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Authors: Andrés Ibáñez

Tags: #Fantasía, Relato

La música del mundo (26 page)

BOOK: La música del mundo
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de nuevo caminaban a lo largo del seto derecho, subían el escalón de mármol y se acercaban luego a los dos árboles

—un pequeño interludio, iba diciendo Otón… escalas descendentes… y luego el motivo de los árboles (3)… venid, dijo acercándose a uno de los árboles… escuchad: es un falso coronamiento: el arpegio está en la bemol, pero en el momento en que la armonía debería resolver, hay una modulación inesperada a mi mayor… ¿veis? éste es el árbol de las palabras, dijo señalando a las hojas y las ramas del árbol bajo el cual estaban… por eso todo el tronco está cubierto de palabras, de mensajes…

—es cierto, dijo Jaime asombrado… ¿qué hay en las ramas? hay muchas cintas colgando…

—¡sí! dijo Otón… podéis trepar por las ramas, si queréis, aunque lo cierto es que no hay mucho tiempo… son tiras de papel con palabras escritas, trozos de poemas, frases oídas aquí y allá… éste es el Árbol de las Palabras…

—desde lejos parecían flores blancas, dijo Block

—ahora escuchad, dijo Otón… hay una nueva melodía en los violines

»parece una nueva melodía, pero en realidad no es otra cosa que una transformación fantástica de (6), el motivo del fondo del jardín… está claro: tenemos que recorrer las centáureas en sentido inverso, de derecha a izquierda…

»y a continuación otro proceso triunfal, muy largo, que nos llevará de nuevo al tema de los árboles —esta vez, al segundo árbol… el nuevo tema entra en progresivas infloraciones muy cromáticas, como corresponde a las centáureas; una serie de figuras adornadas con trinos —un tema de cuatro notas en los violines— todo se transforma, todo florece —los motivos ascendentes de la tierra, desde los trombones… al final, una llamada de las trompetas, y…

»he aquí, de nuevo, el tema del árbol, el segundo árbol esta vez…

después de atravesar toda la zona de las centáureas, estaban ahora debajo del segundo de los árboles, y Otón les invitaba a trepar por sus gruesas y fáciles ramas…

—¿veis? el otro es el Árbol de las Palabras… y éste…

—Dios mío, dijo Block a medida que ascendían por las ramas… está lleno de…

—sí, rió Otón… figuras, frutas, adornos navideños, regalitos envueltos en papel brillante…

—el mundo de los objetos, dijo Jaime

seres vivos —de plástico: tomates, vacas, caballos,
cowboys
y apaches de juguete, húsares de plomo, pequeños dragones y monstruos extraterrestres de plástico, una sirena, un Mickey Mouse, un bombero, un policía, un león africano…

los tres estaban ahora cómodamente sentados en las ramas; las piernas de Jaime colgaban en el vacío… el tocadiscos estaba ahora al otro lado del jardín, pero la música atravesaba con claridad el mágico silencio, la fina transparencia del aire de la isla de los Bucos

—escuchad: el motivo del árbol (3), por segunda vez, falla en sus pretensiones grandiosas: ahora está en mi bemol, pero en el momento en que por fin va a resolver, modula de nuevo —esta vez, a
do
bemol…

»y ahora, lo más misterioso de la pradera… lo que va a suceder ahora os va a resultar totalmente inesperado… bueno, hemos trepado a las ramas del segundo árbol, estamos aquí arriba, intermedios entre la tierra y el cielo, en ese estado que, según Pope, es el que nos es natural… y ¿qué sucede ahora?

»oíd, es la música del sendero de la entrada (4)… y luego (5), "paseo por la pradera"… ¿oís?… todo el paseo, subir el escalón, detenerse… ¡pero se trata de un movimiento imposible! chilló… si estamos aquí, en el árbol, ¿cómo puede sonar de pronto la música de "entrada en el jardín"?

Jaime miró a Block; los dos estaban ligeramente asustados

—sólo hay una explicación posible, dijo Otón… este movimiento no lo hacemos nosotros… es imposible, no es para nosotros… «entrada en el jardín», pero no somos nosotros los que entramos… antes, cuando hablaba de ese «arabesco» que se añadía en la recapitulación, decía que daba la impresión de que sucedía por fuera, al otro lado de los setos, como señalando el paso de alguien o algo que se acercaba… helo aquí: nosotros estamos aquí, en el árbol, y quien entra en la pradera es la amada inmortal… o su espíritu, ¿qué importa?

»pero ella sí puede: entra… camina por el jardín… sube el escalón de mármol… se detiene…

»suena el tema del fondo del jardín (6) en los violines —luego el inicial (1) en las trompas… siempre que aparece la amada inmortal, esos dos temas se unen… es como decir que la amada inmortal está más allá del espacio, y que con su presencia el espacio queda abolido…

»sólo queda la coda

»está construida sobre el motivo inicial (1) en las trompas —y respuestas y vuelos melódicos de los violines sobre el motivo de las sombras de las nubes (2), ese que decíamos que era el más importante de todo el adagio, la gran escala descendente, ahora reducida a su mínima expresión, casi a un anagrama:

»la coda es muy larga y muy hermosa… los metales y las cuerdas desarrollan cada uno su material respectivo sin ninguna prisa

»y suena de nuevo, dijo Otón, mirando el cielo a través de las innumerables hojas del árbol en cuyas ramas estaban sentados, suena de nuevo, algo que desciende (3)… y ¿recordáis? siempre suena dos veces… son las sombras de los dos mundos… algo que viene de lo alto, pero ¿qué es lo que viene? ¿desde dónde cae?… venid ahora

los tres descendieron del árbol, con pies y manos, poniendo una mano donde acababa de estar un pie, y luego saltaron a la hierba, uno tras otro… Otón se sacudía su chaqueta y sus pantalones blancos… luego caminaron hacia el centro del jardín, descendieron el escalón de mármol y se colocaron frente a los rosales

—pero esta vez, dijo Otón en susurros, sin mirarles, lo que cae de lo alto, el regalo de los dioses, suena sólo una vez…

—no le va a salir, murmuró Jaime al oído de Block… está completamente nublado… no hay sol… no se ven las sombras…

—escuchad, dijo Otón, con lágrimas en los ojos:

»lo que cae de lo alto, repetía una y otra vez… la felicidad… lo que no pedimos, lo que de cualquier manera, y continuamente, se nos da…

»gracias, murmuró Otón… es el adiós definitivo a la amada inmortal… estaba llorando, y Jaime y Block no sabían qué hacer… es el adiós a la pradera…

y en aquel instante, una de aquellas manchas o piscinas de sol que recorrían de vez en cuando el paisaje, pasó lenta y majestuosamente sobre el jardín… iluminó las flores azules, la lápida, el círculo de rosas, las rosas rosadas y las rosas negras, saltó el escalón de mármol, iluminó los dos árboles, el árbol rey y el árbol reina, y las centáureas encantadas, y los setos del fondo… y en aquel instante, Jaime y Block pudieron contemplar cómo las sombras de los dos árboles se habían unido, y cómo su vértice señalaba, rozándolo suavemente, el círculo de rosas…

LA ESTRELLA MISTERIOSA
VUELVE ESTRELLA

Estrella volvió de Mallorca una mañana cualquiera, sin avisar, una mañana especialmente calurosa y con fuerte viento del mar…

esa noche Block se había quedado a dormir en casa de Jaime, y los dos estaban desayunando, sentados frente a la mesa de laca donde humeaban las tazas de café y una plateada cucharilla atravesaba la verde mermelada como la lanza de Sigfrido al dragón Fafnir, cuando apareció… abrió con su llave, de una forma tan inesperada que Jaime y Block cuando oyeron y
vieron
que de pronto la puerta se abría, casi se llevaron un susto; estaba muy morena, y con el pelo todavía más rubio que antes, color oro pálido, rizado por el sol… Block se había acostumbrado tanto a pensar en ella y a imaginarla igual que en la foto que Jaime tenía entre sus libros, que cuando ella apareció por la puerta, jadeante, y dejó caer la maleta en el suelo con gesto de cansancio para recibir en sus brazos a Jaime, no la reconoció —es decir, sintió de pronto que aquella muchacha que ahora abrazaba a Jaime pasando sobre su espalda una pamela de paja con dos cintas azules, aquella esbelta y elegante muchacha de bellas rodillas y pantorrillas tan redondeadas como las de una bailarina, era un ser distinto de la Estrella que él había estado imaginando, un ser nuevo, un animal desconocido… llevaba un vestido blanco de seda cruda, sin hombros, y a cada movimiento que hacía, sus pechos temblaban bajo la tela; calzaba unos extraños coturnos de plástico cuyas cintas se ataba a media pantorrilla… era un animal distinto, una desconocida, la que ahora volvía hacia él sus ojos brillantes, y le sonreía apretando las mandíbulas hasta provocar un pequeño temblor en las sienes… Jaime les presentó, y ella avanzó sonriendo, posó las manos sobre sus hombros y los dos se besaron en las mejillas, y Block rozó su piel ardiente y sedosa y aspiró su olor carnal, el olor de infusión de pétalos de rosa que emanaba su cuerpo… mientras se besaban, él había contemplado casualmente el rosetón de la vacuna de la tuberculosis sobre su hombro desnudo y moreno, y también el ligero y divertido movimiento de su pecho izquierdo bailando bajo la tela —como una rosa del desierto flotando sobre la arena, como un animalito dentro de una bolsa de seda… se miraron, después de las presentaciones; las manos de ella sobre sus hombros le habían transmitido una sorprendente sensación de juventud y de fuerza, como las rosadas manos de los budas —todavía conservaba en sus ojos, como el resplandor excesivo de una luz incandescente, la extraña melodía de la mirada de Estrella… su mirada rasgaba el velo y hacía visible la realidad invisible; su mirada (ahora, por la suave brisa que sopla fuera del tiempo, sobre un fondo de verdes riberas pobladas de seres inocentes) expresaba un suave asombro, una contemplación maravillada; era una mirada dulce y racional, que observaba con piedad a los árboles y a los animales del mundo, a los lirios y a las ardillas… Estrella transmitía la sensación, el roce de la belleza; sé percibía en ella un estado de felicidad sensual a flor de piel, una disponibilidad fácil del cuerpo para lograr placer… no se parecía en nada a la pálida adolescente de la foto que Block conocía: sus ojos estaban naturalmente sombreados por pestañas espesas y oscuras; sus labios parecían robar el rojo de la rosa y la abultada rugosidad casi carmín de unos pétalos maduros; su nariz era delicada y redondeada como la de una joven japonesa; su barbilla suavemente abultada armonizaba con los pómulos, altos y un poco duros, sobre los que planeaba, igual que un cuervo de negro brillante sobre una ladera de nieve, una sombra de belleza oriental… su atractivo sexual se manifestaba en un aire majestuoso y bienhumorado, unido a una intensa fragilidad; parecía existir en ella de una forma ajena a su voluntad, como una envoltura natural de su persona interior, y que sin embargo ella, aunque se pasara tardes enteras mirándose desnuda en un espejo, no podría nunca terminar de conocer… una ligera brisa soplaba en la Puerta de las Islas…

ahora estaban los tres desayunando; Estrella había tomado en el avión un zumo de naranja que le había revuelto un tanto el estómago y ahora bebía café cargado (no tenía ninguna lógica), sentada sobre el sofá con las piernas cruzadas, esa postura que tanto horrorizaba a los romanos… Mencía no había venido con ella (les contaba, hablando con la boca llena, gesticulando con una tostada en la mano) se había quedado en Mallorca —despidiéndose desde una melancólica ventana del tren que la llevaría a través de los serpentiformes sistemas montañosos de la isla, hasta la ciudad de Palma, donde trabajaba en una editorial feminista… esas tres semanas (les contaba Estrella, sosteniendo la taza a la mágica altura de su plexo solar) habían sido idílicas, relajantes, Pero también algo locas… una de las ánforas de mármol de la terraza había caído al mar, y ahora se veía, en el fondo transparente y azulado, incrustada entre las rocas cubiertas de erizos; podía haber asesinado a alguien y era absolutamente imposible que se hubiera caído sola, ¿qué había sucedido?… pero el ánfora sumergida había continuado siendo un misterio todo el verano, y ahora era una curiosidad que los invitados contemplaban desde lo alto de la terraza con sus cócteles en la mano… a Block le gustaba oír hablar a Estrella; sabía contar las cosas, las contaba con poesía e ironía…

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