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Authors: China Miéville

Tags: #Ciencia Ficción, #Fantasía

La cicatriz (92 page)

BOOK: La cicatriz
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Ahora que he hecho lo que tenía que hacer, soy menos que nada para él.

Es extraño verse reducido a una pieza en un juego. Resulta humillante pero ya soy demasiado vieja como para sentirme dolida por la traición.

Sin embargo, he tratado de verlo dos veces para saber por qué hizo lo que hizo. Dos veces he llamado a su puerta y él ha abierto y me ha mirado sin decir nada, como si fuera una extraña. Y en las dos ocasiones las palabras se me han secado en la garganta.

No hay nada que superar
, recuerdo las palabras burlonas de Fennec.

Es posible que sea el mejor consejo.

Ahora mismo hay un pequeño puñado de posibilidades que podrían explicar lo ocurrido. Cualquiera de ellas podría ser cierta. Y si Doul las negara todas, las cosas tendrían aún menos sentido para mí, menos que ahora. Tendría que considerar la posibilidad de que no hubiera ningún plan… de que no hay nada que explicar.

¿Por qué iba a correr ese riesgo? ¿Por qué iba a renunciar a lo que he averiguado?

Tanner Sack vino a mis habitaciones. Angevine se quedó abajo, en la cubierta del
Cromolito
. Sus orugas no pueden subir escaleras.

Estoy seguro de que son un consuelo el uno para el otro. Pero lo que oigo cuando hablan es inseguro y cuidadoso y creo que terminarán por separarse. Supongo que no basta con compartir una pérdida.

Tanner me trajo un heliotipo que había encontrado: de Shekel, con dos libros en las manos, sonriendo fuera de la biblioteca. Tanner ha decidido que todo cuanto tiene que ver con Shekel y los libros me pertenece. Me siento avergonzada. No sé cómo decirle que pare.

Después de que se marchara, me quedé mirando la imagen color sepia que me había dejado. No era buena. Arquitecturas y biologías sugeridas de forma vaga sobre un papel, una herida en él, una cicatriz. Lastimándolo y curándolo en una configuración nueva. Las cicatrices son recuerdos.

Yo llevo mis recuerdos de Armada en la espalda.

Hace algunas semanas me quité las vendas y vi en un espejo lo que Anguilagua me ha escrito encima. Es un mensaje feo que corta la respiración, escrito con una letra brutal.

Mi espalda es una orografía de contornos, líneas trazadas en horizontal sobre ella, casi paralelas, las marcas de los latigazos. Parecen emerger de un lado de mi espalda, quebrarme la piel y descender sobre la otra.

Como puntos de sutura. Me han cosido el pasado.

Las miro con maravilla. Es como si no tuvieran nada que ver conmigo. Armada se ha aferrado a mi espalda y sé que la llevaré allá donde vaya.

Muchas verdades me han sido ocultadas. Esta violenta e inútil travesía ha rezumado sangre. Me siento espesa y asqueada por ella. Y eso es todo: contingente y brutal, carente de significado. No hay nada que aprender. Ningún olvido extático. Ninguna redención en el mar.

Cargada sobre mi espalda, me llevaré a Armada a mi hogar.

Mi hogar.

La segunda vez que Doul me vio en su puerta, debió de leer algo en mi rostro. Asintió y entonces habló.

Dijo:

—Ya es suficiente. Te llevaremos de regreso.

De regreso.

Estaba aturdida. Incliné la cabeza y le di las gracias.

Me hizo ese regalo. Y no por un residuo de lo que una vez fingió que había entre ambos.

Me está recompensando. Me está pagando.

Por servicios prestados. Puesto que me ha utilizado.

Doul le transmitía mensajes a Fennec a través de mí para que Fennec se los transmitiera a la ciudad. Pero Fennec hizo lo que no debía y los Amantes se nos adelantaron a todos al decir la verdad. Así que Doul encontró utilidad para mí.

Y ahora me llevará a casa. No por amistad ni por justicia. Me está ofreciendo un pago.

Voy a aceptar.

No es ningún estúpido. Sabe que nada de cuanto yo pudiera hacer en Nueva Crobuzón podría amenazar o estorbar a Armada en modo alguno. Si tratase de contárselo al Parlamento nadie me escucharía. ¿Y por qué iba a hacer tal cosa, renegada como soy?

Dentro de algún tiempo partirá un barco para saquear el Canal Basilisco. Y yo iré a bordo. Puede que me monten en un bote diminuto y me dejen en ese feo puerto de Qé Banssa que vi desde la cubierta del
Terpsícore
. Y allí esperaré hasta que arribe un barco de Nueva Crobuzón y regrese a casa por la Bahía de Hierro, el Gran Alquitrán y la ciudad.

Uther Doul no me negará eso. No le cuesta nada.

Han pasado muchos meses desde que partimos de la Bahía de Hierro. Para cuando me devuelvan allí, habrá transcurrido mucho más de un año. Adoptaré un nombre nuevo.

El
Terpsícore
ha desaparecido. La ciudad no tiene razones para seguir persiguiendo a Bellis Gelvino. Y aunque algún cabrón entrometido allí en Nueva Crobuzón recordara, aunque me reconociera y le pasara la información a algún cerdo de uniforme, ya he corrido demasiado. Y además no creo que lo hagan. Esta parte de mi vida ha terminado. Ésta es una nueva.

Después de todo lo que ha pasado, después de todas mis frenéticas e infructuosas intentonas de fuga, descubro que casi sin darme cuenta he hecho lo que tenía que hacer para regresar a casa, llevando los recuerdos de Armada cosidos a la espalda.

Me sorprende encontrarme de nuevo escribiéndote esta carta. Cuando le conté a Uther Doul la verdad sobre ella creí que era un capítulo cerrado para mí.

Al oírla de mis labios, me sentí como una chiquilla solitaria. ¿Podía haber algo más patético que estas hojas de papel que estaba ansiosa por enviar, sin siquiera haber decidido a quién?

En aquel momento las guardé.

Pero éste es un nuevo capítulo, la ciudad está retrocediendo en el tiempo, se prepara para reiniciar su sencilla vida de piratería en las costas próximas a mi hogar. Todo ha cambiado y descubro que estoy temblando, excitada, contando las horas, impaciente por terminar esta carta.

No me avergüenza. Me abre.

Ésta es una Posible Carta. Hasta el último momento, cuando escriba tu nombre junto a la palabra «Querido» o «Querida», tras todas estas hojas y meses, será una Posible Carta, preñada de potencialidad. Ahora mismo soy muy poderosa. Estoy preparada para empezar a extraer las posibilidades, para convertir una de ellas en un hecho.

No he sido la mejor de las amigas y necesito que me perdones por ello. Pienso en mis amigos de Nueva Crobuzón y me pregunto cuál de ellos vas a ser.

Y si quiero que esta carta sea una remembranza, algo con lo que decir
adiós
, en vez de
hola de nuevo
, entonces serás Carrianne. Eres mi querida amiga, en ese caso, y el hecho de que no te conociera cuando empecé a escribirte no significa nada. Después de todo, ésta es una Posible Carta.

Seas quien seas, no he sido la mejor amiga del mundo y lo siento mucho.

Ahora nos aproximamos a la flota que aguarda justo al otro lado de las aguas del Océano Oculto, como una falange de guardias ansiosos y te escribo esta carta, para contarte todo lo que me ha ocurrido. Y mientras lo hago, termino al fin por entender que he sido manipulada, utilizada a cada paso del camino, que incluso cuando no hacía de intérprete, estaba transmitiendo los mensajes de otros. Y descubro que este hecho me es ajeno.

No es que no me importe. No es que no me enfurezca el haber sido utilizada o que no odie, que Jabber y los dioses me ayuden, los momentos repugnantes y brutales en los que me usaron para conseguir que ocurrieran cosas.

Pero aun cuando estaba hablando para otros (sabiéndolo o no), estaba haciendo cosas por mí misma. He estado presente, yo, mi propio hecho, en todo esto, desde el principio. Y además, mientras me siento aquí, a quince mil kilómetros de Nueva Crobuzón, al otro lado de mares extranjeros, sé que poco a poco nos estamos acercando a casa. Y a pesar de que la tristeza y la culpa están cosidas de forma indeleble a mis cicatrices, sé dos cosas.

La primera es que todo ha cambiado. Ya no pueden utilizarme. Esos días son cosa del pasado. Sé demasiado. Lo que hago ahora, lo hago por mí. Y me siento, con todo lo que ha ocurrido, como si fuera
ahora
, sólo en
estos
días, cuando está empezando
mi
viaje. Me siento como si esto —incluso todo esto— sólo hubiera sido un prólogo.

La otra es que mi ansiedad por mandar esta carta, por hacérsela llegar a alguien —a ti—, por poner una pequeña marca sobre Nueva Crobuzón, toda esa impaciencia neurótica, se ha desvanecido. La desesperación que sentía en Bocalquitrán por enviarla, por decidir en el último minuto quién eras para poder enviártela, para que alguien reparase en mí, ha desaparecido.

Se ha convertido en nada. Ya no es necesaria.

Regreso a casa. Reuniré muchas más cosas que contarte durante el viaje de vuelta, que será largo, pero
tendrá fin
. No necesito enviar esta carta. Decida quien decida que eres, mi querido amigo, te la daré yo misma.

La entregaré en persona.

Notas

[1]
«Hombre con garfios», en alemán en el original.
(N. del T.)

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