Mañana iba a volar a Río, pensó mientras salía de la casa, y reclamaría el resto de su pago. Entonces, Florida.
Pasó la noche en el pequeño apartamento que había alquilado para la tediosa semana de vigilancia y planificación que había precedido el trabajo de esa tarde. Estaba satisfecho para dejarlo. Él estaba aquí solo, y ansioso por precipitarse. Ahora el trabajo estaba hecho, y podía dejarlo todo atrás.
Durmió bien, envuelto por el olor imaginario de campos de naranjos.
No era su fruto lo que olía cuando se despertó, sin embargo, era algo sabroso. La habitación estaba a oscuras. Se estiró a su derecha, y buscó a tientas el interruptor de la lámpara, pero no se encendió.
Después escuchó un fuerte chapoteo atravesando la habitación. Se sentó en la cama, entrecerrando los ojos contra la oscuridad, pero no vio nada. Balanceando las piernas sobre el borde de la cama, fue a ponerse de pie.
Su primer pensamiento fue que había dejado los grifos abiertos de baño, y había inundado el piso. Estaba hasta las rodillas en agua tibia. Confundido, caminó hacia la puerta y alcanzó el interruptor principal de la luz, encendiéndola de un golpe.
No era agua sobre lo que estaba. Demasiado empalagoso, demasiado valioso, demasiado rojo.
Dio un grito de asco, y se volvió para tirar de la puerta, pero estaba cerrada, y no había llave. Golpeó lleno de pánico sobre la sólida madera, y gritó por ayuda. Sus súplicas no tuvieron respuesta
Después se volvió hacia la habitación, la caliente marea se arremolinaba alrededor de sus muslos, y buscó la fuente principal.
La maleta. Se encontraba donde la dejó en el escritorio, y sangraba abundantemente por todas las costuras; y por las cerraduras; y por las bisagras como si cien atrocidades se hubieran cometido dentro de ella , y no pu diera contener la inundación que estos actos había desatado.
Vio la sangre derramándose abundantemente. En los escasos segundos desde que había salido de la cama la piscina había profundizado en varios centímetros, y continuaba la inundación.
Intentó abrir la puerta del baño, pero permanecía cerrada y sin llave. Trató de abrir las ventanas, pero las persianas estaban inmóviles. La sangre había llegado a su cintura. Muchos de los muebles estaban flotando. Sabiendo que estaba perdido a menos que intentara algún tipo de acción directa, se abrió paso a través de la inundación hacia la maleta, y puso sus manos sobre la tapa con la esperanza de que todavía pudiera detener el flujo. Era una causa perdida. Con su contacto la sangre pareció renovar sus deseos, amenazando con reventar las costuras.
Las historias continúan
, el chico había dicho. Sangran y sangran. Y ahora le parecía oír los en su cabeza, esas historias. Docenas de voces, cada una contando una trágica historia. La inundación lo empujó hasta el techo. Chapoteó para mantener la barbilla por encima de la marea espumosa, pero en cuestión de minutos apenas quedaba un centímetro de aire en la parte superior de la habitación. Cuando se redujo hasta ese margen, añadió su propia voz a la cacofonía, rogando por la pesadilla que parara. Pero las otras voces lo ahogaron con sus historias, y mientras él besaba el techo de su último aliento.
Los muertos tienen autopistas. Infalibles líneas de trenes fantasma, de carruajes de ensueño, atraviesan las tierras baldías detrás de nuestras vidas, soportando un tráfico interminable de almas difuntas. Tienen señales, estas autopistas, y puentes y áreas de descanso. Tienen casetas de peaje e intersecciones. Fue en una de estas intersecciones en las que León Wyburd vio al hombre del traje rojo. La multitud le empujó adelante, y sólo cuando se acercó se dio cuenta de su error. El hombre no llevaba puesto un traje. Ni siquiera estaba vestido con su piel. No era el chico McNeal no obstante; él llevaba en ese sitio desde hacía mucho tiempo. Era otro hombre desollado por completo.
León cayó en el lado del hombre que pasaba, para hablar entre sí. El hombre desollado le contó cómo había llegado a es ta situación; de las conspiraciones de su hermanastro, y la ingratitud de su hija. León a su vez le contó sobre de sus últimos momentos.
Fue un gran alivio contar la historia. No porque él quisiera ser recordado, sino porque el relato lo exculpaba de la historia. Ya no le pertenecía a él, que vida, la muerte. Tenía mejores cosas que hacer, como todos. Caminos para viajar; llenarse de gloria. Sentir el ancho mundo. Sentir la fresca brisa.
Lo que el muchacho había dicho era verdad. Los muertos tienen autopistas.
Sólo la vida se pierde.
Clive Barker nació el 5 de octubre de 1952 cerca de Penny Lane, Liverpool. Después de ir a la escuela en esa ciudad, entró en la Universidad de Liverpool para estudiar Literatura inglesa y Filosofía. A la edad de veintiún años, se mudó a Londres, donde formó una compañía de teatro para representar las obras que estaba escribiendo y trabajó en ese medio como escritor, director y actor. Muchas de estas primeras obras contenían los elementos oníricos, fantásticos, eróticos y terroríficos que se convertirían más tarde en parte de su obra literaria. Las obras que representó fueron
History of the Devil, Frankenstein in Love, Subtle Bodies, The Secret Life of Cartoons
, y una obra sobre su pintor favorito, Goya, titulada
Colossus
. La editorial HarperPrism publicó en un solo volumen titulado
Incarnations
las obras
The History of the Devil, Frankenstein In Love
, y
Colossus
.
Las cualidades imaginativas que eran parte fundamental del trabajo teatral de Clive Barker encontraron su plasmación literaria en forma de historias cortas, a las que empezó a dedicarse al final de sus años veinte. Los primeros relatos publicados forman los tres primeros volúmenes de los
Books of Blood
. Tuvieron un éxito modesto en el Reino Unido, pero con la publicación del libro en los Estados Unidos y la aparición de su primera novela,
The Damnation Game
, empezó a ganarse el favor tanto de los lectores como de los críticos.
Tres volúmenes más de los
Books of Blood
siguieron a los anteriores, publicados en el Reino Unido como
Book of Blood
, Volumes 4-6, y retitulados en Estados Unidos como T
he Inhuman Condition, In the Flesh
, y
Cabal
. En este punto muchos de sus libros estaban empezando a ser traducidos, y actualmente cuentan ya con publicaciones en más de quince idiomas.
En 1987, tras la adaptación de dos de sus historias al cine (
Rawhead Rex
y
Transmutations
), cuyo resultado no le agradó mucho, decidió dirigir una película él mismo. El resultado fue
Hellraiser
, basada en la novela corta
The Hellbound Heart
. La película desarrolló todo un culto a su alrededor y desde entonces ha dado lugar a varios cómics y a tres secuelas:
Hellbound: Hellraiser 2
, dirigida por Tony Randal,
Hellraiser III: Hell on Earth
, dirigida por Tony Hickox, y
Hellraiser: Bloodline
. Clive Barker adaptó también su relato
Cabal
en
Nightbreed (Razas de noche)
, que dirigió él mismo.
Tras la publicación de las novelas
Weaveworld
y
The Great and Secret Show
, aparecieron varias publicaciones relacionadas con su obra: adaptaciones gráficas de su relato
Tapping the Vein
y dos libros de gran formato sobre su trabajo artístico titulados
Clive Barker: Illustrator, Volume I and II
.
Sus siguientes obras fueron la fantasía épica Imajica y una fábula infantil ilustrada titulada
The Thief of Always
, una línea de comics de superhéroes para Marvel llamada
Razorline
, y una exposición personal en la Bess Cutler Gallery de New York. Clive fue productor ejecutivo del conocido film
Candyman
, dirigido por Bernard Rose, basado en su relato
The Forbidden
, y de
Candyman 2: Farewell to the Flesh
, dirigida por Bill Condon. Recientemente, ha publicado
Galilee, Everville
, la secuela de
The Great and Secret Show
, el
Second Book of the Art
, y
Sacrament
, una fantasía oscura para todas las edades. Su proyecto cinematográfico más reciente es
Lord of Illusions
, que escribió, dirigió y coprodujo. Entre los últimos proyectos en los que ha participado se encuentra una animación basada en
The Thief of Always
, una miniserie sobre
Weaveworld
; un juego para pc titulado
Extosphere
y una fantasía para niños titulada
Abarat
, cuyos derechos cinematográficos ha adquirido Walt Disney.
Aunque Clive se ha mudado a Los Angeles y está actualmente implicado en varios proyectos para la pequeña y la gran pantalla, su pasión siguen siendo los libros. Entre sus influencias literarias menciona las obras de Edgar Allan Poe, Ray Bradbury, Herman Meville, William Blake, Will Burroughs, Arthur Machen y tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento. Acerca de sí mismo, Clive afirma que su entusiasmo como artista no radica en ningún medio en particular, si no en el acto de imaginar. Sus libros, películas, pinturas y obras de teatro, aunque pueden parecer muy dispares en contenido, muestran diferentes partes del mismo paisaje, el mundo sus dos orejas, y la motivación que le mueve a escribir y a dibujar son las imágenes y escenas que se elevan desde su subconsciente, sin avisar, dramatizando elementos de su yo más profundo.
Clive Barker se confiesa Jungiano, la escuela psicológica más seguida en Europa, y no Freudiano, como se suele estilar en América. Cree en la existencia del subconsciente colectivo, un fondo de imágenes e historias que pertenecen a todo el mundo, y piensa que el artista que se adentra en lo fantástico crea historias o dibujos que recrean la erupción de ese subconsciente en nuestra vida diaria. Con su ficción espera ayudar a comprender nuestros sueños secretos y a entender la profunda intimidad que compartimos con cada uno de los otros seres humanos.
Quienes estén interesados en conseguir más información sobre Clive Barker y su obra pueden visitar su página oficial:
http://www.clivebarker.com/
CLIVE BARKER, (Liverpool, Inglaterra, el 5 de octubre de 1952) es un escritor, director de cine y artista visual. Estudió Inglés y Filosofía en la Universidad de Liverpool.
Barker es uno de los más aclamados autores de horror y fantasía, comenzando con escritos de horror al principio de su carrera, recogidos en la serie Libros de Sangre (Books of Blood), y la novela faustiana El juego de las maldiciones (The damnation game). Posteriormente se trasladó hacia el género de la fantasía moderna con toques de horror. El estilo más característico de Barker es la idea de que existe un mundo subyacente y oculto que convive con el nuestro (una idea que comparte con Neil Gaiman), el rol de la sexualidad en lo sobrenatural y la construcción de mitologías coherentes, complejas y detalladas.
Cuando se publicó Libros de Sangre en los Estados Unidos en una edición barata, la originalidad, intensidad y calidad de las historias hicieron que el popular autor Stephen King dijera de Barker: «He visto el futuro del horror y su nombre es Clive Barker» (parafraseando una famosa frase que se dijo de Bruce Springsteen en sus comienzos)
[1]
La palabra inglesa «bishop» quiere decir
obispo
.
(N. de T.)
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