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Authors: James Redfield

Tags: #Autoayuda, Aventuras, Filosofía

La décima revelación (19 page)

BOOK: La décima revelación
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—¿Te acuerdas de lo que vimos durante la Revisión de Vida de Williams? Al principio no podía aceptar lo que pasaba y empezó a reprimir su muerte al punto de que creó una construcción mental de su oficina.

—Sí, me acordé de eso cuando estaba ahí.

—Bueno, eso nos pasa a todos. Si morimos y hemos estado muy inmersos en nuestro drama de control y nuestra rutina, como medio de reprimir el misterio y la inseguridad de la vida, al punto de que ni siquiera podemos despertar después de la muerte, creamos estas ilusiones o trances para poder continuar con esa misma forma de sentirnos a salvo, aun después de haber entrado en la Otra Vida. Sí el grupo de almas de Williams no lo hubiera alcanzado, habría entrado en uno de esos lugares infernales en que estuviste tú. Todo es una reacción de miedo. Las personas que están allí se paralizarían de miedo si no encontraran alguna forma de evitarlo, de reprimirlo por debajo de la conciencia. Lo que hacen es repetir los mismos dramas, los mismos mecanismos que utilizaban en la vida, y no pueden dejar de hacerlo.

—¿O sea que estas realidades ilusorias no son nada más que dramas de control graves?

—Sí. Todos caen dentro de los estilos generales de los dramas de control, sólo que son más intensos e irreflexivos. Por ejemplo, el tipo del cuchillo, el comandante, era sin duda un intimidador por la forma en que robaba energía a los demás. Y explicaba su comportamiento suponiendo que el mundo lo perseguía y, por supuesto, en su vida en la Tierra, estas expectativas llevaban precisamente a esa clase de personas a su vida, o sea que su visión mental se cumplía. Aquí se limitaba a crear personas imaginarias que lo perseguían para reproducir la situación exacta.

»Si se quedara sin gente para intimidar y su energía cayera, la ansiedad empezaría a aflorar de nuevo a la conciencia. Entonces tiene que mantener constantemente el papel del intimidador. Debe mantener esa clase particular de acción, la acción que aprendió hace mucho, la única que conoce capaz de preocupar bastante su mente como para matar el miedo. La acción misma, la naturaleza compulsiva, dramática y de alto nivel de adrenalina, empuja tan lejos la ansiedad que él puede olvidarla, reprimirla y sentirse medianamente cómodo en su existencia, al menos por un tiempo.

—¿Y los drogadictos? —pregunté.

—En ese caso llevaban la pasividad, el «pobre de mí», al extremo de proyectar sólo desesperación y crueldad a todo el mundo, racionalizando una necesidad de escapar. El hecho de buscar drogas de manera obsesiva cumple la función de preocupar a la mente y reprimir la ansiedad, incluso en la Otra Vida.

»En la dimensión física, las drogas producen en general euforia, como la euforia que genera el amor. Sin embargo, el problema con esta falsa euforia es que el cuerpo se resiste a las sustancias químicas y las contrarresta, lo cual significa que, cuando se utiliza la droga con frecuencia, cada vez hace falta una dosis mayor para obtener el mismo efecto, lo cual a la larga destruye el cuerpo.

Volví a acordarme del comandante.

—Sucedió algo muy extraño allí. Al hombre que me perseguía lo mataron y después volvió a la vida y el drama volvió a empezar.

—Así son las cosas en este infierno autoimpuesto. Todas esas ilusiones se representan y al final estallan. Si hubieras estado con alguien que hubiera reprimido el misterio de la vida comiendo grandes cantidades de grasa, habría terminado con un ataque al corazón. Los drogadictos a la larga destruyen su cuerpo, el comandante muere una y otra vez, y así sucesivamente.

»Y lo mismo pasa en la dimensión física: un drama de control compulsivo tarde o temprano falla. En general ocurre durante los desafíos y pruebas de la vida; se interrumpe la rutina y la ansiedad aparece con violencia. Es lo que se llama «tocar fondo». Ése es el momento de despertar y manejar el miedo de otra forma; pero si una persona no puede hacerlo, entonces entra directamente en el trance. Y si no despertamos en la dimensión física, podemos tener problemas para despertar también en la otra.

»Estos trances compulsivos explican todas las conductas horribles en la dimensión física. Ésta es la psicología de todos los actos verdaderamente malos, la motivación que se oculta detrás del comportamiento inconcebible de los que abusan de niños, los sádicos y los monstruos de todo tipo. Repiten la única conducta que saben que atontará la mente y mantendrá lejos la angustia que les causa lo perdidos que se sienten.

—Entonces —lo interrumpí—, ¿quieres decir que no existe en el mundo un mal conspiratorio, un complot satánico del que somos víctimas?

—No. Lo único que existe es el miedo humano y las formas extrañas que los seres humanos tienen de evitarlo.

—¿Y las numerosas referencias a Satanás que hay en los textos sagrados y las Escrituras?

—Esa idea es una metáfora, una forma simbólica de advertir a las personas que se vuelvan a la divinidad para buscar seguridad, no a los a veces trágicos impulsos de su yo y a sus hábitos. Culpar a una fuerza exterior por todo lo malo que pasaba tal vez haya sido importante en una etapa del desarrollo humano. Pero ahora oscurece la verdad, porque echar la culpa de nuestro comportamiento a fuerzas exteriores a nosotros constituye una forma de eludir la responsabilidad. Y tendemos a usar la idea de Satanás para indicar que algunas personas son malas por naturaleza, así podemos deshumanizar a aquellas con las cuales estamos en desacuerdo y castigarlas. Es hora de comprender la verdadera naturaleza del mal humano de una manera más elaborada, y luego enfrentarla.

—Si no hay un complot satánico, entonces la «posesión» no existe —deduje.

—No —dijo Wil con énfasis—. La «posesión» psicológica sí existe. Pero no es consecuencia de una conspiración del mal; es sólo dinámica energética. Las personas temerosas quieren controlar a los demás. Por eso algunos grupos tratan de atraemos y convencemos de que los sigamos y nos piden que nos sometamos a su autoridad o nos combaten si tratamos de irnos.

—Cuando me vi arrastrado por primera vez a esa ciudad ilusoria, pensé que estaba poseído por alguna fuerza demoníaca.

—No. Fuiste arrastrado porque cometiste el mismo error que antes: no te abriste y escuchaste a las almas, te entregaste a ellas como si tuvieran automáticamente todas las respuestas, sin verificar si estaban conectadas y motivadas por el amor. Y a diferencia de las almas que están conectadas divinamente, se echaron atrás. Te arrastraron a su mundo, del mismo modo en que un grupo o un culto loco podría hacerlo en la dimensión física si no discriminas.

Wil hizo una pausa como para reflexionar y luego continuó:

—Todo esto tiene que ver con la Décima Revelación; por eso estamos viéndolo. Al aumentar la comunicación entre las dos dimensiones, empezaremos a tener más encuentros con almas de la Otra Vida. Esta parte de la Revelación indica que debemos discernir entre las almas que están despiertas y conectadas con el espíritu del amor y las que son temerosas y están clavadas en una especie de trance obsesivo. Pero debemos hacerlo sin invalidar y deshumanizar a quienes se hallan cautivos en esos dramas de miedo pensando que son demonios o diablos. Son almas en proceso de crecimiento, igual que nosotros. De hecho, en la dimensión terrenal, los que están ahora cautivos en dramas de los que no pueden escapar son en muchos casos las almas que fueron más optimistas en sus Visiones del Nacimiento.

Moví la cabeza pues no podía seguir bien su idea.

—Por eso —continuó— optaron por nacer en situaciones tan drásticas y terribles que exigen mecanismos de enfrentamiento intensos y locos.

—¿Te refieres al hecho de entrar en familias abusivas y disfuncionales, ese tipo de situación?

—Sí, fuertes dramas de control de todo tipo, ya sea violentos o simplemente adicciones perversas y extrañas; todos provienen de medios en los que la vida es tan abusiva y disfuncional y constrictiva, y el nivel de miedo es tan grande, que producen esa misma rabia y esa misma ira o perversión una y otra vez, generación tras generación. Los individuos que nacen en estas situaciones lo hacen a propósito, con claridad.

La idea me pareció absurda.

—¿Por qué alguien habría de querer nacer en un lugar así?

—Porque estaban seguros de que tenían fuerza suficiente para salir adelante, para romper el círculo, para sanar el sistema familiar en el cual nacieron. Confiaban en que podían despertar superar el resentimiento y la rabia de encontrarse en circunstancias tan desfavorables, y lo veían como una preparación para una misión: en general, la de ayudar a otros a salir de situaciones similares. Incluso cuando son violentos, debemos considerar que poseen el potencial de liberarse del drama.

—Entonces, la perspectiva más socialista respecto del crimen y la violencia, la idea de que todos podemos cambiar y rehabilitamos, es la más deseable. ¿El enfoque conservador carece de valor?

Wil sonrió.

—No exactamente. Los socialistas tienen razón cuando consideran que una persona criada en situaciones de abuso y opresión es producto del medio, y los conservadores se equivocan en la medida en que creen que frenar una vida de crimen o delito público es sólo cuestión de hacer una elección consciente.

»Pero el enfoque socialista es superficial también en el sentido de que cree que las personas pueden cambiar si se les presentan circunstancias distintas, un mayor apoyo financiero o educación, por ejemplo. En general, los programas de intervención se concentran sólo en ayudar a otros a mejorar su forma de decidir y determinar sus opciones económicas. En el caso de los delincuentes violentos, los intentos de rehabilitación siempre ofrecen, en el mejor de los casos, un asesoramiento superficial y, en el peor, excusas e indulgencia, lo cual es un error. Cada vez que a alguien que padece drama de control alterado se le da una palmada en la mano y se lo deja ir sin consecuencias, se está permitiendo que la conducta continúe y se reafirme la idea de que no es un comportamiento grave, con lo cual se establecen las circunstancias que garantizan que vuelva a producirse.

—Entonces, ¿qué puede hacerse? —pregunté. Wil parecía vibrar de excitación.

—¡Podemos aprender a intervenir de manera espiritual! Eso significa ayudar a llevar todo el proceso a la conciencia, como lo hacen estas almas de aquí con quienes se encuentran cautivos en las ilusiones.

Wil miró las almas del anillo, luego me miró a mí y sacudió la cabeza.

»Obtengo de estas almas toda la información que recién te transmití, pero todavía no puedo ver claramente la Visión Global. Todavía no aprendimos a reunir suficiente energía.

Enfoqué a las almas del anillo pero no logré recoger más información que la que Wil me había comunicado. Resultaba obvio que los grupos de almas tenían un mayor conocimiento y lo proyectaban hacia las construcciones del Miedo, pero, al igual que Wil, yo no podía comprender nada más.

—Por lo menos tenemos otra parte de la Décima Revelación —dijo Wil—. Sabemos que, por indeseable que sea el comportamiento de los demás, debemos entender que no son más que almas que tratan de despertar, igual que nosotros.

De repente me sacudió el estallido de un ruido disonante e imágenes de colores zigzagueantes capturaron mi mente. Wil se estiró hacia adelante y me retuvo a último momento, atrayéndome hacia su energía y sosteniéndome otra vez con fuerza por la espalda. Durante un momento me sacudí intensamente; luego la agitación pasó.

—Otra vez empezaron el experimento —observó Wil. Me sobrepuse al mareo y lo miré.

—Eso significa que tal vez Curtis trate de usar la fuerza para detenerlos. Está convencido de que es la única manera.

Apenas terminé de decir esas palabras, vi la imagen clara de Feyman en nú mente. Estaba en algún lugar observando el valle. Al mirar a Wil, me di cuenta de que había visto la misma imagen. Con una señal de asentimiento, los dos empezamos a movemos.

Cuando dejamos de movemos, Wil y yo nos hallábamos frente a frente. Alrededor todo era más gris. Otro fuerte sonido inarmónico quebró el silencio y la cara de Wil empezó a salirse de foco. Siguió aferrado a mí; al cabo de varios instantes el sonido paró.

—Estos estallidos se producen cada vez más seguido —dijo Wil—. Tal vez no nos quede mucho tiempo.

Asentí, luchando contra el mareo.

—Demos una vuelta —propuso Wil.

En cuanto enfocamos los alrededores, vimos algo que parecía una masa de energía, a varios cientos de metros.

En una fracción de segundo se acercó a doce o quince metros.

—Ten cuidado —me advirtió Wil—. No te identifiques del todo con ellas. Sólo escucha y averigua quiénes son.

Enfoqué con cautela y enseguida vi almas en movimiento y una imagen de la ciudad de la cual había escapado.

Retrocedí aterrado, lo cual hizo que en realidad se acercaran más a nosotros.

—Mantente centrado en el amor —me indicó Wil—. No puede atraemos a menos que actuemos como si quisiéramos que nos salvaran. Trata de enviarles amor y energía. Eso las ayudará o las hará huir.

Al darme cuenta de que las almas tenían más miedo que yo, encontré mi centro y les dirigí energía afectiva.

De inmediato se apartaron hasta volver a su posición original.

—¿Por qué no pueden aceptar el amor y despertar? —le pregunté a Wil.

—Porque cuando sienten la energía y su conciencia aumenta, su preocupación crece de alguna manera y no hace ceder la ansiedad de su indiferencia. Tomar conciencia y liberarse del drama de control al principio siempre genera angustia, porque la compulsión debe levantarse para poder encontrar la solución interior a ese abandono. Por eso, la «noche oscura del alma» a veces es precedida por una mayor conciencia y una euforia espiritual.

Un movimiento a la derecha desvió nuestra atención. Cuando miré me di cuenta de que había otras almas en el área; algunas se acercaron y otras se alejaron. Me esforcé por ver qué hacía el grupo.

—¿Por qué crees que está aquí este grupo? —le pregunté a Wil.

Se encogió de hombros.

—Tienen que ver con ese tipo, Feyman. Poco a poco, en el espacio que rodeaba al grupo empecé a ver una imagen que se movía, una especie de escena. Cuando conseguí enfocarla bien, me percaté de que era la imagen de una inmensa planta industrial en algún lugar de la Tierra, con grandes edificios de metal e hileras de algo parecido a transformadores y tubos y kilómetros de cables entrelazados. En el centro del complejo, encima de uno de los edificios más grandes, había un centro de mandos de vidrio. Adentro se veían hileras de computadoras y dispositivos de todo tipo. Miré a Wil.

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