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Authors: John Curran

Tags: #Biografía, Ensayo, Intriga

Los cuadernos secretos (8 page)

BOOK: Los cuadernos secretos
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La conversión de los cuadernos en un formato fácil de leer, de cara a la redacción de este libro, costó más de seis meses. Un conocimiento detallado de toda la producción de Dame Agatha no fue sólo de enorme ayuda, sino más bien un requisito indispensable. Sirvió para saber, por ejemplo, que una referencia a la «apomorfina» no es una errata, un error, una falta ortográfica, sino una parte fundamental en la trama de
Un ciprés triste
. Pero no valió de mucho en el caso de las notas tomadas para un título que luego quedó inédito, ni para las ideas destinadas a una obra publicada y posteriormente desechadas. Según iban pasando las semanas me sorprendió en qué medida me acostumbraba a su caligrafía, y comprobé que la conversión del último bloque de los cuadernos me resultaba considerablemente más llevadera y rápida que la de los primeros. También descubrí que si dejaba una página en apariencia indescifrable y regresaba a ella al cabo de unos días, con frecuencia lograba entenderla. Pero algunas palabras y algunas frases siguieron resistiéndoseme, de modo que tuve que conformarme con una mera suposición.

A partir de finales de los años cuarenta, su caligrafía fue «mejorando» sin descanso, tanto que a comienzos de los cincuenta y, por ejemplo, en los apuntes para
Después del funeral
, en el Cuaderno 53, las notas se pueden leer con toda naturalidad incluso en el caso de alguien que las vea por vez primera. De esto ella tuvo conciencia con un punto de arrepentimiento. En noviembre de 1957, en una carta en torno a
Inocencia trágica
, escribe: «Voy a pedir a la señora Kirwan [su secretaria, Stella Kirwan] que le pase esto a máquina, pues ya sabe qué letra tengo», y en agosto de 1970 describe su letra diciendo que es «extremadamente grande y, con franqueza, poco menos que ilegible». ¡Y esto lo escribe después de haber mejorado mucho!

Durante algunos años se ha sostenido una teoría, sobre todo en la prensa popular, según la cual Agatha Christie padecía dislexia. No tengo ni idea de cuál es el origen de esta conjetura, pero basta con echar un vistazo somero a los cuadernos para desmentir esta presunción. El único ejemplo que se podría aportar es la vacilación que hay entre «Caribbean» y «Carribean» a lo largo de las notas que tomó para
Misterio en el Caribe
. Y no creo que sea ella la única persona en tener esa vacilación
[2]
.

… y una especie de esbozo esquemático de una trama…

Esparcidas de manera irregular a lo largo de los cuadernos se hallan breves anotaciones a menudo rematadas por un guión
[3]
, y no desarrolladas más adelante, al menos por el momento. A esas enumeraciones se refiere Christie cuando habla de «esbozo esquemático de una trama»; esas anotaciones eran todo cuanto necesitaba para estimular su muy considerable imaginación. Las ideas que recoge en ellas se reproducen exactamente como aparecen en las páginas de los cuadernos, y hay algunas que aparecen en más de un cuaderno (en este libro, más adelante, se ofrecen ejemplos de enumeraciones semejantes). Todas ellas iban a aparecer en mayor o menor medida en sus títulos. Las dos primeras son estratagemas importantes en la trama; las otras dos son rasgos secundarios de la trama:

Poirot pide que lo lleven al campo… Encuentra una casa donde alojarse y ve varios detalles fantásticos
[véase
Sangre en la piscina
en el capítulo 12]

Le salva la vida varias veces
[véase
Noche eterna
en el capítulo 12]

Fármacos peligrosos, robados del coche
[véase «Prueba F: La casa de los sueños»]

Inquire enquire…
[4]
ambos términos en la misma carta
[véase
Se anuncia un asesinato
, en el capítulo 5]

… a menudo me sirve de estímulo, si no para escribir una novela con una trama idéntica, sí al menos para escribir otra cosa.

A lo largo de toda su trayectoria, uno de los mayores dones de los que hace gala Agatha Christie es la capacidad de entretejer variaciones prácticamente infinitas sobre ideas en apariencia elementales. Las alianzas asesinas, el triángulo eterno, la víctima como asesino, el disfraz… A lo largo de los años utilizó y reutilizó todas estas argucias y estratagemas para confundir al lector y desbaratar sus expectativas. Por eso, cuando señala ese estímulo «para escribir otra cosa» sabemos que es algo que hacía sin el menor esfuerzo. Algo en apariencia tan carente de importancia o tan poco inspirado como la palabra «dientes» podía servirle de inspiración, y de hecho empleó esa idea al menos en dos novelas, en
La muerte visita al dentista
y, como elemento secundario de la trama, en
Un cadáver en la biblioteca
.

Los gemelos idénticos (uno perece en un choque de trenes) el superviviente afirma ser el adinerado (¿los dientes?)

La pobre niña rica… Una casa en una colina… Artículos de lujo, etc. El dueño original

La idea del sello… El hombre forja su fortuna… Lo pone en una carta antigua… Un sello de Trinidad en una carta llegada de las islas Fiyi

La anciana señora en un tren, variante… Va con ella una joven… A ésta se le ofrece un trabajo en el pueblo… Lo acepta

Como veremos más adelante, «la idea del sello» figura en un relato corto y en una obra teatral con más de quince años de diferencia; «la anciana señora en un tren» aparece en dos novelas, con casi veinte años de diferencia; «la pobre niña rica» inspiró un relato y, veinticinco años después, una novela.

PRUEBA A:
EL «CLUB DE LA DETECCIÓN»
 

—Ya sé que es demasiado temprano para llamar por teléfono, pero es que deseo pedirle un favor.

—Sí, dígame.

—Se trata de la cena anual de nuestro Club de Autores de Novela Detectivesca.

Tercera muchacha
, capítulo 2

El llamado Detection Club, como su propio nombre indica, es un club en el que se reúnen los autores de novelas detectivescas. Aunque se desconoce la fecha exacta, probablemente se fundó en 1929. Anthony Berkeley y Dorothy L. Sayers fueron dos de los miembros fundadores; a comienzos de los años treinta, todos los grandes escritores de novela detectivesca del momento, entre ellos Agatha Christie, eran miembros del club. Sólo estaba permitido el ingreso a escritores de ficción de detectives en el sentido estricto y más clásico, diferenciándolos de los escritores de novela negra en general. No era una corporación colegial o profesional que hiciera campañas por mejorar la suerte de los autores de novela detectivesca; más bien era un club de carácter social, un tanto exclusivo y laureado, cuyo primer presidente fue G. K. Chesterton, creador del padre Brown. Le sucedió en 1936 E. C. Bentley, autor de la famosa
Trent’s Last Case [El último caso de Trent]
. Desde 1958 hasta su muerte, en 1976, Agatha Christie fue la presidenta. Aceptó el cargo con la condición de que nunca tendría la obligación de pronunciar un discurso. Sólo se podía ingresar en el club mediante invitación previa, y todos los nuevos miembros debían someterse a una ceremonia de iniciación (ideada por Dorothy L. Sayers) en la que el presidente aparecía con ropajes solemnes, había una procesión con velas encendidas y el iniciado debía prestar juramento poniendo una mano sobre Eric, la Calavera, por el cual se comprometía a cumplir las normas del club.

Aunque se trataba de normas no escritas y aunque el ritual en sí, ideado por Sayers, era de carácter ameno, las intenciones de fondo eran serias y admirables. En un esfuerzo por elevar el nivel literario del relato detectivesco y por distinguirlo de los
thrillers
de la época, tendentes a provocar asombro, los candidatos se comprometían a:

  • honrar el llamado «inglés del rey» en su nivel de máxima corrección;
  • no ocultar jamás una pista esencial al lector;
  • adherirse a las tareas de indagación e investigación diferenciándolas de la «revelación divina, la intuición femenina…, las coincidencias o las intervenciones de Dios»;
  • observar una «moderación modesta y oportuna en el uso de bandas de delincuentes, rayos mortíferos, fantasmas y demás espectros, chinos misteriosos y no menos misteriosos venenos desconocidos para la ciencia»;
  • jamás robar ni revelar las tramas que hubiese urdido cualquier otro de los miembros.

En sus primeros tiempos, en el Detection Club se escribieron novelas colectivamente; en tiempos más recientes se escribieron entre varios de los miembros algunas colecciones de relatos. En los primeros ensayos se escribían los capítulos sucesivos repartiéndolos entre diversos escritores, de manera que cada autor tuviera conocimiento del desarrollo de la trama llevado a cabo por su antecesor. Agatha Christie colaboró en tres de las primeras publicaciones de esta índole:
The Scoop [Primicia]
en 1930,
Behind the Screen [Tras el biombo]
al año siguiente y una novela extensa,
The Floating Admiral [El almirante flotante]
, en 1932. Las dos primeras empresas conjuntas, más breves, se emitieron por entregas en la BBC y después se publicaron en
The Listener
, para aparecer por fin en formato de libro en 1983. Aparte de Christie, otros colaboradores de
Primicia
fueron Dorothy L. Sayers, Anthony Berkeley, E. C. Bentley, Freeman Wills Crofts y Clemence Dane; Ronald Knox y Hugh Walpole sustituyeron a Crofts y a Dane en
Tras el biombo
.

En el caso de
El almirante flotante
, cada uno de los colaboradores tuvo que aportar una propuesta de solución además de un capítulo, en un intento por impedir que se introdujeran nuevas complicaciones tan sólo para ponerle las cosas más difíciles al colaborador que les siguiera en el orden establecido. La aportación de Christie es por desgracia la más breve del libro, aunque la solución que propuso es buena muestra de su ingenio. De todos modos, llegó a la conclusión de que el tiempo y el esfuerzo dedicados a estas producciones podría emplearlos de manera más provechosa escribiendo por su cuenta, y con la debida cortesía declinó otras invitaciones a participar en nuevos títulos colectivos.

El Detection Club en los cuadernos

La principal referencia al Detection Club que existe en los cuadernos se encuentra en el Cuaderno 41, la primera página del cual lleva por encabezamiento «Ideas 1931» (a pesar de la incertidumbre sobre su fecha de fundación, cuando se escribió esta nota el club estaba consolidado):

Los trece a la cena

Relato para el «Detective Club» (?)

La señorita Sayers y su marido… Venenos

El señor Van Dine y…

El señor Wills Crofts y su esposa… Coartadas

La señora Christie

El señor Rhode

El señor y la señora Cole

El señor Bentley

La señorita Clemence Dane

El señor Berkeley y su esposa; escritor de temas fantásticos

Es mera coincidencia que el título
Los trece a la cena
se utilizara en Estados Unidos dos años después para designar una novela que publicó Christie en 1933,
La muerte de lord Edgware
. El título estadounidense hace referencia al capítulo 15 del libro, en el que un personaje comenta que son trece los comensales sentados a cenar la noche en que muere lord Edgware, con lo cual lady Edgware dispone de doce testigos. Es improbable, no obstante, que fuese esto lo que tenía Christie en mente cuando esbozó la idea para el Detection Club.

De las trece personas que enumera, y que hubieran sido los comensales de esa cena, la mayoría son sus colegas escritores: «la señorita Sayers» es Dorothy L. Sayers, novelista, dramaturga, antóloga, teóloga y erudita, gran contemporánea de Christie y una de las fundadoras del Detection Club. Aunque aparece en el Cuaderno 41 como «señorita», Sayers se había casado con Oswald Fleming en abril de 1926, si bien conservó el apellido de soltera en sus actividades profesionales.

«El señor Van Dine» era conocido del público lector: se trata de S. S. Van Dine, creador de Philo Vance. La ausencia que hay tras su nombre da a entender que Christie no estaba segura de que estuviese casado (lo estaba), pero la incorporación de su pareja habría dado por resultado un total de catorce invitados a la cena, lo cual tal vez explique la incertidumbre. Es extraño que Christie hubiese incluido a Van Dine. Había leído sin duda sus novelas —hay unas cuantas en los anaqueles de Greenway House—, puesto que fueron tremendos éxitos de ventas en sus tiempos, pero no era miembro del Detection Club, ya que residía en Estados Unidos.

«El señor Wills Crofts» era Freeman Wills Crofts, creador del inspector French, de Scotland Yard, un policía meticuloso y concienzudo cuya especialidad (como ya se ha señalado) era la coartada irrebatible. Al igual que en el caso de Christie, publicó su primera novela,
El ataúd
, en 1920, y se le sigue considerando un clásico del género. Siguió escribiendo hasta su muerte, en 1955, y publicó un total de cuarenta novelas.

«El señor Rhode» es John Rhode, cuyo verdadero nombre era el de comandante Cecil John Charles Street, que también publicó con el seudónimo de Miles Burton. Como Christie, fue autor del Club del Crimen durante la mayor parte de su vida, y en total publicó casi 150 novelas con ambos nombres.

«El señor y la señora Cole» eran un tándem marido y mujer, compuesto por G. D. H. y Margaret Cole, novelistas del género detectivesco y socialistas. Aunque fueron prolíficos y publicaron una treintena de novelas, sus libros son de prosa hinchada, artificiosa, inerte, y llevan años agotados sin que se reimpriman.

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