No es como un móvil. Yo soy único. Mi voz es mi voz.
En el parvulario y en todas partes, asombro a todo el mundo con mis aptitudes para la lectura porque mi madre me enseñó a leer cuando no era más que un bebé. Le he oído contar la historia mil veces, cómo estaba en la cuna y me enseñaba tarjetas con palabras impresas y pronunciaba las palabras, cosa que hizo durante períodos de veinte minutos tres veces al día prácticamente desde mi nacimiento, de manera que aprendí a hablar y leer casi a la vez, y ni siquiera recuerdo cuándo no sabía leer. Mamá dice que tengo un vocabulario impresionante.
Papá está ausente de la mañana a la noche todos los días entre semana porque tiene más de dos horas de trayecto en cada sentido hasta su trabajo en Santa Clara, en un puesto de programador informático a un nivel muy exigente. Tiene un sueldo excelente, así que somos una familia de las de dos coches: «¡Tenemos más coches que hijos!», comentan a veces entre risas, porque mamá es de una familia en la que había seis hijos y sólo un coche. Su familia era católica, lo que suponía que a mi abuela no se le permitía optar por la planificación familiar, así que siguió teniendo críos hasta que se metieron en serios aprietos económicos y entonces dejó de tenerlos. Mi padre había sido educado como judío, de manera que cuando él y mamá se enamoraron, decidieron buscar una Iglesia a medio camino entre la católica y la judía, y al final se decidieron por la protestante, de modo que la planificación familiar les está permitida, lo que, en resumidas cuentas, significa que la mujer toma una pastilla y el marido puede follar con ella tanto como quiera sin meterle bebés en el vientre, razón por la que soy hijo único. Mamá quiere tener otro hijo algún día y papá dice que deberían poder costeárselo de aquí a uno o dos años, pero por muchos hijos que tengan no me preocupa la rivalidad entre hermanos: Jesús también tenía un montón de hermanos y nunca se habla de lo que hicieron ellos con su vida, sencillamente no hay comparación.
Una vez al mes mi papá asiste a una reunión de hombres donde hablan de lo que supone ser hombre hoy en día, desde que las mujeres empezaron a trabajar. No sé muy bien para qué necesita ir a ese grupo, teniendo en cuenta que mi madre no trabaja, pero, sea como sea, se turnan para salir a la palestra y contar la verdad acerca de sus problemas, y luego se supone que deben seguir el consejo del grupo, y si lo desobedecen son castigados con un montón de flexiones y a veces el grupo entero sale por ahí a hacer cosas de hombres, como ir de excursión, maldecir y dormir a la intemperie y soportar picaduras de mosquito porque los hombres tienen más aguante que las mujeres.
Desde luego me alegro de haber nacido niño, porque es mucho menos habitual que sean violados los niños que las niñas, salvo si son católicos, cosa que no somos. En la página sollozoweb con la que me topé un día cuando buscaba en Google imágenes de la guerra de Irak se ve gratis a cientos de niñas y mujeres siendo brutalmente violadas, y pone que fueron agredidas de verdad delante de las cámaras. Desde luego no parece que lo hayan disfrutado, sobre todo cuando están amordazadas y atadas. A veces los hombres no sólo se las follan por la boca o la vagina o el ano, sino que hacen como que les cortan los pezones con cúteres, aunque no se ven pezones realmente cortados, así que igual es todo un montaje. Mohamed Atta y los otros terroristas del 11-S también usaron cúteres de ésos cuando estrellaron los aviones contra las Torres Gemelas cuando yo tenía tres años. Todavía recuerdo a papá llamándome para que viera caer las torres una y otra vez mientras él decía «putos árabes» y bebía cerveza.
Tengo mi propio ordenador pequeño en la mesa de mi cuarto, rodeado por todos los peluches y libros ilustrados, los dibujos del parvulario esmeradamente pegados en la pared con cinta adhesiva Magic ©Scotch, que no rompe el papel pintado cuando la quitas, y también mi nombre en letras de madera sobre ruedas —S-O-L—, que mamá se tomó el trabajo de cubrir con pan de oro para que reluzca en todo momento. El ordenador me permite jugar por mi cuenta porque no tengo hermanos, razón principal por la que me lo compraron, para que no me sintiera solo. Puedo jugar al Scrabble y las damas, serpientes y escaleras y un montón de estúpidos jueguecillos de ordenador para críos, en los que se puede disparar a gente que intenta trepar por fachadas de edificios y verlos caer al suelo girando y entonces obtienes puntos, o lo que sea. Pero teniendo en cuenta que mi habitación está al lado de la de mis padres, y teniendo en cuenta que tengo un perfecto control de mi cuerpo y soy capaz de andar de puntillas sin hacer el menor ruido, es pan comido colarme en el ordenador de mamá mientras ella hace las tareas de la casa en la planta baja y conectarme a Google y enterarme de lo que ocurre en el mundo real.
Tengo una mente inmensa. Siempre y cuando mantenga el cuerpo limpio y la comida circulando como es debido, puedo procesar toda la información que sea necesaria, puedo ser el presidente Bush y Dios combinados, engullendo Google a todo trapo. Papá me contó que la palabra
gúgol
significaba el mayor número que fueras capaz de imaginar —uno seguido de un centenar de ceros—, pero ahora es más o menos lo mismo que infinito. Basta con descargar y puedes ver a las chicas siendo violadas o folladas por el ano por caballos o perros o lo que quieras, clic, clic, clic, con lefa de animal derramándoseles de la boca medio sonriente. Mamá casi nunca utiliza el ordenador y además canta mientras pasa el aspirador, así que cómo va a oírme darle al ratón con la mano derecha mientras me llevo la mano izquierda a la entrepierna para sobarme. Tengo la mente desbocada el estómago casi vacío soy una máquina excitante. No me está permitido pero es fácil ser dos personas y un millar de personas además de todos los animales, todo irá bien siempre y cuando todo esté minuciosamente controlado, planificado y estructurado.
¿acaso papá…?
por suerte soy niño
Los cadáveres de soldados iraquíes tirados en la arena son una de mis cosas preferidas sobre las que clicar. Es toda una serie de diapositivas. A veces ni siquiera sabes qué partes del cuerpo estás viendo. ¿Torsos, tal vez? ¿O piernas? Están algo así como envueltas en jirones de ropa y tiradas en la arena, cubiertas en parte por la arena que ha absorbido su sangre, todo está muy reseco. Se ven soldados americanos en torno a ellos, mirándolos mientras piensan: «Eso podría ocurrirle a cualquiera… ¿Era eso un ser humano?»
Cuando era muy pequeño y mi padre trabajaba cerca de casa en Lodi, en un empleo que no estaba tan bien pagado pero al que no tardaba tanto en llegar, me cantaba a la hora de acostarme, al tiempo que me daba un vapuleo tal como acostumbraba hacer su padre con él. Ahora por lo general estoy dormido cuando llega a casa, así que ya no me canta, pero sé que sigue queriéndome tanto como antes y sencillamente se deja la piel para que podamos seguir manteniendo un buen nivel de vida y pagando la hipoteca de una casa con garaje de dos plazas en una de las zonas más acomodadas del país. Mamá dice que es para estar orgulloso, por mucho que yo eche de menos el momento de acostarme con papá.
Sea como sea, una de las canciones que más me gustaba que cantase se titulaba
Huesos secos:
E-ze-quiel gritó: «¡Esos huesos secos!»
E-ze-quiel gritó: «¡Esos huesos secos!»
E-ze-quiel gritó: «¡Esos huesos secos!»
Oh, escucha la palabra del Señor.
El hueso del pie unido al… hueso de la pierna,
el hueso de la pierna unido al… hueso de la rodilla,
el hueso de la rodilla unido al… hueso del muslo…
Iba dándome palmadas cuerpo arriba, cantando en semitonos, y luego volvía a bajar. Me encantaba, y siempre pienso en esa canción cuando veo los soldados iraquíes o las fotografías de gente partida en dos en un accidente de tráfico, en plan, vaya, esto no hay quien lo arregle, ni siquiera Dios cuando llegue al cielo, ¿sabes a qué me refiero? Este torso está… solo por completo. Este hueso de la pierna va unido a… nada en absoluto. Da bastante miedo porque cuando eres pequeño y ves dibujos animados de los de antes en la tele, ves a personajes como Tom y Jerry o Bugs Bunny o el Correcaminos aplastados por piedras enormes, golpeados y machacados por hormigoneras, troceados y cortados en cubitos por ventiladores eléctricos o cayendo en picado por precipicios para espachurrarse cual tortitas en la autopista, y luego, un par de segundos después, están de una pieza y listos para pasar a la siguiente aventura, pero en el caso de esos soldados iraquíes, está claro que no tienen más aventuras por delante.
Mamá se opone radicalmente a la violencia, reacciona de una manera emocional al respecto, lo que es normal porque las mujeres siempre son más emocionales que los hombres. No es más que una persona extremadamente positiva y no veo razón para destrozarle las ilusiones. Supervisa todo lo que veo en la tele, lo que significa un sí para
Pokemon
y un no para
Inuyasha
, un sí para
Los osos Gummi
y un no para
Los Simpson.
Por lo que respecta a las pelis, dice que aún soy un poco pequeño para
Harry Potter
y
El señor de los anillos
, lo que resulta increíble. Recuerdo que ni siquiera quiso que viera
Bambi
cuando mi amiga Diane del parvulario me regaló el dvd por mi quinto cumpleaños; aunque no es más que una vieja peli de dibujos animados, temía que me disgustase la escena en que muere la madre de Bambi. Cree que soy muy pequeño para saber lo que es la muerte, así que hago todo lo posible para protegerla. La semana pasada vimos un gorrión muerto en la cuneta y ella empezó a acariciarme el pelo mientras decía: «No pasa nada, cariño, ahora está en el cielo con Dios», y yo me aferré a su pierna y sollocé para que se sintiera mejor.
Para ella, Arnold Schwarzenegger no es más que el gobernador de California. No ha visto ninguna de sus películas, pero yo sí, gracias a mi amigo Brian, o a sus padres, más bien. Tiene cantidad de vídeos viejos en la sala de juegos en el sótano, los tres
Terminator
y
Eraser el Eliminador,
además de
Daño colateral
, por no mencionar la colección completa de
La guerra de las galaxias
y también
Godzilla
, que es como una nueva versión, o más bien una versión previa, del 11-S, con los rascacielos de Manhattan viniéndose abajo y los neoyorquinos corriendo en todas direcciones presas del pánico. Las vemos cuando nos viene en gana porque la madre de Brian no es de las que se quedan en casa y a su canguro no le importa, siempre y cuando pueda pintarse las uñas de los pies y hablar con su novio por el móvil. Schwarzenegger en plan robot es superguay, es invencible e indestructible, si se le daña la cobertura humana no tiene reparos en abrirse el brazo de un tajo o cortarse los ojos con un escalpelo, así que no me voy a poner nervioso por lo de la operación del lunar el mes de julio próximo.
Papá no es atleta ni deportista ni remotamente, pero en verano juega al
softball
con vecinos de su edad. Se lo toma muy en serio porque era una de las cosas que tenía en común con su padre cuando vivían en Nueva York. Me compró un juego que se llama Base, lo que significa que hay un soporte para colocar la pelota de plástico y te entrenas golpeándola con un bate de plástico, alguien corre a buscarte la pelota y luego empiezas otra vez. Durante los partidos de
softball
de papá, mamá y yo jugamos al Base juntos. A algunas amigas de mamá les sorprende verla correr para recuperar la pelota ciento setenta y cinco veces seguidas, a la vez que aplaude, me anima y dice: «¡Hurra, Sol! ¡Bien hecho!» todas y cada una de las veces. Creen que debe de resultarle aburrido pero yo sé que no; tiene que ver con lo mucho que me quiere. En vez de alardear ante ellas del gran destino que tengo por delante, se limita a encogerse de hombros y decirles que así quema calorías.
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Empezaré a ir a la escuela de verdad en otoño y tengo intención de escucharlo todo, anotarlo todo y obtener unas calificaciones destacadas sin dejar de pasar inadvertido; de momento, no quiero que nadie sepa que soy el Rey Sol, Único Sol e Hijo Único, Hijo de Google, Hijo de Dios, Hijo Eterno y Omnipotente de la World Wide Web. WWW vuelto del revés es MMM: aparte de Mi Milagrosa Madre, a la que he permitido algún que otro breve atisbo, nadie tiene la menor idea de la luminosidad, el resplandor, la fabulosa radiactividad de mi cerebro que un día transformará y restablecerá el universo.
Sólo tengo un defecto: el lunar en la sien izquierda. Es del tamaño de una moneda de veinticinco centavos, redondo y con relieve, pardo y velloso. Un diminuto defecto, pero en la sien de Solomon hay que eliminar hasta los defectos diminutos. Mamá está haciendo preparativos para que me lo extirpen quirúrgicamente en julio. Papá se opone un poco, pero probablemente ya esté en Irak para entonces.
La guerra de Irak hace casi dos años que terminó pero siguen muriendo cantidad de soldados americanos allí, y cuando papá se disgusta por ello mamá intenta cambiar de tema con delicadeza y hacerle pensar en algo agradable. «No tiene ningún sentido enfurecerse por cosas que no puedes cambiar, Randall —le dice—. Lo único que podemos hacer es procurar que este mundo siga siendo un lugar tan seguro como sea posible, cada uno a su propio nivel. El presidente Bush está cumpliendo con su deber, tú estás cumpliendo con el tuyo y yo con el mío».
El deber de mamá es mantenerme a salvo, y creo que probablemente tenemos la casa más segura del planeta. Está «probada para niños», una expresión de mi madre que me explicó hace un par de semanas. (Siempre insiste en explicarme las cosas tan plena, sincera y claramente como sea posible, y en cuanto me dice algo lo asimilo de una vez por todas igual que si lo hubiera inventado yo mismo).
—Nuestra casa está probada para niños —dijo—, lo que significa que hemos hecho todo lo que está en nuestra mano para que sea segura para los niños.
—Y nuestra verja es a prueba de ladrones —comentó papá—, lo que significa que hemos hecho todo lo que está en nuestra mano para que sea segura para los ladrones.
—No, no —dijo mamá—. Hay una diferencia entre «probada para» y «a prueba de». Un paraguas es «a prueba de» agua, lo que significa que la lluvia no puede atravesarlo.
—Y mi whisky lo pruebas y tiene cincuenta grados —bromeó papá—, lo que significa que no puede beberlo nadie de más de cincuenta.