—Creo que todo saldrá bien, Horst —dijo Gross con una amplia sonrisa—. Podremos trabajar sin problemas y esperar a los americanos con todas las garantías.
Horst también estaba contento, pero no era tan optimista.
—Es cierto, pero por otro lado no hemos podido mover todas las fichas necesarias del presente que estamos viviendo para lograr el futuro que nos comentó el general Kammler, y eso no me gusta. Quizás hemos abierto una puerta algo diferente a la esperada… No lo sé, la verdad. Sí que sé que tendremos que luchar como fieras, sabemos qué pasó y tenemos un arma sensacional. Son muchas ventajas.
El camión entró en el castillo. Algunos de los hombres estaban sentados junto a la puerta principal. Se incorporaron cuando el camión detuvo su marcha.
—Ya podéis bajar los regalos que llevamos —ordenó Gross, que también se puso a ayudar a sus hombres.
—Necesito veros a ti y a Georg después de que preparéis una zona de defensa alrededor del castillo —dijo Horst.
En aquel momento apareció Georg, acompañado de Klaus y Hermann, y el sargento Bauern con sus soldados. Georg recibió el encargo de Horst, con varios hombres dio la vuelta completa al exterior del castillo y observaron la zona circundante con todo cuidado. Gross se unió al grupo. Al cabo de un rato regresaron con varias notas que habían tomado. Horst estaba con los técnicos en la torre. Todo estaba bien y la verdad era que estaban que impacientes por la prueba del día siguiente. Horst les hizo una señal desde arriba para que se viesen todos en el salón principal del castillo, frente a la chimenea. Todos se encontraron allí al poco rato. Sacaron un candelabro que había sobre la gran mesa del salón y se apiñaron sobre la mesa. Georg dibujó sobre un papel el perímetro aproximado de la fortaleza con aquellos puntos más relevantes que habían observado.
—Aquí está la entrada principal —comenzó a decir—. Esta apunta directamente a Bayeux, hacia el sudeste. A medida que vamos avanzando y giramos hacia nuestra izquierda, quedamos justo delante de las playas. De hecho, es donde están situadas la torre y la muralla. La torre no tiene ventanales, salvo en su parte superior, donde está el Arca. Pero en la pared sí hay dos ventanales a una altura de dos pisos y separados unos 25 metros, que pueden servirnos como nidos de ametralladoras. Esta pared da a la carretera que conduce al castillo, y por ello hemos de cubrirla. Si seguimos más hacia nuestra izquierda volvemos a girar sobre la muralla y tenemos una zona bastante despejada donde hay un pequeño lago. Es un auténtico barrizal si te metes en él —iba señalando todo lo que iba explicando sobre el dibujo.
—Creo que aquí deberá haber uno de los PAK y una posición MG también. Luego seguimos avanzando de nuevo a nuestra izquierda y la muralla continúa con dos ventanales que también pueden ser para las MG. Esta zona tiene mucho matorral, que como sistema pasivo de defensa está muy bien. Creo que el otro PAK y otra MG deberían situarse aquí. Si seguimos, entramos en el último tramo de la muralla, el que da al sur directamente y que está opuesto a las playas. Hay dos ventanales también que deberán ser nidos MG. Luego volvemos a girar y estamos en la muralla donde está la puerta principal. Aquí hay un solo ventanal, que será también un puesto MG. La forma de todo el conjunto es más bien rectangular, con la parte más amplia frente al mar y en la cara sur. Todas las torres serán nidos MG.
Horst miraba aquella propuesta, que estaba bien en su conjunto.
—Y el panzer y el semi-oruga, ¿dónde los ponemos Georg? —Gross intervino en este punto.
—Hemos considerado que debe ser una barrera también y creemos que el panzer deberá estar bloqueando la puerta cuando comencemos, y con su cañón en dirección a las playas y el semi-oruga en la pared sur y preparado para acudir allá donde pudiera hacer falta —lo indicó en el dibujo. Horst miraba las distintas posibilidades en silencio.
El sargento Bauern estaba preocupado.
—Pero ¿hemos de luchar,
Haupsturmführer
Bauer? La misión de mis hombres y mía es controlar su trabajo, sin inmiscuirnos, e informar al general Von Boineburg. Y usted lo sabe. No está en nuestras órdenes luchar…
Horst se incorporó y miró fijamente a Bauern.
—Las cosas han cambiado, sargento Bauern. Usted y sus hombres están ahora con nosotros a todos los efectos. No sé si tendremos que combatir, pero si hemos de combatir por el Arca lo haremos hasta el final, no lo dude, y ustedes están con nosotros en ello. Tienen ahora la oportunidad histórica de ayudar a la patria de forma efectiva. Pero si veo el menor atisbo de insubordinación o indisciplina en ustedes, les mandaré fusilar inmediatamente. ¿Me ha oído bien, sargento Bauern?
Un sudor frío recorrió la espalda del veterano sargento. Sus hombres también mostraban cara de circunstancias. Aquello se complicaba y estaba fuera de su programa. De ser unos días de descanso, a pesar de tener que dejar París, aquello podría convertirse en una ratonera de la que no saliese vivo nadie. Se vivía muy bien en Francia para echarlo a perder por un grupo de locos, pensó. Pero en el fondo era un hombre práctico.
—Muy bien, señor —dijo de forma resignada.
Seguro que no pasa nada, porque el desembarco será en Calais,
pensó para calmarse. Sin embargo, ese maldito
Haupsturmführer
y sus hombres parecían muy seguros de lo que hacían y de lo que iba a pasar…
—Bien, vamos a seguir vuestro plan. Seremos en total 30 hombres combatientes. No cuento a los técnicos —les miró y sonrieron—. Aunque también pueden empuñar un arma si llega el caso, ni tampoco a los dos cocineros, que también pueden luchar. Gross y su grupo son 9; nosotros, 4; sargento Bauern, 3, los dos soldados de la guardia del castillo y 12 que envía el teniente general Hellmilch, repartidos 5 en el panzer, 3 en el SDKF y 4 para los dos PAK. Total, 30 —repitió—. Somos pocos, muy pocos, pero si tenemos claro lo que hemos de hacer y nuestras posiciones de combate podemos hacer mucho daño al enemigo —todos los presentes asintieron las palabras de Horst. Bauern no tuvo más remedio que seguir a todos los demás, aunque seguía pensando en Calais.
—¿Cómo están las habitaciones, Klaus, Hermann? —preguntó Horst mirando a sus compañeros.
—A punto, Horst —dijo Klaus.
—Son cómodas, aunque un poco frías —añadió Hermann.
—¿Y provisiones? ¿Tenemos algo? —Hermann era el especialista.
—No te preocupes, Horst. Cuando se nos ordenó venir aquí ya me encargué de coger comida en lata, patés, mantequilla, pan y embutidos. ¡Ah! Y vino y Calvados también. Está todo en esa caja de municiones antiaéreas —señaló una caja de madera de considerables dimensiones, en el vestíbulo del castillo—. No hay problema.
Horst no pudo evitar una sonrisa.
—Bien, comeremos algo y creo que nos merecemos un descanso. Mañana habrá que levantarse pronto. Está previsto que a las siete de la mañana esté aquí todo lo que falta.
Durante la noche lloviznó un poco. La temperatura era fresca, como correspondía a la primavera en Normandía. El silencio era sepulcral. El mar podía oírse, su presencia era total. Horst estaba desvelado. Pensaba en su familia y en cómo estaba todo en ese momento. ¿Él existía o no realmente allí? ¿Y sus hijos y su mujer? ¿Y sus amigos en Potsdam? Era algo increíble. Esperaba que este sacrificio por Alemania rindiese los frutos deseados. Para él personalmente, pese a ser un nacionalsocialista convencido y un SS orgulloso, era un sacrificio muy duro todo aquello. Era algo totalmente fuera de lo convencional. Incluso podían desaparecer de la Historia y no haber existido jamás. Pensó también en sus hombres, que le seguían ciegamente, y en los recién incorporados como Gross y su grupo. Él era el responsable de todos ellos y, en el fondo, era una gran carga que trataba de llevar lo más profesionalmente posible. Era su familia en aquel momento. Se levantó. Se puso su pantalón de camuflaje SS, se ajustó los tirantes sobre la camiseta y encendió un cigarrillo. Subió a la torre. Quizás allí le llegaría el sueño que no lograba conciliar. Miró hacia la guardia y vio que estaba todo en orden. No notaron su silenciosa presencia allí arriba. ¿Quién iba a subir allí? El Arca estaba en medio sobre la sólida mesa y bajo su funda. Silenciosa y terrible. Había mucha humedad. Escondió el cigarrillo, ya que su luz podía verse desde muy lejos en oscuridad completa y aquella noche era muy oscura. No se veía el mar, aunque se adivinaba su potente presencia. Las olas se oían muy bien desde aquella atalaya.
Pasó la mano sobre la funda del Arca. Estaba encharcada, aunque era de un material impermeable y no traspasaba. Le seguía asombrando aquel objeto sagrado de la antigüedad que ahora estaba en sus manos. Estaba ante la Historia en todo el sentido de la palabra. Él, el
Haupsturmführer
SS Bauer. Y podía hacer Historia, además. Pensó que era demasiada responsabilidad…, aunque cumpliría su misión. Sentía frío por la humedad ambiental. Su reloj señalaba las cuatro de la mañana. Pronto amanecería y sería un día muy importante para todos. Bajó de nuevo y se acostó en su habitación individual, en la que hacia frío, como decía Hermann. ¡Aquel glotón! Sin darse cuenta, ya estaba durmiendo.
El sonido de los vehículos era muy evidente. Desde la torre se divisaba perfectamente la llegada de la columna formada por dos camiones que arrastraban los dos PAK de 75 mm, un
kubelwagen,
un Panzer IV y un SDKF 252. Los tripulantes del tanque iban fuera del carro, sentados tranquilamente, como de paseo. Un ciclista se cruzó con ellos y les saludó con la mano. Todos respondieron a su saludo. Solo el conductor asomaba la cabeza desde su escotilla, atento a la conducción del pesado vehículo. Pasaron frente a la muralla que daba a la carretera y giraron hacia la entrada del castillo. Ya estaban todos en el patio interior. Se cerraron las puertas para evitar miradas indiscretas. Los cañones fueron desenganchados de sus arrastres y desde uno de los camiones se bajó la cocina de campaña. Era el típico
Goulashkanonne,
apodo que le daban los soldados alemanes en todos los frentes a las cocinas móviles.
Una gran animación se notaba en el ambiente. Aquellos recién llegados no se imaginaban lo que podía avecinarse. El panzer era un modelo que databa de 1940, todo un veterano, suficiente para misiones de apoyo. Su corto cañón era de una potencia escasa en aquel momento, pero seguía siendo un cañón a todos los efectos.
—Esto es un ataúd rodante —comentó Klaus a Hermann, mirando el veterano blindado.
—No tiene ninguna posibilidad ante los M10 americanos —la tripulación era joven y estaba orgullosa de su tanque. Hellmilch aún no había llegado. Estaban todos firmes frente a sus vehículos esperando la llegada de Horst. Este llegó acompañado por Georg y Gross. Saludaron a sus nuevos compañeros.
Horst dedicó unas palabras de bienvenida.
—Esta es una operación especial en la que necesito el máximo de todo el grupo. Es una operación conjunta SS y
Wehrmacht
en la que nuestra patria se juega su futuro como nación. El teniente general Hellmilch nos ha facilitado todo aquello necesario para que llevemos a cabo nuestra misión aquí. ¿Qué os pido, soldados? El máximo cuidado y la atención necesaria en la vigilancia de la zona y que tengáis a los curiosos lejos de la zona del castillo. Lo que aquí llevamos a cabo es la aplicación de un nuevo armamento ante un posible ataque enemigo. El Hauptscharführer Georg Richter y el Sturmbanführer Werner Gross os indicarán qué debéis hacer, vuestras posiciones de vigilancia y el santo y seña que deberéis conocer y utilizar —miró a sus nuevos compañeros y profirió un ¡
Heil
Hitler! El sonoro saludo alemán retumbó en el amplio patio.
Se oyó el sonido de un automóvil en la proximidad. Redujo su velocidad y se detuvo ante la puerta cerrada. Desde la torre indicaron que se trataba del teniente general Hellmilch. Horst ordenó abrir la puerta. El
Kubelwagen
entró despacio en el castillo. Se detuvo junto al semi-oruga. Todos estaban firmes ante el alto oficial, que descendió del coche y, sonriendo, se dirigió a Horst.
—
Haupsturmführer
Bauer, es un auténtico placer volver a verle. ¿Ha recibido todo en orden? —le estrechó la mano con convicción.
—Todo en orden, señor —contestó Horst. Hellmilch se llevó dos dedos a su gorra de oficial y saludó a los demás. Se volvió a Horst.—Tengo el barco diana en posición,
Haupsturmführer
Bauer. Tengo muchas ganas de ver su artilugio en acción.
—Sí. Ya lo hemos localizado, teniente general Hellmilch —dijo Horst ante la sorpresa y sonrisa de Hellmilch—. Pero por seguridad lo veremos desde la torre que está al otro lado. Hay también una buena visión desde allí, y es más seguro para nosotros.
Los dos entraron en el castillo acompañados por Emil Riemer y se dirigieron con buen paso a la torre donde estaba el Arca. Al llegar, los tres técnicos se giraron al unísono y profirieron el saludo alemán. Llevaban la ropa de protección para manipular el arca. Hellmilch contestó al saludo sin perder de vista el Arca.
—Tenemos su barco localizado, teniente general Hellmilch —dijo Seltmann, señalando un punto en el mar, no lejos de la playa. Hellmilch, a través de unos prismáticos, pudo ver el pesquero espía capturado hacía poco. Se balanceaba suavemente sobre el mar. Dejó los prismáticos sobre un escalón de piedra.
—Cuando quieran, señores —dijo.
Horst le indicó que debían salir de allí en aquel momento. Salieron y llegaron hasta la otra torre. Debajo estaban los soldados con Georg y Gross, viendo las zonas de defensa. Subieron a la torre y miraron a la del Arca con los prismáticos. Pudieron ver perfectamente cómo los técnicos manipulaban el Arca y movían suavemente los ángeles sobre ella. Casi al instante, del centro del arca subió una luz muy fuerte que alcanzó las alas extendidas de las dos figuras. Un rayo muy fino salió hacia el barco a una velocidad imposible de seguir. Emil lo señaló.
El barco, vacío, fue alcanzado por el potente rayo lumínico, que fue fundiendo toda la borda. De repente, se incendió vorazmente y se hundió con rapidez. El agua alrededor del infortunado navío hervía, se podía ver perfectamente. Aquello no había durado ni un minuto. El pequeño pesquero ya era historia. Hellmilch estaba entusiasmado. No había habido ningún ruido, salvo el resplandor en el momento del disparo. Algunos de los soldados no se habían dado ni cuenta de lo que acababa de pasar.