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Authors: Matthew Reilly

Tags: #Intriga, #Aventuras, #Policíaco

La lista de los doce (36 page)

BOOK: La lista de los doce
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—¿El sexto número primo de Mersenne? —había dicho Fairfax—. Voy a necesitar un bolígrafo, papel y una calculadora científica.

En esos momentos estaba sentado en la cabina de pasajeros del Concorde, inclinado sobre un bloc, escribiendo frenéticamente, muy concentrado, atravesando el país solo.

Solo salvo por el equipo de doce marines que lo protegían.

5.7

Planta de construcción naval y ensamblaje de misiles

Axon Corporation

Norfolk, Virginia (EE. UU).

26 de octubre, 09.35 horas (hora local).

(15.35 horas en Francia).

Rodeado por dos equipos de marines estadounidenses, el equipo de inspección del departamento de Defensa a cargo del proyecto conjunto Kormoran-Camaleón llegó a la fábrica de instalación de misiles en Norfolk, Virginia.

La planta de Axon se cernía inquietante sobre ellos, un enorme complejo industrial que comprendía una docena de edificios interconectados, ocho enormes diques e innumerables grúas.

Allí era donde Axon Corp instalaba sus sistemas misilísticos de tecnología de última generación en los buques de guerra estadounidenses. En ocasiones, Axon también se encargaba de construir los buques.

En ese momento, un enorme superpetrolero se hallaba en uno de los diques de la planta, cubierto de puentes para grúas, alzándose por encima de aquella ribera industrial.

No obstante, había algo extraño en aquel lugar. Eran las 9.30 de la mañana y allí no había un alma.

Los marines entraron en la planta.

No hubo disparos, ni resistencia.

En cuestión de minutos aseguraron el área y el comandante marine dijo por su radio:

—El personal del departamento de Defensa puede entrar. Pero, les aviso, lo que van a ver no es muy agradable.

El olor era terrible. El hedor de la carne humana en descomposición. La zona principal de despachos y oficinas estaba bañada en sangre. Había sangre en las paredes, en las mesas, incluso había goteado hasta las escaleras de acero, conformando unas truculentas estalactitas de color granate al secarse.

Afortunadamente para los trabajadores de Axon, la planta había sido cerrada por motivos de seguridad la semana previa a la inspección, por lo que se habían librado.

Pero los ingenieros principales y los jefes de departamento de la empresa no habían tenido tanta suerte. Yacían desplomados en fila en el laboratorio. Habían sido ejecutados de rodillas, uno tras otro. Hediondas salpicaduras de sangre manchaban la pared tras sus cuerpos inertes.

Durante la semana anterior, las ratas se habían dado un festín con sus restos.

Había cinco cuerpos, sin embargo, que destacaban entre la carnicería: no eran trabajadores de Axon.

Los hombres de Axon, al parecer, no habían caído sin oponer resistencia. Su pequeño grupo de seguridad había abatido a algunos intrusos.

Los cinco cuerpos sospechosos yacían en diversos emplazamientos de la planta, con disparos en la cabeza o en el cuerpo y fusiles AK-47 en el suelo, junto a sus cadáveres.

Todos iban vestidos con ropa militar negra, pero también llevaban pañuelos que cubrían sus rostros.

Y, a pesar del lamentable estado de los cuerpos, una cosa sí estaba clara: todos llevaban en sus hombros el tatuaje de una doble cimitarra, distintivo de la organización terrorista Global Jihad.

El equipo de inspección del departamento de Defensa evaluó los daños rápidamente ayudado por agentes del ISS y del FBI.

También recibieron una llamada de un segundo equipo de inspección en la planta de Axon en Guam. Allí también había ocurrido, al parecer, una masacre similar.

Cuando se supo la noticia, uno de los hombres de Defensa llamó por una línea segura a la Casa Blanca.

—Malas noticias —dijo—. En Norfolk tenemos quince muertos; nueve ingenieros, seis miembros de seguridad. Bajas enemigas: cinco terroristas, todos muertos. El análisis forense revela que los cuerpos llevan ocho días descomponiéndose. La hora de la muerte es imposible de establecer. Lo mismo ocurre en Guam, salvo que allí solo se asesinó a un terrorista.

»Todos los terroristas han sido identificados por el FBI como miembros conocidos de Global Jihad, incluido un pez gordo, un tipo llamado Shoab Riis. Pero, señor, lo peor es esto: tiene que haber más terroristas implicados. Faltan tres superpetroleros de la planta de Norfolk y dos más de la de Guam… y todos ellos están provistos de misiles Camaleón.

5.8

Espacio aéreo sobre la costa francesa

26 de octubre, 15.40 horas (hora local).

09.40 horas (Tiempo del Este, Nueva York, EE. UU).

El Cuervo Negro descendía hacia la costa francesa en dirección a la fortaleza de Valois.

—Rufus —dijo Madre—. Hay algo que quiero saber. ¿Cuál es la historia con su jefe? ¿Qué hace un tipo honesto como usted con un cabrón asesino como ese Knight?

En el asiento delantero del Sukhoi, Rufus ladeó la cabeza.

—El capitán Knight no es un mal hombre —dijo con su marcado acento sureño—. Y para nada tan malo como todo el mundo dice que es. Sí, puede matar a un hombre a sangre fría, y créame, lo he visto, pero no siempre fue así. Hicieron que se volviera así. No es ningún santo, claro que no, pero tampoco es el demonio. Y siempre ha cuidado de mí.

—Vale… —Madre estaba preocupada por ese cazarrecompensas que en teoría estaba protegiendo a Schofield—. ¿Y entonces qué pasa con todo lo que dice su expediente? Eso de que traicionó a su unidad Delta en Sudán, que alertó a Al Qaeda del ataque y dejó que sus hombres cayeran en una trampa. Trece hombres, ¿no es cierto? Murieron por su culpa.

Rufus asintió con tristeza.

—Sí, yo también he visto ese dosier, y déjeme decirle que toda esa basura sobre Sudán es mentira. Lo sé porque estuve allí. El capitán Knight no traicionó a nadie. Y nunca dejó que trece hombres murieran.

—¿Ni siquiera los abandonó allí? —preguntó Madre.

—No, señora —dijo Rufus—. Knight mató a esos hijos de puta él mismo.

—Yo era piloto de helicópteros por aquel entonces —comenzó Rufus—, con los Nightstalkers. Volábamos con los hombres de la unidad Delta en operaciones especiales. Estábamos haciendo incursiones nocturnas en Sudán, devastando campos de entrenamiento terroristas tras las bombas en las embajadas de Kenia y Tanzania en 1998. Estábamos saliendo de Yemen y nos dirigíamos a Sudán por el mar Rojo.

»Conocí a Knight en la base de Adén. Era un tipo callado, reservado. Leía libros, ¿sabe? Libros gordos, de los que no tienen fotos. Y siempre estaba escribiéndole cartas a su joven mujer.

»Era diferente a la mayoría de los tipos de mi unidad, los pilotos de helicópteros. Ellos no eran tan amables conmigo. Verá, soy bastante inteligente, pero a mi manera. Se me dan genial las matemáticas y la física y gracias a eso puedo pilotar un avión o un helicóptero mejor que cualquier hombre vivo. La cuestión es que no soy tan bueno en el entorno social. En ocasiones no cojo las bromas, especialmente las subidas de tono. Ese tipo de cosas.

»Y los otros pilotos… bueno… les gustaba reírse de mí y gastarme bromas, como cuando me enviaron a una de las enfermeras del hospital para que se acercara a mi mesa y me hablara de manera sensual y erótica. O me adjudicaban tareas que no eran de mi competencia. Cosas así. En vez de llamarme Rufus, me llaman Doofus.
[3]

»Entonces algunos de los Rangers de la base comenzaron a llamarme así también. Pero el capitán Knight jamás usó ese apelativo. Nunca. Siempre me llamaba por mi nombre.

»El caso es que un día pasó junto a mi habitación justo después de que algunos de esos cabrones se hubieran llevado todos mis libros mientras dormía y los cambiasen por revistas porno. Estaban todos mofándose de mí cuando el capitán Knight preguntó qué estaba pasando.

»Un piloto llamado Harry Hartley le dijo que se fuera a tomar por culo y que se metiera en sus asuntos. Knight se quedó allí, en la puerta, completamente inmóvil. Hartley le dijo de nuevo que se marchara. Knight no se movió. Así que Hartley se acercó hacia él enfadado y le lanzó un puñetazo. Knight tiró a ese cabrón al suelo usando solo las piernas y a continuación le apretó la garganta con la rodilla y le dijo que mi destreza como piloto sí era asunto suyo y que me dejaran en paz… o volvería.

»Nadie volvió a meterse conmigo.

Madre dijo:

—Entonces, ¿qué ocurrió con los trece soldados que murieron en Sudán?

—Cuando iba a una misión —explicó Rufus—, Knight a menudo trabajaba solo. A los tipos de la unidad Delta les está permitido. Por lo general, un hombre actuando por su cuenta causa más daño que una sección entera.

»La cuestión es que una noche se encontraba en Puerto Sudán, vigilando un antiguo almacén. Ese lugar era una ciudad fantasma, desierta, dejada de la mano de Dios. Razón por la que Al Qaeda tenía un campo de entrenamiento allí, en el interior de un enorme y viejo almacén.

»Así que Knight entra en el almacén y espera. Esa noche hay una reunión allí, pero no se trata de la típica reunión entre miembros de Al Qaeda y traficantes de armas rusos. El puto Bin Laden estaba allí con tres tipos de la CIA, hablando de los atentados en las embajadas.

»Knight envía una señal digital silenciosa para dar su ubicación y pedir refuerzos, indicando también que OBL está allí. Se ofrece a liquidar a OBL, pero el comandante le ordena que no actúe, que está enviando un equipo especial de la unidad Delta a su señal.

»El equipo proviene de la base de Adén, dieciséis hombres en un Black Hawk que yo pilotaba. Como podrá imaginarse, cuando llegamos al almacén en Puerto Sudán, Bin Laden había volado.

»Nos reunimos con Knight en el punto de encuentro, en la costa, en un faro abandonado. Está muy enfadado. El líder del equipo de intervención era un tipo llamado Brandeis, capitán Wade Brandeis. Le dice a Knight que hay algo más importante en juego. Algo muy por encima de él.

»Knight se da la vuelta y se dirige, furioso, al helicóptero. Entonces, tras él, ese cabrón de Brandeis asiente con la cabeza a dos de esos tipos y dice: «Al piloto del helicóptero también. No puede seguir con vida tras ver esto». Y entonces esos hijos de puta apuntaron con sus MP-5 a la espalda de Knight y a mí, que estaba en la cabina.

»No tuve tiempo para gritar, pero tampoco fue necesario. Knight les había oído moverse. Después me dijo que había escuchado el ruido de su ropa al rozarse contra su equipo de protección corporal; el sonido de alguien que estaba levantando su arma.

»Un segundo antes de que dispararan, Knight echó a correr y se abalanzó sobre mí en el compartimento del helicóptero. Los tipos de Delta corrieron tras nosotros, disparando sin cesar al helicóptero, pero Knight es demasiado rápido. Me saca por el otro lado del helicóptero y me arrastra por el terreno que lleva al faro.

»No creería lo que ocurrió en el interior del faro. El equipo de la unidad Delta entró tras nosotros, todo el equipo. Dieciséis hombres. Solo tres salieron.

»Knight mató a nueve soldados Delta en el interior de aquel faro antes de que Brandeis y los otros dos decidieran cortar por lo sano y salir. Entonces, Brandeis, sabiendo que Knight seguía dentro luchando contra cuatro de sus hombres, colocó una carga de demolición de termita y amatol delante de la puerta principal.

»No sé si ha llegado a ver la detonación de una carga de termita, pero es descomunal. Bueno, la granada estalló y el faro cayó como una secuoya californiana. Cuando se desplomó, el suelo tembló como si hubiera habido un terremoto.

»Cuando el polvo y la tierra se asentaron, ya no quedaba nada, nada. Solo una montaña de escombros y restos. Nadie que se hubiera encontrado en el interior del faro habría podido sobrevivir. Ni nosotros ni los cuatro tipos de Delta que Brandeis había dejado allí.

»Así que Brandeis y los otros dos se montaron en mi helicóptero y pusieron rumbo a Adén.

»El derrumbamiento del faro sí mató a los cuatro tipos de Delta, los aplastó. Pero no a nosotros. Knight había visto a Brandeis salir del faro y se imaginó que iba a volar el edificio. Así que Knight y yo bajamos corriendo las escaleras del faro, dejando a los tipos de Delta atrás, y nos metimos en un refugio contra tormentas que había en la base del edificio.

»El faro cayó, pero el refugio resistió. Era sólido, de paredes de hormigón. Tardamos dos días en abrirnos paso entre los escombros.

—Joder… —murmuró Madre.

—Resultó que Brandeis trabajaba para un grupo del ejército estadounidense llamado Grupo de Convergencia de Inteligencia o GCI. ¿Ha oído hablar de ellos?

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