Read La lucha por la verdad Online
Authors: Jude Watson
Cuando llegó a la sala del centro de administración, Siri estaba esperando.
—Acabo de ver a V-Tarz y al otro Guía de Seguridad ir a revisar el sensor —dijo ella—. Todo está despejado.
Bajaron a toda prisa por el largo pasillo, pasando por los dormitorios. La sala de aseo estaba al otro extremo del gran edificio circular. Casi habían llegado, cuando oyeron el chirrido de una puerta abriéndose ligeramente.
Sin dudarlo un segundo, Obi-Wan y Siri saltaron al unísono, doblando la curva del pasillo, desde donde no eran vistos. Comenzaron a correr. Si alguien les había visto, u oído, podía llamar a los Guías de Seguridad. Todos los estudiantes tenían órdenes de informar sobre el resto.
Pero ¿lo harían?
Una alarma quebró el silencio. Ya podían ver la puerta de la sala de aseo. Corrieron hacia ella, pero, antes de que pudieran llegar, los Guías de Seguridad aparecieron en el pasillo y les rodearon.
Podrían haber peleado con ellos, pero eso habría implicado mostrarles los sables láser. Obi-Wan seguía reacio a hacerlo, ya que Yoda le había prevenido al respecto. Tenía que haber una opción mejor. Vio a Siri a punto de agarrar la empuñadura de su sable láser, y negó con la cabeza. Pero ¿le haría caso Siri?
Los estudiantes aparecieron en el pasillo para ver lo que había provocado el jaleo. O-Bin y otros Guías de Aprendizaje salieron apresuradamente, vestidos con la ropa de dormir.
—Conozco a estos dos muy bien —dijo O-Bin—. ¿Qué estáis haciendo en los pasillos después del toque de queda?
Una voz temblorosa sonó a sus espaldas.
—Fui yo.
Se giraron. Davi estaba ahí, nervioso, con los ojos clavados en el suelo y con miedo a mirar a O-Bin.
—Iba a la zona de preparación de comidas —dijo Davi—. Me... olvidé de algo.
—¡Ya lo creo! —se adelantó V-Tarz—. ¡Se dejó encendida la cocina! ¡Hizo saltar los sensores!
O-Bin colocó su sonrisa de reprobación en su cara.
—Es un gran descuido por tu parte, V-Davi. Tendremos que consultar cuántas marcas de castigo te mereces por eso.
—Lo sé —murmuró Davi—. Soy consciente de que he puesto en peligro el Bien General. Me arrepiento.
—Bien. Lo discutiremos mañana —O-Bin dio unas palmadas—. Todo el mundo a sus dormitorios.
Entre la corriente de estudiantes, Obi-Wan y Siri se abrieron paso hasta Davi.
—¿Por qué has hecho eso? —susurró Siri.
—No tengo tantas marcas de castigo como vosotros —le susurró él a su vez.
—Davi, ¿por qué llevas las botas y la túnica? —preguntó Obi-Wan con suspicacia.
—Te vi marchándote —dijo Davi—. Sabía que os ibais a escapar. ¡Quería ir con vosotros!
—¡V-Davi! —la voz de O-Bin era estridente—. ¡Si deseas arrepentirte de tu desobediencia, no deberías estar hablando con dos alborotadores!
Davi siguió andando, mirándoles por última vez; pero, de repente, algo saltó de su bolsillo. Obi-Wan supo inmediatamente lo que era: el ferbil de Davi,
Scurry
. Davi no se iría del Círculo de Aprendizaje sin él.
—¿Qué es eso? —exclamó O-Bin—. ¡Cogedlo!
Davi se echó al suelo, chasqueó los dientes y ahuecó las manos. El ferbil fue corriendo hasta él.
—Eso —dijo O-Bin— , es una mascota. Davi no dijo nada. Tenía la cara roja.
—Es sólo un pequeño ferbil —dijo Siri.
—Dos marcas de castigo, O-Siri. No estaba hablando contigo. ¡V-Tarz!
V-Tarz se acercó.
—Por favor, registra el dormitorio de V-Davi —ordenó O-Bin.
Obi-Wan y Siri les siguieron. Rodeado de estudiantes que contemplaban la escena, V-Tarz no tardó en encontrar dos lagartos iridiscentes, otra cría de ferbil y una bolsita con semillas.
O-Bin apretó los labios.
—¿Qué decimos, estudiantes? Todos los alumnos miraron a Davi.
—Vergüenza, vergüenza, vergüenza —repitieron una y otra vez.
—Llévate... esas... cosas —dijo O-Bin a V-Tarz, con los dientes crujiéndole en una sonrisa—. Y deshazte de ellas.
V-Tarz se guardó los lagartos y se metió a los dos ferbils en el bolsillo.
—¡No! —gritó Davi—. Por favor...
—Vergüenza, vergüenza, vergüenza.
En el bolsillo de V-Tarz, los ferbils gritaban histéricos. Los ojos de Davi se llenaron de lágrimas, que se deslizaron lentamente por sus mejillas.
—Por favor —susurró.
***
En cuanto las luces volvieron a encenderse a la mañana siguiente, Obi-Wan corrió hacia el jergón de Davi para consolarle, y para decirle que encontrarían la forma de escapar y que lo llevarían con ellos.
Pero Davi no estaba.
Qui-Gon y Adi se escondieron tras un muro elevado, con los ojos fijos en el edificio de máxima seguridad que albergaba el PIC. Nen les había pasado por varios controles, pero no estaba autorizado a entrar en el edificio. Dependía de ellos pasar el último control.
—No podemos atacar a un keganita —murmuró Adi—. Tenemos que emplear la Fuerza para que los de seguridad nos dejen pasar.
—Sólo hay un guardia —dijo Qui-Gon—. Debería de ser fácil. Kegan no está acostumbrado a la actividad ilegal.
Salieron de su escondrijo y fueron hasta el guardia.
—Saludos —dijo Qui-Gon—. V-Tan y O-Vieve nos han mandado aquí a observar. Para ti será un placer dejarnos entrar.
—Para mí es un placer dejaros entrar —dijo el guardia, sucumbiendo al truco mental y señalándoles la entrada.
Una vez dentro, Qui-Gon y Adi encontraron rápidamente el Procesador de Instrucción Central. Los dedos de Adi volaban por el teclado mientras introducía una serie de órdenes contradictorias.
—Esto provocará que todos los dispositivos vuelvan a áreas de aterrizaje —dijo ella—. No quiero que se estrellen en zonas habitadas. Este programa confundirá al personal técnico y nos dará tiempo.
—¿Cuánto? —preguntó Qui-Gon.
Los ojos de Adi permanecían fijos en la pantalla.
—No lo sé exactamente. Por lo menos dos horas. Puede que tres. No están muy avanzados tecnológicamente, así que les llevará un tiempo.
—No quiero que pase una noche más sin encontrar a nuestros padawan —dijo Qui-Gon con firmeza.
Adi asintió lentamente.
—Los encontraremos. Y a Lana también.
Cuando Adi terminó, ambos volvieron al pasillo de salida, pero Qui-Gon se detuvo ante una puerta con un letrero que decía "Archivos de instrucción central".
—Vamos a echar un vistazo —dijo—. Quizás encontremos una pista.
La sala estaba llena de unidades de archivos holográficos. Estaban fechadas y alineadas alfabéticamente. Qui-Gon cogió un cajón de archivos y Adi otro.
—Hay uno por cada ciudadano de Kegan —dijo Adi sin poder creerlo—. Conversaciones grabadas...
—Con quién quedan, con quién cenan... —dijo Qui-Gon accediendo a otro informe.
—Lo que utilizan, lo que comen...
—Lo que escriben a sus hijos al colegio...
Qui-Gon examinó el expediente de una niña de trece años llamada O-Nena.
—¿No nos habló Nen del Círculo de Aprendizaje?
Adi Gallia asintió con un murmullo mientras abría otro informe.
—¿Sabes ya dónde está?
—No —dijo Qui-Gon—. Pero aquí hay una referencia al Círculo de Reaprendizaje. ¿Qué será eso?
—Suena a algo que deberíamos comprobar.
—Busquemos a Lana —sugirió Qui-Gon, pasando los archivos para buscar su nombre—. Aquí no hay nada.
—Buscaré a Melie y Nen —Adi revisó los archivos, un nombre tras otro—. Aquí, yo cojo a Nen y tú a Melie —leyó los archivos rápidamente.
Qui-Gon contempló el informe.
—Hay muchísimas conversaciones grabadas. Grabaciones de reuniones con otros disidentes. Y las grabaciones de todas nuestras conversaciones en la casa. Pero nada de Lana. Ni siquiera su partida de nacimiento.
—Han borrado toda la información —Adi miró a Qui-Gon—. Esto no me gusta. Es como si hubieran eliminado cualquier prueba de su existencia.
—Excepto en la memoria de sus padres.
Los dos Jedi cerraron los expedientes al unísono.
—No tenemos tiempo que perder —dijo Adi. Salieron del edificio y corrieron hacia la vivienda de Nen y Melie. Adi les explicó rápidamente que los auto-hoppers estarían inhabilitados durante unas tres horas.
—Reuniremos a todos los disidentes que podamos —dijo Nen—. Intentaremos averiguar si alguien ha visto a vuestros padawan.
—Tenemos que saber dónde está el Círculo de Aprendizaje —les dijo Qui-Gon—. Tengo el presentimiento de que ahí está la clave. ¿Habéis oído hablar del Círculo de Reaprendizaje?
—Lo he oído mencionar —dijo Nen—. Nadie sabe lo que es realmente. Es una especie de centro de formación.
—Las madres hablan —dijo Melie—. Dicen que si a tu hijo le reasignan ahí, ya no puedes ponerte en contacto con él. ¿Creéis que es allí donde tienen a Lana?
O-Yani, la anciana cuidadora, apareció en la puerta.
—No —susurró.
Melie se giró con una dureza repentina en la mirada.
—O-Yani, a tu nieto V-Onin lo mandaron al Círculo de Reaprendizaje hace seis años.
—No era culpa mía que estuviera enfermo —dijo O-Yani rápidamente.
—Ya lo sé —dijo Melie con suavidad—. Yo vi cómo cuidabas de él. ¿Por qué se lo llevaron?
—Por el Bien General —dijo O-Yani con rapidez.
—O-Yani, hemos desactivado los autohoppers —le dijo Qui-Gon—. Ya no los oyes, ¿a que no? Puedes hablar con libertad.
O-Yani hizo una pausa. Miró por la ventana, esperando escuchar o ver a un autohopper pasar.
—Ellos me dieron este trabajo. Me gusta cuidar niños —dijo en voz baja.
—No vas a perder tu trabajo —le dijo Nen—. Sabemos que lo que le pasó a Lana no fue culpa tuya.
—Pero si sabes dónde está, dínoslo por favor —dijo Melie.
—Los médicos no sabían cómo tratar a V-Onin. Dijeron que tenían un sitio al que enviarle... un sitio en el que se investigaba. ¿Qué podíamos hacer? —O-Yani estaba desolada—. Nunca lo volví a ver.
—¿Sabes adonde lo llevaron? —insistió Melie.
—Un comerciante vino un día y llamó a mi puerta —dijo O-Yani—. Había visto a un chico en el campo, viajando con unos Guías. Los Guías tenían problemas con su deslizador y lo estaban arreglando. El chico paró al comerciante y le dio algo para que me lo trajera. Un regalo de despedida.
—¿Qué era? —preguntó Nen.
—Flores silvestres —dijo O-Yani—. Las puse entre las hojas de un libro. Esperad.
Se fue y volvió al momento con un libro de tapas de cuero. La anciana manipuló el volumen, que crujió al abrirse, y extrajo con cuidado un delicado capullo prensado.
—¿Me dejas verlo? —preguntó Melie con respeto. O-Yani asintió, y Melie lo cogió de su mano y lo observó—. Conozco esta flor. Es del árbol calla. Sólo crecen en la llanura más elevada de Kegan. Está a unas dos horas en deslizador.
Gracias a la veloz nave de los Jedi, llegarían en menos de la mitad de tiempo, calculó Qui-Gon.
—¿Es muy grande la llanura? —preguntó.
—Con la nave y los dispositivos de vigilancia adecuados se puede recorrer entera en cuestión de minutos —respondió Melie—. No es muy grande.
—Vámonos —dijo Qui-Gon a Adi.
Entonces la puerta se abrió de golpe. Seis Guías de Refuerzo irrumpieron en la habitación.
—Qui-Gon Jinn y Adi Gallia, estamos aquí para escoltarles al Tribunal Supremo. Se les acusa de control mental. Acompañadnos voluntariamente o dispararemos.
Siri aprovechó el bullicio de salida del comedor para acercarse a Obi-Wan.
—Se han llevado a Davi al Círculo de Reaprendizaje —le dijo en voz baja—. Oí a O-Bin diciéndoselo a otro Guía. Tenemos que hacer algo.
—Creí que querías escapar —dijo Obi-Wan.
Siri se mordió el labio.
—No hasta que encontremos a Davi.
—Yo pienso lo mismo —asintió Obi-Wan.
—Creo que el Círculo de Reaprendizaje está aquí mismo, en el propio Círculo de Aprendizaje —le dijo Siri.
—Hoy tenemos recreo. Intentaremos explorar —sugirió Obi-Wan—. Pero no causes problemas en clase o tendremos que limpiar.
Siri asintió. Caminaron en filas ordenadas hasta el aula. La mañana pasaba despacio. O-Bin miró a Siri varias veces durante la clase, esperando a que tuviera algo que objetar. Pero Siri permaneció callada y con el rostro sereno. Obi-Wan podía sentir que los alumnos se preguntaban si O-Bin habría ganado la batalla y la había dominado.
Las clases terminaron por fin, y los estudiantes salieron fuera. El recreo consistía en correr por una pista que abarcaba una buena parte del Círculo de Aprendizaje. A lo largo de ésta había varios puestos para realizar ejercicios de equilibrio, coordinación y fuerza. No corrían para competir con los demás, sino con sus propios tiempos anteriores. Todos los estudiantes llevaban un sensor que medía su progreso en cada vuelta. Los sensores estaban conectados a una gran pantalla. El objetivo era completar cinco circuitos. Después tendrían tiempo libre en la zona del Círculo adaptada para las actividades al aire libre.
Había varias clases corriendo al mismo tiempo. Los Guías de Aprendizaje les supervisaban, pero estaban más interesados en tomarse algo al sol o hablar entre ellos, que en controlar a los alumnos.
—Corramos lo más rápido posible —sugirió Obi-Wan—. Cuanto antes acabemos las cinco pruebas, antes podremos disfrutar del tiempo libre.
Obi-Wan y Siri corrían sin dificultad uno junto a otro. Al cabo de unos segundos, se pusieron en cabeza. Llegaron al primer puesto, donde un haz de luz se encontraba suspendido a unos metros sobre el suelo. El rayo se curvaba en zigzag para medir el equilibrio. Sin perder el ritmo, Siri, y después Obi-Wan, saltaron sobre él, cayeron sin vacilar un segundo y corrieron por sus curvas sin detenerse. Siri saltó al final, dio una pirueta y aterrizó. Obi-Wan hizo lo mismo.
El siguiente puesto era un muro de duracero con pequeños asideros en los que apoyar las manos y los pies durante la escalada. Brillaba al sol.
—Creo que está barnizado para que sea más resbaladizo —dijo Obi-Wan a Siri mientras corría a su lado—. Igual es un poco difícil de escalar.
Ella hizo una mueca.
—¿Por qué iba a esforzarme?
Empleando la Fuerza, Siri saltó y aterrizó en lo alto del muro. Después saltó y voló por los aires. De nuevo, Obi-Wan la siguió, aterrizó en lo alto de la pared y saltó al suelo.
Ya estaban bastante alejados. La carrera en la pista era un ejercicio sencillo para ellos. Habían estudiado equilibrio y coordinación en el Templo desde que eran muy pequeños. Completaron la primera vuelta y se grabaron sus puntuaciones. Enseguida adelantaron a otros que seguían en la primera vuelta.