El capitán Elway pasó sobre la zona donde había caído el helicóptero, dando un giro completo y observando la situación. A continuación y sin más pérdida de tiempo, llamó a la base de Belém para informar de este segundo incidente y las coordenadas del lugar de caída de la nave enemiga. Vio también como unos pescadores se dirigían allí con sus pequeñas barcas. No había tiempo que perder. Una vez realizado el protocolo, Elway enfiló el camino hacia la base de paso de Santarem. Lamentaba profundamente la muerte de su compañero en manos de alemanes. No podía creer lo que acaba de sucederle.
Inicios de 1944
—Sólo yo puedo ir y tú lo sabes. Es lo más rápido —dijo con firmeza August Stukenbrok ante la situación planteada por Helmut a sus hombre reunidos ante él—. Puedo ir con uno de los helicópteros y entregar la documentación al submarino. Al regresar, detenerme en la Hacienda Dorita al sur de Manaos, junto al pueblo de Salgada, recoger a Fritz Lamprecht y volver al día siguiente. Son dos o tres días como máximo. No hay más tiempo, ni tenemos otra opción.
Helmut le miraba con una mezcla de admiración y reconocimiento. Sin duda, la entrega de la documentación técnica de varios de los proyectos que estaban realizando, era fundamental para el logro de los mismos. Traer al mismo tiempo al Fritz Lamprecht, el extraordinario doctor en Física, sería un viaje redondo y que ayudaría a acelerar los trabajos en marcha, sobre todo de las naves discoidales y el proyecto Andrómeda.
—Son unos tres mil kilómetros de vuelo desde aquí. Total seis mil. Podría ser mejor coger un avión en Campo Grande y llegar hasta Manaos. Una vez allí, dirigirse hasta donde espera el submarino y hacer entrega de la documentación. Nuestra base de Isla Paraiso ya está en aviso. Volverías con Lamprecht en un vuelo regular—. Stukenbrok sonrió ante la propuesta de Helmut.
—Tú sabes igual que nosotros que el submarino no nos esperará en el puerto fluvial de Manaos al mediodía y con todos los honores. —Todos sonrieron ante el comentario de August—. Además unos ciudadanos con aspecto alemán en un vuelo interno en Brasil, levantaría muchas sospechas. Estamos en guerra. —Helmut sabía que aquello era verdad y más con los controles aliados que iban estrechando el cerco a la presencia alemana en Sudamérica. El submarino sólo podía esperar en algún recodo del río y convenientemente oculto de miradas indiscretas y vuelos aliados. El helicóptero era la mejor opción para aproximarse al máximo. Deberían tener las coordenadas del lugar de encuentro y llevar a cabo la misión.
—Bien August —aprobó Helmut—. Harás el vuelo hasta Manaos y entregarás la documentación al submarino que la llevará hasta nuestra base en Canarias, en Villa Winter. En un máximo de dos días tendremos todos los datos para que puedas realizar el vuelo hasta las coordenadas acordadas. El submarino está en camino remontando el río. También Fritz Lamprecht estará en dos días en Manaos. Viene desde Venezuela. Sólo espera nuestras indicaciones. —Stukenbrok sonreía, aunque su mujer no estaba del todo contenta. Era un viaje de alto riesgo. Cualquier avería le haría desaparecer para siempre en el Mato Grosso.
—No te preocupes Noemí, es una misión relativamente fácil. —Su mujer le miraba con ansiedad.
—Sí, pero nunca hemos volado tan lejos. No sabemos si aguantará mecánicamente. Además sabemos que hay patrullas de caza enemigas—. Helmut terció.
—Noemí, comprendo tus reticencias y el riesgo que comporta este vuelo, pero no sólo August igual que todos nosotros es un militar, sino que esta es una misión voluntaria. Hemos buscado el mejor sistema para la entrega de esta documentación tan importante y la recogida del técnico que necesitamos. Sabes que tenemos complicada nuestra capacidad de desplazamiento y un pequeño helicóptero no llamará la atención. Posiblemente es la mejor opción y August sabe cuidarse. Es nuestro mejor piloto, después de ti, claro. —Sonrió y Noemí pareció tranquilizarse un poco.
Schutz preparó con August y Noemí la mejor ruta de vuelo y aprovisionamiento, que sería llevado a cabo en fincas y haciendas alemanas existentes durante el trayecto. Había un total de doce lo que permitía realizar el vuelo sin dificultades de combustible, eligiendo las más convenientes.
—La verdad es que es un vuelo muy largo —exclamó August ante el mapa desplegado frente a él—. Llevarás el
FI-282B2
biplaza. Ya lo conoces. Nos interesa así ya que no sólo es el último modelo, sino que llevarás carga para entregar, correo y demás, y la documentación técnica. Te permitirá una velocidad próxima a los doscientos veinte kilómetros por hora y llevará incorporado unos depósitos suplementario para incrementar el radio de acción. —August aprobó la opción que le sugería Schutz.
—Excelente. No tiene que haber ningún problema. Llegar, entregar, recoger, volver. ¡Eso es todo! —Miró a su mujer que contemplaba el mapa y la enorme extensión que debía cubrir su marido.
Mientras tanto Helmut, a través del sistema de radio de la base, envió un mensaje a la base Isla Paraíso en el inmenso Mar del Plata, donde solían refugiarse y descansar las tripulaciones de los submarinos, mientras se realizaban las labores de mantenimiento de las naves. De hecho, el
U-991
ya estaba bordeando la costa atlántica sudamericana, a la altura de Sâo Luis, para enfilar el enorme delta del río Amazonas. El río permitía la navegación submarina hasta Manaos. La base argentina no había perdido el tiempo. El servicio de radiotelegrafía también contactó con el doctor Lamprecht y le indicó la fecha de recogida aproximada, a confirmar, en las afueras de la ciudad de Manaos, en Ponta Negra, en las orillas del río, al oeste de la ciudad. Lamprecht recibió el aviso codificado desde la embajada alemana en Caracas. Era un encaje de bolillos, que movía muchas fichas al unísono.
Helmut volvió con Schutz, Stukenbrok y Noemí, que parecían haber ultimado una posible ruta de vuelo, escalas y lugar de encuentro con el submarino. Schutz se giró hacia el recién llegado.
—Creo que ya lo tenemos. A ver qué te parece. El vuelo partirá de aquí cuando el submarino esté enfilando el río Amazonas, que esta previsto que suceda hoy al anocher. August partirá esta misma noche. Pasará de nuestra región de Mato Grosso do Sul a la de Mato Grosso por aquí y luego entrará en la región del Amazonas, hasta su capital Manaos. La primera etapa será hasta la Hacienda Grande junto a la ciudad de Cuiabá, luego seguirá hacia el norte y antes de Cachimbo podrá recargar en la hacienda do Sul. Luego y siempre siguiendo hacia el norte, llegará hasta Itaituba, donde antes de llegar a la ciudad está la hacienda Miguel. Una vez repostado, virará al noroeste hacia Manaos. Al sur, cerca de Iranduba se halla la hacienda do Vento. Creo que será mejor aquí que en la hacienda Dorita. Allí podrá esperar y reabastecer el helicóptero para encontrarse con el submarino en primer lugar y luego recoger al doctor Lamprecht. —Helmut aprobó con la cabeza lo que le acababan de presentar. Tras unos segundos, Helmut inquirió.
—¿Y en cuanto al lugar de encuentro con el submarino, qué habéis decidido? Es importante pasar las coordenadas al submarino. —Schutz volvió al mapa de la región de Manaos.
—El lugar de encuentro será junto a Jatuarana, al oeste de la llamada «Encontro das Aguas», donde se unen los ríos Amazonas y Negro, aquí exactamente. —indicó el lugar en un mapa—. Es una zona amplia y que permite el escondite del submarino sin dificultades. Está a unos cincuenta kilómetros de Manaos. Una vez tengamos la confirmación de que todo ha ido bien, August pasará a recoger al doctor en Ponta Negra. —Stukenbrok parecía entusiasmado con la misión.
—Me alegro de que lo veas con optimismo. —dijo Helmut—. He de reconocer que es una zona muy amplia y llena de dificultades. —Stukenbrok no cesó en su buen humor.
—Bueno, para mí es sólo un viaje. No me parece que entrañe demasiado riesgo salvo por la distancia. Se trata de volar en dirección correcta. No tengo dudas de que el Kolibrí lo hará sin problemas. Conozco bien ese «pájaro».
Schutz parecía mantener la calma en su explicación. Internamente sabía que era una misión compleja y que contenía demasiadas variables a controlar desde la orientación del helicóptero en vuelo nocturno o diurno, un equipo de radio a bordo potente, el combustible, las haciendas-etapa, el enemigo… Y todo ello con la máxima discreción y secretismo. No podían fallar.
—Es una forma de verlo August y es la mejor, sin duda, —dijo mientras seguía mirando el mapa y las etapas, todas ellas señaladas en un vivo color rojo—. Nosotros hemos de preparar a las personas de las diferentes haciendas que hemos escogido, para que te esperen y tengan todo el material de mantenimiento que puedas necesitar. De hecho, será la comida, la gasolina en todas ellas y revisar el helicóptero en la hacienda do Vento concretamente. —Se incorporó frente al mapa.
—Helmut, creo que estarás conmigo en que disponemos de casi ocho horas para las adaptaciones en el helicóptero. Tenemos al equipo de mecánicos a punto. ¿Nos ponemos en marcha? —dijo con una medio sonrisa.
Helmut conocía a su segundo perfectamente y captó el punto exacto de su voz y su gesto facial.
»Adelante, disponéis de todo el material necesario. —Y como cambiando de tema—. Me gustaría verte un momento, Wilhelm. —Mientras el resto de los reunidos salían al exterior de la cabaña de Helmut y «disfrutaban» de otro día caluroso y con humedad, Helmut cerró la puerta tras ellos. Luego se dirigió a su mesa de despacho y extrajo de un cajón un sobre con el membrete GEKADOS (Geheime Kommandosache)—. Me llegó ayer noche un teletipo por la línea secreta que he guardado en este sobre. Creo que nos afecta. Lo manda el Cuartel General de la Kriegsmarine en Berlín. Léelo —Le pasó la carta extraída del sobre. Wilhelm Schutz la leyó en voz alta:
—Alto Secreto: Nuestro servicio secreto en Sudamérica ha detectado que los aliados en sus bases en Brasil han montado, desde noviembre de 1943, un nuevo dispositivo de rastreo aéreo y marítimo denominado Hallicrafters 661Y8, que logra descifrar nuestros códigos militares en uso actual, así como otras transmisiones codificadas y pueden localizar nuestros aviones, barcos o submarinos en movimiento y tratar de neutralizarlos. Por ello, les indicamos que rebajen el nivel de mensajes hasta lo estrictamente necesario. Estamos trabajando en un sistema que supere al de los aliados y podamos volver a nuestra situación anterior. Seguimos en contacto.
Schutz se sentó en la silla junto a la mesa mientras Helmut permanecía en pie.
—Estamos mandando a August a la muerte o a que lo capturen, Helmut… Piensa lo que eso significa para todos nuestros proyectos. —Se incorporó—. ¿Qué hacemos ahora? Seguro que han captado todo lo que hemos enviado y recibido. Estarán esperando, simplemente. —Helmut se sentó en su silla y apoyó los codos en la mesa mientras miraba fijamente a su compañero.
—En primer lugar, no tenemos tiempo en este momento para otra opción. En segundo lugar, en el supuesto de que sea como tú dices, tenemos la ventaja de que no saben qué vamos a enviar. No lo hemos especificado en ningún mensaje por ahora. Temo más por el doctor Lamprecht y los mensajes de Caracas. —Se recostó en su silla—. Stukenbrok deberá usar su radio cuando llegue a la zona de encuentro con el submarino, y sucederá todo muy rápido. No captarán a tiempo el lugar de la llamada. Es una nave pequeña, fiable y muy ágil, sabe pilotarla muy bien. Es una zona fluvial muy frondosa, compleja y con recovecos, ideal para un helicóptero. Creo que lo conseguirá. —Se incorporó de su asiento, mientras Schutz afirmaba sus palabras—. En cuanto al doctor Lamprecht, Schelling contactará con él en Manaos. Ya está en aviso y cuando sea el momento de la recogida en la playa fluvial de Ponta Negra, será un humilde pescador allí sentado y convenientemente disfrazado.
Schutz puso cara de sorpresa.
—Veo que lo tienes todo bastante avanzado. De todas formas gracias por enseñarme la carta. Ahora hay que preparar el helicóptero lo mejor posible para que August tenga un buen vuelo y regrese sin problemas. Hubiese preferido una nave discoidal, pero no será fiable hasta dentro de poco.
—Lo sé, yo también la hubiese preferido, pero no es posible por ahora. —Helmut abrió la puerta a su compañero. Este salió y se dirigió a uno de los hangares perfectamente mimetizados con el entorno. Allí estaba el helicóptero y los mecánicos trabajando en él con los elementos básicos de mejora.
—Bien señores —indicó Schutz—. Tenemos trabajo. Este hombre tiene que llegar a Manaos y volver. —Señaló a August, que sonreía ante el trato de Schutz, y al que todos conocían perfectamente—. Y volverá con un pasajero… —Sacó de un portafolios varias hojas con dibujos, cálculos y mapas—. Aquí tengo ya calculado lo que necesitamos para preparar el helicóptero. De todas maneras acepto sugerencias. —Terminó sonriendo y poniéndose manos a la obra con los mecánicos. Se notaba que era un líder para todos aquellos con los que trabajaba, ya fuesen mecánicos o científicos. Sabía adaptarse a las personas con las que trabajaba y eso lo agradecían los equipos. Se sentían motivados. Helmut lo sabía y le sacaba partido a esa ventaja.
Durante las horas de preparación del helicóptero, llegó un nuevo teletipo por la línea ultra secreta en el que se informaba de que el submarino
U-991
ya remontaba sin dificultades el Amazonas y se dirigía hacia Manaos. Todavía tenía un día y medio de viaje hasta el punto de encuentro, que quedó concretado definitivamente.
—Bien, la suerte está echada, Wilhelm —dijo Helmut, mostrándoselo a su segundo. Schutz leyó el teletipo con ojos cansados, llevaba más de diez horas de trabajo con el equipo. Había realizado soldaduras él mismo y había ayudado en la instalación del equipo de radio y el sistema de radiobalizas que ayudarían a August a dirigirse a cada hacienda sin problemas y de forma fiable. Devolvió el teletipo a Helmut.
—Bueno, el equipo acabará en cuestión de una hora como máximo. No hemos tenido tiempo de hacer pruebas de vuelo con lo que hemos montado, pero no tiene que haber problemas. August ya está preparado y saldrá justo al terminar las modificaciones. —Helmut posó su mano en el hombro de Schutz.
—Déjame ver cómo ha quedado. Llevo aquí metido mucho tiempo. —Le miró fijamente—. Gracias por tu esfuerzo, Wilhelm. —Schutz sonrió agradeciendo a Helmut sus palabras.
—Te lo agradezco Helmut. El equipo ha trabajado muy bien. Ha sido duro, pero forma parte de nuestro trabajo. —Salieron hacia el hangar. Helmut notó el calor húmedo del exterior y pensó en el esfuerzo extra de sus hombres. El helicóptero estaba bajo la luz de potentes focos que iluminaban perfectamente todo el espacio de trabajo. Por ello, habían tenido la precaución de tener mosquiteras en todas las ventanas y puertas. Los feroces mosquitos iban directos a cualquier punto de luz.