El Manuscrito encontrado en Zaragoza es una de las maravillas de la literatura fantástica. Es una novela gótica, narrada según la técnica del relato enmarcado, con historias dentro de historias que se ramifican y entremezclan, la obra transcribe el manuscrito hallado por un oficial de las tropas napoleónicas en Zaragoza, y cuenta las peripecias y viajes del noble caballero Alfonso Van Worden, episodios vividos o referidos sobre «bandidos, almas en pena y adictos a la Cábala», en una visión pintoresca, fantástica y pre romántica de la España profunda del siglo XVIII, ambientada en 1715, llena de inolvidables historias de aparecidos, cabalistas, ventas encantadas o leyendas moriscas, traspasada de un aire picaresco deudor de la tradición española.
Jan Potocki
MANUSCRITO ENCONTRADO EN ZARAGOZA
ePUB v1.0
hermes1003.08.12
Título original:
Manuscrito encontrado en Zaragoza
Jan Potocki, 1.ª parte editada en 1804 y 1805; 2.ª parte editada en 1813.
Traducción: J. B.
Editor original:hermes 10 (v1.0)
Corrección de erratas: Werth,
ePub base v2.0
PREFACIO DE ROGER CAILLOIS
Cuando emprendí una antología mundial de lo fantástico busqué en las diversas literaturas aquellos relatos que tenía la intención de reunir en un mismo volumen. Lo concebía como el museo del espanto universal. Para Polonia me procuré la selección publicada por Julien Tuwim en 1952 y, como ignoro el polaco, se la pasé a un amigo rogándole que le echara una ojeada y después me resumiera de viva voz aquellos cuentos que, desde su punto de vista, convinieran mejor a mi propósito. Uno de esos cuentos era la Historia del comendador de Toralva, de Jan Potocki. Me pareció un plagio desvergonzado de un relato muy conocido de Washington Irving: El gran prior de Menorca. Bien pronto tuve que cambiar de opinión porque el relato de Irving se publicó en 1855 y el conde Potocki murió cuarenta años antes, en 1815.
En el relato que precede a El gran prior de Menorca, Washington Irving explica que al principio oyó contar al caballero… la historia que vendrá a continuación, pero que, habiendo perdido las notas que tomó mientras aquél hablaba, encontró más adelante un relato análogo en memorias francesas publicadas bajo la autoridad del gran aventurero Cagliostro. En el campo, durante un día de nieve —continúa—, se entretuvo en traducirlo aproximativamente al inglés «para un grupo de jóvenes reunidos en torno al árbol de Navidad».
Por otro lado, una noticia de la selección de Tuwim me informó que la Historia del comendador de Toralva era un episodio de una obra escrita en francés por Potocki e intitulada Manuscrito encontrado en Zaragoza. Consta de una serie de cuentos repartidos en «jornadas», a la manera de los antiguos decamerones y heptamerones, y vinculados entre sí por una intriga bastante laxa. La obra completa abarca, pues, una advertencia, sesenta y seis de esas «jornadas» y una conclusión. De la primera parte, publicada en dos secuencias, se tiraron muy pocos ejemplares, sin indicación de lugar ni de fecha (en realidad, fue impresa en San Petersburgo, en 1804 y 1805: t. I, 158 páginas; t. II, 48 páginas) y corresponde a las Jornadas 1 a 13; su texto se interrumpe abruptamente en medio de una frase, sin duda a causa de un viaje del autor. Este hizo publicar la segunda parte en París, en 1813, por Gide hijo, de la calle Colbert n.° 2, junto a la calle Vivienne, y por H. Nicolle, de la calle de Seine n.° 12; comprende cuatro delgados volúmenes de formato in-12, bajo el título de Avadoro, Historia española, por M. L. C. J. P., es decir, M. Le Comte Jan Potocki, y refiere, ligadas unas a las otras, las aventuras que le ocurren al jefe de una tribu de gitanos y las que a éste le cuentan. En lo esencial continúa el texto de San Petersburgo, del cual, por otra parte, reproduce las dos últimas jornadas. En efecto, como en ellas aparecía ya el jefe de la tribu, la nueva novela comienza con su entrada en escena, o sea por la Jornada 12. A continuación reproduce total o parcialmente las Jornadas 15 a 18, 20, 26 a 29, 47 a 56. Publicadas al año siguiente en tres volúmenes, en el mismo formato y también por Gide hijo, ahora establecido en la calle Saint-Marc n.° 20, Las diez jornadas de la vida de Alfonso van Worden reproducen el texto impreso en San Petersburgo, con excepción de algunas enmiendas sobre las cuales volveré: faltan en la obra, sin embargo, las jornadas 12 y 13, que acababan de ser reimpresas en Avadoro, y la jornada 11 que se omitió, sin duda, porque sólo contiene dos historias conocidas, una de ellas tomada a Filostrato, la otra a Plinio el joven. En cambio, la otra termina con un episodio hasta entonces inédito, la Historia de Rebeca, que corresponde a la jornada 14 del texto integral. Este episodio se halla ahora ligado por una corta transición a la jornada 11. En realidad, continúa el texto de San Petersburgo, en el lugar mismo en que aquél se interrumpe.
La Biblioteca Nacional posee los tres volúmenes de Van Worden, los cuatro volúmenes de Avadoro y el primer volumen del Manuscrito encontrado en Zaragoza editado en San Petersburgo, si es que puede llamarse volumen a lo que parece más bien un juego de pruebas. Encuadernado en marroquí rojo, lleva en el canto la indicación: Primer decamerón; la anotación es 4.0 Y 2 3059; el título está escrito con tinta, en la guarda: [Historia de] Alfonso van Worden [o] [tomada de un] manuscrito encontrado en Zaragoza. Abajo, con lápiz, figura el nombre del autor: Potocki Jan. A un lado, un sello rojo con la mención: donación n.° 2693. El texto impreso es de 156 páginas. Las dos últimas están recopiladas con tinta. En el texto abundan las correcciones a lápiz, casi todas estrictamente tipográficas; unas cuantas proponen verdaderas mejoras estilísticas.
En la guarda está pegado un fragmento de prueba de imprenta, en el cual se descifra la siguiente nota manuscrita (las palabras entre corchetes han sido tachadas en el original): Puede suponerse que [el conde P.] [es Nodier q] que [el] es Nodier quien Klaproth quiso designar, en 1829, como la persona [en cuyas manos] encargada de rever, antes de que se imprimiera, el Manuscrito encontrado en Zaragoza y en cuyas manos ha quedado la copia del manuscrito. Y [no es acaso Nodier que con el consen…] es probable que [como detentor] teniendo en sus manos [un man…] el trabajo del conde Potocki, haya pensado en aprovecharlo de la mejor manera posible, literaria y financieramente hablando. Pero no es menos asombroso que se haya creído en el deber de guardar silencio cuando el escandaloso proceso que se le hizo al conde de Worchamps, quien [dos palabras tachadas: ilegibles] creyó posible publicar en el… el diar. La Presse en 1841-1842, al principio con el título de El valle funesto, después con el de la Historia de don Benito de Almusenar, pretendidos extractos de las Memorias inéditas de Cagliostro: éstos no eran sino la reproducción de Avadoro y de las Jornadas de la vida de Alfonso van Worden. [Era este] Ese Valle funesto era un robo manifiesto. Nodier que no murió hasta 1844 [que] habría podido instruir a la justicia a ese respecto y no dijo una palabra. [Hay cuatro palabras tachadas, ilegibles.]
El n.° 2693 corresponde a una donación hecha el 6 de agosto de 1889 por la señora Bourgeois, cuyo apellido de soltera es Barbier. En este caso, es harto probable que el acusador de Nodier sea Ant. Alex Barbier, autor del Diccionario de los anónimos, el cual atribuye precisamente a Potocki Avadoro y Van Worden. Pronunciarse sobre estas insinuaciones corresponderá a los biógrafos de Nodier. De todos modos, esas pocas líneas tienen la ventaja de permitirnos comprender el plagio de Washington Irving y el que éste haya podido ampararse en la autoridad, muy problemática, por lo demás, del famoso Cagliostro. En el diario La Presse, en 1841-1842, aquél encontró la reproducción que hizo Courchamps del relato de Potocki y que incluyó en su selección Wolfert's Roost de 1855. Quizá nunca supo, al proceder así, que había plagiado a un gran señor polaco muerto muchos años antes. Es lícito perdonar a Irving por una traducción que presenta como tal, aunque deje suponer a sus lectores que se ha valido de un artificio literario que tiene por objeto acreditar una ficción. La indulgencia se impone tanto más cuanto que él mismo ha sido víctima de un plagio idéntico. En efecto, uno de sus Cuentos del viajero (1824), Aventura de un estudiante alemán, fue traducido y adaptado de igual manera por Petrus Borel, en 1843, con el título de Gottfried Wolgang. Para colmo, también en este caso, el plagio ha sido confesado a medias, disimulado a medias, por una ingeniosa y equívoca presentación. Aquí terminan las vicisitudes del original francés. En 1847, Edmund Chojecki, basándose en un manuscrito autógrafo en la actualidad perdido, dio de la obra entera, en Lipsk-Leipzig, una versión polaca en seis volúmenes bajo el título de Rekopis Znaleziony w Saragossie. Su traducción fue reeditada varias veces (en 1857, 1863, 1917 y 1950). Por último, una edición crítica, debida a Leszek Kukulski, apareció en Varsovia en 1956. Casi de inmediato se descubrió en los archivos de la familia Potocki, en Krzeszowice, cerca de Cracovia, dos importantes fragmentos del texto primitivo francés: a) una copia intitulada Cuarto decamerón, revisada y corregida por el autor y que incluye las Jornadas 31 a 40; b) un borrador de las Jornadas 40 a 44 y fragmentos de las jornadas 19, 22, 23, 24, 25, 29, 33, 39 y 45.
El señor Kukulski, a cuya gentileza debo estas últimas precisiones, se esfuerza actualmente en reconstituir el texto francés integral del Manuscrito encontrado en Zaragoza. Ha utilizado las cinco fuentes pre citadas: 1) los dos volúmenes de San Petersburgo para las jornadas 1 a 12 y para una parte de la jornada 13; 2) Alfonso van Worden (1814) para la Jornada 14 y para la advertencia general que no aparece en la edición de San Petersburgo; 3) Avadoro (1813) para las Jornadas 15 a 18, 20, 26 a 29, 47 a 56; 4) la copia corregida de los archivos Potocki para las Jornadas 31 a 40; 5) el borrador de los mismos archivos para las Jornadas 19, 22 a 25, 29 y 41 a 45. Para el resto de la obra, es decir, para un poco menos de su quinta parte, habrá que retraducir al francés la versión polaca que hizo Edmund Chojecki en 1847. Le deseo un éxito rápido y completo. Los historiadores de la literatura francesa deben, en efecto, poder apreciar en su conjunto, sin tardanza, una obra cuyos fragmentos accesibles prueban desde ahora su importancia y calidad. Entretanto, tomo la iniciativa de reeditar la parte principal de las páginas publicadas en francés en vida del autor, reconocidas y ordenadas por él. Como el ejemplar de la Biblioteca Nacional sólo incluye la primera parte del texto impreso en San Petersburgo, he debido pedir copia del que se conserva en la Biblioteca de Leningrado. Lleva la anotación 6.11.224, y se compone de dos series de pliegos encuadernados juntos. En el lomo de la encuadernación, una sola palabra en dos líneas: Potockiana. Adentro, en el dorso de la cubierta, está pegada una faja de papel con la siguiente indicación manuscrita:
El conde Jan Potocki ha hecho imprimir estos pliegos en San Petersburgo en 1805, poco antes de su partida a Mongolia (en una embajada a China de la cual forma parte), sin darles título ni ponerles fin, reservándose el derecho de continuarlos o no más adelante, cuando su imaginación, a la cual ha dado rienda suelta en esta obra, lo invite a ello. La primera serie de los pliegos termina en la página 158, al pie de la cual se lee: Fin del primer decamerón, y abajo: Copiado en 100 ejemplares. El texto de la segunda parte termina bruscamente en medio de una frase, al final de la página 48. La frase debía continuar en la página 49, en la cual comenzaba el pliego decimotercero, que sin duda no fue nunca impreso, ni tampoco los siguientes. He reproducido escrupulosamente ese texto, y lo completo con la especie de conclusión provisional que da fin a las Diez jornadas. Por lo contrario, sólo reimprimo extractos de Avadoro.