alguien como ella tuviera que ser sacrificada por salvar un mundo! Se detuvo a dos pasos de mí me regaló con una breve sonrisa y murmuró:
—¡Valor! Sé porqué estoy aquí. No te rindas. Antes muerte que deshonor.
—¿Qué dice la hembra? —preguntó el Bandolian.
Pensé rápido. Sabía que tenía una buena oportunidad, pues no había uno solo de ellos que hablara el lenguaje de Barsoom. En su estúpida arrogancia no se dignaron jamás aprender, por lo que yo le respondí con el tono de obediencia debida:
—Ruega conmigo para salvarse —le dije.
Miré a Dejah Thoris, sonriente. Evidentemente le habían enseñado el lenguaje de los morgors durante el largo viaje desde Marte.
—Y habrás de hacerle caso —me dijo el Bandolian—. De otra manera, será entregada a Multis Par y luego sufrirá la tortura y la mutilación largamente antes de que muera.
Me aterrorizó pensar en el posible destino de mi princesa y en ese momento volví a sentir que mi voluntad flaqueaba.
—¿Si coopero, podrá ella volver a Helium? —le pregunté.
—Ambos podréis… una vez que conquistemos Garobus —me aseguró el Bandolian.
—¡No! ¡No! —susurró Dejah Thoris—. ¡Prefiero morir que volver a Helium con un traidor! No, John Carter, jamás harás eso para salvar mi vida.
—¡Pero piensa en la tortura, en la mutilación! Puedo ser un traidor mil veces por salvarte, y te prometo no odiarte si te apartas de mí; prefiero no volver jamás a Barsoom.
—¡Nunca seré mutilada ni torturada! —me dijo—Tengo entre mis correajes una afilada daga.
Lo entendí y me sentí aliviado.
—Muy bien —le dije—. Si morimos por Barsoom seremos iguales a los muchos guerreros valientes del pasado; pero aún no estamos muertos. Recuerda esto, mi princesa: no uses esa daga hasta que no tengas la absoluta seguridad de la muerte como única salida.
—Mientras tú vivas, guardaré la esperanza de vivir —me dijo.
—Vamos, vamos —me dijo el Bandolian—. Hemos presenciado durante demasiado tiempo vuestros tontos balbuceos. ¿Aceptas mi propuesta?
—La consideraré —le respondí—. Pero necesito intercambiar unas cuantas palabras más con mi compañera.
—Que sean breves —me concedió el morgor.
Me volví hacia Dejah Thoris.
—¿Dónde estás encerrada?
—En el último piso de una torre de este edificio, en la esquina más cercana al gran volcán. Hay otra barsoomiana conmigo. Una joven llamada Vaja.
El Bandolian se impacientaba. Se agitaba tras su escritorio golpeándolo con los nudillos y haciendo castañear las mandíbulas.
—¡Basta de hablar! —gruñó—. ¿Cuál es tu decisión?
—El asunto es de gran importancia para mí —le respondí—. No puedo decidir en este momento. Devuélveme a mi celda, así podré meditar y discutirlo con U Dan, que también posee gran cantidad de datos.
—¡Devolvedlo a su celda! —ordenó el Bandolian, y luego agregó dirigiéndose a mí—: Tienes tiempo, pero no mucho. Mi paciencia se agota exhausta.
HUIDA
No tenía ningún plan. Estaba prácticamente sin esperanza, pero había ganado, al menos, un poco de tiempo para Dejah Thorís. Quizá surgiera por sí mismo una medio de huida. En esta insustancial idea basé todas mis esperanzas.
Mis compañeros de celda se sorprendieron y tranquilizaron cuando volví con ellos. Les conté brevemente lo ocurrido en la Sala de Audiencias del Bandolian. U Dan exteriorizó toda su ira cuando le conté que Dejah Thoris había caído en las garras de los morgors, y se maldijo por la parte que había tomado en ponernos a ella y a mí a esta situación, donde solo teníamos dos alternativas: la muerte o el deshonor.
—Los arrepentimientos jamás han conducido a parte alguna —le dije—. No nos valen de nada para salir de esta celda, ni van a ayudar a Dejah Thoris y a Vaja para escapar de la torres del Bandolian. Olvídalos. Hay otras cosas de las que preocuparnos ahora —me volví hacia Vorion—. Nos has hablado de una posibilidad de huida. Explícate.
No estaba acostumbrado a que alguien de una casta inferior le hablara así, pero se rió, tomándolo con buen humor. Los morgors no pueden sonreír. Desde que nacen hasta que mueren llevan en su rostro el inmutable gesto de un cráneo desnudo.
—No es más que una posibilidad —nos dijo—. Una muy pequeña posibilidad. Escasa sería un término más adecuado; aun así, si fracasamos, no estaremos peor que ahora.
—Cuéntanos —le dije.
—Puedo abrir la cerradura de nuestra puerta —nos explicó—. Si hay suerte, podremos escapar de este edificio. Conozco un camino muy poco frecuentado, pues fui durante algún tiempo guardián de esta prisión.
—¿Qué oportunidad tendremos después, cuando nos encontremos las calles de la ciudad? —le preguntó U Dan—. Nosotros tres seremos identificados enseguida.
—No necesariamente —le dijo Vorion—. Hay muchos esclavos en las avenidas que parecen exactamente Zan Dar. Claro, el color de la piel de los hombres de Garobus puede atraer la atención, pero es algo que no nos debe detener\1.
—¿Y después de las calles? —preguntó Zan Dar—. ¿Qué haremos?
—Puedo hacer ver que estoy encargado de vosotros. Os trataré como a esclavos de manera que no levantemos sospechas ni llamemos la atención. Deberé ser rudo con vosotros, pero espero que lo entendáis. Os llevaré hasta un lugar donde hay muchas naves, le diré al guardia que tengo órdenes de llevaros a bordo de cierta nave. En aquel lugar sólo hay naves privadas, pertenecientes a los ricos y los poderosos, y conozco bien cierta nave que pertenece a alguien que no la suele usar. Si podemos acercarnos y abordarla, nadie podrá evitar nuestra fuga. En una hora estaremos camino a Zanor… si todo va bien.
—Y si podemos llevar a Dejah Thoris y a Vaja con nosotros —añadí.
—Las había olvidado por completo —dijo Vorion—. ¿Estáis dispuestos a arriesgar la vida por dos hembras?
—Por supuesto —afirmó U Dan.
Vorion gruñó.
—Sois extrañas criaturas. Los morgors no arriesgamos ni el dedo pequeño por un pelo de ellas. La única razón por la que las toleramos es porque las necesitamos como suplemento guerrero. Intentar rescatar a dos hembras puede fácilmente acabar en desastre para todos.
—Sin embargo, habrá que hacerlo —le dije—. ¿Estás con nosotros, Zan Dar? —pregunté al savator.
—Hasta el fin —dijo—, sea cual sea.
Vorion se encogió de hombros.
—Como queráis —dijo, aunque sin excesivo entusiasmo; luego se puso a trabajar en la cerradura, y al poco tiempo la puerta se abrió y salimos al pasillo.
Vorion cerró la puerta y echó el cerrojo.
—Para darles en qué pensar —indicó.
A continuación nos guió a través del corredor en dirección opuesta a la que habíamos traído a] encerrarnos allí. El pasillo se volvió más oscuro y polvoriento mientras lo atravesábamos. Evidentemente, era poco usado. Al final había una puerta, cuya cerradura forzó Vorion rápidamente. Un momento después, salíamos a una solitaria avenida.
Tan simple había sido nuestra fuga que no pude evitar pensar en lo peor: demasiada suerte no podía durar. La avenida a la que habíamos salido estaba desierta, nadie nos había visto escapar de la prisión. Sin embargo, cuando llegamos a uno de sus extremos y entramos en un amplio paseo, la situación fue muy diferente. Había mucha gente… morgors sobre la acera, esclavos en el canal, extrañas bestias de carga llevando sus cargas de pasajeros sobre la calzada…
En aquel momento, Vorion comenzó a empujarnos y gritamos mientras caminábamos a un lado, mientras él lo hacía sobre la acera. Nos condujo a lo largo de la plaza central y finalmente nos llevó por las calles menos frecuentadas, aunque unos pocos morgors nos miraban. Unos minutos más y alguno de ellos observaría la extraña coloración de la piel de U Dan y de la mía. Observé a Zan Dar para comprobar si la diferencia entre su color y el nuestro era evidente y casi me da un infarto. ¡La piel de Zan Dar, antes azul, era ahora púrpura! Pasó un instante antes de que notara que el cambio era debido a la rosada luz de las llamas del volcán, que volvía su natural coloración azul por la púrpura.
Habíamos cubierto una pequeña distancia sin sobresaltos, cuando un morgor se nos quedó mirando con suspicacia. Estuvo así un momento y finalmente llamó a Vorion.
—¿Quiénes son esos dos? —le preguntó—. No son savators.
—Han estado enfermos y su color ha cambiado.
Me sorprendió la rápida reacción de nuestro aliado.
—Bien. ¿Quién eres tú? —preguntó el individuo—. ¿Y qué haces llevando a estos esclavos desarmado?
Vorion se palpó los costados con simulada sorpresa.
—Vaya, he olvidado mis armas —dijo.
—Creo que me mientes —dijo el otro—. Venid conmigo todos.
Esto suponía el final de todas nuestras esperanzas de huida. Miré arriba y abajo de la calle. Parecía una zona tranquila, como un área residencial. No había nadie cerca de nosotros. Algunas naves pequeñas estaban estacionadas frente a unos oscuros edificios. Esto era todo. Ninguna mirada sobre nosotros. Yo estaba al lado del sujeto que suponía el único obstáculo en nuestro camino al rescate de Dejah Thoris. Lo golpeé una sola vez. Lo golpeé con todas mis fuerzas. Cayó como un árbol talado.
—¡Lo has matado! —exclamó Vorion—. Era uno de los oficiales más cercanos al Bandolian. Si te cogen ahora, serás lentamente torturado hasta la muerte.
—Pues tenemos que evitarlo —le dije—. Cojamos una de esas naves atracadas. ¿Por qué darles tiempo para que nos encuentren?
Vorion meneó la cabeza.
—No nos sirven. Son solamente parauso interno. Alcanzan poca altitud y jamás podrían elevarse sobre las montañas más pequeñas. Y lo que es más importante, no se hacen invisibles. Solo pueden ir y venir por el interior de la ciudad.
—Nos arriesgamos a tener un nuevo encuentro como el que acabamos de sufrir —le dije—. Será mejor coger una de esas naves atracadas y alejarnos de este lugar.
—No nos importa agregar el cargo de robo a nuestra condena; nos matarán igual —añadió Zan Dar.
Vorion asintió y un momento después estábamos todos a bordo de una pequeña nave a pocos metros sobre la avenida. Muy interesado por la mecánica de aquellas naves, observé atentamente cada movimiento que hizo Vorion para poner en marcha el motor y controlarla. Sólo me hicieron falta algunas preguntas para hacerme una idea completa del pilotaje de aquella pequeña nave, ya que estaba familiarizado con las naves de dos mundos. Quizá jamás tuviera la oportunidad de pilotar una de esas naves, pero no me haría ningún daño conocerlas.
Dejamos la pequeña nave a corta distancia del lugar y continuamos a pie. Tal y como Vorion había predicho, un guardia nos detuvo y nos interrogó. Durante un momento todo estuvo en la balanza. El guardia parecía escéptico y la razón para su escepticismo era lo que había motivado la pregunta del oficial muerto… que Vorion fuera desarmado. El guardia nos obligó a esperar mientras llamaba a un oficial. La situación podía tornarse fatal. No había más remedio que matar a este hombre también, pero no veía cómo sin ser sorprendido por los morgors que se encontraban por el lugar, aunque ninguno en nuestra proximidad.
Vorion salvó el día.
—¡Vamos, vamos! —exclamó desesperado—. ¡No puedo esperar aquí todo el día mientras vas a buscar a un oficial! Tengo mucha prisa. Déjame llevar a estos esclavos al trabajo. ¡Están perdiendo el tiempo! El oficial puede venir a la nave y preguntarme allí lo que quiera.
El guardia estuvo de acuerdo, y tras preguntarle el nombre y la localización de la nave, supuso que todo estaba en orden y nos permitió proseguir. Suspiré aliviado. Tras dejarle, Vorion nos dijo que había dado el nombre y la localización de una nave diferente a la que pensábamos coger. Estaba claro que no era un insensato.
La nave que Vorion había elegido era un aparato muy estilizado que parecía diseñado para alcanzar una gran velocidad. No perdimos el tiempo en abordarla y de nuevo atendí a cualquier instrumento que no estuviera claro para mí, preguntándole cualquier duda que me surgía. Había permanecido dieciocho días en el interior de una de estas naves morgor, pero no había prestado ninguna atención a su control y, además, 110 habría podido acercarme a la sala de control ni hacer pregunta alguna.
Primero, Vorion magnetizó el casco y lo rellenó con la finísima arena que nos proporcionaría la invisibilidad; luego puso en marcha el motor y elevó suavemente la proa. Ya le había explicado mi plan, así que una vez que salimos del hangar ganamos poca altitud y nos dirigimos hacia el palacio del Bandolian. Gracias a unas diminutas cámaras instaladas en el casco de la nave, podíamos ver sobre las pantallas el terreno a nuestros pies. Poco después, a través de una de ellas, vi la torre cuadrada construida en un costado del palacio; la torre en la que Dejah Thoris y Vaja estaban confinadas.
—Cuando aproxime la nave a la ventana —nos dijo Vorion—, haced vuestro trabajo rápidamente, pues en ese momento abriré una escotilla del casco, y parte del interior de la nave será visible. Alguien en el palacio o sus alrededores puede dar la alarma e inmediatamente quedaríamos rodeados por guardias y naves de patrulla.
—Trabajaremos rápido —le dije.
He de admitir que estaba más nervioso de lo normal cuando Vorion acercó el aparato a una de las ventanas de la torre que pudo ver que estaba abierta y carecía de rejas. U Dan y Zan Dar se situaron junto a la escotilla, de manera que, una vez que yo saltara a la ventana y trajera a bordo a las chicas, la cerraran inmediatamente. Eché un largo vistazo a la ventana ahora que el aparato estaba junto a ella; era trabajo de Vorion, U Dan y Zan Dar mantener la puerta vigilada. La ventana abierta estaba a mi nivel, salté a su través, y penetré en el interior de la habitación de la torre.