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Authors: Jack Vance

Tags: #Ciencia ficción

La saga de Cugel (5 page)

BOOK: La saga de Cugel
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—Gark y Gookin son los encargados de la basura —dijo Cugel—. Mientras aún era supervisor, reordené los esquemas de trabajo.

Gark y Gookin, en el estante superior, emitieron una protesta.

—Los esquemas siguen siendo los mismos de antes —dijo Twango—. Cugel, debes observar la rutina habitual. —Se fue de la habitación, dejando que Cugel, Yelleg y Malser terminaran su vino.

Antes de la salida del sol Cugel estaba despierto y en el jardín de atrás, donde el aire era húmedo y frío y lleno de un pesado silencio. Las siluetas de los tejos y los alerces formaban como irregulares dientes en la línea del cielo gris morado; la bruma se enroscaba en bajos jirones en el paisaje.

Cugel fue al cobertizo del jardinero, donde se procuró una recia azada. A un lado, bajo un macizo de lujuriantes plantas, observó una tina de hierro, o una artesa, de unos tres metros de largo por uno de ancho, cuya finalidad no parecía evidente. Cugel examinó la artesa con cuidado, luego fue a la parte de atrás del jardín. Empezó a cavar bajo los miradiones la tumba que Twango le había ordenado.

Pese a la naturaleza melancólica de la tarea, Cugel cavó con celo.

El trabajo fue interrumpido por el propio Twango, que cruzó cuidadosamente el jardín, vestido con sus ropajes negros y un sombrero bicornio de pelo negro para resguardar su cabeza contra la mordedura del frío matutino.

Twango hizo una pausa junto a la tumba.

—Veo que haces caso de mis reprimendas. Has trabajado bien, pero ¿por qué, puedo preguntar, has cavado tan cerca del pobre Weamish? Vais a yacer uno al lado del otro.

—Exactamente. Tengo la sensación de que Weamish, si se le permitiera un último atisbo de percepción, hallaría consuelo en este hecho.

Twango frunció los labios.

—Es un loable sentimiento, aunque quizás un tanto florido. —Alzó la vista hacia el sol—. ¡El tiempo pasa aprisa! En tu atención a esta tarea en particular, estás olvidando la rutina. ¡En este momento tendrías que estar vaciando la basura de la cocina!

—Esas tareas son más propias de Gark y Gookin.

—¡En absoluto! Las asas son demasiado altas.

—¡Entonces usemos cubos más pequeños! Tengo un trabajo más urgente que hacer, como la recuperación más rápida y eficiente de las escamas de Sadlark.

Twango miró rápidamente a uno y otro lado.

—¿Qué sabes tú acerca de estos asuntos?

—Como Weamish, tengo mi propio punto de vista al respecto. Como sabéis, Weamish consiguió un notable éxito.

—Cierto… Sí, notable. Sin embargo, no podemos alterar las rutinas de Flutic en aras de una posibilidad especulativa impracticable.

—Como queráis —dijo Cugel. Salió de la tumba y, durante el resto de la mañana, se dedicó a tareas serviles, riendo y cantando con tanto entusiasmo que Gark y Gookin no dudaron en informar de ello a Twango.

A última hora de la tarde Cugel dispuso de una hora para dedicarse a sus propios asuntos. Colocó una hilera de lilas sobre la tumba de Weamish, luego siguió cavando su propia tumba. Al cabo de un rato observó el gorro azul de Gookin, allá donde aquel grotesco pastiche de homúnculo y rana estaba agazapado tras unas hojas de malvas.

Cugel fingió no haberse dado cuenta de su presencia y siguió cavando con energía. Al cabo de poco encontró las cajas que Weamish había ocultado a un lado de su propia tumba.

Fingiendo descansar, Cugel examinó el paisaje. Gookin seguía acuclillado tras las malvas, como antes. Cugel volvió al trabajo.

Una de las cajas había sido abierta, presumiblemente por Weamish, y todo su contenido extraído excepto un paquete de veinte «especiales» de bajo valor, dejadas allí quizá por omisión. Cugel se metió el paquete en el bolsillo, luego volvió a tapar la caja, justo en el momento en que Gookin se acercaba con su característico andar a saltos.

—¡Cugel, has excedido tu tiempo! ¡Tienes que aprender precisión!

—Observaréis que estoy cavando mi tumba —respondió Cugel con dignidad.

—¡No importa! Yelleg y Malser necesitan su té.

—Todo a su tiempo —dijo Cugel. Salió de la tumba y fue al cobertizo del jardinero, donde encontró a Yelleg y Malser de pie, encogidos y temblando. Yelleg exclamó:

—¡El té es una de las pocas cosas que Twango ofrece gratuitamente! ¡Todo el día tanteamos por entre el helado lodo, anticipando el momento en que podamos beber un poco de té y calentar nuestra aterida piel ante un fuego!

—¡Y no hay ni té ni fuego! —apuntilló Malser—. ¡Weamish era más competente!

—¡Tranquilos! —dijo Cugel—. Aún no domino la rutina.

Cugel encendió el fuego y puso a hacer el té; Yelleg y Malser siguieron gruñendo un poco, pero Cugel les prometió mejor servicio en el futuro, y los buceadores se calmaron un tanto. Se calentaron y bebieron té, luego volvieron a la charca y se sumergieron en el lodo.

Poco antes del anochecer Gookin llamó a Cugel a la despensa. Señaló una bandeja sobre la que descansaba una copa de plata.

—Este es el tónico de Twango, que deberás servirle cada día a esta hora.

—¿Qué? —exclamó Cugel—. ¿Acaso mis obligaciones no tienen fin?

Gookin se limitó a responder con un croar de indiferencia. Cugel tomó la bandeja y la llevó a la sala de trabajo. Halló a Twango seleccionando escamas: inspeccionándolas una a una con lupa, luego colocándolas en una y otra de las distintas cajas que tenía abiertas ante sí, con las manos enfundadas en suaves guantes de piel.

Cugel dejó la bandeja.

—Twango, necesito deciros unas palabras.

Twango, con la lupa aplicada a su ojo, dijo:

—En estos momentos, Cugel, estoy ocupado, como puedes ver.

—¡Sirvo este tónico con una protesta! Cito una vez mas los términos de nuestro acuerdo, por el que pasaba a ser «supervisor de operaciones» en Flutic. Este puesto no incluye el oficio de mayordomo, pinche de cocina, portero y simple peón para todo. Si hubiera sabido todo esto…

Twango hizo un gesto de impaciencia.

—¡Silencio, Cugel! Tu terquedad me irrita los nervios

—De todos modos, ¿qué hay de nuestro acuerdo?

—Tu posición ha sido reclasificada. La paga sigue siendo la misma, así que no tienes motivos de queja. —Twango bebió el tónico—. No quiero oír más sobre el tema. También podría mencionar que normalmente Weamish se ponía un chaquetilla blanca antes de servir el tónico. Considero que era un toque de agradecer.

Twango volvió a su trabajo, consultando ocasionalmente las paginas de un gran libro encuadernado en piel con bisagras de latón y reforzado con filigrana de latón. Cugel le observó hoscamente desde un lado. Al fin dijo:

—¿Qué haréis cuando se terminen las escamas?

—No necesito preocuparme por ello durante un tiempo —dijo Twango con tranquilidad.

—¿Qué es ese libro?

—Es una obra erudita y mi material de referencia básico la «Anatomía íntima de diversos personajes del sobremundo» de Haruviot. La utilizo para identificar las escamas; en este aspecto es inapreciable.

—Interesante —exclamó Cugel—. ¿Cuántos tipos de escamas habéis hallado?

—No puedo especificarlo exactamente. —Twango señaló a un grupo de escamas aún por clasificar—. Esas «ordinarias» color gris verdoso son típicas de las zonas dorsales; las rosadas y bermellón son de debajo del torso. Cada una tiene su sonido característico. —Twango llevó una «ordinaria» gris verdosa a su oído y la golpeó suavemente con una varilla de metal. Escuchó con ojos entrecerrados—. El tono es perfecto! Es un placer manejar escamas como éstas.

—Entonces, ¿por qué lleváis guantes?

—¡Ajá! Mucho de lo que hacemos confunde al lego. ¡Recuerda, tratamos con material del sobremundo! Cuando está mojado es suave, pero cuando está seco, a menudo irrita la piel.

Twango miró a su diagrama y seleccionó una de las «especiales».

—Extiende la mano… ¡Vamos, no tengas miedo! ¡No vas a convertirte de repente en un trasgo del sobremundo, te lo aseguro!

Cugel extendió reluctante una mano. Twango tocó su palma con la «especial». Cugel sintió un hormigueo en la piel y una pequeña sacudida, como la picadura de una lamprea. Retiró la mano con rapidez.

Twango rió suavemente y devolvió la escama a su lugar.

—Por esta razón llevo guantes cuando manejo escamas secas.

Cugel frunció el ceño a la mesa.

—¿Todas son tan ásperas?

—Entraste en contacto con una «Lapidativa Frontal de la Torreta», que es muy activa. Esas «Puntas de Articulación» son algo más suaves. La «Estallido Pectoral de Luz», sospecho, resultará la más activa de todas, puesto que controlaba toda la red de fuerzas de Sadlark. Las «ordinarias» son muy poco activas, excepto tras un contacto largo.

—¡Es sorprendente que estas fuerzas persistan tras tantos eones!

—¿Qué es el «tiempo» para el sobremundo? Es posible que esa palabra ni siquiera exista en su idioma. Y hablando del tiempo, Weamish dedicaba habitualmente este período a bucear en busca de escamas; a menudo trabajaba incluso durante horas por la noche. ¡Su ejemplo es realmente inspirador! ¡Así consiguió pagar su cuenta, con fortaleza, persistencia y tesón!

—Mis métodos son distintos —dijo Cugel—. Pero los resultados puede que sean los mismos. Quizá llegue un tiempo en que mencionéis el nombre «Cugel» para inspirar a vuestro personal.

—Supongo que no es imposible.

Cugel salió al jardín de atrás. El sol se había puesto; en el ocaso, la charca era negra y opaca. Cugel se puso a trabajar con un fervor que hubiera impresionado incluso a Weamish. Arrastró la vieja artesa de hierro hasta el borde de la charca, luego bajó varios rollos de cuerda.

La luz diurna se había desvanecido, excepto una franja color berenjena a lo largo del horizonte oceánico. Cugel estudió la charca, en la que a aquella hora se sumergía Weamish, guiado por el parpadeante resplandor de una única vela en su borde.

Cugel agitó sardónicamente la cabeza y regresó con paso mesurado a la casa.

A primera hora de la mañana Cugel volvió a la charca. Unió varios rollos de cuerda para crear una sola línea, que ató de un recio junípero a un lado de la charca a un arbusto espinoso al otro, de modo que la cuerda quedara tendida por encima del centro de la charca.

Luego trajo un cubo y una ancha tina de madera al borde. Empujó la artesa a la charca, cargó tina y cubo a la improvisada chalana, subió a bordo, y luego, agarrándose a la cuerda, se empujó hasta el centro.

Yelleg y Malser, llegados al lugar, se detuvieron asombrados a mirar. Cugel observó también los gorros rojo y azul de Gark y Gookin allá donde estaban agazapados tras un macizo de heliotropos.

Cugel hundió profundamente el cubo en la charca, tiró de él, y vertió su contenido en la tina. Seis veces llenó y vació el cubo, luego empujó la artesa de vuelta al borde de la charca.

Trasladó un cubo lleno de lodo al arroyo y, utilizando un cedazo grande, vació el contenido.

Ante su sorpresa, cuando el agua hubo eliminado todo el lodo, quedaron dos escamas en el cedazo: una «ordinaria» y una segunda escama de notable tamaño, con elaborados esquemas radiales y un nódulo rojo mate en el centro.

Un aleteo de movimiento, un pequeño brazo inquisitivo. Cugel fue a coger la nueva y fina escama, ¡pero demasiado tarde! Gookin se alejaba a grandes saltos. Cugel saltó como un gran felino y derribó a Gookin al suelo. Agarró la escama, pateó a Gookin en las magras posaderas y lo proyectó tres metros por los aires. Gookin cayó, saltó en pie, agitó su puño, charloteó una retahíla de aullantes maldiciones. Cugel respondió lanzándole un pesado terrón. Gookin se agachó, luego se dio la vuelta y corrió a toda velocidad hacia la casa.

Cugel reflexionó un momento, luego cavó un hueco en el suelo junto a un arbusto de hojas azul oscuro y enterró su nueva escama especial. Se metió la «ordinaria» en su bolsa, luego fue a buscar otro cubo de lodo de la tina.

Cinco minutos más tarde, con paso firme, Twango cruzó el jardín. Se detuvo para observar mientras Cugel lavaba en el cedazo un cubo de lodo.

—Una idea ingeniosa —dijo Twango—. Muy ingeniosa…, aunque tenías que haber pedido permiso antes de tomar mis propiedades para tu uso particular.

—Mi primera preocupación es conseguir escamas para nuestro mutuo beneficio —dijo Cugel fríamente.

—Hummm… Gookin me ha dicho que has conseguido recuperar una notable «especial».

—¿una «especial»? No es más que una «ordinaria».

—Cugel sacó la escama de su bolsa.

Twango inspeccionó la escama con labios fruncidos,

—Gookin, fue más bien específico en su informe.

—Gookin es el individuo para el que fue acuñada la palabra «mendacidad». No puede confiarse en él. Ahora discúlpame, por favor, pues quiero volver al trabajo. Mi tiempo es valioso.

Twango se apartó dubitativo a un lado mientras Cugel echaba en el cedazo un tercer cubo de lodo.

—Es muy extraño por parte de Gookin. ¿Cómo puedo haber descrito una «Estallido Pectoral» con unos detalles tan precisos?

—¡Bah! —dijo Cugel—. No puedo perder tiempo pensando en las fantasías de Gookin.

—¡Ya basta, Cugel! No me interesan tus opiniones. Dentro de exactamente siete minutos tienes que hacerte cargo de la lavandería.

Mediada la tarde el Maestro Soldinck, de la firma Soldinck y Mercantides, llegó a Flutic. Cugel lo condujo a la sala de trabajo de Twango, luego se atareó por las inmediaciones mientras Soldinck y Twango hablaban de las escamas desaparecidas.

Como antes, Soldinck afirmó que las escamas nunca habían llegado realmente a su custodia, y basándose en ello exigió una devolución completa de su pago.

Twango rechazó indignado la proposición.

—Es un asunto que conduce a la perplejidad —admitió—. En el futuro deberemos usar formalidades más estrictas.

—Todo esto está muy bien, pero en estos momentos estoy preocupado no por el futuro sino por el pasado. ¿Dónde están las escamas que me faltan?

—Tan sólo puedo reiterar que firmasteis el recibo, hicisteis el pago, y os llevasteis la mercancía en vuestro carro. ¡Todo esto es indiscutible! ¡Weamish lo hubiera atestiguado, de estar vivo!

—Weamish está muerto, y su testimonio no vale absolutamente nada.

—Pero el hecho permanece. Si deseáis resarciros de vuestra pérdida, entonces utilizad el recurso clásico: elevad el precio a vuestro cliente. Él podrá soportar el alza.

—Ésta, al menos, es una sugerencia constructiva —dijo Soldinck—. Lo consultaré con Mercantides. Mientras tanto, pronto vamos a embarcar una carga variada a bordo del
Galante
, y esperamos incluir un envío de escamas. ¿Podéis preparar otro pedido de cuatro cajas para dentro de un día o así?

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